Sólo la ignorancia o la maldad pueden explicar la decisión, hace una año, del muftí Abdulaziz Al- Sheikh (jurisconsulto musulmán con autoridad pública, cuyas decisiones son consideradas como leyes.) de prohibir el ajedrez en Arabia Saudí. Quizá no tenga la menor idea de la gran importancia histórica del deporte mental en el mundo y en la cultura árabe en concreto. O todavía peor, tal vez le asuste que sus fieles puedan pensar con lógica.
Sus argumentos son aberrante porque intenta convertir en lacras algunas de las grandes virtudes del ajedrez: “Hace pobre al rico, y rico al pobre. Crea hostilidad y hace malgastar el tiempo”.
El muftí cita asimismo razones ampliamente superadas hace siglos: que el ajedrez implica apuestas de dinero, expresamente prohibidas por el Corán. Eso era cierto, a veces en la Edad Media, pero ha desaparecido desde entonces, con la reciente excepción de las apuestas por Internet sobre el resultado de los torneos, como ocurre en casi todos los demás deportes. Pero es muy improbable que Abdulaziz al-Sheij se refiera a esto último porque entonces tendría que prohibir todos los deportes.
La frase más jugosa del muftí, que nos incita a un interesante recorrido histórico, es muy contundente: “El ajedrez es obra de Satanás”. Pero no es nada original porque otros fanáticos religiosos, tanto musulmanes como cristianos, ya dijeron tonterías semejantes a lo largo de los siglos. Con mención especial para el imán Jomeini, quien lo prohibió tras liderar la Revolución de 1979, nada más tomar el poder en Irán, con esta otra sentencia redonda: “El ajedrez es un juego diabólico que perturba la mente de quienes lo practican”. Lo que provocó la huida despavorida de varios jugadores profesionales, como Sharif (nacionalizado francés) o Shirazi (USA), quienes veían peligrar sus vidas.
El ajedrez estaba considerado como pernicioso por varias razones; entre ellas, las citadas apuestas antiguas; y también que sus piezas representan figuras humanas y de animales, algo rechazado por los coranistas extremos.
Por su parte, los talibán afganos también lo prohibieron, en 1996, hasta el punto de que los jugadores de la selección nacional se han jugado la vida varias veces o se han escapado del país para participar en las Olimpiadas de Ajedrez u otros torneos.
La ocurrencia del muftí Saudí ha tenido mucho eco internacional y ha indignado a los ajedrecistas de su país, quienes sin embargo no parecen asustados. El presidente de la Federación Saudí, Musa bin Thaily, ha anunciado que no piensa cambiar su programación de torneos nacionales, ha cuestionado la decisión del muftí y, para no dejar el menor resquicio de duda, ha matizado: “En las piezas que empleamos en nuestro país, ¡¡¡el rey no está coronado por una cruz sino por la media luna creciente del Islam!!!”.
Tal vez porque las religiones se basan en la fe ciega, en contraposición al cálculo preciso y la lógica del ajedrez, éste ha sido prohibido en algún momento por el cristianismo, el Islam y el judaísmo. Incluso Buda vedó los juegos que se practicaban en un tablero de ocho por ocho. Sólo así puede entenderse, por ejemplo, que el famoso monje cisterciense francés San Bernardo de Claraval, líder religioso del siglo XII, definiera el ajedrez como “un placer carnal”. Tampoco se sabe por qué al arzobispo de Florencia le parecía que el ajedrez era “vergonzoso, absurdo y asqueroso”, por lo cual castigó a su obispo tras pillarlo in fraganti. Pero el castigo fue benigno porque le mandó lavar los pies a doce pobres. Y algo parecido ocurrió en el siglo XIII con el arzobispo de Canterbury, que calificó el ajedrez como un “vicio execrable”, y condenó al prior de Norfolk, tras descubrir que era ajedrecista, a tres días de pan y agua. La lista de prohibiciones es tan larga que sería tediosa, pero conviene añadir que durante los tiempos de la Sagrada Inquisición, el famoso Savonarola, confesor de Lorenzo de Médicis, amenazó con la condenación eterna a quienes pillase jugando al ajedrez.
Para mayor escarnio del gran desconocimiento o la sutil perversión del muftí, debe subrayarse la enorme importancia de los árabes en la evolución histórica del ajedrez. Ellos lo tomaron de los persas y lo llevaron a España hacia el siglo VIII o IX. Al principio sólo se practicaba entre los ricos, y era uno de los signos de distinción de la clase alta. Pero en los siglos siguientes se hizo interclasista e interétnico, hasta el punto de que el rey Alfonso X, El Sabio, escribió un libro de ajedrez en el siglo XIII, donde desliza la idea que el ajedrez es una magnífica herramienta para favorecer la buena convivencia de musulmanes, judíos y cristianos. Ese concepto sigue siendo muy válido hoy: la Federación Internacional de Ajedrez aglutina a 188 países; entre ellos, casi todos los musulmanes. Sin embargo, que los ciudadanos piensen puede ser muy peligroso para los líderes extremistas irracionales. De allí, la importancia de darle una “Jaque Mate a la intolerancia religiosa”
Ahora el Mundial Femenino se celebró en un país musulmán y de nuevo surgieron las manifestaciones de intolerancia religiosa contra “los no creyentes” o contra las mujeres. A los israelíes se les ha denegado el visado, pero no a los cataríes e iraníes; las jugadoras deben cubrirse la cabeza en la calle, como las ciudadanas saudíes, pero no en la sala de juego. El Mundial de ajedrez en las modalidades rápidas se disputó en Riad (Arabia Saudí) tras un acuerdo por tres años de ese país con la Federación Internacional (FIDE), que necesitaba una solución urgente tras la renuncia de Catar, organizadora de la edición anterior.
Arabia Saudí encabeza desde hace meses un boicot político a Catar de varios países de la zona, y mantiene pésimas relaciones con Irán como reflejo de la tensión permanente entre suníes y chiíes, las dos ramas principales mayoritarias en Arabia Saudí e Irán, respectivamente. Si a ese volcán en erupción se le añade la tradicional marginación de las mujeres saudíes, era fácil comprender que el ofrecimiento de Riad para ser la nueva sede del Mundial era delicado incluso para la FIDE, un organismo que aglutina a 188 países.
Corresponde en consecuencia, a los ajedrecistas de los distintos países, asumir la defensa de los derechos universales de la mujer y rechazar la intolerancia y los abusos en contra de ellas. El movimiento de las piezas: Peones, alfiles, caballos, torres y reina deben tener como objetivo final un “Jaque Mate a la intolerancia”.