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El violinista del Diablo

Artículos de opinión
Tiempo de lectura: 5 min.

1. Según maestros del pensamiento, los conceptos de moral y ética en su etimología fueron homólogos, significaban costumbre y conviene discutir sobre ellos para contribuir a la confusión general. Con el desarrollo de la lengua, ambos significantes se diferencian radicalmente en significados, pero moral mantiene el suyo primigenio, mientras ética se decanta hacia la disciplina filosófica que estudia su evolución teórico-histórica con rigor analítico. En la actualidad de relativismo antropológico y sociológico, tales términos los usan ideólogos y profesores interesados en justificar la barbarie de “culturas” en las que mutilan el clítoris a las impúberes, las casan con ancianos u hombres mayores, los maridos tienen derecho a apalear o matar a las mujeres sí se les corre el chador o el burka y no pueden salir a la calle sin wali o tutor.

2. Resulta desalentador, por otro lado, ver togados de cartón que no solo defienden estas atrocidades, sino que hacen gárgaras con la palabra ética, voz engolada y cabeza vacía, para justificar niñerías políticas desastrosas producto de mera incapacidad para el oficio. Un pensador contemporáneo, Aristóteles, nos dejó de los textos más importantes jamás escritos, Ética nicomáquea, que proporciona un placer inmenso de leer, y provoca tener el teléfono del autor para almorzar con él. Una vez en el Vaticano, me deslumbró un prodigioso fresco de Rafael, La escuela de Atenas, en cuyo centro aparece Aristóteles con ese libro, y a la diestra, Platón. Acompañan a esos dos titanes, Sócrates, Heráclito, Pitágoras, Zenón de Elea, Epicuro, Anaximandro, Jenofonte, Averroes y varios otros. En el jardín de maravillas de la Ética nicomáquea, su autor estudia las más variadas versiones de la praxis humana, entre ellas la búsqueda de la felicidad.

3. Se pregunta si felicidad equivale a dinero, poder y gloria, pero concluye que no bastan, porque son solo medios que podrían contribuir a ese fin. La filósofa mexicana María Félix expresó lo mismo en tránsito de un terrible y conocido despecho y a la pregunta de una periodista bien informada, “piensa Ud. que el dinero y la fama dan la felicidad?” respondió “no sé bien , pero prefiero llorar en un Lamborghini” (anécdota también atribuida a Francoise Sagan) Para Aristóteles la felicidad consiste en realizar las potencias que llevamos en nuestro interior, lo que una óptica moderna, Baltazar Gracián expresa con una de sus meteóricas frases: “quien trabaja en lo que le gusta nunca sabrá lo que es trabajar”, el esfuerzo entendido como arte y no como sacrificio. Miguel Ángel pasaba semanas acostado en un andamio a 20 metros de altura en el techo de la Sixtina y Alonso Quijano “días de claro en claro en claro y noches de turbio en turbio” leyendo novelas de caballería, hasta que creyó ser doble de Amadís de Gaula. Ninguno de los dos se mostraba exhausto por su trabajo.

4. La felicidad se conquista en el esfuerzo por alcanzar la virtud, que no debe confundirse con la virtud cívica, obediencia a la ley por los romanos, ni la virtú maquiavélica, capacidad para mantenerse en el poder y derrotar a los contrincantes de El Príncipe, sino la destreza que dan la dedicación, Si con esfuerzo cumplo con mis objetivos plenamente, la razón y el esfuerzo, soy un virtuoso. No es algo con lo que simplemente nacemos nacemos, aunque, según el mismo Aristóteles, tengamos potencias que pueden terminar en actos, sino que la logra el hombre con la acción sistemática, el esmero, la rutina y el ansia por hacerlo mejor cada vez. Dicen que Paganini tenía unas manos excepcionalmente largas, dieciocho centímetros, pero seguro hay millones de humanos con manos similares que no hacen los mismos prodigios con el violín, tan geniales que lo acompañaba la fama de haber pactado con el Demonio y la iglesia permitió su entierro en el camposanto trece años después de morir.

5. El verdadero demonio fue el padre, quien lo hacía de niño tocar el piano durante diez horas consecutivas. Su virtuosismo le permitió interpretar al violín con una sola cuerda, lo que hizo llorar al público. El esmero y la dedicación son necesarios en todas las actividades humanas, entre ellas la principal, la política. Los grandes líderes se esfuerzan por vivirla intensamente, aprender de la acción, por lo que alguien dotado de talento suficiente, aprende para desarrollarlo de la suya y de la de otros. El autor denomina a esta dedicación sostenida, sacrificial, virtud ética que impide al sujeto entregarse a distracciones frívolas. De ese modo asimila las experiencias más variadas para enriquecer su know-how. Aprende a no jugarse el todo por el todo, salvo en los casos excepcionales en los que el resultado sea satisfactoriamente probable, a no dejarse llevar por rumores, la temeridad. Otras virtudes necesarias son las dianoéticas: estudiar el oficio, conocer a fondo las variables intervinientes. Eludir gracias a instrumentos intelectuales, la irresponsabilidad que induce a lanzarse en la piscina sin agua, un terrible defecto, tanto como la cobardía, que nos hacen desperdiciar oportunidades brillantes.

6. Ambas virtudes crean la gran maestra, la phrónesis, la prudencia, traducida como sabiduría práctica, que hace a los políticos resguardar a los demás y a sí mismos, en contradicción explosiva con la hibris, la desmesura, madre del fracaso, el devaneo ególatra la falta de conciencia. Y corresponde a las virtudes éticas no permitir dejarse llevar por la vanidad, la ambición, el ansia de reconocimiento, el hambre de poder. Al lado las virtudes dianoéticas, la sofía, episteme, saber teórico, conocimiento intelectual de cualquier disciplina, trufadas por la mencionada phrónesis, virtud ética (prudencia) que nos enseña a eludir los riesgos y es el arma más poderosa para transformar el entorno, la sociedad, las relaciones de poder. Si el tiempo pasa y pasa sin que la vocación o la ambición se adapten a la huella de ambas, se carece de las virtudes aristotélicas. Ser consuetudinariamente vencido por el mismo adversario, debería llegar al fondo de la hibris de quienes se malogran y malogran a sus seguidores.

7. Hablamos al comienzo del fresco de Rafael en El Vaticano, La escuela de Atenas. De 7 x 5 metros, en cuyo centro están los dos gigantes, Platón y Aristóteles, entre los seis o siete filósofos más trascendentes de todos los tiempos. El monumental tratado de Giulio Carlo Argán, Renacimiento y barroco (1999) se aproxima a la compleja trama simbólica trazada por Rafael. Es una celebración anacrónica de hombres vivieron en lugares y tiempos diferentes, de la ciencia, el arte y la filosofía que reúne a los más importantes filósofos. El dedo de Platón apunta al cielo, como su pensamiento, al dominio del mundo de las ideas, el hiper topus uranus, donde se encuentran las esencias perfectas, los valores ideales, justicia, belleza, verdad, sobre las que diserta en el Timeo, el libro que carga en la otra mano. Aristóteles lleva en una de las suyas Ética nicomáquea y con la otra señala hacia abajo, a la tierra, en correspondencia a ser el primer científico factual, preocupado por la geografía, la física, política, sociología, psicología, zoología. Eso define el distanciamiento que explica una gran trastada de Platón, quien al morir, decidió no designarlo sucesor a la cabeza de la Academia.

@CarlosRaulHer

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