Cuarenta años del fallecimiento de Don Rómulo Betancourt es un tiempo relativamente corto para emitir opiniones que no despierten controversias sobre una personalidad polémica, que copó el escenario político de Venezuela durante varias décadas. Con el atrevimiento de quien no es historiador, sino simple testigo, unas veces de cerca, otras de lejos, y haber conocido a muchos actores, me permito unos pocos comentarios sobre algunos puntos que todavía se discuten. En el libro Construcción y destrucción de un país: presidentes de Venezuela 1900-2020, de Rafael Gallegos y de mi autoría, se ofrecen más opiniones sobre Betancourt y nuestros últimos presidentes.
Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno entre 1945 y 1948, presidente constitucional durante el período 1959-1964. Exiliado por el dictador Juan Vicente Gómez, acusado de comunista y exiliado por el general López Contreras, desacreditado por muchos seguidores del general Medina Angarita, perseguido y exiliado por el dictador Pérez Jiménez, percibido con recelo por las Fuerzas Armadas, combatido por la extrema izquierda que lo consideraba pitiyanqui y por la derecha que lo tildaba de populista y de comunista.
Su actuación en la tercera década del siglo XX, con la redacción del Plan de Barranquilla y el haber sido uno de los fundadores del Partido Comunista de Costa Rica, constituyen la base de las descalificaciones que perduraron muchos años. Cabe destacar que Betancourt nunca aceptó la línea soviética y gradualmente se desplazó hacia la social democracia.
Todavía permanecen las acusaciones sobre su encompinchamiento con los militares para el golpe del 18 de octubre de 1945 que derrocó al presidente Medina. Betancourt y un grupo reducido de dirigentes de Acción Democrática no se comprometieron cuando fueron informados por los militares de que darían el golpe, con o sin apoyo civil. Algunos lo critican por no haberlo denunciado, pero hay que considerar que se había cumplido un ciclo histórico que obligaba la desaparición de la escena política de los residuos del gomecismo. Además, Medina se negaba a realizar elecciones presidenciales mediante el voto universal. Los militares le ofrecieron a Betancourt la presidencia de la Junta Revolucionaria de Gobierno. La misma quedó integrada por cuatro dirigentes de Acción Democrática (AD), un independiente claramente pro AD, y dos militares. Esa hegemonía de un partido fue un error costoso.
El período 1945-1948 fue de mucho populismo y polarización. El mismo Betancourt escribió que el sectarismo y arrogancia de sus compañeros había hecho daño. La aprobación del Decreto 321 en contra de la educación privada lo perjudicó, a pesar de que de que fue derogado y que, según él, le pasaron un strike sin percatarse. Aprobó la política de no más concesiones petroleras, punto que todavía se discute, y logró que se hiciese realidad que las compañías compartieran las ganancias en igual proporción con la nación. Fue factor determinante para que la nueva constitución contemplara la elección del presidente por todos los venezolanos. Tuvo la virtud de prohibir la candidatura de los miembros de la Junta en las siguientes elecciones.
Por su lealtad con don Rómulo Gallegos se empeñó que el candidato presidencial de AD fuese el ilustre escritor, quien no era la persona adecuada. Los errores cometidos y la actitud de Gallegos, influyeron en el golpe de los militares del 24 de noviembre de 1948.
Durante su presidencia constitucional debió enfrentar graves problemas económicos, un atentado cobarde realizado con apoyo del dictador Trujillo, de República Dominicana, la insurrección castro comunista y varios alzamientos militares. La guerrilla urbana no daba cuartel. Los comunistas todavía lo acusan de dar órdenes de disparar primero y averiguar después. La verdad es que declaró que contra el bandidaje armado de explosivos había dado órdenes de disparar, y no al aire, en contra de personas agarradas in fraganti. También tuvo que suspender innumerables veces las garantías, por lo que hubo presos sin juicios e incluso un puñado de exiliados. La masacre ejecutada por la guerrilla en el tren de El Encanto mereció repudio general. Como consecuencia el Congreso allanó la inmunidad de varios parlamentarios de extrema izquierda. En las insurrecciones militares de Carúpano y Puerto Cabello hubo participación de dirigentes y militantes comunistas. En esta última, Betancourt ordenó al general Monch que atacara, a pesar de que algunos oficiales recomendaban solo sitiar la ciudad para evitar muertos. El argumento de Betancourt fue que cualquier demora podía incentivar el alzamiento de otras guarniciones y, además, quería dar un ejemplo.
Hubo varias insurrecciones de militares no relacionados con la extrema izquierda. Frecuentemente se les acusa de proceder por perezjimenistas o por ambición. Realmente ninguno de los participantes apoyó al dictador e incluso la mayoría contribuyó a su derrocamiento. Unos insurgieron por considerar, erróneamente, que los militares son los llamados a enderezar entuertos. Tesis equivocada cuando se trata de un gobierno constitucional. Otros procedieron pensando que Betancourt era un comunista solapado y otros por pensar que estaba permitiendo que la guerrilla tomara cuerpo. Esto último es algo que debe profundizarse. Hay señales de que sí fue permisivo ¿Consideró que, ante el peligro de un triunfo comunista, los militares preferirían respaldarlo y no intentar otro golpe? Un hecho repudiable ocurrió en la insurrección del cuartel Freites, en Barcelona, en donde fueron masacrados civiles, cuando oficiales leales al gobierno retomaron las instalaciones ¿Quién dio la orden?
Betancourt ha sido nuestro estadista más importante. Demostró valor para defender una democracia imperfecta, pero perfectible, y se negó a ser nuevamente candidato cuando todavía era joven. Su libro, Venezuela, política y petróleo es de lectura obligatoria. Muchos de sus adversarios de ayer, entre ellos quien esto escribe, reconocemos su contribución a la evolución política de Venezuela. El saldo de su gestión fue positivo. Su figura crece con el tiempo.
Como (había) en botica:
El pasado día 25 se cumplieron 18 años del cobarde asalto de la Guardia Nacional de Paraguaná, al campo residencial petrolero de Los Semerucos. Damelys “Mey” Zambrano, de la sociedad civil, nos lo recuerda con un emotivo artículo del año pasado. También Horacio Medina. El hoy general Lenín González Trómpiz, quien era el comandante del Destacamento, así como otros oficiales y civiles como Iván Hernández tendrán que ser enjuiciados.
Lamentamos el fallecimiento del distinguido y apreciado cardenal Urosa.
¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!