La circunstancia que el 90% o más del país desee un cambio inmediato de gobierno es la natural respuesta del pueblo a una gestión que ha sido destructiva, nefasta y ha dañado todo lo que teníamos bueno y empeorado lo malo. Este fulano proceso ha devastado el país, acabó con nuestra agricultura y cría, con nuestros parques industriales, con el comercio y amenaza con acabar también con nuestra cultura bastante maltratada, ha sembrado odios, rencores y estimulado retaliaciones y venganzas. Se dedicaron a acabar con el país y a empobrecernos, al extremo que nos vemos en aprietos para comprar los alimentos necesarios y adquirir las medicinas adecuadas. Las industrias básicas de la nación, el complejo siderúrgico de Guayana y PDVSA confrontan la más profunda y aguda crisis en toda su historia, técnicamente están quebradas. PDVSA, la de los huevos de oro, antes de este proceso producía 3.500.000 barriles de petróleo diariamente y hoy estamos por debajo de 700.000. Todas las empresas del Estado en las peores condiciones de productividad e inauditables. La inflación que soportamos y cada vez nos hace menos pudientes es la más alta del planeta y el régimen no asoma la más mínima intención de enfrentarla, al contrario toma medidas aisladas y contradictorias que contribuyen a exacerbarla.
Pero ese 90% o más de rechazo a este régimen usurpador y despótico no se traduce en solidaridad con el liderazgo de la oposición ni tampoco con Juan Guaidó, Presidente encargado. Algo ocurre entre el sentimiento popular y la dirección de la oposición y Guaidó. No pretendo entrar en la especificidad de lo que ocurre, pero si quiero señalar que en mi opinión dentro de lo que ocurre con toda seguridad está presente la desunión. El país piensa que en la oposición pesan más los intereses sectoriales y personales que los de la Patria y de este lamentable pensamiento son los dirigentes de la oposición los únicos responsables por sus palabras, por sus obras y conducta.
No es entendible que en este tiempo tan dramático y crítico de la Republica la oposición no se presente con un mensaje claro, homogéneo, esperanzador y una estrategia compartida por todos los actores principales y fundamentales. La oposición, que por reclamo del país y su supervivencia debiera estar UNIDA para cuanto antes sacar este régimen y atender el serio y apasionante compromiso de la reconstrucción nacional , luce desarticulada, cada quien por su lado haciendo lo que les da su gana en la idea de favorecer sus individuales intereses con descuido inexcusable del interés patrio, cada vez más parece un conjunto de partes desiguales que no son capaces de ponerse de acuerdo.
El régimen no tiene ninguna intención de abandonar el poder, somos nosotros y exclusivamente nosotros los únicos que podemos hacerlo posible y para que ello ocurra es fundamental estar UNIDOS con un mensaje diáfano y claro. La desunión y la incoherencia de la dirección de la oposición paradójicamente colabora a remachar el régimen en el poder y corremos el gravísimo riesgo que el país se sienta sin alternativa válida y lo invada la resignación, que sería aterrador. Dios quiera nunca ocurra. El llamado desesperado es pues a la UNIDAD, apartando todos los elementos que no colaboren con ella y a tener un mensaje que el pueblo haga suyo y a diseñar una estrategia coherente que nos conduzca cuanto antes al cambio. Hoy está a prueba nuestra autenticidad, si proclamamos que el interés de la Patria es superior debemos actuar en consecuencia y estar al frente del reclamo del país: desarrollo, comida, medicinas, seguridad, empleos dignos, libertad y justicia.
La Patria está en muy delicado estado de salud, aunque todavía no en situación terminal, el diagnóstico está definido, hace falta atención y medicamentos apropiados para restablecer la vitalidad nacional y ello está solo en nuestras manos. Dios permita que veamos a Venezuela nuevamente saludable, vigorosa y bullanguera y no concurrir con lamentos tardíos a sus exequias. La Patria está expectante y su destino inmediato está en nuestras manos y nos corresponde atenderlo con prontitud; lo que hagamos o dejemos de hacer hoy se reflejará mañana.
Si atendemos el interés del país debidamente con toda nuestra voluntad, desprendimiento, inteligencia y coraje nos lo será reconocido, si no lo hacemos pasaremos a la historia como una generación desquiciada que cuando la Patria la convocó no atendió su llamado. Decidamos YA de una vez por todas, mañana puede ser tarde.