
No deja de asombrar el descaro, la desfachatez y la hipocresía con que Maduro y cía. se conducen a diario, como si estuvieran gobernando como si nada, con una narrativa con la que presumen que su gestión es legítima, sólo perturbada por las amenazas externas de los enemigos de siempre de Venezuela (OJO, no de ellos) y por eventuales brotes terroristas de quienes se empeñan, con sus protestas, en negarle a los venezolanos la paz y la tranquilidad que se merecen. Salvo por tales trastornos, ¡vivimos una situación normal! Y para asegurarse de ello, Maduro decreta un Estado de Emergencia ante la esperada reducción de ingresos externos por las medidas del gobierno de Trump, pretendiendo que tiene los recursos y la voluntad con qué enfrentarlas. Como si nada. El “terminator” de nuestra economía anuncia, en este edicto, acciones para “preservar el equilibrio económico de la Nación y garantizar a la población el disfrute pleno de sus derechos humanos,…” ¡Habrase visto!
Pero no puede sorprendernos esta ironía. Este es el mismo señor nos viene alertando, prácticamente desde que asumió el mando, sobre una fulana “guerra económica”, a la par que culminaba la obra destructora de su antecesor. Pero como dejó de contar con las descomunales rentas de que disfrutó aquél y carecía de su ascendencia y manejo carismático, se le ocurrió crear un “Bono de Guerra” para repartir unos exiguos recursos a la población víctima de su ruinosa gestión. Como si nada.
Con relación al diferendo sobre el territorio Esequibo con la República Cooperativa de Guyana, elevado por ésta a la Corte Internacional de Justicia (CIJ), instancia que reconoció su jurisdicción para dirimir el asunto, el Madurismo, lejos de prepararse para defender la posición venezolana con los argumentos a favor formulados por destacados especialistas y sabiendo que la decisión de esa Corte será inapelable, no los consulta y adopta la pose del avestruz: esconde su cabeza en la arena para que el asunto, simplemente, desaparezca. Como no ha sido así y Guyana empieza a disfrutar de ingentes proventos por la venta de petróleo extraído de aguas en disputa, la respuesta “patriota” de Maduro fue, primero, organizar un supuesto referendo al respecto, al que nadie acudió, y, ahora, incluir al Esequibo como estado para las elecciones regionales que pretende realizar el próximo 25 de mayo. Como si ya la disputa se hubiese resuelto a nuestro favor, así como si nada. Brasil, EE.UU., Caricom y los demás países que respaldan a Guyana, así como la CIJ, que se den por enterados.
Y ahí están esas elecciones convocadas para el 25 de mayo, las peor preparadas en términos de organización, cronograma, instructivos, criterios, solvencia y garantías de participación política, de todas las que se recuerdan. Para mayor estupor, se mantiene al frente del ente electoral (cne) al mismo criminal, Elvis Amoroso, que trampeó la elección del 28 de julio del año pasado en las que triunfó contundente e incontrovertiblemente, Edmundo González Urrutia. Y presenciamos todos como las elecciones de mayo se pretenden desarrollar como si el 28J no hubiera existido, borrando toda conexión con el fraude cometido por Maduro y con el hecho de que su “investidura” del pasado 10 de enero fue un vulgar ejercicio de usurpación, totalmente ilegítimo. No sólo no se presentó excusa alguna para intentar recuperar ante la población y el mundo algo de credibilidad y legitimidad al respecto, ¡sino que se condicionó la participación el 25M a que se aceptase semejante farsa! Y en este orden, dándole continuidad al atropello y al irrespeto por la voluntad popular” se decide, “desde arriba”, a quién autorizar su inscripción como candidato y con qué partido, violando, con tal arbitrariedad, el ordenamiento legal respectivo y sin explicitar garantía alguna sobre los derechos que le asisten en la contienda. Pero la exhibición más bochornosa de que se carece absolutamente de moral y de la más mínima decencia ha sido la declaración del usurpador Maduro de que Noboa cometió fraude en las recientes elecciones de Ecuador, avaladas por la UE y la OEA. ¡Qué vergüenza!
