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Paola Bautista de Alemán

Venezuela 2023, condiciones predemocráticas: un diagnóstico de nuestra pecera

Paola Bautista de Alemán

Lech Walesa ofreció una conferencia en Madrid el 24 de mayo de 2005. Miguel Ángel Martínez Meucci se encontraba en el público. El joven venezolano cursaba estudios de doctorado en la Universidad Complutense y actualmente es colaborador cercano del Instituto FORMA. Cuenta Miguel Ángel que el expresidente polaco dijo lo siguiente:

Convertir a una sociedad capitalista en una sociedad comunista es fácil: es como hacer sopa de pescado a partir del contenido de una pecera… solo hay que darle calor al recipiente y hervir lo que contiene. Pero, hacer lo contrario… convertir a una sociedad comunista en una sociedad capitalista, es difícil: es intentar construir una pecera a partir de lo que ofrece una sopa de pescado.

El símil anterior refiere a la naturaleza del estudio que hicimos público el pasado viernes 21 de julio, en Caracas. En términos de Walesa, la calidad de la pecera son las condiciones predemocráticas. Son las disposiciones estructurales que promueven y sostienen la democracia en distintos entornos. Desde hace meses, el equipo investigador del Instituto de Estudios Políticos FORMA se dispuso a profundizar en este particular y ahora presentamos al país los resultados.

“Venezuela 2023: condiciones predemocráticas” es nuestro primer estudio cuantitativo-cualitativo. Lo hacemos con perspectiva de futuro. Es nuestro mayor deseo que estos hallazgos estén al servicio de quienes trabajan por la liberación de nuestro país y permitan impulsar acciones que contengan el avance autoritario que nos acosa.

En este artículo presentaré las diez conclusiones alcanzadas y los tres desafíos que nos planteamos. Estos párrafos buscan ser carnada. Habremos cumplido nuestro cometido si, al finalizar de leerlos, van a nuestra página web y bajan la versión completa del informe completo.

Snorkel y chapaletas

Antes de avanzar, un breve inciso metodológico. El diagnóstico sobre nuestra pecera se hizo en cuatro fases: documental, cualitativa, cuantitativa y análisis.

En la fase documental, nos dedicamos a revisar la literatura sobre condiciones predemocráticas. Este ejercicio nos permitió identificar los ámbitos estructurales que queríamos estimar y analizar. Identificamos seis dimensiones: lo económico, los mecanismos de control social, la percepción sobre los derechos políticos, el alcance de la corrupción, la calidad del músculo social y la psicología del cambio político.

En la fase cualitativa, hicimos seis grupos focales para validar las dimensiones estructurales que seleccionamos previamente. Obtuvimos impresiones que nutrieron el cuestionario de que aplicamos en el estudio cuantitativo.

En la fase cuantitativa, hicimos un “estudio telefónico nacional a personas inscritas en el Registro Nacional Electoral, aplicando el sistema CATI con grabación y gestión automática de llamadas, escucha y monitorización del trabajo”. Aplicamos 1.500 cuestionarios, el error muestral es de +/- 2,53% y el nivel de confianza es del 95%. El campo se hizo entre el 27 de abril y el 5 de mayo de 2023.

La fase de análisis fue deliberativa y multidisciplinaria. Contamos con el apoyo de especialistas en distintas áreas del conocimiento que nutrieron la investigación.

Diez ideas sobre nuestra pecera

A continuación, compartiremos diez ideas que describen el estado de nuestra pecera.

Círculo de dependencia. Los mecanismos de control social que ha establecido el Estado venezolano se soportan en la dependencia que genera la pobreza, están extendidos a través del carnet de la patria y están más consolidados en la población que se autodefine como “oficialista”. La pobreza crea un círculo vicioso que funciona de la siguiente manera: El punto de partida es la miseria. Las personas que sufren necesidades materiales graves acuden a los canales de dependencia que ofrece el Estado venezolano en busca de alivio; ese paliativo exige fidelidad política y puede llegar a generarla. Pero, como no se subsana el problema de fondo, quien padece los embates de la pobreza queda atada a los potenciales mecanismos de control social. A más pobreza, más vulnerabilidad social y más posibilidades de control estatal.

