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Diálogo o desobediencia

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 5 min.

El gobierno sabe que más del 80% del país desaprueba su gestión que ha sido tan catastrófica que igual porcentaje exige su inmediata salida. En conocimiento como está el régimen de ello diseña estrategias inconstitucionales y todo tipo de trampa, extorsiones, chantaje y amenazas con la pretensión de perpetuarse en el poder. Hay quienes sostienen y con mucha propiedad que la crisis que vivimos ha sido provocada ex profeso por el gobierno, creando simultáneamente misiones, operativos y carnet para tener acceso a algunos elementos fundamentales, con el perverso fin de tener a la población dependiendo de sus dádivas y favores. Cambian bolsas de comida por incondicionalidad. Este es un gobierno que si bien tiene origen democrático, aunque seriamente cuestionado, en su desempeño se ha deslegitimado, ha violentado elementales normas legales ordinarias y orgánicas y de la Constitución que es la madre de las leyes y de donde se desprende nuestro ordenamiento. Además ha perseguido, encarcelado, torturado y hasta asesinado a la disidencia, con frecuencia desconoce los derechos humanos y la dignidad de la persona humana.

El 10 de enero próximo concluye este periodo constitucional y deben celebrarse libérrimas y democráticas elecciones. Ahora bien, el señor Presidente se siente reelecto para el siguiente periodo producto de una farsa y monstruosa actividad electoral realizada en mayo pasado con la grosera e insólita complicidad del CNE y el TSJ. Para el 80% del país no está reelecto y para la inmensa mayoría de las naciones del mundo libre tampoco. Todos los organismos internacionales han manifestado su desconocimiento a esa "reelección". Así que si persiste el Presidente en asumir un nuevo mandato se le presenta al país una seria y bastante delicada situación. Pues estaríamos en presencia de un usurpador y toda usurpación es inexistente y sus actos son nulos.

Hay quienes piensan que como estaríamos en una situación de facto hay que también recurrir a los hechos para enfrentarla, toda vez que por la vía de la oración, por muy fortificante y eficaz que ella sea será difícil. Entiendo muy bien que a quien nos está tirando piedras no le podemos responder con margaritas, pero hay que hacer aunque sea el último esfuerzo de estos días en resolver este delicado asunto hablando, dialogando, a pesar de la ingrata experiencia que se tiene.

Ante esta infeliz coyuntura me parece que deberíamos explorar dos salidas: el diálogo, para alcanzar acuerdos que la subsanen y/o la desobediencia ciudadana.

Ante la cercanía del 10 de enero y la fundada desesperación nacional, parece que el diálogo, en primera instancia es lo recomendable por ser la más rápida a la que podemos recurrir. El diálogo es entre gobierno y oposición y es necesario que ambos estén de acuerdo en realizarlo YA, antes del 10 de enero. Si el diálogo se produce la agenda de la oposición , entiendo será: Un gobierno colegiado de transición que asuma el 11 de enero inmediato, con tiempo definido y que en su oportunidad, que no debe ser tan tarde, convoque a libres y democráticas elecciones generales para iniciar la reinstitucionalizacion del país; extinguir la inconstitucional Asamblea Constituyente, mientras reconocer la Asamblea Nacional como único órgano legítimo en su origen y desempeño, designar nuevos Magistrados del TSJ, nuevos Rectores del CNE y nuevas cabezas de los órganos que integran el llamado Poder Moral (Fiscal General, Contralor General y Defensor del pueblo) que de moral no tiene absolutamente nada. Si ello se produce creo que la Republica ha sido honrada.

De el diálogo no realizarse o de producirse sin resultados satisfactorios, necesariamente nos queda el camino de la desobediencia ciudadana (entiéndase bien, hablo de ciudadana y no solamente civil). Ella, la desobediencia, es absolutamente constitucional y perfectamente en este tiempo justificada. Debe ser nacional y activa que supone UNIÓN, organización, criterios bien claros y de un liderazgo, seguramente colectivo que sea capaz de conducir civilizadamente la toma de las calles del país sin retorno hasta tanto se logren los objetivos que el bien de la nación reclama. La conducción adecuada es fundamental para evitar descarrilamientos fáciles de presentarse que podrían traer males mayores.

El país no soporta un día más este régimen, por eso en lo del diálogo debemos insistir, que repito es un recurso de rápida realización. La desobediencia prevista en nuestra Constitución en los artículos 333 y 350 supongo nos llevaría más tiempo, máxime cuando lamentablemente nos encontramos fracturados y cayéndonos a palo entre nosotros.

Sé que la idea primera, la del diálogo, a lo mejor no sea bien recibida por el extremismo opositor, que al igual que el gobierno nosotros también lo tenemos, y me tilden de sospechoso, prefiero mil veces hablar que volver a ver nuestras calles cubiertas de sangre.

Guardando la distancia es bueno recordar que John F. Kennedy (para la época Presidente de los Estados Unidos) y Nikita Kruschov (Primer Ministro ruso) evitaron la tercera guerra mundial, que hubiese sido desastrosa para la humanidad y aún viviríamos sus consecuencias, cuando decidieron dialogar y llegar a acuerdos sobre la base de misiles nucleares instalada por Rusia en Cuba y la de los Estados Unidos en Turquía. Este fue el momento más álgido que se produjo en la llamada "guerra fría " en 1962. Ellos fueron capaces de dialogar siendo enemigos jurados y firmemente enfrentados, lo hicieron, es verdad por sus intereses, pero le evitaron al mundo una hecatombe. ¿ No podemos nosotros dialogar por el bien de nuestro país?.

En mi dilatada vida política he recibido y afortunadamente aprendido muchas enseñanzas, entre ellas la reina de todas: vocación de servicio, pero también a dialogar, a poner la voluntad necesaria y aceptable para lograr espacios de coincidencias digeribles por las partes, a ceder para recibir y capacidad de tolerarnos en medio de nuestras diferencia, se entiende que todo ello es en plena sintonía con el país que nos vio nacer y/o nos cobija

Intentemos el diálogo, el es una vía pacífica, civilizada y recomendable para superar las diferencias. Mientras más difícil y exasperante sea el acontecer, más diálogo se necesita y además es la vía que si nos la proponemos , mañana mismo puede iniciarse. Se supone que el gobierno va a concurrir, sino es así o si se produce y no hay resultados satisfactorios, el camino será la desobediencia. Jamás podemos permitir que un usurpador se mantenga en la Presidencia de nuestra República.