1. El retroceso económico de Venezuela comenzó hace más de cuarenta años y ha sido enorme
Una primera imagen de lo que fue el progreso de Venezuela y de cuándo y hasta donde llegó su retroceso en el concierto global es ofrecida por la figura 1.[2] Hasta el inicio de la era petrolera, Venezuela y Haití eran los países más pobres de America, lo que cambió desde la década de 1920 haciendo que Venezuela se despegase del resto de América Latina e incluso de la OCDE por muchos años. Desde 1945 y hasta 1970 el PIB per cápita de Venezuela fue superior al promedio de la OCDE; el cociente llegó a sus máximos valores en los años 1948 y 1957. Desde los años 60 comenzó a reducirse a pesar de que el PIB de Venezuela crecía, porque ya Europa, Australia y Japón recuperaban su dinamismo previo a la guerra mundial y Venezuela había recibido corrientes migratorias muy importantes. La tendencia del mismo cociente posterior a 1978 fue siempre muy decreciente porque el PIB de Venezuela se estancaba o contraía mientras el de la OCDE se elevaba (ver la sección 2 y el Cuadro C-1).
Para 1998 ya Venezuela mostraba la misma posición relativa a la OCDE que había tenido en 1920 (un retroceso de 78 años) y para 2021 había vuelto a caer por debajo del PIBpc del resto de América Latina y el Caribe, retrocediendo tanto con respecto a los países desarrollados que no hay un parangón estadístico en toda la historia del país posterior a 1870.
Figura F-1: PIB pc como % del PIB pc de la OCDE (USD GK de 1990)
2. Expresiones económicas, sociales e institucionales del progreso y la regresión desde 1936
Comparando a Venezuela consigo misma con base en los indicadores del Cuadro C-1, puede reiterarse que después de más de 40 años de expansión continua del PIB per cápita y del salario medio, desde que se agotó el boom de precios del petróleo de los años 70 del Siglo XX, la sociedad venezolana ha vivido siempre con retrocesos del salario y con alta inflación, llegando a niveles de hiperinflación desde 2018. Para 1998 los hogares venezolanos ya habían visto retroceder sus ingresos reales salariales a los valores que tenían en la década de 1950, mientras en 2021 habían retrocedido a niveles previos a los de 1936.
En el lapso de los últimos cuarenta años las tendencias del PIB per cápita y los salarios han sido decrecientes y las del empleo precario y la pobreza han sido expansivas, con la excepción del período de boom de precios internacionales del petróleo 2004-2013, después de cuyo agotamiento todas las tendencias retomaron la dirección negativa que traían y se hicieron aún más pronunciadas.
Cuadro C-1: Indicadores económicos, sociales e institucionales del desarrollo de Venezuela3
3 Fuentes: Corrales, W. “Sistema de Indicadores del desarrollo venezolano” ANIH 2017, actualizado en 2022; Miquilena, T. y W. Corrales “Venezuela, vértigo y futuro” Ed Dahbar y UNIMET, 2019, basados en indicadores de las fuentes indicadas en cada línea del cuadro. Los valores en percentiles se refieren a la posición de Venezuela en el conjunto de todos los países estudiados para cada indicador. 4 EHC: Emergencia Humanitaria Compleja. 5 Estimados de Miquilena y Corrales (Op Cit) basados en Precariedad e Inflación de los años 1936, 1947 y 1958 empleando regresiones calibradas con datos de precariedad, inflación y pobreza del período 1967-2021En términos político-institucionales la crisis venezolana se expresa en el deterioro de la calidad de la gobernanza,[3] que proyecta la pérdida de la democracia, en la caída de todos los índices de libertad[4] violación sistemática de los derechos humanos de los ciudadanos, en la corrupción rampante y no controlada en el Estado y en el debilitamiento de todas las instituciones.
El Estado de Venezuela ha llegado a la fragilidad extrema[5] y, desde hace dos décadas, se ha alineado de manera beligerante en la confrontación geopolítica mundial, participando en ella en alianzas con países como Rusia, China, Irán y Cuba; ha propiciado o apoyado internacionalmente formas de conflicto de cuarta generación que agravan dicha confrontación, asociadas al terrorismo, el lavado de activos y el tráfico de drogas, y se ha convertido en un promotor muy activo de regímenes de corte similar en toda América Latina.
