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Rusia y la guerra con Ucrania

Artículos de opinión
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Putin se imaginó que al declararle la guerra a Ucrania, en una o dos semanas tendría a ese país bajo su dominio; se equivocó inmensamente, el pueblo ucraniano bajo el estupendo y valiente liderazgo de su Presidente, Volodimir Zelenski, se mantuvo y mantiene, casi tres años después, en pie de lucha defendiendo su independencia, soberanía y autonomía. 

La resistencia del pueblo ucraniano, su capacidad de enfrentar la ofensiva y de dar respuesta proporcional, ha provocado una inmensa desesperación en Vladimir Putin que se siente acorralado en la aventura que el mismo provocó. Al momento de esta nota se estima en más de 700 mil los muertos, una cifra escandalosa que destroza el alma de cualquiera y cuantioso material bélico e infinita cantidad de dinero. A esta altura los costos de esa fratricida guerra están muy por encima, al menos cien veces más, de las estimaciones de Putin y por ello se le convierte en una carga muy pesada. Putin no ha logrado alcanzar los objetivos que se propuso y se encuentra precisado a solicitar apoyo en hombres, misiles y municiones al dictador de Corea del Norte, de Cuba, Siria y Nigeria. A pesar de todo, Putin se niega a un armisticio que inicie el fin de la guerra y las hostilidades.

Bueno es recordar a Clausewitz, cuando en su libro “De la guerra” habla que cuando en una guerra los costos son superiores a las ganancias esperadas, lo sensato y racional es ponerle fin y negociar un tratado de paz. Pero Putin hasta ahora y en su obcecado afán imperial, no asoma ninguna disposición a dialogar y mantiene su empecinamiento en la guerra.

Como bien sabemos, en la guerra no gana nadie, todos pierden y el triunfo, si se puede llamar así, es absolutamente pírrico, es decir, con más daños del vencedor que el vencido y ello es absurdo sostenerlo y no se corresponde con el esfuerzo realizado.

La guerra es una funesta prueba de la ausencia de diálogo y de discernimiento y es sumarse a quienes buscan beneficiarse a expensas de los demás, que implica muerte, engaño y alto sufrimiento. Significa el agotamiento del diálogo que es propio de seres racionales y sensatos.