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¿Y quién asesora tan mal a los dirigentes de Voluntad Popular?

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 3 min.

Con su líder más carismático preso, rostros frescos en la Asamblea Nacional y varios años de “burdel político”, la organización Voluntad Popular no pudo escoger peor momento para ventilar públicamente sus diferencias, justo después que el gobierno de Venezuela sufriera semejante derrota ante la OEA, regalándole nuevamente al poder una excusa perfecta para destruir a su adversario.

Con una polémica vergonzosa e inútil sobre lo que hizo o no hizo el parlamentario Luis Florido al frente de la Comisión de Política Exterior, la campaña sucia -que obviamente provino de las entrañas del partido-, comenzó con una suerte de lista Tascón, donde se denunciaba en las redes los nombres de cada uno de los seleccionados por Florido para representar a la diáspora venezolana en el exilio, como si de semejante designación dependiera el futuro del país, la independencia de los poderes o la culminación de la hambruna y las epidemias.

Más grave aún cuando Leopoldo López Gil -el padre de Leopoldo Lopez-, lo sentenció muy temprano en la mañana vía Twitter y le conminó a abandonar el partido al mejor estilo de Maduro o Cabello. Sin una discusión interna, sin asomo de democracia, sin ninguna posibilidad de defensa por parte de Luis Florido. Y lo peor: dejando a los espectadores con la percepción de que algo muy oscuro debió haber ocurrido y, en consecuencia, cada quien se arrogó el derecho de especular. Empezando obviamente por el gobierno y su vocero fundamental, Diosdado Cabello, quien no vaciló en señalar que lo de Florido obedeció a que “se llevó una plata que no le correspondía llevarse” y que los demás dirigentes del partido naranja “se molestaron” porque “no repartió el dinero pero si lo hubiese repartido no dicen nada”, casi regalándole a VP su propia estrategia, valga el detalle.

Y es acá cuando los venezolanos que hacemos cola, que no conseguimos medicinas ni alimentos, que no nos alcanza el dinero para casi nada y vivimos el día a día al borde del abismo, miramos hacia otro lado cuando los partidos nos convocan a marchas y protestas. Porque y sin que suene a análisis de peluquería, cualquiera de nosotros termina preguntándose ¿Por qué esta gente no lava los trapos sucios en su casa? ¿En que me beneficia a mí ese zaperoco entre Florido y Leopoldo papá? ¿Por qué no lo discutieron entre ellos y ya?

De hecho, no hay que ser un genio en marketing político para calibrar lo que ahora llaman el momentum. Ni se necesita tener más de 50 años para recordar cómo y quiénes hundieron a Acción Democrática desde las entrañas mismas de un partido que llevaba 40 años en el poder – así estuviese en la oposición-, pero que se autodestruyó comerciando con El Nacional chismes bajos y denuncias varias, a cambio de centímetros cuadrados de “información”, tal y como me lo reveló Miguel Henrique Otero años atrás, cuando desarrollaba mi tesis para la Maestría en Comunicación Política que hacía en la Universidad Autónoma de Cataluña ( “Los Trapos Sucios se Lavan en el Partido”, se llamaba casualmente la tesis) y donde buscaba demostrar cómo esa pésima estrategia en los medios, develando sus luchas intestinas, acabó con un partido que aún hoy sigue sin recuperarse de semejante barbaridad.

Todo esto sin contar con que al gobierno no se le movería un ápice de la cordura para tomar las presuntas denuncias como pruebas y mandar a Florido directo a la cárcel por corrupto.

Y aunque suene feo, realmente los partidos de oposición deberían hacerle caso a Diosdado y seguir la estrategia del Psuv, que es mantener todos sus secretos, pugnas, odios y corruptelas en la más estricta intimidad. Si un Ministro robó – casi una redundancia-, pues lo cambian de cargo y ya. O lo envían a una embajada. O lo dejan salir del país con todo lo robado completico, siempre que el asunto no salpique al bunker del poder. Y allí están, con casi 20 años en Miraflores y viendo felices desde el Balcón del Pueblo a los partidos de oposición hiriéndose entre todos, pisando los peines que les pone el gobierno cada cierto tiempo, cayéndose a dentelladas entre si, mientras en la galería a nadie le interesa quien gane o pierda, porque los venezolanos están demasiado ocupados buscando alimentos y medicinas para andar pendientes de semejante idiotez.