Por otra parte, la crisis ha afectado seriamente la cultura de lo público influyendo negativamente en la violencia social y la inseguridad ciudadana, 9 así como en los valores, normas éticas y actitudes de muchas personas pertenecientes a todos los estratos sociales, sea frente a la convivencia pacífica en democracia o frente al progreso basado en las capacidades y el esfuerzo propios.
Finalmente, los sistemas sociales, culturales y económicos de la sociedad venezolana que pudiesen -en concierto- contribuir a revertir la crisis, también vienen deteriorándose desde hace más de cuatro décadas y en los últimos veinte años prácticamente se han derrumbado como consecuencia de estrategias adelantadas por el Estado para imponer el Socialismo del Siglo XXI, dirigidas al control ideológico de la población, a la anulación de la autonomía ciudadana y a la desaparición de las libertades económicas. Ello ha sucedido con el sistema educativo público que atiende a niños y adolescentes, igual que con los sistemas públicos de atención de salud y con la economía productiva privada, y ha ocurrido en los últimos 15 años con las universidades del Estado, que llegaron al colapso por el cerco económico que estableció sobre ellas el Régimen Socialista.
Resumiendo, Venezuela vive una profunda Crisis de Desarrollo que lleva una gestación de cuatro décadas y que abarca los órdenes económico, social y político-institucional. Es justo decir que la complejidad, la profundidad y la duración de la crisis son tales que sólo podrá resolverse cambiando el estilo de desarrollo por uno alineado con los valores y objetivos de Desarrollo Humano Sostenible. No puede esperarse que el solo cambio de régimen político o una liberalización de la economía terminen resolviéndola. Hace falta provocar una transición real a un nuevo estilo de desarrollo, que abarque la actividad económica, la esfera de lo social, las instituciones y reglas y el ejercicio de la política.
[1] La presente Nota, apoyada en los datos de la Figura F-1 y del Cuadro C-1, pretende comunicar la extensión y la profundidad de la crisis venezolana. La figura ofrece una imagen sintética y muy elocuente de lo que han sido el progreso y el posterior retraso económico de Venezuela relativo a los países desarrollados, representado por indicadores que expresan al PIB per cápita de Venezuela (y al del resto de América Latina y el Caribe) como porcentajes del promedio del PIB per cápita de los 24 países que eran miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) para 1974. El cuadro, por su parte, muestra variadas expresiones de la sis mediante el seguimiento de muchos indicadores económicos, sociales y políticoinstitucionales de Venezuela reconocidos internacionalmente.
[2] Todos los 24 miembros de la OCDE para 1974 eran países desarrollados. El PIB per cápita empleado en la confección de la Figura 1 está expresado en USD internacionales de poder paritario de compra (USD Geary-Khamis de 1990). Fuente: W. Corrales, Sistema de Indicadores del desarrollo de Venezuela, ANIH 2017; actualizado a 2022.
[3] El índice de Calidad de la Gobernanza se eleva desde -6 en 1935 hasta 9 en 1966 (90% del máximo posible) y allí se mantiene hasta finales del siglo XX, para volver a caer a valores negativos en la segunda década del Siglo XXI.
[4] En el Índice de Libertad Económica del Fraser Institute, Venezuela pasa de estar en el percentil 93 de todos los países evaluados para 1969, al percentil 60 en 1991 y al percentil 2 en la actualidad. En el Índice Mundial de Libertad de Freedom House, que varía entre 0 y +10 puntos, cae 9.29 en 1980 a 6.43 en 2002 y a 1.00 en 2021.
[5] Fund for Peace. Venezuela pasa de ocupar la posición 83 en el ranking de estados frágiles en 2013 (en la mediana de los países evaluados), a tomar el puesto 25 en 2021 (percentil 90 de los países estudiados), acercándose a las posiciones de Haití y Somalia. 9 UNODC, El número de homicidios por cada 100.000 habitantes, un indicador de violencia social e inseguridad ciudadana, viene creciendo desde los años 80 del Siglo XX y ha llegado a niveles extremos en el Siglo XXI.
Junio 2022