El mundo se conmueve con razón por la matanza de palestinos, pero conviene saber “que todo está fríamente calculado” por los actores del drama, que no es de buenos contra malos. La nueva entente Rusia, China y Turquía reaviva el conflicto palestino al paso de la crisis con EEUU, para enseñar la cacha de la pistola al Secretario Blinken. Y sale del closet a plomo limpio la nueva geopolítica: tres potencias emergentes, Turquía, Israel e Irán, que chocan por la hegemonía en la región, seguidas por deuteragonistas y cheerleaders árabes. Hamas lanza 4 mil misiles tierra-tierra a Jerusalén, aunque conoce a la perfección los detalles del sistema defensivo Cúpula de hierro y la invencibilidad del ejército israelí, que en cuatro guerras aplastó a los árabes en bloque. La previsible y apabullante reacción de Netanyahu para lucir héroe, corresponde a lo que sus enemigos deseaban: que sus aliados marquen distancia, como hicieron EEUU y la UE.}
La imagen de Israel creció por sus sorprendentes éxitos económicos que desmienten el determinismo geográfico, el pobrecitismo regional, y por su legendaria capacidad militar. Por si faltara, es una democracia funcional entre regímenes retrógrados, la Blancanieves del desierto medieval, y los sucesos lo ayudaron a imponerse. El golpe de Al-Sisi contra Mursi, la Hermandad Musulmana y el plan de convertir Egipto en un régimen islámico (2013), erradica un poderoso adversario. La invasión a Irak y su casi desintegración, igual que Libia y Siria, elimina tres más, pero se fortalecen los ayatolas y Erdogan. La ambición de “cruzar el Jordán”, su resistencia a curar la herida abierta de Palestina, debilitan a Israel, carcomen sus relaciones con los árabes, EEUU y la UE. Todos los presidentes gringos en 40 años, Carter, Reagan, Bush, Clinton, Bush (h) Obama e incluso Trump -y la ONU- le han exigido abandonar la política de asentamientos, lo que borraría el estigma de violación de Derechos Humanos.
Los países árabes estrechan vínculos con Israel por miedo al fundamentalismo revolucionario iraní, que quiere llenar el área de teocracias. Para ello los ayatolas coadyuvan con grupos terroristas y socavan las monarquías. Apuntalan a Catar, a Hamás en Gaza contra OLP, Hezbolá en Líbano, los hutíes en Yemen, los alawitas en Siria. Extienden su influencia en Asia central y el Magreb. La revolución islámica desestabilizó la región por su vocación hegemónica y teocrática, programa nuclear, plan para derrocar las casas reales y problematizar el tráfico de petróleo (sus buzos ponen minas en tanqueros). Las monarquías árabes se refugian en EEUU e Israel, y aunque solo el año pasado inician relaciones diplomáticas con este, se reúnen desde los 90. La muerte del Rey Abdulá de Arabia Saudita pasó el poder al pragmático Mohamed bin Salman.
A través de su cadena Al-Jashira. Catar, aliado de Irán, promovió las primaveras árabes para abrir cancha al fundamentalismo en Arabia Saudita, Bahréin, Emiratos, Egipto, que en respuesta se volvieron sus enemigos y se lanzaron en brazos de Israel. Los cuatro aplican duras sanciones económicas, que redujeron el comercio de 8.200 a 1.200 millones de dólares, y Catar se estrecha a Irán. De comerciar 50 millones de dólares al año, escala a 450 millones, favorable para los dos países. Por lado opuesto, odios históricos y temores favorecen la nueva alianza árabe con Israel. Irán se anexó varias islas de los Emiratos en 1971, y Bahréin, una ex provincia independizada de Irán teme una re-anexión, tensiones similares a las de Taiwán y China. Sudán en África también estableció relaciones con Israel.
A comienzos de año Carnegie Endowment planteó cambiar la política sobre Israel-Palestina, y desplazar la mira de la tesis universalmente aceptada de dos estados, a la defensa de los Derechos Humanos, permitir el libre tránsito, fin de la discriminación política, no más asentamientos en territorios en disputa y recuperar el financiamiento del programa de ONU para refugiados que Trump dejó de pagar. En Palestina no hay elecciones desde 2005 y la población debe votar. El nuevo plan persigue democratizarla y lograr ciudadanía integral en Cisjordania, Gaza, Jerusalén Este, con elecciones regulares y confiables, separación de poderes y que los espacios de Cisjordania (la llamada Zona C) se consideren territorios ocupados y no judíos. El jefe de la Autoridad Palestina, Mamud Abas, suspendió las elecciones previstas para este año, que definirían si la moderada OLP retoma el control o, por el contrario, lo logra Hamás y por lo tanto Irán se haría totalmente de Palestina, una bomba atómica regional. Significa que el terrorismo chiita estaría dentro de las fronteras de Israel, en plena Jerusalén. Netanyahu hizo exactamente lo que buscaban Irán y Hamás, gestar una marea de indignación mundial contra su país. Debe haberse jugado la carta ya que su eventual triunfo está hoy en cuestión en las elecciones planteadas en próximas fechas. Lo salvaría salir de esta guerra cubierto de gloria y eso no está claro.
@CarlosRaulHer