Sector privado bonsái. Uno de cada diez venezolanos trabaja en la empresa privada. Actualmente, el sector privado formal es pequeño. Sus dimensiones no se compadecen con el esfuerzo que han hecho los empresarios del país, quienes durante décadas han resistido políticas expropiatorias y acoso estatal, entre otras adversidades. Esta extensión limita su incidencia en el entorno actual.

Dependencia y supervivencia. Los venezolanos nos debatimos entre la dependencia y la supervivencia. Cuatro de cada diez consultados trabajan “por cuenta propia” y cinco de cada diez tiene relación ocupacional con el Estado. Ambos estadios obstaculizan el desarrollo integral de la persona, nos reducen a un estado de naturaleza, nos hacen vulnerables y atentan en contra de nuestra dimensión social. En términos de Rómulo Gallegos, nos acercan a la barbarie.

Plata y plomo. Los mecanismos de control social más utilizados por el Estado son la plata y el plomo. La plata es el dinero que llega a través de los canales de dependencia y el plomo refiere al miedo que causa el eventual uso de la represión y de la fuerza bruta.

Perfiles políticos. Las autodefiniciones políticas se diferencian por sus hábitos sociales y preferencias normativas. A continuación, presentaremos una aproximación a los perfiles de los “oficialistas” y “opositores”:

-Los oficialistas tienden a ser más susceptibles a los mecanismos de control social del Estado que refieren al dinero. Cuatro de cada diez tienen como fuente principal de ingreso al Estado. Valoran positivamente -en algún grado- los beneficios que reciben por el carnet de la patria. Y la moneda que más utilizan es el bolívar. Cuando observamos su opinión sobre valores democráticos, encontramos cosas así: la mayoría estima positivamente la censura que puede ejercer el Estado sobre los medios de comunicación, desestiman la importancia de la alternabilidad en el poder y asocian la democracia a la dimensión asistencial del Estado. Son más tolerantes frente a los escándalos de corrupción y ven con buenos ojos “a los ricos”. Aunque padecen el mismo grado de ansiedad que los demás, manifiestan tener menos miedo.

-Los opositores son menos susceptibles a los mecanismos de control social del Estado que refieren a la “plata” y más vulnerables al “plomo”. Uno de cada diez tiene como fuente principal de ingreso al Estado. Aunque tienen habilitados los canales de dependencia y los potenciales mecanismos de control social, consideran que lo que por ahí circula es insuficiente para subsanar las carencias. Al analizar sus opiniones sobre valores democráticos encontramos que casi todos consideran que la propiedad privada es importante para el desarrollo económico; la gran mayoría rechaza la censura que emplea el Estado en los medios de comunicación; valoran especialmente la alternabilidad en el poder y son más sensibles ante el tema de la corrupción. Manifiestan sufrir ansiedad y sentir temor.

Anomia. Ante la pregunta: ¿Democracia es para usted…? únicamente 22% respondió que es “respeto a la ley”. Oficialistas, opositores y no alineados coinciden en restarle importancia a esta propiedad de la democracia.

Símbolos de dependencia. El bolívar es la moneda de la dependencia y el dólar es la moneda de la supervivencia.

Venezuela invertebrada. Ocho de cada diez consultados manifestaron no ser parte de alguna asociación civil y nueve de cada diez de ningún partido político. Partidos políticos y sociedad civil están igual de debilitados. La diferencia estriba en la valoración que se hace de ambos espacios. Los primeros están más desprestigiados que los segundos. Sin embargo, ambos están disminuidos y no son vistos como cantera de liderazgo. En términos de Ortega y Gasset, más que tener “compartimientos estancos”, estamos frente a un “país archipiélago”. Estamos frente a una profunda crisis de representación en un contexto autoritario.

