La reciente edición de la ENCOVI evidencia que la contracción económica que enfrentamos desde el 2014 se ha traducido en una cuantiosa perdida de empleos, lo cual ha transformado a Venezuela en una gran fábrica de desempleados y trabajadores informales. Ello ha forzado a millones de nuestros compatriotas a huir del infierno bolivariano a fin de conseguir un trabajo en otras latitudes.
Entre el año 2014 y el 2021 se produce una fuerte destrucción de empleo como consecuencia del colapso económico que se produce y el empequeñecimiento de la economía. En los años recientes el confinamiento y la crisis de combustible generan una crisis de movilidad que agrava la recesión. En el periodo mencionado se reduce el empleo formal en 21,8 puntos porcentuales, lo que equivale a 4,4 millones de empleos, La mayor parte corresponde a empleo público reflejando el colapso del financiamiento del Estado y de la industria petrolera. 70% del empleo perdido corresponde al sector público y 30% al privado.
La contracción del empleo generado en la economía convierte al trabajo en algo escaso, transformando al país en una gran fábrica de desempleados, abunda la gente que desea trabajar pero no encuentra trabajo alguno que realizar. Esto no se refleja en las cifras de desempleo abierto que alcanza un 3,2 %. Esta cifra se evidencia como muy baja lo cual da pie a que las cifras oficiales de desempleo minimicen el problema, El desempleo se encubre bajo diversas figuras. Por un lado está el subempleo visible (personas que trabajan menos de 15 horas), en segundo lugar el desempleo desalentado que incluye a los que desean trabajar pero no lo hacen porque el ingreso a devengar no los estimula, finalmente las mujeres con hijos que desean trabajar pero no pueden hacerlo. La sumatoria de estos grupos asciende a 8 millones de personas.
La población desempleada es mayor que la población ocupada, la cual representa 7,6 millones de personas. La contracción del empleo formal público y privado se traduce en un incremento de los trabajadores por cuenta propia que se convierte en el grupo de ocupación más numeroso representando al 51,7% de la población ocupada. En otras palabras la mitad de la población ocupada es auto empleada, ello incluye a los que laboran en la economía informal. Sin embargo la informalidad llega al 60% de la población ocupada pues solo el 40% tiene un empleo formal.
En síntesis el grueso de la población en edad productiva en Venezuela está desempleada o labora en la informalidad. Si sumamos la población desempleada a la que labora en la economía informal, obtenemos que 80,6% de la población en edad productiva carece de un empleo formal y se encuentra desempleada o laborando informalmente. A esto hay que añadir que muchos de los que tienen un empleo formal se dedican a “matar tigres”, pues la remuneración que obtienen es muy baja, como lo veremos a continuación.
Los que logran conseguir un empleo formal, lo hacen con unas remuneraciones muy bajas. Es el caso de los que laboran en el sector público cuya remuneración promedio mensual es de 12,3 dólares, lo cual no representa ni el 10% de la canasta alimentaria estimada en 224 dólares. Ello incluye a los profesores y empleados universitarios que se dedican a la elaboración de tortas o a otro tipo de actividades para compensar el magro ingreso que les paga la universidad. Esto provocó, en el período previo al confinamiento, un ausentismo generalizado en las universidades cuyas autoridades se veían en aprietos para garantizar la asistencia de los trabajadores a sus puestos de trabajo.
Las remuneraciones de los que trabajan en los restantes sectores es un poco más alta pero ello no altera significativamente la precaria situación de los mismos. La remuneración del sector privado es de 38,7 dólares mensuales y la de los que trabajan por cuenta propia es de 32,8 dólares, estas cifras no llegan a superar el 20% del valor de la canasta alimentaria, que como ya mencionamos se ubica en 224 dólares. Esto ubica a todos los trabajadores de los sectores mencionados en la extrema pobreza. Si bien los subsidios gubernamentales y las remesas mejoran su situación ellos no compensan el efecto de la hiperinflación pues la pobreza sigue creciendo a pasos agigantados.
La baja remuneración impulsa a los profesionales y mano de obra calificada a emigrar en busca de una remuneración acorde con su formación y que les permita pagar los gastos básicos de vida, cosa que no es posible en Venezuela. Esto abarca un universo, estimado recientemente por la ONU, en 6 millones de personas que incluyen a médicos, ingenieros, músicos, y profesores universitarios, entre otros. El 86% de los que emigran declaran que su motivación fundamental es la búsqueda de un trabajo.
Fuente: La mayor parte de la información que sustenta este escrito proviene de la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI) realizada por la Universidad Católica Andrés Bello en el año 2021.
Profesor UCV