El tema del cambio climático lleva bastantes años colocado en la tarima de las preocupaciones humanas. El profesor Google da cuenta, por ejemplo, de un informe de la Casa Blanca, divulgado en 1965, advirtiendo que la “utilización continuada de combustibles fósiles generaría transformaciones irreversibles y apocalípticas en el mundo”.
En la misma dirección un grupo de expertos de distintos países, agrupados en el denominado Club de Roma, señalaba, en su primera publicación, año 1968, los efectos del proceso productivo en la degradación de la naturaleza, señalando que si se se mantenía de acuerdo a la tendencia que mostraba en los últimos tiempos, el Planeta Azul se haría inviable en alrededor de 100 años. Pero tal diagnóstico no parece haber generado el susto suficiente. Salvo algunas medidas, más bien declaraciones (y no creo exagerar demasiado), la vida humana ha continuado como si el peligro no fuera tan peligroso. En efecto, a comienzos del 2022, la misma organización difundió su último estudio, manifestando que la situación actual ha empeorado ostensiblemente, comparada con la que había descrito hace medio siglo,
COP 27
Egipto fue el país escogido como sede para llevar cabo una reunión en torno al tema ambiental, iniciada hace pocos días en Sharm el Sheikh, un esplendoroso balneario envuelto en lujosos hoteles. Fue una designación polémica porque, además de la ubicación playera del encuentro, será aprovechada, según se dice, por el actual gobierno militar con el propósito de lavar su cara autoritaria y hasta presumir de sus avances ecológicos.
Me refiero a la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27), que reúne a las 197 naciones que suscribieron la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en 1992 y que hasta ahora se ha efectuado en veintisiete ocasiones, siendo ésta la segunda vez que se realiza en África.
El encuentro, que durara dos semanas, se ubica en un contexto complicado, marcado por la crisis energética global, la guerra en Europa, la inflación creciente y las tensiones geopolíticas, éstas últimas agravadas particularmente por China y Estados Unidos, que además son los principales “exportadores” de gases invernadero. Como es fácil suponer es poco favorable, además, dado que su asunto central es buscar la salida para las tensiones que han surgido entre los países ricos contaminantes y las naciones pobres que sufren las consecuencias climáticas.
Así las cosas, además de honrar los compromisos financieros pendientes desde la reunión anterior del COP, celebrada en Copenhage, habrá que responder a la pregunta de quién debe pagar los costos del calentamiento global, tomando en cuenta como se distribuyen los perjuicios que genera. Al respecto tal vez baste con tomar como ejemplo el hecho de que África, el continente más perjudicado, solo genera el 3% de las emisiones de gases efecto invernadero, mientras que China y Estados Unidos lo hacen con casi el 50% y no sufren, ni de lejos, las mismas consecuencias.
Maduro en la mejor versión de sí mismo
El presidente Nicolás Maduro, arribó el pasado sábado a Egipto y casi apenas de bajar del avión, declaró que “Nos toca a nosotros ser la voz de los pueblos del Sur para velar que se cumplan los planes de mitigación y de atención de lo que es un modelo capitalista destructivo, que genera la contaminación de mares, ríos, los gases de efectos invernadero que han generado el sobrecalentamiento del planeta tierra y los efectos que padecemos».
En el mismo sentido, expresó que “Venezuela trae una posición firme de acelerar los pasos para el cumplimiento de los acuerdos que se han firmado, así como de los procesos para que el modelo capitalista destructivo sea sustituido por un modelo humano y respetuoso”. Además, indico que “… en este espacio exigiremos desde el sur del planeta que haya un cambio en los sistemas desarrollistas altamente contaminantes de Europa y Estados Unidos”.
Enfundado en un traje verde, propio para la ocasión, dijo lo que dijo, como si en Venezuela no ocurriera lo que ocurre e ignorando las evidencias que muestran la decadencia ambiental del país, cuyo botón de muestra es la explotación del Arco Minero, al estilo capitalismo extractivista salvaje.
No es sólo un problema ecológico
El acuerdo en torno a la solución del problema del cambio climático tiene dimensiones colosales, que se expresan a través de miradas que varían según los países, las generaciones, el reparto de sus causas y de sus efectos, encima de que se carece de una institucionalidad que permita la gobernabilidad de un asunto que obviamente concierne a todos los terrícolas.
Pero el asunto va más allá, dado que las enormes dificultades medioambientales que encara el mundo se desprenden de la crisis del modelo que ha regido la forma en que se entienden así mismo sus habitantes, de relacionarse los unos con los otros y de vincularse con la naturaleza.
De paso, con estas palabras pareciera estar coincidiendo con Maduro. Pero, dicho con franqueza, no se si con idénticas palabras expresemos los mismo. Creo que no.
El Nacional, miércoles 9 de noviembre de 202