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Día del zurdo

Artículos de opinión
Tiempo de lectura: 4 min.

Copado como lo está cualquier venezolano, por la pandemia y por el casi eterno y absurdo conflicto político, hice todo lo posible para que no se me pasara por alto la celebración, el pasado 13 de agosto, del Dia del Zurdo. La iniciativa se originó en 1976, con el fin de “dar a conocer y ayudar a reducir las dificultades que encuentran las personas zurdas”, que, de acuerdo a diversos organismos internacionales, hoy en día representan alrededor del 11 % de la población del planeta, o sea que estamos hablando de casi 800 millones de terrícolas, la que, habrá que convenir, no es una cifra menor. Por otro lado, los estudios revelan que esa proporción se ha repetido a lo largo del tiempo y de manera más o menos similar en todos los países, con excepción, parece, de la China actual en donde apenas el 1% de los habitantes manejan la vida con la izquierda, debido a que, de acuerdo a una noticia, quien sabe si con cara de “fake news”, es muy fuerte la presión social y cultural a fin de corregir esa “desviación”[i1]

¿Y Adán y Eva?

Se habla de ellos como los iniciadores de la especie humana, así como del gusto que sentía Adán por las manzanas, sobre todo si estaban prohibidas, y hasta del mal carácter de Eva, seguramente una apreciación generada desde el prejuicio machista, surgido al aparecer el primer varón. Pero nunca se ha comentado que alguno de ellos fuera zurdo, ni tampoco que lo fueran Caín y Abel, esos hijos tan disímiles que tuvieron.

Lo que los historiadores si parecen dejar fuera de duda es que en todas las sociedades ha habido zurdos, a la par que diversos estudios socio antropológicos han demostrado, así mismo, que las culturas antiguas, incluso las extintas, eran mayoritariamente diestras. Dicho sea de paso, compartimos con los chimpancés la característica de ser los únicos mamíferos en tener la diestra como mano dominante, mientras que el oso polar, leo por ahí, es el único animal predominantemente zurdo.

Estamos, pues, ante un asunto que se ha discutido más de lo que uno cree. Por razones que explico un poco más adelante, y que obedecen a motivos personales, me he ocupado del mismo siempre ayudado, claro, por el Profesor Google, y si he comprendido bien las lecturas, realizadas a vuelo de pájaro y desde la perspectiva de un sociólogo, para quien esto equivale a nadar en aguas muy profundas, la explicación de la existencia de personas zurdas continúa siendo un asunto cuyas causas y consecuencias aún son en buena medida tarea pendiente para la ciencia, si bien las investigaciones concluyen que lejos de esa leyenda negra tejida, en diversos formatos, a lo largo de los siglos, el ser zurdo no es una enfermedad, una maldición ni nada parecido, sino una condición vinculada a “factores genéticos de naturaleza muy compleja y con una fuerte modulación ambiental”.

Mi hija Camila

Para el zurdo el mundo es como si hubiera sido construido al revés, en no pocas ocasiones su vida transcurre a contra vía, como si se estuviera comiendo una flecha. Dado que los diestros son mayoría absoluta, escribe una filósofa, los inventos prácticos están, lógicamente, diseñados para ellos. Así, las cerraduras se vuelven un problema; atornillar y desatornillar, otro, y ni para qué hablar del uso de abrelatas, de tijeras, pupitres y cuadernos y de un sinfín de cosas, incluyendo armas y cierras eléctricas. Así, al zurdo se le ha creído una criatura extraña y por su propio bien, casi por un imperativo moral, se le “enseña” volverse derecho, señal de una discriminación que aún sigue vigente, según lo ha expresado una y mil veces el escritor Javier Marías, quien habla de haberlo vivido en carne propia, dado que “fumo y firmo con la izquierda”, advirtiendo que así se cumple, a estas alturas de la historia, la “opresión en contra de las minorías”.

Como indique arriba, tenía varios años que no aludía a la conmemoración del 13 de agosto. En dos ocasiones escribí al respecto y ahora, tanto tiempo después, quise volver a hacerlo, aunque inevitablemente me repita un poco. Hago así honor a la casualidad que determino que mi vida familiar acontezca junto a muchos zurdos, todo indica que venidos por el lado materno. Me refiero a tíos, hermanos, primos, sobrinos y hasta una hija, Camila, a quien recuerdo inquieta, a sus cuatro o cinco años de edad, preguntándome si Dios era zurdo, mientras yo le decía que no, pero que Maradona sí, en medio de un diálogo que tenía lugar mientras ella trataba de escribir sus primeras letras, con la lengua afuera debido al esfuerzo desplegado para agarrar el lápiz y acomodar el cuaderno según las condiciones impuestas por la mayoría dominante de los derechos. Debo decir que nunca se doblegó y que hasta el día de hoy, ya veinteañera, es una zurda consecuente. Ella es la inspiración, a lado del resto de mis queridos familiares zurdos, de estas cuartillas.

Los atletas zurdos

El deporte siempre ha sido, por lo general, un escenario en donde más se respeta a los zurdos, aunque, siempre hay una excepción, pues tengo entendido de que en el polo no se permite el uso de la mano izquierda. Un pitcher, un boxeador o un futbolista zurdos han sido siempre muy cotizados, a quienes nadie se les ocurriría trocar en derechos para que se desempeñen mejor.

Refiriéndose al futbol opina el escritor Juan Villoro que “…patear balones nos ha acostumbrado a un misterio biológico: la pierna izquierda nace más especializada que la derecha.” Y asoma una observación que tal vez alguien considere que no viene al caso, pero que me parece que no está de más. Advierte este autor, del que nadie pueda dudar de sus convicciones progresistas, que si el izquierdismo continúa actuando con la inconsecuencia con la que lo está haciendo “… el estado actual del mundo hace pensar que las canchas de fútbol serán el último refugio para jugar por la izquierda.” Así las cosas, me permitiría agregar yo, la derecha, podrá jugar a sus anchas, sin que nadie la marque, como ya pareciera estar ocurriendo en casi todo el planeta.

Que la Dios nos agarre confesados. No lo dice Villoro, sino este servidor, aunque seguramente él concuerde conmigo.

El Nacional, 19 de agosto de 20020

[i1]