Apreciación de la situación #77
Quizás el mayor problema del mediocre* es su propia incapacidad de reconocer que es mediocre y, en consecuencia, es muy difícil sacarlo de ese estado porque, precisamente, una de sus características principales es su oposición al cambio, ama la rutina y la cotidianidad y cuando aparece algo novedoso, que puede sacarlo de ese estado, se siente amenazado en su propia existencia. Cuando llega, por fuerza de algún procedimiento administrativo existente, a ocupar un cargo de cierta responsabilidades se rodea de los mejores mediocres de su entorno y una de sus primeras decisiones en el cargo es proclamar “aquí no va a cambiar nada” con lo que se da confianza a sí mismo y a sus acompañantes; la otra proclama decisoria –y que lo libera de toda responsabilidad- es decir “aquí se hace lo que diga el jefe, porque el jefe siempre tiene la razón”. El problema para él, y sus subordinados, es cuando el jefe se ausenta temporalmente o sale de vacaciones y no le deja instrucciones precisas para que continúe con su trabajo diario, peor aún, si el jefe muere repentinamente y no hay otro jefe que lo sustituya en el corto plazo, entonces el mediocre entra en crisis.
Pero también existen mediocres audaces, no muchos, pero muy peligrosos, que si no le encuentran un jefe inmediato, son capaces de aceptar el puesto del jefe, la mayoría de las veces porque no tienen opción, pero siempre asegurándose que la autoridad superior lo asesorará indefinidamente. Aclarado este punto, inmediatamente forma un equipo de trabajo ya que él cree “en el trabajo en equipo” pero que no es otra cosa que evadir o compartir la responsabilidad ante una autoridad superior, de tal manera que cuando algo sale mal, el mediocre echará la culpa a uno del equipo porque está en la naturaleza del mediocre no reconocer su responsabilidad. Al final, para que la organización retome los cauces normales, la autoridad superior nombra a un jefe competente, devolviendo al mediocre a su antiguo cargo donde, como buen mediocre, se sentirá feliz.
Un país que alguna vez fue considerado un paraíso tropical que, por ser gobernado por un caudillo audaz, habilidoso e incompetente con muchos petrodólares en las arcas públicas, ya poco le quedaba de paraíso, ocurrió un hecho sobrevenido y por ausencia permanente del jefe quedó a cargo del país un personaje mediocre que fue ratificado en el cargo por una mayoría electoral de pendejos, que dan la razón al desaparecido canta autor argentino** cuando decía que “…había que cuidarse de los pendejos porque eran muchos, y hasta podían elegir a otro pendejo de presidente”. Como buen mediocre, y siguiendo la receta del librito, se aseguró la continuidad del asesoramiento de una autoridad superior proveniente de una isla e inmediatamente conformó su equipo de trabajo que no podía ser otros que los mediocres que siempre lo habían acompañado.
Bien asesorado por la autoridad única superior y acompañado de un numeroso equipo de mediocres para tener a quien echarle la culpa de los errores, el personaje emprendió su periodo presidencial con optimismo, pero le duró poco. Incapaz de reconocer que él y su equipo de mediocres eran los culpables de la mala conducción del país recurrieron a otros factores externos para excusarse de su mal gobierno. Así se fue convirtiendo en un mal presidente y siguiendo las enseñanzas de su predecesor se dedicó a hacer cadenas de televisión y radio donde él era el locutor y actor principal resultando ser, en estos roles, peor que como presidente.
Pero los electores pendejos, y otros no tan pendejos, en víspera de las navidades pasadas eligieron mayoritariamente a representantes de la oposición, por lo que el personaje mediocre y su equipo decidieron enfatizar en su programa de gobierno fallido repudiado por la población del país. Últimamente, en la capital, una manifestación opositora sin precedentes ratifico su deseo de que renunciara al cargo, pero el personaje hizo caso omiso y se fue a repartir casas y apartamentos a una isla de guerreros donde después de una mediocre actuación televisiva salió abucheado y con las tablas en la cabeza repudiado por los que antes habían sido pendejos y dejaron de serlos. Lo que demuestra que se puede dejar de ser pendejo, pero no de dejar ser mediocre.
Lester L López O 03/09/16
*José Ingenieros (1877-1925): El hombre mediocre
** Facundo Cabral. (1937-2011)