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Venezuela, política y pataleo

Opinión
Artículos de opinión
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Si algún derecho se ha ejercido y se ha respetado en Venezuela durante toda su historia republicana ha sido el derecho al pataleo, excepto en esta piazo ‘e revolución que en veinte años les ha negado a los venezolanos hasta ese sagrado recurso de la pancada a quienes tienen el agua al cuello y que ellos, en este momento practican, porque se saben perdidos, con la diferencia de que sus ardides atornillantes les cuestan libertades, vidas, dinero e institucionalidad a una nación que sufre y padece la más grave de las pestes humanas, el hambre.

Un ejercicio de memoria sobre el pataleo político en los últimos 60 años nos hace recordar que en 1958, cuando Rómulo Betancourt y Acción Democrática (AD) ganaron las elecciones, se dijo que los adecos habían hecho trampa a Unión Republicana Democrática (URD) y a Wolfgang Larrazábal, algo que sospechaban porque URD no sólo acaparó las curules del hoy finado Congreso de la República, sino que arropó las asambleas legislativas y los concejos municipales de entonces; es decir, el mapa se tiñó de amarillo.

En un país con el 80 por ciento de su población viviendo en el campo, con un altísimo porcentaje de analfabetismo, no sería extraño que a la gente la pusieran a votar blanco en virtud de que el candidato amarillo vestía de blanco marinero y supuestamente les dijeran a los electores: “Gorra blanca, camisa blanca, pantalón blanco, voto blanco”. Quizás no fue así, pero ese era el discurso que manejaban los seguidores de Jóvito Villalba como su derecho al pataleo.

Durante la campaña de 1963, Acción Democrática se dividió en AD y AD-Op cuando Raúl Ramos Giménez, del ala más izquierdosa, le quitó hasta el color blanco de su tarjeta, no dejándoles a los adecos otra opción que tomar para sí el color negro como divisa y, con la consigna “Vota Negro”, Raúl Leoni fue elegido Presidente y los betancouristas, gracias al pataleo político, fueron acusados de hacer trampas otra vez.

En 1968 AD organizó unas elecciones primarias para escoger candidato entre dos opciones representativas del sentimiento partidista, Gonzalo Barrios y Luis Beltrán Prieto Figueroa, que habrían sido ganadas por Prieto y desconocidas por Barrios. En ese pataleo AD se dividió en dos grandes toletes y dio origen al Movimiento Electoral del Pueblo (MEP) que lideró el maestro margariteño. La tolda blanca recuperó el albo color de su tarjeta y los nuevos adversarios el morado con la ilustración de una oreja que aludía los grandes apéndices auriculares del candidato.

Bueno, como se dice en el argot hípico, el copeyano Rafael Caldera se coló por los palos, por la baranda, y derrotó a Barrios y a Prieto por poco más de 30 mil votos. Allí el pataleo se acentuó más porque la división permitió la pérdida del poder por parte de AD y surgieron mutuas acusaciones; sin embargo, el que no ganara ninguno de los dos les sirvió de consuelo para arrastrar y soportar la derrota.

Como el régimen dictatorial que sufrimos nos quitó hasta el derecho al pataleo, y el que patalee lleva plan y va preso con condenas que los delincuentes togados pretenden extender hasta por 50 años, mínimo, tenemos a los simpatizantes de la oposición y de la MUD pataleando en las redes sociales como recurso para no perder la tradición ni la costumbre…