País deprimido. Ocho de cada diez venezolanos manifiestan sentir algún grado de ansiedad. Este hallazgo es quizás el más preocupante. La ansiedad es temor anticipado y desesperanza aprendida. Es incertidumbre y miedo al porvenir. Esta condición psicológica extendida puede ser un obstáculo real para el trabajo cooperativo en el ámbito político y social. El capital psicológico de Venezuela debe ser regenerado, pues al día de hoy somos una sociedad postraumática.

Buscando esperanza. Oficialistas, opositores y no alineados coinciden en el tipo de liderazgo que desean para el país. Ante la pregunta: ¿Cuál es el atributo más importante que debe tener un líder político para llegar al poder? Coincidieron en responder: honestidad y transparencia (53%). Surge una hipótesis que puede explicar esta respuesta: frente a un contexto amenazante dominado por la incertidumbre, se ansía seguridad y confianza. Esas dos condiciones se pueden encontrar en personas “honestas y transparentes”, que sean capaces de portar la verdad y animar la esperanza.

Desafíos: antropológico, pedagógico y político

Después de casi veinticinco años de chavismo-madurismo, las condiciones predemocráticas en nuestro país están debilitadas y esta realidad nos impone desafíos que debemos atender. Antes de avanzar, debemos hacer una precisión intelectual. El diagnóstico expuesto y los desafíos que describiremos a continuación están escritos desde una perspectiva antropológica que reconoce la dimensión transcendente de la persona humana y su carácter corpóreo-espiritual. Nos alejamos de reduccionismos materialistas y positivistas que, como ha señalado Eric Voegelin, convierten el análisis político y social en un “pantano de relativismo”. Esta opción intelectual puede marcar la diferencia. Analizamos las dificultades que nos han tocado vivir con la esperanza de quienes reconocen en cada persona un ser único e irrepetible con potencias humanas que le permiten regenerarse y buscar el bien. Desde esta elección, el mal diagnóstico no debe abrir puertas al desánimo.

Dicho lo anterior. Veamos los desafíos. Otro inciso: Entendemos que la verdadera solución a los problemas que hemos identificado será posible después de un cambio de régimen. Tenemos claro que el verdadero reto de nuestro tiempo es ganar la democracia. Sin embargo, encontramos ámbitos de trabajo que se pueden y se deben desarrollar mientras alcanzamos ese fin. En tal sentido, identificamos 3 retos que no son únicos ni excluyentes: antropológico, pedagógico y político.

Desafío antropológico: Dagoberto Valdés, activista y pensador cubano, ha escrito sobre lo que ha denominado “daño antropológico”. Lo define de la siguiente manera: “es el debilitamiento, la lesión o quebranto, de lo esencial de la persona humana, de su estructura interna y de sus dimensiones cognitiva, emocional, volitiva, ética, social y espiritual, todas o en parte, según sea el grado de trastorno causado”.

Este estudio muestra signos de este fenómeno en nuestro país. La dependencia, la supervivencia, la ansiedad, el miedo y la incertidumbre son algunos de los síntomas de esta enfermedad. Este desafío es profundo y complejo. No hay ni habrá soluciones inmediatas. Quizás, en esta lesión humana y espiritual podemos identificar el principal obstáculo que enfrentaremos en un eventual proceso de liberación y consolidación democrática.

De manera preliminar, vemos que el desafío antropológico tiene dos áreas de trabajo. Primero, intelectual. Debemos profundizar en las dimensiones y en los rasgos del fenómeno en nuestro país. Por lo tanto, debemos hacer más estudios sobre este particular. Segundo, social. Corresponde desarrollar programas de asistencia y acompañamiento psicológico que ofrezcan herramientas que permitan gestionar la realidad y aliviar los efectos de la presión sostenida en el tiempo.

Desafío pedagógico: FORMA nació en 2003 como un espacio de formación para jóvenes políticos venezolanos. Durante veinte años nos hemos dedicado a eso. Y, desde hace algún tiempo, hemos percibido cambios sustanciales en el ánimo y la personalidad de quienes se dedican a lo público en nuestro país. Quizás, son signos del daño antropológico que refiere Dagoberto Valdés. Algunas de esas intuiciones, asociadas al miedo y la ansiedad, han sido validadas en este estudio. Por eso, estos resultados nos invitan a repensarnos los contenidos que impartimos y las metodologías que aplicamos.

