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La política y el diálogo

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 5 min.

La política es una actividad con contenido ideológico orientada a la toma de decisiones de un sector, encaminada a lograr preconcebidos objetivos siempre en función del Bien Común. También es una forma o manera de ejercer el poder con la intención de hacerlo medio eficaz en la solución de los problemas colectivos e interceder para minimizar hasta donde sea posible el natural choque de intereses. La política va mucho, pero mucho más allá de la cosa pública, es una actividad de la que es bastante difícil sustraerse porque ella está presente en todos los ámbitos, o casi todos, de la vida humana.

Para algunos pensadores la política es solamente la ciencia cuyo objeto es el estudio del poder y de este concepto se desprenden los más variados y distintos criterios. Nicolás Maquiavelo en su obra El Príncipe, que lo hizo famoso, afirma que el rey debe reinar y para él es válido todo lo que haga y como lo haga, es decir, groseramente sostiene que "el fin justifica los medios". Para nosotros la política es una actividad mucho, pero muchísimo más elevada y trascendente sujeta permanentemente a la ética y orientada a la consecución del Bien Común a través de medios humanizados y respetuosos y donde nuestra vocación de servicio esté permanentemente presente y constituya motor de la acción. Bien la definió el Santo Papa Francisco como una manera muy alta de la práctica de la caridad, por entenderla como servicio permanente e irrenunciable

La política además de poder y gobierno es también sociedad, familia y ser humano, es dignidad y justicia en libertad y es la eterna búsqueda de la felicidad colectiva. Si ciertamente no podemos escapar de la política, porque ella toca nuestro desenvolvimiento humano, la única manera de entendernos en sociedad es comunicándonos, es dialogando y estableciendo normas para una sana y adecuada convivencia. El diálogo, la conversación, el intercambio de ideas y la discusión es propio e inherente a la política.

Cuando hablamos de dialogar nos referimos entre todos, con los que comparten nuestros ideales y con los que no. Con los primeros para perfeccionar y practicar nuestra vocación de servicio siempre privilegiando la solución de los problemas de los más necesitados y con los segundos para acordar en función del interés nacional normas que nos permitan civilizadamente desenvolvernos. Si no existe diálogo lo más seguro es que aparezca la violencia y nos comuniquemos con pólvora y plomo. Esto último quedó en el pasado como un muy mal recuerdo y nunca debe renacer. Hoy estamos obligados, emplazados por la historia y es de nuestro deber conversar para atender con éxito la hecatombe que nos es común.

Me alarmo y preocupo cuando escucho o leo opiniones que establecen que con el gobierno no podemos ni debemos hablar (sé que existen muchas razones para pensar así), llegan a decir que si la oposición lo hace es por estar vendida o por traición.

Estoy en el más del 80% del país que desea la salida cuanto antes de este régimen que tanto daño nos ha causado. Pero también soy un empedernido partidario del diálogo, creo que es el camino adecuado para entendernos con civilidad. Lo otro es retornar a la época de las cavernas donde los más fuertes y de mayor poder mandaban e imponían sus normas.

Durante la llamada "Guerra fría", que se inicia después de la Segunda Guerra Mundial y termina con la desintegración de la URSS en 1962, se presentó tal vez la mayor crisis de estos tiempos por la instalación de una base de misiles nucleares de la Unión Soviética en Cuba. Los Estados Unidos al percatarse de ello solicitó al gobierno ruso su inmediato desmantelamiento por considerarla atentatoria a su seguridad. La Unión Soviética se negó y se inicia entonces un estado de tensión que apuntaba al desarrollo de la tercera guerra mundial. John F. Kennedy (Presidente de los Estados Unidos) y Nikita Kruschov (Primer Ministro ruso) inician un proceso de intenso diálogo que culmina con el retiro de la base misilística rusa en Cuba (con la impresionante y desconcertante negativa de Fidel Castro, que cuando se produjo organizó una manifestación pública contra Kruschov a quien tildó de la manera más impropia, grosera y ofensiva) y también los Estados Unidos retiraron la base misilística que tenían en Turquía . Fue el diálogo de estos dos estadistas, total y frontalmente opuestos, que le evitó a la humanidad un conflicto bélico cuyas consecuencias aún estaríamos viviendo. Esa gravísima crisis se resolvía dialogando o con cañones, afortunadamente ocurrió lo primero.

Si hablando, dialogando y reuniéndonos logramos la salida, demos gracias a Dios. Agreguemos que en mi criterio es de más interés de la oposición el diálogo que del gobierno. Ese diálogo debe ser para salir del régimen cuanto antes (hay que ponerle fecha y pronto), para extinguir la inconstitucional Asamblea Constituyente, nombrar un nuevo TSJ, Fiscal General, Contralor, Rectores del CNE y reconocer la Asamblea Nacional como único órgano constitucional en su origen y desempeño. Entiendo son estos temas los que la oposición llevaría a una eventual mesa de diálogo que considero prudente ante la cercanía del 10 de enero. En esta mesa también deben estar testigos y facilitadores de alto reconocimiento y no tarifados del gobierno que juegan exclusivamente a favor del interés del régimen y distancian el entendimiento.

La salida del régimen es con diálogo o sin él. Parece de Perogrullo pero la situación es tan apremiante que no admite puntos intermedios. Nos entendemos hablando o serán los acontecimientos que se impondrán con las seguras y lamentables consecuencias. Tan exasperante es que ha creado tanto en el gobierno como en la oposición posiciones extremas. Los extremismos nunca son recomendables porque en nada contribuyen a una solución pactada. Para nada propongo una oposición blandengue; al contrario, creo que debe ser frontal, auténtica, corajuda y sostenida Sé que tal vez desde el extremismo opositor mis puntos de vista no sean bien recibidos y a lo mejor me etiqueten, pero prefiero mil veces hablar que ver más sangre derramada en nuestras calles.

El diálogo debemos verlo sin complejos, en él solo el país gana. Entiendo que lo grueso es la salida del régimen cuanto antes y en ello debe estar centrada nuestra mayor exigencia, ojalá lo logremos y ya. Cabe la pregunta ¿Qué pasa si el diálogo no se produce o no llega a ningún acuerdo? La interrogante es totalmente procedente. Pues bien, de nuestra parte habremos cumplido con el deber de auscultar salidas cívicas, como se corresponde con el interés nacional, a esta terrible crisis. Entonces se abrirán nuevos caminos que ojalá sean sin consecuencias insalvables.