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Rebelde sin pausa

Opinión
Artículos de opinión
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Venezuela siempre fue, es y será un país rebelde y de rebeldes. Ya lo decía “El Ilustre Americano” Antonio Guzmán Blanco en su tiempo: “Venezuela es como un cuero seco, lo pisan por un lado y se levanta por el otro”. Desde el mismo momento en que los españoles pisaron tierra venezolana, allá por Macuro, en 1498, comenzó el tábano de la rebeldía a carcomerles las batatas a los codiciosos visitantes. Guaicaipuro fue, quizá, el primero que se les sublevó a los auritraficantes, no sólo enfrentándolos de frente y cuerpo a cuerpo, sino que logró confederar a sus tradicionales y habituales enemigos aborígenes para plantarles pelea e intentar, en vano, sacarlos de nuestra incipiente nación.

De ahí en adelante comienza la historia de alzamientos, sublevaciones, tentativas, escaramuzas y conatos que nos llevan al 19 de abril de 1810, cuando a los organizadores de una junta protectora de los derechos de Fernando VII, creo, les salieron unos rebeldes con la Junta Patriótica que consideró pertinente iniciar el proceso de liberación del yugo español mediante la Declaración de Independencia por todos los medios, lo cual se hizo realidad el 5 de julio de 1811 con la firma del Acta.

Durante la guerra emancipadora también son históricos los empujones y traiciones por las jefaturas y, una vez lograda la hazaña, los encontronazos y pescueceos por la paternidad de las victorias y la orfandad de las derrotas, pero nunca han tenido pausa las rebeldías en esta Patria de Bolívar y de Páez, etcétera, incluyendo las pujas entre militares y civiles no sólo por las glorias, sino por el jugoso botín que durante siglos se comparte, parte y reparte y nunca se acabó, hasta que llegaron los sátrapas dizque bolivarianos a alzarse con el santo y la limosna dejando al pueblo en la más terrible ruina de necesidad y hambre vivida en toda nuestra historia.

Los oprobiosos autócratas llegaron al escenario criollo mediante un acto que pudiera catalogarse de rebeldía, incluso el felón mayor lo denominó rebelión y se atribuyó eso como un “derecho” de los venezolanos, sólo que su traicionera deslealtad acabó con los sueños y las esperanzas de quienes en él creyeron y de quienes, aun no creyéndole, dieron tiempo a la duda sobre lo que podía pasar, para bien o para mal, como en efecto fue para peor. Peor de lo mismo.

De modo que la rebeldía activa vistas en las calles, con una juventud resteada con la libertad y con la democracia, así como la rebeldía cómoda y pasiva de las redes sociales, forman parte de nuestro natural comportamiento porque los venezolanos somos rebeldes sin pausa, y ahora también con prisa…