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Por quién doblan las sotanas

Opinión
Artículos de opinión
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Hay que revisar los libros de la Historia de Venezuela, esa que nos enseñaron en la primaria de los años ‘50-’70, cuando mostraban la importancia que en la formación de la República tuvieron algunos ensotanados dirigentes, los curas, pues, y que se entiende como presencia de la Iglesia Católica en su conjunto, institución indisoluble en su mancomunidad con la civilidad y el civismo, yéndonos al 19 de abril de 1810.

Pero más atrás, notoria y documentada es la actividad desplegada por Fray Bartolomé de las Casas durante la conquista y la colonia, cuando muchos historiadores y cronistas lo satanizan y otros lo reivindican, aunque ninguno ignora su protagonismo ni deja de chequear sus anotaciones cuando buscan datos sobre la llegada y salida de los españoles.

No pretendemos esbozar una clase magistral ni dictar una cátedra de historia, no es nuestra intención ni nuestro oficio, pero sí existe en los textos y en el imaginario colectivo el padre José Cortés de Madariaga, el cura que le dio la espalda y le quitó el mando a don Vicente de Emparan aquél Jueves Santo 19 de abril de 1810, cuando los dos debían estar en los oficios religiosos; sin embargo, a instancias de los patriotas, y tomado por la pechera, el capitán general debió ir a cabildo y no a misa.

El 5 de julio de 1811, fecha que se toma como día de la firma del Acta de la Independencia, hay una muy importante presencia de sacerdotes-diputados que suscriben el documento, prueba inequívoca del trabajo eclesiástico y parroquial que se libró en las jornadas que dieron al traste con la dominación monárquica y abrió el camino para nuestra definitiva emancipación.

Por supuesto, sin ser especialistas en este tema, en cada uno de los brillantes momentos en que sea luchado por la independencia, la libertad y la democracia, por los derechos civiles y humanos, ha estado la presencia de la Iglesia, del presbiterio, de los párrocos enviando mensajes tanto al pueblo rebelde o sumiso como a los gobiernos autoritarios, despóticos y dictatoriales que, por lo general, no les gustaba pelearse con los curas, alegando para ello diferentes razones.

No queremos extender estos comentarios a otros destacados escenarios de la lucha por la libertad, pero en 1957, cuando la dictadura de Pérez Jiménez, la Iglesia Católica venezolana en voz y acción de monseñor Rafael Arias Blanco con un joven prelado, nuestro Obispo Feliciano González, distribuyeron y extendieron la Carta Pastoral por los púlpitos de todo el país y prepararon a la feligresía en particular y a la población en general para lo que venía entre el 1° y el 23 de enero de 1958.

Por eso debemos oír y analizar la palabra de los curas. Durante los casi 20 años de esta amarga y trágica revolución armada y desalmada, es la voz de la Iglesia, del Sacerdocio, la que mayor presencia y resonancia ha tenido en la conciencia de los venezolanos, desde las alerta de monseñores Velasco, Pérez Morales, Castillo Lara, e incluso Mario Moronta, hasta la firme posición que asume hoy la Conferencia Episcopal Venezolana, hemos tenido a los sacerdotes arengando al gobierno y al pueblo para que se logre una salida democrática a la grave situación de hambre y miseria que vive Venezuela. Por eso doblan las sotanas, por la libertad y la democracia en la patria de Bolívar…