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La ciencia política

Artículos de opinión
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La política es una ciencia y como tal, es un conjunto de conocimientos obtenidos mediante el estudio, la formación, observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios, ideologías y valores con capacidad comprobables y predictivos, es decir, con equipamiento para predecir y como la política es muy dinámica y cambiante, algunas veces las predicciones no se cumplen por estar sujetas a variables que no siempre las hacen realizables, pero la mayoría de las veces las vemos cumplir con rigurosa exactitud. Todos recordamos momentos en la política donde se nos ha anunciado que de ocurrir “A” se presentará “B” y así ha ocurrido: “Compren alpargatas nuevas porque lo que viene es joropo” y el joropo se presentó.

Así pues, quién decide actuar en política debe tener plena conciencia que lo está haciendo en el campo de la ciencia social que es ella. Como nuestra política es a campo abierto, sin cercas, todo el que desea incursionar en ella lo hace sin inconvenientes y por esa vía llegan buenos, menos buenos y malos aprovechadores que se mueven exclusivamente en función de sus intereses muy particulares sin que para nada cuente el interés general, vemos quienes admiramos y quienes reprobamos.

Hemos afirmado que el ejercicio político es una suerte de apostolado donde apartamos nuestros individuales intereses para priorizar los colectivos, especialmente se debe hacer con la solución de los graves inconvenientes de los pobres y desamparados. La política es para servir y jamás para servirnos. En ella está en juego el sistema de gobierno que queremos darnos, el desarrollo integral de los pueblos, la felicidad y bienestar de los gobernados y en definitiva el presente y destino de la República y de cada uno de nosotros. 

Por todo ello, todos somos políticos, no serlo es estar de espalda al interés nacional, pero de allí a ser factor, a actuar diariamente en política, existe una gran diferencia; no es lo mismo ser político que actuar directamente en la cosa pública, que ser dirigente que se supone debidamente bien formado, con principios y valores bien colocados y de una conducta intachable. Por ello, el país tiene el derecho de exigir a sus dirigentes autenticidad, vale decir, comportarse en concordancia exacta con lo que se predica y piensa.

Alguien, con algo de humor, dijo, “la política es muy seria para dejársela solo a los políticos”. Ella, la política, nos convoca a todos y todos nos desenvolvemos en ella; de nuestra parte está hacerlo bien y merecer el reconocimiento general.