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El Populismo y Luis Bonaparte (1) - Los Personajes de la Política y la Historia

Opinión
Tiempo de lectura: 10 min.

Al igual que hace casi dos siglos, un nuevo fantasma recorre la vieja Europa y todo el mundo conocido. Pero, esta vez, no arremete contra la burguesía y el capitalismo, sino que va carcomiendo agresivamente el sistema democrático y de manera indirecta, la economía de mercado. Este enemigo, que golpea políticamente desde la izquierda y la derecha, es el “populismo”; una enfermedad o desviación política, una deformación ideológica, que toma diferentes formas, caretas y vestimentas para sobrevivir y seguir atrayendo seguidores incautos.

De eso se trata este tema: remontarnos a sus orígenes para tratar de entenderlo y de ser posible, prevenirlo, porque los pueblos y sociedades padecemos males y vivimos situaciones sobre las cuales la mayoría de las veces ignoramos su procedencia y su origen.

Debo advertir, sin embargo, que éste no será un tratado académico sobre el tema, ni una biografía histórica exhaustiva del personaje central, Carlos Luis Napoleón Bonaparte o Napoleón III, de quien se suele derivar el término; se trata apenas de una síntesis, de carácter divulgativo, que pretende despertar interés por el personaje y, sobre todo, por el tema −el “populismo”−. Por ello, me referiré únicamente al contexto, a los hechos más sencillos y a los conceptos más simples y comúnmente aceptados, que nos permitan ubicar el fenómeno y entenderlo.

Orígenes del “populismo”

Es imposible entender el surgimiento del “populismo” sin hablar primero del “bonapartismo” y exponer, aunque sea someramente, las ideas y el actuar de dos de los “napoleones” que hicieron historia y marcaron a Francia, Europa y el mundo desde 1799 −cuando asumió el poder en Francia Napoleón Bonaparte− hasta 1870, cuando lo dejó su sobrino Carlos Luis Napoleón Bonaparte, mejor conocido como Luis Bonaparte o Napoleón III. Más de 71 años de historia de Francia y del mundo. 

Conviene aclarar que entre ambos “napoleones” hubo un tercero, que no tuvo mayor significación: Napoleón Francisco Carlos José Bonaparte, o Napoleón II, hijo de Napoleón I y de la emperatriz María Luisa de Austria, en quien recayó el poder al abdicar Napoleón Bonaparte, primero en 1814, cuando su hijo solo tenía 3 años, y luego en 1815, cuando tenía 4. Sin embargo, nunca llegó a gobernar efectivamente, pues las potencias aliadas restauraron a la dinastía borbónica, por un periodo de 33 años, de inestabilidad política y cambios de régimen, que pasó de una “monarquía constitucional” con Luis XVIII, al “absolutismo” más cerrado con Carlos X, a quien le siguió tras un tumulto revolucionario de tres días −de allí el nombre de “Tres Gloriosas” de esta revolución− una nueva “monarquía constitucional”, más liberal, bajo el reinado de Luis Felipe I (1830-1848), paradójicamente conocido como el "Rey Ciudadano", hasta que en 1848 se instauró la Segunda República, con Carlos Luis Napoleón Bonaparte, que será el centro de nuestra atención.

Comenzaré haciendo una síntesis general de la actuación de los dos “napoleones” más significativos, que nos sirva de contexto para evaluar nuestro tema.

Napoleón Bonaparte, Napoleón I.

Aunque no me centraré en Napoleón Bonaparte, es sin duda el más famoso de los “napoleones” que vamos a considerar. Nació en Ajaccio, Córcega, el 15 de agosto de 1769 y murió el 5 de mayo de 1821 en la isla británica de Santa Elena −en el Atlántico Sur, a 1.800 km de la costa africana más cercana−, donde había sido confinado tras ser derrotado en Waterloo. Haciendo un corto resumen de su actuación militar y política, podemos decir que, tras una exitosa carrera militar en Italia y Egipto, lideró un golpe de Estado que lo llevó a ser Primer Cónsul de Francia en 1799. Tras sucesivos éxitos militares, se autoproclamó Emperador en mayo de 1804, en la Catedral de Notre Dame. Estableció un sistema de bloqueo −no hay nada nuevo bajo el sol− para debilitar a los británicos y derrotó en Austerlitz, una de sus hazañas militares más famosas, a las tropas austriacas y rusas. Como gobernante, impulsó reformas importantes en materia militar, política, administrativa y legislativa, que resumiré más adelante.

Auge Militar y Caída.

