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El tiempo de la experiencia

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 7 min.

Nadie en su sano juicio, salvo que no tuviera de donde escoger, se dejaría abrir el pecho para operarse del corazón por un estudiante de medicina, y mucho menos por un camillero del hospital. La gente por lo general busca la mejor experiencia que pueda encontrar para una intervención quirúrgica. Lamentablemente en otras cosas de igual o mayor importancia no se sigue la misma lección. Por ejemplo, se buscan a los peores capacitados para administrar un país.

En algún momento alguien propuso que en Venezuela no se podría seguir poniendo como condición para acceder a la Presidencia de la Republica los mismos requisitos de siempre: venezolano por nacimiento, no poseer otra nacionalidad, mayor de 30 años, de estado seglar y no estar sometido a condena mediante sentencia definitivamente firme (Art. 227 Constitucional). Incluso para un puesto de portero piden que los aspirantes tengan al menos un título de bachiller. Es claro que Maduro no hubiera calificado en ningún sentido si se hubiera establecido que el aspirante a Presidente tuviera una carrera universitaria, porque ya de hecho no calificaba por tener doble nacionalidad.

Lo de arriba tiene cierta lógica. Pero al parecer en el campo de la política venezolana asombrosamente eso no aplica. Los peores especímenes que han fracasado en cualquier actividad pueden en realidad conducir lo más difícil y más delicado como lo es el futuro de millones de personas si se aplican a la charlatanería política. Asombroso, ¿verdad? No sé cómo será en otros países, pero en Venezuela es así. Y como venezolano disiento en que siga siendo de esa manera. En un mundo tan complejo, los liderazgos deben tener el mínimo estándar educativo para poder siquiera entender lo que pasa al frente de sus responsabilidades como dirigentes de un país. Parece obvio pero no lo es.

Pero voy más allá. Adicionalmente a lo anterior un aspirante debería tener una experiencia mínima. Ese es otro requisito por el que pasa todo el que aspira a una posición laboral, porque el que no la tiene, si se le da el empleo, debe aprender a realizar el trabajo de los más experimentados. No basta con poseer un certificado de cualquier tipo, tienes que demostrar que sabes cómo se hacen las cosas. Y si no sabes hacerlas porque acabas de salir de la escuela, entonces tu proceso de formación profesional recién comienza.

Entonces el proceso político, económico y social de un país normalmente se realiza con el concurso de lo más experimentado de la población que se disponga, con la segura participación gradual del relevo generacional. Pero Venezuela está lejos de ser un país “normal” desde hace más de 20 años, si es que podemos decir que alguna vez lo fue con todos sus altibajos en un periodo de relativa estabilidad política y económica que duro unos 40 años después de 1958. En todo caso durante ese periodo de relativa estabilidad económica no existía un fenómeno que apareció años después con el castro-chavismo-madurismo: la emigración masiva.

De acuerdo a las cifras de ACNUR, la Agencia de la ONU para los refugiados, para junio de 2020 “el número de personas que han tenido que huir de Venezuela llegó a los 5.082.170”, numero superado en el mundo solamente por Siria con 6,6 millones. De acuerdo al informe es probable “que la cifra total sea mayor”.

Lo anterior es una demostración clara de que nuestra juventud está abandonando el país en busca de mejores oportunidades de vida. Ese fenómeno no es nuevo. Ha ocurrido en el mundo después de grandes tragedias como la guerra y la aplicación masiva de regímenes totalitarios de cualquier polaridad. Y esa es la magnitud de la tragedia que estamos viviendo en Venezuela. ¿Quién se va a quedar en el país para hacer algo para quitarnos de encima esta peste? No será una juventud que no ha vivido lo suficiente para saber que significa una democracia con un Presidente nuevo cada 5 años. Que nunca han vivido la libre convertibilidad de una moneda, que no saben que es poder comprar una vivienda con un crédito bancario que puedan pagar con su sueldo. Que nunca han vivido una inflación estable de menos de dos dígitos. No saben qué es eso. En consecuencia no pueden ser ellos los que tengan éxito en manejar este problema, sin la experiencia debida.

Lo anterior no lo estoy diciendo para descalificar a nuestros jóvenes. Son ellos los únicos que han puesto la sangre en las calles para salir de este régimen de la mejor forma que conocen, la lucha frontal en las calles. Pero esta confrontación vital requiere mucho más que eso. Requiere de la sagacidad, la paciencia y el kilometraje en la vida que solo la experiencia puede dar, y que incluye no solo lo académico, sino la hoja de vida en lo laboral.

