La agricultura venezolana, para poder mantenerse y evolucionar, permanentemente ha tenido que luchar contra muy variados obstáculos. Recuerdo desde los años sesenta, cuando me inicié en el mundo del agro culminando mis estudios de agronomía y posiblemente hasta hoy, que los productores han tenido serios problemas para vender sus cosechas de cereales y otros rubros a las industrias procesadoras. Se prefería importar y favorecer con sistemas impositivos las materias primas, y alimentos en general, producidos en el extranjero, porque en las arcas de la nación se atiborraban las divisas provenientes del petróleo. Popularmente esto se ha identificado como agricultura de puertos. Hemos estado enfermos, nos hemos contagiado con la enfermedad holandesa derivada de nuestra economía rentista basada en la exportación petrolera. En algunos momentos esto se manejó contingentando las importaciones para favorecer la venta de los productos nacionales. Esta política fue seriamente criticada por algunos economistas, pero funcionó aunque también fue muy fugaz.
Quizás desde los años ochenta en adelante, la infraestructura de apoyo a la agricultura ha venido deteriorándose, y como ejemplo podemos citar el caso de los sistemas de riego. En lo personal opino que quizás el obstáculo más limitante es la inseguridad personal y jurídica que perturba el comportamiento de los productores, y limita sus inversiones para mejorar la producción y la productividad. Más recientemente se menciona la escasez y obsolescencia de maquinaria e implementos agrícolas, y como noticia que rompe el celofán en las redes, un tremendo obstáculo es la falta casi absoluta de combustible, de diésel para la operación de la maquinaria y de otros equipos requeridos en las unidades de producción.
Desde el año 2010, con la expoliación de la empresa Agroisleña, C.A., la falta de un suministro variado, suficiente y oportuno de los insumos agrícolas básicos, se ha convertido en uno de los mayores obstáculos que tiene nuestra agricultura. Posiblemente, esta complicación para adquirir los insumos básicos ha traído como consecuencia la aparición de diversos obstáculos ocultos para la agricultura nacional. Son ocultos porque se establecen y manejan a la sombra de la ilegalidad.
Un ejemplo de esto ha sido la venta de semillas de pobre calidad, no solo en su pureza y vigor, sino en su identificación fraudulenta. En mis vivencias estudiantiles, el profesor de olericultura mencionaba que las semillas deben ser “verdaderas al nombre”, en lo cual hacía mucho énfasis para las semillas de hortalizas. Por supuesto, esto se refería a que la semilla tenía que ser del genotipo correspondiente a su identificación. En años recientes, posteriormente al uso de algunas semillas de diversos cultivos, se ha detectado que no correspondían al genotipo identificado en las etiquetas, e incluso se ha llegado a vender variedades por híbridos.
Insecticidas y herbicidas también han sido, en algunas oportunidades, obstáculos ocultos, ya que se han adulterado diluyéndolos o mezclándolos con otras sustancias, y por supuesto han perdido su capacidad para combatir insectos plaga y malezas. Algunas conclusiones por el uso de estos productos, son referidas a que tanto los insectos como las malas hierbas han desarrollado resistencia a los ingredientes activos de dichos plaguicidas, desprestigiándolos.
Actualmente ha aparecido otro obstáculo oculto, con la distribución en diversas regiones agrícolas del país de fertilizantes que aparentemente no tienen la calidad química indicada en la etiqueta, ni tienen la calidad física de la resistencia de sus gránulos. Esto se ha estado detectando por las quejas de algunos productores, quienes se sorprenden porque los rendimientos logrados en sus cosechas están muy por debajo de lo esperado, y por los problemas que se han presentado en el manejo de estos productos por disgregación de los gránulos y su apelmazamiento en los equipos de abonamiento. Por supuesto, si la concentración de nutrientes de productos de este tipo es mucho menor que lo indicado en la etiqueta, el agricultor está aplicando dosis inferiores a las requeridas y, consecuentemente, la calidad de su cosecha y los rendimientos van a ser muy pobres.
Estos obstáculos ocultos y la piratería que se realiza con ellos, se pueden evitar si el productor se dirige a distribuidores de tradición y confianza. Por supuesto, estos distribuidores tienen que esforzarse por disponer de una variada gama de insumos, en cantidad suficiente y de manera oportuna para que el productor los pueda utilizar en los momentos mejor indicados. Recordemos que toda práctica agrícola, para que sea eficiente, tiene que ser aplicada oportunamente.
Pedro Raúl Solórzano Peraza
Marzo de 2021.