Militarmente, asoló toda Europa con las llamadas Guerras Napoleónicas, con las que expandió su imperio y se ganó incontables enemigos. Tras innumerables glorias militares, fracasó estrepitosamente en su campaña contra Rusia en 1812, debido a problemas de abastecimiento a su ejército de más de 600 mil hombres, a la crudeza del invierno ruso, para el cual sus tropas no estaban preparadas, y a la estrategia de “Tierra Quemada” de los rusos, que quemaban todo lo que podía ser útil para los invasores, incluyendo ciudades y campos sembrados. Esa derrota y la alianza de sus enemigos −Austria, Rusia y Prusia−, que incluso llegaron a ocupar París, lo obligaron a abdicar en abril de 1814 y a ser recluido, con algunos privilegios, en la isla de Elba, desde donde reorganizó sus tropas para regresar temporalmente al poder en 1815, hasta que fue derrotado definitivamente en la batalla de Waterloo, ese mismo año, por una coalición de tropas británicas, neerlandesas, belgas y alemanas −la Confederación del Rin, de la que también formaba parte Prusia−, que lo llevó nuevamente al exilio, esta vez en Santa Elena, donde, como ya señalé, murió seis años más tarde, en 1821.

Principales logros.

Es imposible ignorar otros logros de Napoleón I, aparte de los militares. Luego de coronarse Emperador en 1804 y consolidado su poder absoluto, estableció un sistema legal unificado −el Código Napoleónico− que influyó y fue inspiración de las legislaciones de muchos países; reformó la administración pública y modernizó el Estado; estabilizó económica y financieramente el país, creando el Banco de Francia (1806), e implantó un Bloqueo Continental contra Gran Bretaña −con el que creó también restricciones a países europeos, ocupados y aliados, que le granjeó algunos enemigos−; promovió la industrialización de Francia, mejorando la infraestructura de carreteras y puentes; extendió la educación, aunque con un criterio elitista, y estableció una especie de “meritocracia” para los cargos públicos; culturalmente, dio un gran impulso a Francia, fomentando las ciencias y las artes y expandiendo, entre otros, el Museo del Louvre.

El otro Napoleón, Napoleón III.

Carlos Luis Napoleón Bonaparte, Luis Bonaparte de ahora en adelante, era sobrino de Napoleón I e hijo de Luis Bonaparte o Luis I de Holanda, hermano menor del emperador Napoleón Bonaparte. Fue el primer presidente de la Segunda República Francesa, instaurada al abdicar Luis Felipe de Orleans. Luis Bonaparte llegó a ese cargo por elección popular en 1848 y lo ocupó hasta 1852, cuando se proclamó Emperador como Napoleón III, instaurando el Segundo Imperio francés, que duró hasta 1870, cuando fue depuesto después de la derrota que sufrió en la Batalla de Sedan el 2 de septiembre, en la guerra Franco-Prusiana. De allí partió al exilio en Inglaterra y murió un año más tarde, en circunstancias no muy claras para algunos historiadores. Será entonces sobre el desempeño de este Napoleón que desarrollaremos lo relativo al “bonapartismo” y el “populismo”.

Gobierno de Luis Bonaparte.

Luis Bonaparte fue elegido presidente de la Segunda República Francesa el 10 de diciembre de 1848, en elecciones directas en las que votaron todos los hombres mayores de 21 años. Obtuvo una victoria contundente con el 75% de los votos, más de 5,5 millones, contra un 20% de su rival. Aparte de su prestigio como Bonaparte, su victoria se debió a sus promesas de restaurar el orden y la estabilidad tras la Revolución de Febrero de 1848 y a su promesa de proteger los intereses de los campesinos, los trabajadores y la burguesía; buena parte de su apoyo provino de esas áreas rurales, donde los campesinos lo veían como un defensor de sus intereses y un garante de la propiedad privada. Este resultado y el de los plebiscitos de años más tarde, que comentaré después, ya prefiguraba una de las características de lo que después se llamó el “bonapartismo”.

Tras asumir la Presidencia, Luis Bonaparte gobernó de manera cada vez más conservadora y autoritaria, entrando en frecuente conflicto con la Asamblea Nacional −de tendencia monárquica y conservadora−, limitando cada vez más su poder y tomando medidas que consolidaban el suyo, implementando políticas sociales y económicas destinadas a ganarse el apoyo de las clases populares y la burguesía, y reprimiendo además a los partidarios del socialismo y a los republicanos.

El conflicto persistió, el país se fue sumiendo en un caos, y con ese pretexto, y puesto que la Constitución de 1848 prohibía la reelección, inmediata, presidencial, el 2 de diciembre de 1851 −a punto de vencerse su periodo, sin poder aspirar a un nuevo mandato− dio un golpe de Estado, disolvió la Asamblea Nacional y asumió poderes de dictador.

Los plebiscitos y el camino al Imperio.

