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Cultura política y gobernabilidad

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 3 min.

Asombra el discurso vacío, puntual y simple de algunos de los líderes políticos de la nación. En su mayoría carece de argumento ideológico y de sistematización estratégica. Es improvisado y aislado de oferta programática y propuesta oportuna y causal. ¡Hombres de tiro corto y llegadas impacientes! Manejan una arenga entre 80 y 100 palabras. Repetitivos y monótonos las más de las veces. Intuitivos y espontáneos. Pocos reflexionan y muchos son grandes especuladores teóricos y en la práctica se comportan lisos para la invención y apariencias en la comprensión. Esta esquemática manera de expresarse no genera motivos y entusiasmo para luchar y hacer vida militante a la población. No tienen en su mayoría repuestas convincentes a la solución de los urgentes problemas de la ciudadanía. Su discurso preferido tiene que ver con ataques personales, infamias y vilipendios. Destrozan y humillan al mensajero en lugar de cuestionar argumentos. En general utilizan un lenguaje chabacano, y burdo, ausente de estilo y buen gusto.

Populismo y clientelismo

Este tipo de discurso se ve y se siente desde los más altos niveles de gobierno y jerarquías partidistas hasta en los medios y bajos cuadros políticos y administrativos. Es una marca insoluble en estos pequeños y subdesarrollados países del continente. Donde la lucha por el poder lo caracteriza la falta de innovación o libertad creativa. Todos cortados por el mismo patrón. Copiándose del extranjero los adelantos técnicos y metodológicos del marketing publicitario e informativo de la política. En cuyo proceso juegan papel importante las frases “Permítame pensar por usted” y “Cómo se vende un presidente”. El populismo y el clientelismo los grandes males de la política latinoamericana. La demagogia, la trampa electoral y la compra de conciencia y de votos. Las razones por las cuales vota la población más pobre, aun cuanto poco cree en los políticos. ¡Campañas electorales de cuentos y componendas!

La vena corrupta del continente En la actual y grave situación de hambre y miseria la credibilidad en muchos políticos se ha ido al foso. La gigante y brasileña Odebrecht descubrió la vena corrupta del liderazgo político latinoamericano. De México a la Patagonia frotó la inmoral cadena de corrupción que como mafia política recibieron sus comisiones millonarias por la adjudicación de grandes obras públicas. Lesionando el sagrado patrimonio público que habían jurado defender. Aquí no hay santo por quien rogar, se embarraron tanto quienes defienden el neoliberalismo y libre mercado, como aquellos que proclaman el control estatal del mercado o el socialismo. Conservadores y progresistas. De acuerdo a la óptica de los centros e instituciones de estudio y de organismos internacionales, los países latinoamericanos son naciones de frágiles instituciones y sistemas políticos al servicio de las organizaciones partidistas y no de los ciudadanos. Son monarquías medievales caracterizadas por los privilegios, la discriminación, la desigualdad social y la contradicción entre la libertad en teoría y la justicia verdadera. Gobiernos pocos representativos.

Los gobiernos se evalúan por su rendimiento y productividad, en la administración de sus recursos humanos, tecnológicos y económicos. Su desempeño deberá estar en concordancia con los objetivos y metas programadas para un espacio y tiempo determinado. Se miden por la calidad de los servicios y no por los montos invertidos o los metros cuadrados de infraestructura. Es el grado de satisfacción de la gente lo que debe valorarse. Medirse. Por eso, lo que está planteado son nuevas instituciones. Una gobernabilidad que mejore la distribución del ingreso. Eficacia y resultados… para mejorar la calidad de vida. “No hay empresa de gobierno más difícil –decía Maquiavelo– que convertirse en jefe de instituciones nuevas y poner éstas en marcha”.

Participación en los asuntos públicos

Las naciones avanzan cuando enfrentan nuevos problemas. Reinventar el gobierno. Llevan el timón… no reman. Los buenos gobiernos son catalizadores. Su función es de timonel… fijan el derrotero. Son flexibles y responden a situaciones complejas… atacan las raíces del problema. Planifican estratégicamente. Porque gobernar es una ciencia que requiere no solo una moderna concepción del desarrollo si no también un conocimiento integral de la realidad. El poder contemporáneo es antagónico a la estructura piramidal. Los gobiernos que controlan en exceso a los ciudadanos reducen su potencial de trabajo y producción. La eficiencia está relacionada con la descentralización y la participación de la gente en los asuntos públicos.

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