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El Vaticano y el Papa

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 8 min.

Desde ya solicito excusas por estas líneas que pueden resultar extensas, pero el tema es bastante interesante y da para mucho más y mi anterior artículo "EL PAPA FRANCISCO" ocasionó algunas opiniones y observaciones, que como es natural y normal unas de felicitación y aprobación y otras disidentes y contrarias, en estas últimas la mayoría manifiesta extrañeza e incomprensión por la "indiferencia" del Papa, le reclaman una actitud abierta, clara, militante y parcial. Por ello deseo retomar el tema para reafirmar y agregar algunas consideraciones sobre el Sumo Pontífice y también referirme al Vaticano. Me sentiría satisfecho y grato si le dedican tiempo a su lectura.

El Vaticano es una entidad "sui géneris ", es decir, muy singular, excepcional, único, sin igual e inclasificable, es el centro de la Iglesia Católica Universal y sede del Santo Padre y también un Estado constituido, tiene menos de un kilómetro cuadrado de área territorial, es el Estado más pequeño del mundo, tanto que la Basílica de San Pedro ocupa el 10% de su extensión. Tiene aproximadamente 900 residentes, son tan pocos que se pueden ubicar y señalar: El Papa Francisco, el Papa Emérito Benedicto XVI, algo más de 70 Cardenales, miembros del Cuerpo Diplomático, sacerdotes, hermanos religiosos, 90 guardias suizo y 60 seglares en su mayoría empleados del Estado junto con sus respectivos cónyuge e hijos. Se rige por una monarquía absoluta teocrática y electiva, dirigida por el Santo Padre que la asume por e inmediatamente después de su elección, su jefatura de Estado es consecuencia de su elección Papal.

Así pues, no debemos ver al Vaticano con el mismo lente que vemos al resto de las naciones del mundo, él nos merece consideración aparte y especial, además tiene su propio Código que también es distinto a similares.

En 1935, el Ministro de Asuntos Exteriores del Frente Popular Francés le planteó a Stalin , feroz dictador de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, firmar un tratado que entre otras consideraciones contenía bajar la indebida y bárbara presión del régimen ruso sobre los católicos, argumentando que ello ayudaría al gobierno parisino en sus relaciones con el Papa. Fue cuando Stalin le preguntó ¿Y cuántas divisiones tiene el Papa? Lógicamente se refería a la capacidad bélica del Vaticano. Unos dicen que lo hizo con excesiva carga irónica, pues no es pensable que Stalin no estuviese informado de la Santa Sede, otros afirman que fue por desconocimiento. Indistintamente lo uno o lo otro solo denota el criterio del dictador de juzgar a las naciones por su poder de guerra. Así no se puede ni debe ver al Vaticano.

Antes de la elección de Bergolio la autoridad y decisiones eclesiásticas estaban íntegramente concentradas en el Vaticano, en la Curia Romana. Él adelantó en sus primeros días de pontificado la descentralización de autoridad y administración y entre otras reformas se otorgó a las direcciones de las Conferencias Episcopales de las naciones pronunciarse sobre los gobiernos de sus respectivos países y calificarlos social y políticamente, reservándose la Santa Sede su labor de buena fe donde pudiesen asistir las partes en disputa con el fin de evitar salidas violentas y sangrientas. Según el teólogo y sospecho también "vaticanólogo" venezolano Rafael Luciani, el Estado Vaticano desde 1929 jamás a calificado a un Presidente, Jefe de Estado o Primer Ministro de dictador, así de extrema ha sido la prudencia, moderación y ponderación de la Santa Sede, porque dictadores ha habido y muchos y aún los hay, pero su decisión de no injerencia en la política más allá de sus fronteras, al lado de reservarse como instancia para todos, le ha impuesto tal conducta. Desde entonces el Vaticano ha cuidado mucho, algunas veces pensamos que en exceso, su militancia en asuntos estrictamente políticos de las naciones, preservando siempre su nivel de buena fe en los enfrentamientos y auspiciando salidas acordadas siempre en función del Bien Común.

Ahora bien, atendiendo a la descentralización antes referida el Papa Francisco dijo: "EN LA VOZ DE LOS OBISPOS VENEZOLANOS TAMBIÉN RESUENA LA MÍA". Más claro no canta un gallo. Ya hemos escuchado con mucha claridad la voz de los Obispos, sabemos lo que piensan y como ha actuado nuestra Conferencia Episcopal, que en voz de Francisco, que está muy bien informado de nuestro doloroso acontecer, también es su voz. Espero entonces no haya dudas sobre el criterio del Papa con respecto al desgraciado momento que atravesamos. Pero claro está, los venezolanos esperamos una palabra que salga de los labios del Santo Padre pronunciándose por lo menos sobre los derechos humanos y la ayuda humanitaria y si lo hace sobre la política e institucionalidad nacional mejor aún. De esto último ocurrir, sobre la política, sería una gran carga moral que le aportaría a nuestra lucha por su inmensa autoridad, pero también estaría descartando la Santa Sede como instancia imparcial donde las partes en un momento determinado puedan concurrir.