En esta búsqueda, hemos pensado que conviene abrir una línea de investigación y de trabajo que se dedique al estudio de la psicología del cambio político y desarrolle programas de formación política que atiendan la salud mental de los asistentes. Los aportes de los profesores Tal Ben-Shahar, de la Universidad de Harvard, y Srikumar Rao, de London School of Economics, podrán servir de orientación en esta materia. De esta manera, el desafío pedagógico es desarrollar programas de formación política que atiendan con sentido de integralidad la erosión de la cultura democrática en nuestro país.

Desafío político: Este estudio reveló que ocho de cada diez venezolanos no forman parte de ninguna organización civil ni milita en ningún partido político. Estos datos describen un país invertebrado que huye de lo público y recuerda lo que Anne Applebaum ha denominado “el poder de la apatía” (2023). La autora refiere lo siguiente:

… el poder de la apatía es una herramienta política poco valorada. Los demócratas pasan mucho tiempo pensando cómo involucrar a las personas y persuadirlas para que voten. Pero, cierto tipo de autócrata, de quien Putin es el ejemplo destacado, busca convencer a la gente de lo contrario: no participar, no preocuparse y no prestarle nada de atención a la política. La propaganda utilizada en la Rusia de Putin ha sido diseñada en parte con este propósito. La provisión constante de explicaciones absurdas y contradictorias y mentiras ridículas, la famosa “manguera contra incendios de las falsedades”, alienta a muchas personas a creer que no existe la verdad en absoluto. El resultado es un cinismo generalizado. Si no sabes qué es verdad, después de todo, entonces no hay nada que puedas hacer al respecto. La protesta no tiene sentido. El compromiso es inútil.

Identificamos que el desafío político inmediato es rearticular al país. El primer paso para caminar en ese sentido es fortalecer las instituciones de representación política y social. Sin partidos políticos representativos ni organizaciones civiles fuertes será difícil avanzar. Debemos hacer crecer nuestro músculo social. De la fortaleza de estos espacios dependerá su verdadera capacidad para representar y movilizar a la sociedad.

La pregunta inmediata es cómo hacerlo. No hay fórmula única ni respuesta sencilla a esta interrogante. No pretendemos agotar el tema en estos párrafos. Sin embargo, podemos acudir a dos claves. Primero, volver al trabajo político de tierra de las organizaciones políticas y cívicas. Conviene regresar al contacto directo y sistemático. Conocer, escuchar y acompañar a las personas. Y, segundo, reconocer las pistas que el estudio que culmina nos ofrece sobre el liderazgo: acercarnos con honestidad y autenticidad. Superar la atrofia permitirá crear espacios de trabajo coordinado verdaderamente representativos y útiles a la lucha democrática.

La verdadera rearticulación, que se apalanca en el fortalecimiento del músculo social, permitirá tener disposiciones estructurales que promuevan y sostengan la democracia.

24 de julio 2023

La Gran Aldea

https://lagranaldea.com/2023/07/24/venezuela-2023-condiciones-predemocra...

Venezuela: perestroika sin glasnost

Paola Bautista de Alemán

Una avenida concurrida. Restaurantes de talla mundial. Un concesionario Ferrari. Personas ataviadas. Carros de lujo. No es Nueva York, es Las Mercedes, una urbanización ubicada en el este de Caracas, uno de los pequeños —pero llamativos— oasis de ostentación que hay en el país. A 8,6 kilómetros de distancia está Petare, uno de los barrios más grandes de Latinoamérica. Miseria y violencia. Desde hace semanas sus habitantes están sitiados por un enfrentamiento entre bandas criminales que se disputan el territorio.