Y se podrá seguir ad infinitum evocando las posturas “cara ‘e tabla” con que esta oligarquía tan “conchúa” se sacude, con su narrativa, de lo que le estorba, sin el menor atisbo de que todo lo que alega está montado sobre la más vulgar y perversa impostura. Pero es que ello es esencial al fascismo. Erige una falsa realidad, la de un mundo alternativo donde siempre tiene razón y donde todo encaja con la fachada proyectada, la única admisible. Se invocan mitos de un pasado épico para remover pasiones, alimentar resentimientos y ansias de reparación y activar, así, a sus partidarios en contra de quienes son acusados de haber frustrado las esperanzas que emergieron como razón de ser de ese pasado inspirador. Conocemos el resto: una retórica de odio que “justifica” la discriminación de quienes se oponen, su reducción por la violencia callejera y desde el poder, la criminalización de toda protesta, la censura y la arrogación por parte del líder supremo de las decisiones que determinan las condiciones de vida de la población, saltándose los derechos señalados en el marco jurídico.
Para vergüenza y tormento nuestro, esta impostura, en Venezuela, funcionó. Chávez supo tocar las fibras revanchistas de aquellos que se sintieron traicionados por los incumplimientos del pacto social que tejió la democracia bipartidista, amarrado a la provisión de rentas por exportación de crudo que, suponía, estarían siempre a la mano. Con una narrativa populista y patriotera, y con el reparto directo de tales rentas a sus seguidores, envolvió a las mayorías con su imaginario proto fascista. Con unos precios del crudo que luego se dispararon a la estratósfera, realizó ingentes transferencias a muchos, fuesen a través de misiones, corruptelas, dólares subsidiados y/u otras prebendas, dándole sustento a su constructo ideológico. Es decir, logró que muchos compraran su discurso, sin percibir disonancia alguna con las verdaderas causas de lo que estaba ocurriendo en el país.
La gestión de Maduro ha sido tan, pero tan mala, que destruyó, salvo para una pequeña secta de fanáticos, la obnubilación ideológica montada por su padre putativo. Aun así, ha seguido invocando elementos de ese imaginario –el “estado comunal”, la “revolución”, el antiimperialismo--, mientras aplica medidas neoliberales severas para contraer la actividad económica como recurso contra la inflación, irrespeta derechos de todo tipo consagrados en la constitución y se ampara en los seres más deplorables para perpetuarse en el poder. Porque para éstos la narrativa chavista si les sirve. Cínicamente, se arropan con ella, no para convencer a nadie, sino para lavar sus propias conciencias y no sentir remordimiento alguno con la represión cruel a sus compatriotas, la ausencia de libertades, su depredación desenfrenada del país y demás atropellos. Es una burbuja en la cual se refugian, buscando fuerzas para continuar burlando a un mundo que se les viene encima. Y de tanto defraudar y engañar a los venezolanos, lo que queda de ellos no es sino eso, el propio fraude.
Es menester, por tanto, minar las bases que sostienen esa burbuja. No es posible que, en la narrativa de medios de comunicación sigan refiriéndose a Maduro como gobernante de “izquierda” y se describa los resultados electorales del 28J apenas como “controversiales”. Respeto a quienes creen honestamente en que la participación en los comicios del 25M es la mejor forma de acumular las fuerzas necesarias para derrotar definitivamente al fascismo. Pero de ninguna manera se podrá sumar a este propósito si se esconde toda referencia al indiscutible e inspirador triunfo democrático del 28 de julio pasado, personificado en el presidente electo, Edmundo González Urrutia, y en el liderazgo y la templanza desplegada por María Corina Machado y quienes la acompañan. Los millones que tanto aportaron a hacerlo realidad, difícilmente sintonicen con una postura de “borrón y cuenta nueva”. ¡Libertad para los presos políticos! En este pulso sostenido a que nos han obligado las oscuras fuerzas que ocupan el Estado, toda acción nuestra debe sumar peso a la oclusión de tan nefasta experiencia, más ahora cuando se les van cerrando todas las opciones a Maduro y los suyos.
Y los militares honestos, los que juraron lealtad a la patria—que somos todos-- y quieren de verdad a su país, ¿van a continuar sosteniendo al fascismo madurista? ¿O es que tal espécimen, el del militar honesto, ya no existe? La historia, definitivamente, no los absolverá.
Economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela
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