El estado de angustia, preocupación y tensión que diariamente vive el país, consecuencia de un régimen usurpador que se dedicó a empobrecernos y destrozar nuestra economía, nuestra sociedad y todo lo que significaba futuro bueno para Venezuela, afecta negativamente nuestro organismo, no podemos adquirir los alimentos necesarios para darle a nuestro cuerpo el componente vitamínico necesario y cuando nuestra salud flaquea nos vemos en serios inconvenientes para comprar los medicamentos cuando los encontramos. Toda esta penosa situación en un marco de inseguridad personal y de bienes que nos lleva a jugarnos la vida a diario en nuestra casa, oficina o en la calle a toda hora y en cualquier momento.
La carencia de recursos económicos pone en peligro nuestra salud y ya son muchos los casos de niños, jóvenes y adultos fallecidos por desnutrición o falta de de la medicina adecuada.
Pero este estado de deterioro de nuestro organismo y salud produce o puede producir trastornos espirituales, en nuestro ánimo y en nuestra psiquis, entre ellos amargura, mal carácter y puede llegar a la pérdida de la racionalidad. Si a este cuadro dantesco le sumamos que la gente presume que no hay salida rápida o simplemente que no hay salida porque la alternativa no luce UNIDA, coherente y carente de mensaje, podemos afirmar que estamos a las puertas de la desesperación que nos puede llevar hasta la resignación. La desesperación es la pérdida total de la esperanza que nos produce cólera, despecho y enojo. También es soledad, aislamiento, miedo, frustración y dolor. El país aún no ha caído en la desesperación pero parece que estamos bastante cerca y de ello el régimen es responsable por su nefasta gestión pero también nosotros , la oposición, que no terminamos de presentarnos como garantía próxima de cambio y de un país vivible y mejor donde superemos las negaciones en que estamos y podamos vivir en paz y armonía con satisfacción al menos de nuestras necesidades materiales mínimas, sobre todo las de los más desposeídos y necesitados que alcanza la tormentosa cifra del 80% del país. Si el pueblo pierde la esperanza es porque quienes debemos dársela no lo hemos hecho y dársela supone presentarnos unidos, coherentes, con un mensaje de recuperación nacional y como garantía de paz y desarrollo en libertad y justicia.
En nuestra conciencia y sobre nuestros hombros está la inmensa obligación de transmitirle al país esperanza cierta, optimismo en el futuro inmediato y confianza que vamos por buen camino a alcanzar el cambio propuesto por el bienestar de todos. El tamaño de la esperanza y optimismo es directamente proporcional al estado de UNIDAD de la oposición, mientras más unidos estemos más alta será la esperanza y el optimismo de los venezolanos.
El país no entiende y se asombra cuando el liderazgo nacional de la oposición no es capaz de ponerse de acuerdo cuando se trata del más alto interés de todos y de la Patria. Debemos cuanto antes llevar un mensaje y una conducta clara de UNIDAD al país para que nos entienda como gente equipada con buenos valores ciudadanos bien puestos y sacarlo del asombro que lo atormenta.