He querido comenzar con este relato porque describe con precisión la Venezuela de hoy. Un país desigual y pobre. Este artículo breve es una aproximación al estado actual de las cosas en mi país. Lo escribo desde Caracas. No es un detalle biográfico menor. La cercanía física y humana ofrece insumos que pueden pasar por alto los análisis meramente científicos.

Este artículo está divido en dos partes. Primero, sobre la supuesta liberalización económica que se está impulsando. Y, segundo, sobre los desafios políticos que impone este contexto.

¿Liberalización económica?

Como punto de partida debemos preguntarnos qué es una liberalización económica. No es una pregunta sencilla y hay —por lo menos— dos aspectos que debemos tomar en cuenta para analizar el caso que nos ocupa. Primero, el entorno autoritario. Segundo, su dimensión criminal.

La aparente liberalización económica en Venezuela ocurre al margen de cualquier tipo de flexibilización política. Se podría decir que es una suerte de perestroika sin glasnost. Su único sustento es el voluntarismo del régimen y sus beneficiarios directos son una élite asociada a él. Avanza sin soporte institucional y, en un sentido, ocurre al margen del Estado. No hay leyes que la regulen, ni sistema financiero que la sostenga. Y esto me lleva al segundo ámbito: su dimensión criminal.

El derroche en lugares como Las Mercedes está íntimanente asociado a economías ilícitas: tráfico de drogas, legitimación de capitales, explotación minera y tráfico de armas, entre otros. Esta realidad es bien conocida por todos. El último informe de Transparencia Venezuela, titulado «Economías ilícitas al amparo de la corrupción», revela que «el volumen de las operaciones ilegales es equivalente a 21 % del producto interno bruto de Venezuela y se ubica en USD 43.440 millones».

Considerando lo anterior, quizás lo que estamos experimentando no es una liberalización económica en su sentido estricto, sino un mecanismo de reequilibramiento que busca darles cauce a las fuentes de enriquecimiento criminal. Ciertamente, este camino de resiliencia autocrática puede chispearles beneficios a terceros y crear una sensación de alivio. Sin embargo, hay tres signos de la realidad que describen sus limitaciones: pobreza, desigualdad y migración.

Venezuela sigue padeciendo la crisis humanitaria compleja. Basta con salir de los doce municipios premium del país para chocar con la miseria y la violencia. El salario mínimo integral es de USD 30 mensuales y la canasta básica asciende a USD 430. Cada visita al automercado es de infarto. Las familias sentimos asfixia. Junto a la pobreza está la desigualdad salvaje y estructural. No hay salud pública, educación pública, ni transporte público. El sector público murió de inanición. Y la clase media está en extinción. En Venezuela, eres millonario o eres pobre. No hay medias tintas.

Este entorno hostil y desgastante explica que el flujo migratorio siga en ascenso. Esta semana visité el estado Táchira, frontera con Colombia. Y parte el alma ver a familias enteras que van caminando hacia un futuro desconocido con su vida a cuestas. Esta Venezuela pobre y desigual los expulsa. Esto no es una liberalización, esto es un reacomodo de élites criminales.

Los desafíos políticos

Pasemos ahora al segundo asunto: los desafios políticos que impone este contexto. En líneas anteriores adelanté un dato fundamental: en Venezuela no se han flexibilizado los mecanismos de opresión. Se matienen el secuestro de los poderes públicos, el hostigamiento a la disidencia, los presos de conciencia, la inhabilitación política de los principales líderes del país, la proscripción de los principales partidos políticos de oposición y la censura feroz en los medios de comunicación. Lo reitero: no hay signos visibles ni estables de flexibilización política por parte de la dictadura.

Sumado a esto, el espectro político opositor se ha tornado oscuro y difícil de entender. Los esfuerzos del régimen por crear una oposición a su medida parecen estar cobrando frutos. El día de hoy, es difícil validar la cualidad opositora de algunos actores políticos y eso limita gravemente los esfuerzos unitarios de las fuerzas democráticas. Sumado a esto, el país está cansado. Más de dos décadas de lucha democrática sin los resultados esperados han desatado un hartazgo hacia lo político. Mi impresión es que Venezuela está ensimismada y bregando por sobrevivir.

