Pasar al contenido principal

La dictadura no admite medias tintas

Opinión
Tiempo de lectura: 5 min.

A los justicieros de todo el país

Faltan horas para que Nicolás Maduro convoque a “elecciones”. Elecciones de mentira. Una vergüenza republicana; un insulto a nuestros deseos de democracia. Faltan horas para que lleguemos a esa encrucijada en donde tendremos dos opciones: el camino de la resistencia democrática o el de la cooperación autocrática. En este artículo, compartiré mi posición frente a esta realidad que se nos impone y nos llama a la reflexión.

Comencemos por una idea preliminar sobre el momento que nos tocó vivir. No dudo en afirmar que esta bifurcación nos emplazará a todos. El país entero se verá en la tesitura de escoger qué camino debe transitar. Aún sin quererlo, estaremos juntos en esta tarea. Iglesia, empresarios, periodistas, universidades, academias, sindicatos y políticos… Todos tendremos que decidir. Y, por supuesto, quienes tenemos más responsabilidad frente al bien común -los políticos, especialmente quienes tienen cargos de elección popular- llevaremos un peso mayor.

Habrá quien cuestione el carácter ineludible de la coyuntura. Hay quienes piensan que le podrán huir o que no están convocados a ella. Ojalá fuera así. Si hubiese esa alternativa, muchos nos decantaríamos por ella. Sin embargo, eso no será posible. El régimen se encargará de ello. Después del 28 de julio, la dictadura no admite medias tintas. Es la dictadura quien configura este inevitable juego, suma cero. El desconocimiento del voto ciudadano abrió una nueva etapa en la que el silencio es insuficiente. Vivimos una etapa de máxima coacción que busca hacerse de nuestras conciencias y obligarnos a consentir.

Llegados a esta bifurcación, detengámonos en las opciones: resistencia democrática o cooperación autocrática. Profundizaré en la primera alternativa. Es el camino que he escogido y la razón de ser de este artículo.

La primera idea refiere al voto ciudadano. El voto es sagrado. Ese momento en el que nuestra conciencia se traduce en voluntad política es espectacular. Cada voto lleva nuestro poder de autodeterminación. En democracia, puede ocurrir que la rutina le reste majestuosidad a este hecho trascendente. Pero, en dictadura, ocurre lo contrario. En dictadura, puede acontecer que los ciudadanos transformen ese derecho arrebatado en un gesto de rebeldía que espeta sus deseos de libertad. Por eso, cada voto emitido en dictadura exige todo nuestro respeto y toda nuestra reverencia.

El camino de la resistencia democrática reconoce el valor del voto y demanda ser consecuente con él. Este camino entiende que cada voto emitido el 28 de julio es un grito de libertad que merece ser honrado. Este camino entiende que detrás de cada voto custodiado, detrás de cada acta resguardada, hay historias de valentía que merecen ser enaltecidas. Por eso, abrir puertas a una nueva elección, sin antes hacer valer los resultados de la anterior, es acompañar al régimen en su desprecio por la gente y mancillar el heroísmo ciudadano que nos llevó al triunfo electoral de Edmundo González Urrutia.

La segunda idea refiere al terror del régimen. Estos meses he confirmado lo que tantas veces he leído y he escuchado: la experiencia del mal es exigente y puede enrarecer el alma. El mal es tenebroso y asusta; abre puertas al terror y al ensimismamiento. Lo he visto y lo he vivido. El pavor puede nublar el juicio y torcer la conciencia. Sin darnos cuenta, concedemos en lo esencial y comenzamos a justificar lo inexplicable. Y, lo que es peor, en nombre de la empatía y de una versión degradada de la humanidad, podemos comenzar a exigir compasión por nuestras claudicaciones personales. Banalidad del mal, decía Arendt.

La bifurcación que nos convoca está marcada por el terror. Vivir la libertad de conciencia en la tempestad es difícil. Cuando reflexiono sobre esto, me refugio en Santo Tomás Moro. El patrono de los políticos acudió a la audacia para evitar el martirio. Cuando llegó a su propia bifurcación, se retiró de la vida pública. El ostracismo social lo llevó a la pobreza material. Se refugió en su familia. Aún así, no logró evitar su destino. En palabras de San Juan Pablo II: “…por su testimonio, ofrecido hasta el derramamiento de su sangre, de la primacía de la verdad sobre el poder, Santo Tomás Moro es venerado como ejemplo imperecedero de coherencia moral”. Quiero decir con esto, que estamos llamados a encontrar fórmulas creativas que nos permitan sortear la realidad sin faltar a la verdad. Y debemos hacerlo con realismo, entendiendo que a veces podremos encontrarlas y otras veces, no.

La tercera idea refiere al rol de los políticos. Sin duda alguna, el peso de esta coyuntura recae con más fuerza sobre quienes queremos servir al país desde lo público, especialmente sobre quienes ocupan cargos de elección popular. He visto cómo el régimen despliega sus tentáculos para torcer conciencias y obligar a desconocer los resultados del 28 de julio. Estas presiones, indebidas y crueles, nos ponen en la misma tesitura que enfrentó Santo Tomás Moro hace siglos: conceder frente al poder o adherirse a la verdad. No dudo en afirmar que nuestro deber es aferrarnos a su testimonio. Debemos acudir a la audacia, para sortear las amenazas y crecer en fortaleza para resistir los ataques.

También debemos esforzarnos en acompañar al país. No perdamos de vista que todo cambió. Venezuela es otra. Venezuela observa y juzga. A veces, simula distancia. Pero, lo reitero: observa, juzga y guarda en su corazón. Tiene muy presente cada uno de sus sacrificios; no han sido pocos. Cada venezolano sabe lo que ha dado y está profundamente orgulloso de ello. Por eso, no dudo en afirmar que el país sabrá reconocer con generosidad a quienes le han acompañado en este camino. Y, de igual manera, sabrá apartar a quienes han decidido no hacerlo. Debo confesar que este país, curtido en el dolor, que ha sabido crecer en calidad humana y ha afinado su sentido de justicia, me llena de orgullo. Me siento parte de él.

Estas tres ideas son el fundamento de mi compromiso con el 28 de julio. Reconozco el valor supremo del voto ciudadano, intento sortear con audacia el terrorismo de Estado y asumo con sentido de responsabilidad las consecuencias que trae el ejercicio de la política en la Venezuela de hoy.

Para terminar, quiero dedicar unas líneas a los justicieros y justicieras de todo el país, especialmente a quienes ocupan cargos de elección popular. Son momentos difíciles y los venezolanos esperan que sigamos caminando a su lado. El debate interno que hoy nos ocupa es el mismo que se libra en la sociedad entera: conceder frente al poder o aferrarnos a la verdad. Juntos, nos corresponderá decidir nuestro destino. Sé que lo haremos bien y entre todos, nos aliviaremos el peso de las cargas.

Les pido que veamos el futuro con esperanza. Este sufrimiento es la antesala de la democracia. Estamos esculpiendo la historia de Venezuela y de nuestro partido. Cada golpe de cincel duele y forjará nuestra identidad institucional. Por eso, le pido a Dios que nos haga fuertes y que nos acorte esta prueba. Y, mientras eso pasa, me consuela pensar en ese mañana de democracia que estamos pariendo. Ese día en el que vaciaremos las cárceles, recibiremos a los exiliados, rendiremos honor a nuestros muertos y nos entregaremos a la hermosa tarea de reconstruir a nuestro país

23 de enero 2025

https://laldea.site/2025/01/23/la-dictadura-no-admite-medias-tintas/