El 8 de marzo se conmemoró «El Día Internacional de la Mujer». Esta fecha se utiliza para visualizar la lucha de las mujeres por su participación en la sociedad y su desarrollo íntegro como persona, en situación de igualdad con el hombre. En particular en el deporte, podemos observar, que la mujer ha tenido que abrirse camino, a menudo mediante hazañas épicas y enfrentándose a unas normas hechas por hombres y para hombres.
La participación de la mujer en los deportes ha sido un largo camino lleno de dificultades, por ser este sector con predominio del hombre no solo en los eventos competitivos, sino también en la organización, dirección y gerencia del sector. La historia moderna de los Juegos Olímpicos (JJOO) refleja fielmente esta historia de desigualdad y a su vez la de la lucha de la mujer contra la discriminación.
Los Juegos Olímpicos, de la era moderna, nacen en 1896 gracias al empeño de un aristócrata y pedagogo francés, el Barón de Coubertin, quién, tras varios intentos, convenció a los miembros del Congreso Olímpico para instaurar este evento internacional y reproducirlo, cada 4 años, en un lugar distinto del mundo. Los ideales olímpicos, en esos momentos, incluían la paz mundial, el hermanamiento entre los pueblos y la educación integral de la juventud, dejando de lado, sin embargo, a las mujeres.
El lema Citius, Altius, Fortius representaba el ideal masculino en el deporte. La mujer no tenía cabida en un mundo en el que los hombres, desde la antigüedad, venían imponiendo su concepto de superioridad. El propio barón de Coubertin, con su humanismo falso, argumentaba que la presencia de la mujer en los estadios resultaba aberrante, contrario a la salud pública, antiestética, poco interesante e incorrecta, mostrando así un rechazo manifiesto hacia la participación femenina.
Transcurrido más de un siglo desde que se inauguraron los Juegos Olímpicos en Atenas, la mujer ha transitado todo este tiempo por un camino con luces y sombras, luchando para no quedar excluida de un fenómeno social que representaba la modernidad, el principio de una nueva democracia y la igualdad entre los seres humanos.
Lento y duro ha sido el camino para alcanzar la igualdad de la mujer en el deporte.
En el deporte venezolano, cabe destacar el papel de las mujeres en su permanente accionar por lograr derribar los muros de la discriminación y la desigualdad de condiciones con respecto al hombre. En esa historia podemos citar a una serie de atletas que jugaron un destacado papel en abrir las puertas de la actividad deportiva al ingreso masivo de mujeres, de distintas edades, que hoy concurren a los escenarios deportivos.
Entre las pioneras del deporte contemporáneo podemos citar a: Josefina Navarro, Úrsula Selle y Belkys Leal en esgrima, Cristina Egui en tenis, Gisela Vidal, Sheila Leiva, Benilde Ascanio y Dalia Quintero en atletismo, Carmen Teresa Brea, Mery Tenorio y Priscila Conopoy en voleibol, Ana y María Victoria Carrasco en esquí acuático, Luisa Alvarado y Yubirí González en baloncesto, Analiesse Rockemback en natación, Mercedes de García en Tiro, Flor Isava en ecuestre, Amalia Hernández en ajedrez, Natacha Hernández en judo, Carmencita Hernández, Gloria Alfonzo, Gregoria Torres y Zuleima Cirimele en softbol, Tiziana Petrangeli, Nieves Sansonetti, Any y Luna Woyzechowsky, Raíza Ojeda, Norma Briceño y Carmen Cabrera en gimnasia. Todas ellas y muchas otras que escapan a mi memoria, lograron con su esfuerzo y dedicación, abrir el camino del deporte a las miles de mujeres que hoy participan del deporte como atletas, entrenadores, personal de apoyo o dirigentes deportivos.
El largo camino, lleno de las dificultades para las mujeres en los deportes, está lejos de llegar a su etapa final. Hoy vemos el surgimiento de nuevos problemas que suscitan un debate permanente en el mundo deportivo. La inclusión de las mujeres transgénero en las competiciones deportivas femeninas, es una cuestión compleja en la que han de conciliarse el derecho a la identidad y a la no discriminación de las deportistas, con el juego limpio, entendido este como la igualdad de oportunidades de las participantes.
El debate está encima de la mesa y es objeto de fuertes polémicas; su profundidad es tal que lleva a cuestionar incluso la concepción binaria del deporte, aquella que divide la competición en las categorías hombre-mujer.
No hay soluciones únicas; hay quienes abogan por negar la participación de las deportistas trans en competiciones femeninas, al considerar que tienen superioridad física y dejan en desventaja a sus compañeras, y quienes solicitan la integración de toda aquella persona que se sienta mujer. En el medio, hay voces que piden un estudio caso por caso y otras que sugieren superar las categorías sexuales, en pro de otras divisiones más afinadas que tengan que ver con la talla o el peso. En fin, un problema latente que hay que resolver bajo el principio de la no discriminación.