Calificar de negro un momento de la vida de una Nación está asociado a grandes catástrofes. Podemos referirnos al 24 de octubre de 1929, conocido como el jueves negro que dio inicio a la caída de la Bolsa de Valores de New York que casi pudo culminar en el hundimiento general del capitalismo mundial, pocos eventos han sido recordados tan sombríamente. Pero nuestro país también tiene su propia fecha funesta como el llamado viernes negro el 18 de febrero de 1983, momento en el cual, después de mantener la más sólida estabilidad cambiaria de América Latina el bolívar se devalúa frente al dólar estadounidense, creando un quiebre de tal magnitud que ha sido, sin que nos quepa duda, el punto de inflexión en la historia contemporánea reciente de nuestro país que nos condujo a la actual tragedia del socialismo en el siglo xxi.
Pero claro, es necesario aclarar que no nos estamos refiriendo a eventos místicos o metafísicos. Los eventos antes relatados son el efecto de las acciones humanas en la conformación de su vida política, social y económica. En nuestro caso son el resultado de un claro accionar de la República democrática que no fue capaz de enfrentar los avatares de una economía petrolera, cuya renta oscilo entre shock positivos y negativos, y la elección de las decisiones adecuadas con que se debió enfrentar estos avatares del mercado. En fin, con la incapacidad de pasar de economía rentista a una economía productiva, aunque ello significo la nefasta consecuencia de cambiar renta por deuda.
El castro-chavismo y ahora el castro-chavismo-madurismo, lo que hicieron fue prolongar y profundizar un modelo que ya había muerto a mediados de los ochenta y cuya acta de defunción fue ruptura de la paridad cambiaria. Esto condujo a que se evaporara una renta de más de un billón (el español el de doce ceros) de dólares de ingreso petrolero como resultado del mayor ciclo alcista de precios del petrolero y volvió a repetirse la historia para que sólo nos quedara una deuda astronómica y una miseria que ahora alcanza a más del 80% de los venezolanos y una pobreza crítica que azota al 50% de los venezolanos.
Pero en este momento la situación del país corresponde a una verdadera hecatombe porque desparecido la fuente fundamental de la renta como lo es la industria petrolera y las dos terceras partes del aparato productivo nacional, el nivel de renta hoy es igual al de 1947, y vuelven a asolar el país pandemias, epidemias y endemias que habían desaparecido a mediados del siglo pasado: paludismo, malaria, tuberculosis, mal de Chagas, entre otras y con su aparición ha desaparecido el aparato sanitario y de salud pública y privada que se había construido desde los años cuarenta del siglo XX.
Hoy los venezolanos se disponen a pasar por una de las experiencias más enervantes de toda nuestra historia contemporánea en épocas de paz, que es la desaparición de las navidades como producto de una hiperinflación atroz calculada por el FMI en aproximadamente 1.500.000% y un desabastecimiento en comida y medicina de alrededor del 80%. El castro-chavismo-madurismo ha logrado lo imposible destruir en la práctica toda posibilidad de que el venezolano pueda disfrutar unas fiestas navideñas que tenga algún parecido no digamos con la que se podían festejar en los años noventa de la anterior centuria sino parecidas a las del 2017.
El costo de los artículos de vestir: ropa, calzado y afines, las bebidas alcohólicas necesarias en toda celebración: cerveza, ron, cocuy de penca, porque whisky, vino o Champan, sólo los jefes y turiferarios de régimen serán los que podrán tener acceso a tales artículos de súper lujo. La multisapida hallaca brillara por su ausencia en la mesa de los venezolanos, como hemos visto desaparecer la pasta, arepas y pare usted de contar.
Diciembre negro es la única denominación posible para este mes que cierra el 2018. Es por ello que los venezolanos tenemos que militar en dar de baja este régimen destructor y recuperar lo que ha sido el mayor anhelo de la República desde la Independencia: construir una democracia.
@pedrovcastrog