En este momento estamos en un punto que quien dirija los destinos de lo que vaya a ocurrir en el país debe ser el mejor cirujano que podamos encontrar para que le abra el pecho a Venezuela, como señalé al inicio, acompañado del mejor equipo médico disponible en todas las especialidades porque el paciente se nos está muriendo. No es el tiempo de la improvisación de los jóvenes. Es el tiempo de la experiencia. Los jóvenes deberán ocupar un sitio en el autobús pero no el asiento del conductor. A ellos se les entregará el país una vez que la experiencia haya realizado la operación y salvado al paciente, para que el país pueda encaminarse para el futuro de mano de las nuevas generaciones.

Esto último siempre me recuerda cuando el precandidato presidencial Diego Arria les decía a todos los jóvenes que le acompañaban como precandidatos, y a toda la audiencia de la Universidad Católica Andrés Bello en un debate ocurrido en su sede, el 14 de noviembre de 2011, estas palabras en sus dos primeras intervenciones:

“Tengo miedo porque conozco bien las consecuencias que el odio y la violencia desatadas por este régimen puede traer en una sociedad. Es el miedo que tiene la gente de salir a la calle, de ir al trabajo de ir a una escuela. Ese es el miedo que hay que acabar en Venezuela. Yo sé cómo hacerlo. Yo propongo presidir un gobierno de dos o tres años que derrote la violencia, que rescate la paz, la seguridad y la esperanza para todos… Es imposible no avalar todas las propuestas de mis compañeros, son absolutamente acertadas.

El problema es que Venezuela está enfrentada a un problema distinto. Venezuela está enfrentada a un régimen que cohabita con una Fuerza Armada contaminada con los elementos de la delincuencia internacional criminal, con las mafias incrustadas dentro de los sectores del Ejercito, sectores de la Guardia Nacional, sectores que al ocupar incluso nuestras fronteras, han permitido que ingresen a Venezuela toda clase de delincuentes bajo el cobijo del Estado, al punto que el 70% de los jóvenes que mueren en Venezuela son menos de 25 años y son por ajustes de cuentas, y esto tienen origen directo en la correlación, de la cohabitación de las fuerzas de las mafias internacionales que operan en Venezuela bajo el amparo de las Fuerzas Armadas, de sectores de las Fuerzas Armadas, de la Guardia Nacional y el régimen. Es imposible que el Jefe del Estado no conozca la extensión, la implicación y la profundidad de cómo Venezuela ha sido tomada por mafias internacionales que han penetrado, no solo las Fuerzas Armadas, los poderes judiciales, el poder legislativo, político y fiscal. Eso hace que no es un problema de cambio de jefe de gobierno, un cambio de todo el régimen….”.

Esto lo dijo un venezolano curtido con una experiencia política nacional e internacional inigualable y no comparable ni de lejos con cualquiera de sus competidores en ese debate, y quien tuvo en su haber la Presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU.

Arria se adelantó 10 años al discurso que cualquier venezolano tiene ahora. Los venezolanos ni el resto de los precandidatos tenían idea de lo que estaba diciendo Arria ni las implicaciones de esas palabras. Pero ahora, a la luz de todo lo que ha pasado hasta el 2021 si pueden ahora entender el porqué la experiencia va primero. Todos esos jóvenes precandidatos, que tienen ahora ese mismo discurso después de haber comprendido todo lo que ha sucedido en Venezuela, debieron haber declinado inmediatamente cualquier aspiración y endosarle su respaldo a esa experiencia incomparable para la elección presidencial del 2012. Pero no lo hicieron. La juventud y las aspiraciones a esa edad superan cualquier cosa, hasta el bienestar de todo un pueblo.

Ahora Venezuela enfrenta agravado y en grado extremo el mismo caso. Las Conferencias para el Restablecimiento Constitucional y Democrático, que reúnen a las organizaciones firmantes del Pacto Ciudadano del mismo nombre, tienen en su haber personas con siglos acumulados de experiencia en todos los órdenes para llevar a cabo la monumental tarea de localizar la mejor forma para sacudirnos este régimen. No volvamos a cometer el mismo error de esos jóvenes que en 2011 no entendían por inexperiencia que pasaba en Venezuela y pusieron sus aspiraciones por encima del bienestar del país. Ojala que definitivamente entendamos el tiempo de la experiencia y acortemos la tragedia de Venezuela.

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