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La xenofobia peruana

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 4 min.

La gravedad de lo que ocurre con los migrantes venezolanos en Perú no podemos considerarlo como nuevo; desde el primer momento en que comenzó, la migración venezolana encontró resistencia mayor en aquel país. La resistencia peruana hacia lo venezolano ha sido secular, desde la alta sociedad se denigra de la vida del Libertador en Perú y esa opinión ha permeado a las clases más bajas.

La historia hay que contarla, no sólo porque despierta curiosidad, sino también porque nos permite conocer el pasado y entender los cambios sociales. Además, a todos nos gustan los relatos bien contados, el cómo se desenvolvieron los personajes y cómo dejaron su huella en la sociedad.

Los hechos que se vienen sucediendo contra los migrantes venezolanos, ha alcanzado su clímax en Perú, y bueno es decirlo, nuestros compatriotas han emigrado no precisamente por razones turísticas, sino porque el gobierno nacional le niega a los venezolanos protección y seguridad social, acceso a la educación y al trabajo, en fin, el derecho a la vida, que es el derecho fundamental más importante que establece nuestra Constitución. Esta migración venezolana resulta de la crisis humanitaria y económica que ha deteriorado la seguridad ciudadana y los estándares de vida en nuestro país.

Según ACNUR, cerca de seis millones de compatriotas han salido del país, últimamente caminando y el 80% de ellos se encuentran en Latinoamérica. Como se viene señalando, Perú constituye hoy la mayor amenaza a la seguridad de los venezolanos en aquella región, y esa xenofobia, no nace ahora, a mi modo de ver data desde los tiempos de su independencia, lograda por el genio y la visión libertadora de Bolívar.

El peruano ha encumbrado siempre la figura del general San Martin, quien ciertamente declaró la independencia del Perú, en julio de 1821 y a quien llamaron el Protector del Perú, pero fue el Libertador Bolívar quien lideró los ejércitos patriotas en las batallas de Junín y de Ayacucho, conjuntamente con el Gran Mariscal de Ayacucho, expulsando definitivamente a los realistas españoles, conquistando finalmente su independencia. No han sido precisamente laudatorios las expresiones contra Bolívar, hay un antibolivarianismo en aquella región en donde escritores, políticos e historiadores lo ha declarado enemigo público número 1 del Perú, calificándolo de derecha, que no introdujo ninguna reforma social en el país, además de culparlo de la división territorial peruana con la actual Bolivia.

Es de extrema villanía decir que Bolívar se escondió en la batalla de Junín y que Ayacucho fue una comedia de batalla acordada con el virrey Laserna y el general Canterac. Lo cierto es que los peruanos no demostraban mucho interés en liberarse del imperio español y San Martín tuvo que solicitar ayuda a Bolívar, quien lo recibió en Guayaquil, región que los peruanos pretendían adjudicarse, pero que Bolívar al recibirlo, le dio la bienvenida a tierras colombianas.

Dijo el general argentino, que Bolívar le ganó de mano. El Congreso peruano, hay que decirlo, solicitó oficialmente a Bolívar su traslado al Perú para dirigir la guerra y lo determinó dictador, entre 1824 y 1827, no precisamente porque él lo formulara sino por el conocimiento que se tenía de sus victoriosas batallas libradas con el ejército libertador, en la independencia de Venezuela, Colombia y Ecuador, de modo, que bien se ha dicho históricamente, que la declaración de independencia en Perú, fue una suerte de acto de espectáculo intentado para unificar las diversas clases heterogéneas que componían la sociedad peruana, dividida por principios diferenciados: negros, indios, mulatos, y algunos blancos, pero la independencia o liberación y expulsión de los españoles en ese territorio, fue una dura lucha del ejercito libertador comandado por Bolívar y Sucre. Lo asienta el escritor y diplomático colombiano, Indalecio Liévano Aguirre, que Perú fue la ciudadela de España en América, y pone en palabras de San Martín: “Yo creo que todo el poder del Ser Supremo no es suficiente para liberar a este desgraciado país (el Perú), sólo Bolívar, apoyado en la fuerza, puede realizarlo”.

Pero a Bolívar se le ha calumniado con desdén en tierras peruanas, desde dictador y divisor del Alto Perú, hoy Bolivia. Al libertador no se le reconoce que él abogaba por unificar a todos los países liberados, mientras San Martín aspiraba designar un príncipe español en cada uno de los territorios para implantar una monarquía en Suramérica.

De modo, pues, que aquellos reproches sobre la personalidad de Bolívar y sus ejecutorias en el Perú, se han trasmutado hoy en los venezolanos que han migrado a Perú en busca de mejor vida para sus familiares, al no encontrar la protección que le debe el gobierno venezolano.

Venezuela fue un país de puertas abiertas a latinoamericanos y europeos, que llegaban a nuestro territorio sin medios económicos; acá subsisten nacionales peruanos que ejercen la buhonería y a nadie se le ocurre amenazarlos con asesinarlos. Más temprano que tarde, la democracia venezolana deberá revisar el ingreso libre de extranjeros al territorio nacional, así como sus comportamientos económicos para instalar tarantines en todas las ciudades venezolanas. Aquí, aparte de la entrega que hace el gobierno actual de nuestra soberanía y de los recursos naturales a chinos, turcos, rusos, cubanos y coreanos, la buhonería de los extranjeros también ha sido un signo de nuestra irresponsabilidad.

Maracay, 19 de febrero de 2