El descontento con el gobierno se expande exponencialmente. La pobreza toma terreno y la desesperanza invade con fuerza los sentimientos y las emociones de los venezolanos. En gruesas capas de la población reinan como león en la selva la queja constante y la impotencia de no poseer dinero para adquirir los alimentos básicos. El lamento y el desconcierto por los precios es la conversación obligada en cada reunión, contacto o conversación. La hiperinflación bestial es tan grande como la crítica contundente al trabajo del gobierno. Hay decepción general y la contrariedad se canaliza de diferentes formas contra el oficialismo. Será difícil ganar una nueva elección para el gobierno sea del nivel que sea. Tengo información digna de todo crédito que en las bases chavistas el disgusto se incrementa cada día. El desorden y el incumplimiento campean en los programas sociales y en las ayudas monetarias que ofrece el presidente Maduro. Poca gente cree en la guerra económica y hay consciencia de una incompetencia brutal en la gestión pública.
La credibilidad en lo más bajo
La credibilidad en el gobierno y especialmente en Maduro, es hoy de los más bajos desde sus inicios. Nunca como ahora la imagen estaba tan denigrada. No hay confianza en quienes gobiernan. La gente está agotada de tanta promesa incumplida. Para las elecciones del 20M prometieron, que si ganaban, terminar con la hiperinflación y hasta ahora no hay nada que lo vislumbre. En verdad, no pueden con la economía. Su modelo define su dinámica y su comportamiento. ¡Generador de pobreza y productor de miserias y hambrunas! Se multiplican los delincuentes y la inseguridad de bienes y personas mantiene en jaque, en forma inhumana, a los venezolanos. Millones han abandonado el país y otros tantos en proceso de hacerlo. Mientras esta diáspora se expande por América, quienes dirigen a la nación desojan la margarita y miran para los lados, en forma irresponsable. Indiferentes ante el dolor de la familia dividida. Insensibles con la separación de hijos, padres y familiares. Despiadados con el trabajo que pasan los venezolanos en otros países.
Control de los poderes públicos
Su prioridad es la permanencia en el poder a costa de lo que sea. Llevándose por delante principios, valores y hasta la cultura histórica de la república. La demagogia y el clientelismo es el signo de una burocracia corrupta y deficiente, que no tiene control ni fiscalización de sus programas y ejecuciones. Autócratas como no se había visto antes en tiempos republicanos gobiernan a su libre albedrío. Controlan, como se conoce, todos los poderes públicos y no le rinden cuenta a nadie que no sean ellos mismos. Cerrados a la observancia pública nacional e internacional imponen la autocensura en los medios de comunicación masivos. Mantienen un sistema oficial de medios para difundir los programas y políticas gubernamentales del partido PSUV y del frente que lo respalda. El sectarismo y el fanatismo duro dominan los premios nacionales y regionales de la cultura, las artes, el periodismo, la ciencia y la tecnología. Su gran fortaleza la constituye el respaldo que tienen de las Fuerzas Armadas Bolivarianas. Formadas a imagen y semejanza de Chávez, de su pensamiento y concepción militar. La crisis se profundiza y la gente no ve salida. No hay capacidad de solventarla en el gobierno. La oposición por ahora no es una alternativa. Carga a cuestas una dramática división entre líderes y las organizaciones partidistas. Fracturados en cuatro partes: MUD, Frente Amplio, María Corina-Ledezma y Concertación para el Cambio. Cuatro líneas políticas. Cuatro estrategias. Por allí no hay camino si no construyen una estrategia política unitaria eligiendo a un líder o conductor central y definiendo un programa de propuestas y soluciones a los grandes problemas socioeconómicos. La gran mayoría de la población es opositora a este régimen, pero habrá que ir a los barrios y caseríos con ofertas claras y viables. La imagen de la oposición se encuentra muy deteriorada… maltrecha.
¡Se hace camino al andar!
Mientras esto pasa, la decepción y la melancolía invade la mente angustiada de la mayoría de los venezolanos. No hay en quién creer y la desesperanza obliga a cada quien a concentrarse en sus propios problemas. ¡Que cada quien enfrente sus problemas como pueda! Parece ser la consigna popular. El lema de la Venezuela de hoy… No hay salida a simple vista y la crisis toma dimensiones alarmantes. La posibilidad de una intervención extranjera ilusiona a mucha gente. Y parte del liderazgo opositor lo aúpa y proclama. ¡Caminante, no hay camino, se hace camino al andar!
@efecepe2010