Esta realidad impone desafíos concretos de cara a las elecciones presidenciales de 2024 y los comicios de 2025. Puedo identificar tres tareas impostergables: i) reconectar políticamente con el país; ii) decantar las fuerzas opositoras; y iii) construir una coalición unitaria que represente verdaderamente los deseos de democracia que nos guían. Estos tres asuntos los he pensando al calor de mi trabajo político. Dedico mis esfuerzos al fortalecimiento de Primero Justicia. Recorro el país. Y entiendo la profundidad de los retos que he planteado.

Hacerse visible

Reconectar políticamente con un país hastiado es complejo. No hay recetas únicas. Y en esta reflexión no pretendo agotarlo. Solo quiero precisar que uno de nuestros principales obstáculos para cumplir con esta tarea es el bloqueo comunicacional. Uno de los principales obstáculos es nuestra invisibilidad. Nosotros trabajamos sin descanso y no tenemos un espacio público en donde exponer nuestra labor. Por lo tanto, en un entorno marcado por la censura, debemos abocarnos al trabajo de tierra y a la construcción de redes de confianza que nos permitan crecer en capacidad de organización. Para reconectar, debemos salir a la calle y trabajar. Nadie conecta con lo que no conoce. Por eso, debemos acudir a nuestra creatividad para vencer la invisibilidad y mostrarle al país nuestro testimonio.

Pasemos a la segunda tarea: decantar las fuerzas opositoras. Esta labor está íntimamente relacionada con la primera. Una de las raíces de la desconexión entre políticos y ciudadanía es la sospecha extendida. Y para vencerla, debemos generar confianza. Decantar las fuerzas opositoras y construir un espectro opositor sano que honre los deseos de democracia de los venezolanos nos permitirá avanzar con firmeza hacia la reconstrucción de una unidad estable y duradera.Oposición en Venezuela

Debo hacer una precisión. Esta ambición no responde a criterios puritanos. Esta labor atiende consideraciones prácticas. Si queremos recuperar la confianza de la ciudadanía y de los electores, debemos custodiar sus anhelos y no exponerlos a una estafa que profundice la desconexión. La pregunta inmediata es cómo hacerlo. Cómo decantar las fuerzas políticas opositoras en un contexto autocrático.

No hay respuesta única ni excluyente. Soy de la opinión que la mejor manera de hacerlo es medirnos en unas elecciones primarias en donde el país pueda levantar su voz. Que el voto ciudadano sea ese tamiz que separe la oposición real de la oposición simulada. Esta propuesta es riesgosa. La dinámica criminal que describí en párrafos anteriores ha penetrado la política y será dificil contener la intervención de capitales de dudosa procedencia en este evento. Lo reitero: no hay respuesta sencilla. Corresponde trabajar en ello.

Tercera tarea: construir una coalición unitaria que encarne eficientemente los deseos de democracia que nos guían. En 2021, después de años de represión y de la aniquilación del voto, las principales fuerzas opositoras decidieron apostar por la vía electoral para rescatar el orden democrático en el país. Se resolvió acompasar la ausencia de competitividad electoral con la lucha por condiciones electorales. Siendo esta la decisión política, corresponde ahora generar las mejores condiciones para hacerla posible.

Y, en ese sentido, la unidad política de la oposición es una variable insustituible. Pero hay que tomar en cuenta una cosa: impulsar la unidad política no es un mero acto de voluntarismo. Debe haber precondiciones para la generación de acuerdos que abran paso a una estructura unitaria. Con esperanza responsable debo decir que los principales partidos políticos de oposición están trabajando con tesón para crecer en capacidad de representación real y construir esos mecanismos.

Paola Bautista de Alemán: Doctora en ciencia política por la Universidad de Rostock (Alemania). Preside el Instituto FORMA y preside la Fundación Juan Germán Roscio. Autora del libro «A callar que llegó la revolución» y directora de la revista «Democratización»