Tras ese golpe de Estado, promovió un plebiscito que se realizó el 21 y 22 de diciembre de 1851, con el que perseguía legitimar sus acciones y conseguir el apoyo popular; lo que logró ampliamente, con una participación electoral muy alta y en la que obtuvo una votación favorable con el 92% de los votos (casi 7,5 millones), contra solamente el 8% (menos de 650 mil)

Tras los resultados de este plebiscito, Luis Bonaparte se proclamó Emperador como Napoleón III el 2 de diciembre de 1852, fecha que conmemoraba la coronación como Emperador de su tío Napoleón Bonaparte −Napoleón I− en 1804 y el triunfo de éste en la batalla de Austerlitz en 1805, contra los imperios austriaco y ruso.

A partir de ese resultado, Luis Bonaparte preparó una nueva Constitución que le otorgaba poderes casi absolutos −sobre el Ejecutivo, el Ejército, la legislación y la política exterior− por 10 años y que fue refrendada por un nuevo plebiscito en 1852, en las mismas fechas del anterior −el 21 y 22 de diciembre−, en el cual obtuvo una aprobación de su Constitución y coronación con el 97% de los votos (más de 7,8 millones), contra apenas un 3% en contra (poco más de 250 mil)

El Bonapartismo.

He destacado los resultados de ambos plebiscitos por su significación política para el tema que estoy tratando, pues representaron la “sanción” popular que reflejaba el amplio apoyo de Luis Bonaparte en un contexto autoritario y de manipulación política; otro elemento que prefigura lo que se llamó el “bonapartismo”: creciente autoritarismo; el enfrentamiento con los otros poderes −la Asamblea Nacional− hasta disolverlos y asumir el poder absoluto; erigirse en la figura poderosa y salvadora por encima del caos; la proclamación del autoritarismo y la hábil manipulación de la opinión pública para consolidar su poder, con “sanción” o aprobación popular.

Consolidado como Emperador, Napoleón III, durante 18 años desarrolló su gobierno, combinando el autoritarismo con reformas modernizadoras, de las cuales no haré una larga descripción pues no es el objeto de este escrito, pero se pueden resumir de la siguiente manera: transformación y modernización urbana en París, ciudad que se convirtió además en un centro cultural mundial; industrialización y mejora de la infraestructura, con expansión de los ferrocarriles; expansión colonial con una política exterior muy activa que lo llevó a participar en varias guerras (Crimea, Italia, Argelia, Indochina) e intervenir en México y en Prusia; reformas sociales, reformas en la legislación laboral y establecimiento del derecho a huelga y a formar sindicatos, entre otras.

En materia política, que sí es el objetivo de este trabajo, los historiadores suelen establecer dos periodos: el primero entre 1852 y 1860, en el cual consolidó su poder, su régimen autoritario y limitó las libertades políticas; y el segundo, entre 1860 y 1870, de carácter más liberal, con mayores libertades políticas y reformas sociales.

Todas esas reformas, económicas, administrativas, legales, políticas y sociales iban destinadas principalmente a mantener su apoyo popular para conservar el poder; pero, a pesar del innegable apoyo popular, confrontó dificultades políticas con republicanos, monárquicos y socialistas, especialmente entre 1860 y 1870. Además, los costos económicos y humanos de su política exterior −intervención en México (1861-1867) y la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871) en la que fue derrotado− y la pérdida de Alsacia y Lorena, decidieron el fin de su gobierno. Tras ser capturado, en la batalla de Sedan, fue llevado a Alemania y luego se exilió en Inglaterra, en donde murió en enero de 1873.

Conclusión.

La actuación de ambos “napoleones”, especialmente, Luis Bonaparte, sirvió para caracterizar al “bonapartismo”, que apareció en la historia como forma política de gobernar de allí en adelante.

Paradójicamente, no se considera como “bonapartista” a Napoleón Bonaparte, término que se desarrolló mucho más tarde, pues si bien él gobernó con una mezcla de autoritarismo, centralización del poder y reformas ilustradas, no buscó movilizar masas ni basó su poder en la confrontación entre el “pueblo" y las “élites”; gobernó de manera autoritaria, pero su poder se basó en el ejército y en una burocracia eficiente.

Luis Bonaparte, en cambio, se presentaba como un líder cercano al pueblo, protegiendo sus intereses y enfrentado a las élites políticas y económicas; utilizaba plebiscitos y referendos para legitimar su poder y desarrollaba políticas sociales, legales y económicas que beneficiaban directamente a las clases trabajadoras, rurales y a la burguesía −que en esa época no tenía la connotación negativa que le dio el marxismo años más tarde− y utilizaba la propaganda para construir una imagen de líder carismático y cercano al pueblo, heredero de las glorias de su tío,  Napoleón Bonaparte, pero también como un hombre moderno y progresista.

Luis Bonaparte, Napoleón III, fue en definitiva una mezcla de logros modernizadores y dificultades políticas que determinaron su caída y la del Segundo Imperio Francés. Pero nos interesa destacar de su actuación política todo aquello que se conoce como el “bonapartismo”, lo cual abordaremos en la próxima entrega, para concluir más adelante con una comparación con el “populismo” y unos comentarios finales.

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