Hoy, un porcentaje mayor de la población mundial tiene una calidad de vida superior a la del pasado. Sin embargo, todavía millones de seres humanos viven en condiciones que nos deben avergonzar. Esa carencia no es solo de necesidades mínimas, sino también de derechos políticos. El reciente Informe Anual de Amnistía Internacional de esta organización no gubernamental desnuda la situación en 155 países. Aquí mencionaremos brevemente los casos de Venezuela y de Israel.
Al respecto preocupa que muchos tienen la tendencia a aceptar o a callar sobre las violaciones a los derechos humanos, dependiendo de si se trata de amigos, de enemigos, de malhechores o incluso cuando hay intereses personales o geopolíticos. Por ejemplo, Maduro avala las violaciones que ocurren en nuestro país, calla ante las que suceden en Cuba, Rusia e Irán y no menciona los asesinatos cometidos por los terroristas del Hamas, particularmente los horribles hechos del pasado 9 de octubre, pero se rasga las vestiduras ante las violaciones de Israel en Gaza.
En el caso Venezuela, el Informe relata, con apoyo de información de otras organizaciones, el deterioro de la calidad de vida y la represión. Expone contundentemente las violaciones al derecho al trabajo, a la salud a la alimentación y al agua. Recalca la persecución a la disidencia, a la libertad de expresión y de reunión, detenciones arbitrarias, juicios injustos, ejecuciones extrajudiciales y reclusión en condiciones infrahumanas. Incluye las violaciones a los derechos de los pueblos indígenas, a las mujeres, niñas y a la diversidad de género. Por si fuera poco, el régimen persigue a los defensores de los derechos humanos, algunos de ellos presos y otros en el exilio.
En relación al terrible conflicto en tierras de particular afecto a judíos, cristianos y mahometanos, lo procedente es condenar las violaciones de uno y otro lado. Quienes formamos parte de la civilización judeo-cristiana condenamos las milenarias persecuciones a los judíos, defendemos la existencia del estado de Israel y admiramos sus logros en todas las áreas de la ciencia. Por ello, no aceptamos que un grupo de fanáticos vocifere que hay que borrarlos del mapa.
Sin embargo, aunque el pueblo judío tiene derecho a defenderse de los constantes ataques de terroristas apoyados por estados que están en la ONU, no podemos callar ante la destrucción masiva de Gaza y el sufrimiento de su población. El Informe mencionado detalla los abusos. También señala las violaciones a los derechos humanos en la Cisjordania gobernada por la Autoridad Palestina y en la Franja de Gaza controlada por Hamas.
Debe acordarse un cese al fuego, devolución de los rehenes retenidos por Hamas y el reconocimiento por la ONU del Estado Palestino. Para ello quizá sea necesario que Netanyahu deje el gobierno, que los gazatíes desplacen a Hamas del gobierno y que todos los países árabes reconozcan a Israel y se comprometan a impedir los ataques de grupos terroristas. Desde luego los occidentales debemos reconocer que la gran mayoría de quienes profesan la religión islámica son gente pacífica y laboriosa. ¿Eso bastará para lograr la paz? Claro que no, pero es imprescindible trabajar incansablemente para lograrla.
Afortunadamente, en el caso de Venezuela, el 28 de julio elegiremos a Edmundo González y tendremos un mejor país, respetuoso de los derechos humanos de todos. En Israel, Gaza y Cisjordania la solución es más compleja, pero con buena voluntad se puede conseguir. Ese es el ferviente deseo de este escribidor de cuartillas, hijo de vientre judío sefardita.
Como (había) en botica:
Ojalá la mayoría de los estadounidenses entiendan que Trump es una amenaza para la democracia de ese gran país.
¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
eddiearamirez@hotmail.com