Su desmoronamiento fue paulatino y anunciado. Aparte de las culpas organizativas y errores propios (inacción, falta de respuestas claras y oportunas a determinadas situaciones, retraso en tomas de decisiones, etc.) hay tres hechos, ninguno decisivo, pero todos importantes, que determinan su condición actual. El primer daño fue la salida de algunas individualidades y pequeños partidos, sobre todo por sus posiciones muy críticas hacia los planteamientos de la oposición representada en la MUD, en la mayoría de los casos sin ofrecer una opción alternativa. Después vino la posición de Falcon y sus seguidores de participar en el pasado proceso del 20M, que aunque tuvieran razones válidas, o al menos discutibles para ello, fue una decisión en contra de la posición acordada unitariamente. Ahora la decisión de Acción Democrática (AD) de abandonar la MUD deja a esta en peores condiciones de las que ya estaba.
La decisión de AD será seguida por otros pues el problema es que los partidos no se “casan”, realmente, con la MUD; es un matrimonio de conveniencia, sonrisas y agarraditas de mano para la foto, pero duermen en camas separadas, no hay vida conyugal; y así es muy difícil que se desarrolle una verdadera unidad.
Difícilmente podrá recuperarse la MUD y queda por ver si con ella no desaparece también, aunque sea momentáneamente, la idea de la unidad como elemento político fundamental para luchar contra la dictadura. Prácticamente la MUD ya estaba de retirada y sin razón de ser ─al decir de aquellos que solo la veían como una alianza electoral─ pues los partidos que la componen han desaparecido, desde hace meses, de la acción pública. Ahora hay una razón menos, AD, para continuar con ese proyecto unitario.
Por lo pronto mi opinión, sin otros elementos de juicio, es que AD con esta decisión abandona el camino de la unidad para enfrentar la dictadura y escoge su propia agenda, cualquiera que esta sea, como alternativa de lucha. Las razones por la cuales AD se retira de la MUD están explicadas, ahora quedamos a la espera de cuál será la opción que nos plantea AD para luchar contra la dictadura y corresponderá a ese ente etéreo que es la historia y sobre todo al pueblo venezolano, juzgar la eficacia de esta acción y “premiar” con su apoyo o pasar la factura correspondiente.
Pero independientemente de la MUD, de la posición de sus críticos de siempre, de quienes optaron por separarse de su línea política y participar en el proceso del 20M o de la decisión de AD y otros partidos, este gobierno, devenido en dictadura, es el más nefasto y corrupto que ha tenido Venezuela y, por lo tanto, la solución de los problemas del país sigue siendo sacar del Gobierno a los Maduro e impedir que los Chávez regresen y nos gobiernen.
La ruta para superar la crisis, así lo creo y he dicho, es la ruta democrática y constitucional, como única posible y aceptable para resolver este y cualquier conflicto y rechazar los atajos no democráticos, que no ofrecen ninguna garantía de erradicar el autoritarismo o que caigamos en un gobierno similar, del mismo signo o de signo contrario, pero igualmente nefasto.
La posibilidad de lograrlo depende de varios factores ─unidad, movilización interna, apoyo internacional─ pero uno de ellos es contar con partidos políticos, fuertes, con autoridades democráticamente electas y frecuentemente renovadas; partidos con contenido y mensaje, que expresen las aspiraciones y el sentir de los venezolanos. Con una organización más acorde con el siglo XXI, —siglo que para algunos ni siquiera ha comenzado— capaz de conducir a nuestro pueblo a superar los partidos populistas, militaristas y caudillistas de principios del siglo XX, representados ─pero no solo en ellos─ en los que apoyaron a Chávez Frías y actualmente a Nicolás Maduro.
¿Qué hacer, entonces, que viene ahora? Como algunos ya han dicho ─Miguel Pizarro, en la Asamblea de Fedecámaras 2018─ corresponde a los políticos marcar y emprender los caminos adecuados; pero nos corresponde a los analistas señalar los errores, profundizar en las señales que nos marca la realidad política y social en que vivimos o sobrevivimos.
La tarea del momento, la que nos espera ─además de volver al pacto originario, a la reconstrucción del pacto social entre ciudadanos y políticos─ es una labor de pinza o tenaza, en la cual uno de los brazos de la pinza es organizar la resistencia interna contra el régimen con partidos políticos y dirigentes modernos y renovados; y el otro brazo es construir un movimiento ciudadano, militante y movilizado para luchar contra la dictadura.
¿Es posible hacer este trabajo de pinza en la solitud de cada partido o grupo de ciudadanos? Quién sabe, personalmente lo dudo, pero para algunos ese es el camino escogido.
@Ismael_Perez