Cuando el coloso del norte ha dicho que todas las posibilidades están en la mesa. Ha dicho que no descartan la utilización de las armas, esto sería catastrófico para la nación y para todos y podría despertar un enfrentamiento hemisferio que desde ya estimamos de consecuencias que lamentaríamos por el resto de nuestra existencia. Dios quiera nunca se produzca. La manera de evitar la guerra es con política con "P" mayúscula que entraña diálogo y acuerdo. Ruego al Señor haga recapacitar a la usurpación y entender que atravesamos uno de los peores y delicados momentos de nuestra historia y que es necesario y de urgencia fundamental, ante su ilegitimidad, estruendoso fracaso y despropósito dar paso a un gobierno de transición que inicie la estabilidad de la nación y convoque cuando sea prudente elecciones generales para de esta forma empezar el camino de la reconstrucción nacional. Para ese momento es necesario una instancia donde las partes puedan dialogar y encausar civilizadamente las diferencias y nada más adecuado que la Santa Sede con la presencia de nuestro Sumo Pontífice y para ello es necesario que ambas partes estén de acuerdo. Este posible escenario al menos debe meditarse.

El régimen usurpador, atendiendo recomendaciones del macabro laboratorio dirigido por el G2 cubano, ha dejado correr la especie de que el Santo Papa es de izquierda y los Obispos venezolanos de derecha. Eso además de calumnioso e infundado persigue exclusivamente dividir la familia católica venezolana, "divide y vencerás". Mucho cuidado con la desinformación repugnante y cargada de la peor cizaña que adelanta el régimen, tengamos presente que para ellos cualquier camino es bueno para mantenerse en el poder, la mentira y la infamia es de uso común de esa gente.

Ni al Papa ni a los Obispos podemos cuadricularlos en el esquema infantil y carente de contenido de izquierda y derecha. Es verdad que existen sacerdotes conservadores y temerosos a los cambios y también otros que apuntan a la renovación y al refrescamiento, pero todos comulgan y profesan la misma fe.

Debo confesar, con respeto por la distancia, que Jorge Bergolio me recuerda al Santo Papa León XIII, que escribió sobre la sustantividad de la Doctrina Social de la Iglesia en su estupenda Encíclica Nuevo Orden. Desde entonces intelectuales de la filosofía y agudos estudiosos de la cuestión social han afirmado que el planteamiento de León XIII se inscribe, según la infantilidad señalada, en el centro izquierda con tendencia a la izquierda, que por cierto es donde se ubica el social-cristianismo.

Apuesto fe, confianza y esperanza en nuestro Papa Francisco, repito que él escucha a Dios y el tiempo del Señor siempre es perfecto. El Santo Pontífice es un ser humano imperfecto y débil y como tal comete errores e incurre en pecados, pero nunca pensemos que en ellos puedan estar la indiferencia ante la opresión, la ignominia y la injusticia. Se transformaría al lado del opresor y para Bergolio eso no existe, es contrario a sus valores y luchas cargadas de predicas y testimonios en su dilatada vida sacerdotal, en ella vemos que estamos en presencia de un hombre justo y entregado por completo al servicio del bien de la humanidad. Nos ha pedido con gran humildad, muy propia, que oremos por él. Ayudémoslo como dice San Francisco, pidámosle a Dios lo haga instrumento de su paz y agreguemos nosotros que donde halla odio y rencor siembre amor, que donde exista opresión, usurpación y persecución a las ideas siembre convivencia, respeto y reconocimiento a la dignidad de la persona humana, en fin, que donde exista injusticia siembre la verdad que es núcleo de La Paz. No dudemos ni caigamos en la táctica malévola del usurpador de dividirnos, la duda nos paraliza y el tiempo no es para eso, es de optimismo y lucha con alegría de estar cada vez más cerca de un desenlace feliz para el país y para todos.

En este momento tan crucial y decisivo para la República que ha motivado el pronunciamiento de todas las naciones del mundo y de los organismos internacionales en pro y en contra, es necesario que exista una instancia con suficiente autoridad moral donde recurrir para evitar lo peor, esa instancia es la Santa Sede, permitamos y roguemos para se mantenga incólume. Cuando recurramos, si es que lo hacemos, estoy seguro saldremos respirando aires renovados y frescos y dispuestos a atender la difícil pero apasionante tarea de rehacer el país.

Venezuela es un país que por sus características geopolíticas y su inmensa riqueza, tan grande que ha soportado los horrorosos embates de los últimos veinte años y aún se mantiene, es muy apetecible y sabemos que lamentablemente y sin razón en las relaciones internacionales privan los intereses por encima de los principios y valores. Aquellos que alegremente creen que la manera de curar la enfermedad es con el remedio de la intervención armada del exterior, debemos llamarlo a reflexión y raciocinio, no solamente por razones de soberanía sino también de supervivencia, amén que sería una lastimosa y vergonzosa declaratoria de ineptitud e incapacidad de nosotros para resolver los problemas de nuestro país, además la historia nos indica que después de toda acción bélica las potencias cobran y en abundancia, hasta se han repartido y adueñado de naciones enteras.

Hasta ahora parece que vamos por buen camino, el pueblo ha dado contundentes y suficientes muestras que UNIDOS podemos y unidos lo lograremos. Pronto tendremos un nuevo país.