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Iglesia de calle y llorar

Artículos de opinión
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El bien recordado y siempre amado Papa Francisco, afirmó: “Prefiero una Iglesia manchada por estar en la calle a la que se encuentra dentro de cuatro paredes cuidando su seguridad y bienestar”. Ahora bien, Iglesia somos todos los fieles cristianos en virtud del bautismo, es el conjunto de clero y pueblo. Siendo así el llamado no solo es al clero sino a todos nosotros para que salgamos del confort y regresemos a la calle con nuestros semejantes, particularmente con los más pobres, descartados y últimos. Salir a la calle a manifestar solidaridad, a conquistar corazones y voluntades para cumplir en conjunto y con éxito con la gran tarea que el Padre Eterno nos ha indicado e indica, a pescar congéneres y ganarlos para la gran y estupenda empresa que estamos llamados a mantenerla en progreso permanente.

También nos dijo el Sumo Pontífice Francisco que debemos llorar, entendiendo que hay quienes lloran por dolor propio y quienes lo hacen por no haber logrado satisfacer sus personales intereses generalmente subalternos o salido mal de ellos, pero estos últimos son incapaces de llorar por los que sufren, se sienten desatendidos y están sumidos en la peor de las miserias. Las lágrimas, cuando son auténticas, máxime cuando son por preocupación y solidaridad por y con el prójimo, nos limpian el espíritu y ennoblece el alma, son gotas de incentivo para desarrollar con éxito la tarea que la Divinidad, la Patria y la Familia nos ordenan.

Debemos entonces sacudirnos de atavismos y comodidades y estar en la calle con nuestros hermanos y si lloramos por sentir vivamente el dolor, la desgracia y la miseria ajenas, bienvenido sea el llanto que nos purificará e impulsará a no descansar en la lucha empeñada por la construcción de una sociedad justa y humana , sin hambre y sin penurias, sin alguien que nos constriña, aprese y torture, es decir, construir el país que todos deseamos con felicidad y bienestar para todos, especialmente para los últimos que, Dios mediante, serán los primeros.

Desde esta nota ratificamos nuestra admiración y amor por el recién fallecido orgánicamente, el Santo Papa Francisco, que seguro lo será, que nos dejó en lo más hondo de nuestra alma un mensaje rebosante de humildad, de amor y de verdad. Con seguridad su alma es recibida por el Padre Eterno con emoción y regocijo porque le llega, atendiendo su llamado, un hijo distinto, muy distinto para bien.