La Agencia Mundial Antidopaje (AMA) tomó una decisión que trasciende el ámbito deportivo y la sitúa en el complejo tablero político, económico y jurídico que configura el convulso mundo actual. La resolución, que sigue las recomendaciones elaboradas por un comité de expertos durante los últimos tres años, prohíbe la participación de Rusia en las grandes competiciones internacionales hasta 2024. El veto incluye los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y el Mundial de fútbol de Qatar en 2022. Como ocurrió en los Juegos de Río 2016, celebrados en medio de una polvareda similar a la actual, los deportistas rusos podrán participar en Tokio sin himno ni bandera nacional. El dopaje en el deporte ruso tiene una naturaleza sistemática. Rusia perdió 49 medallas olímpicas por infracciones de dopaje, la mayor cantidad en cualquier país, cuatro veces el número de finalistas y más de un tercio del total mundial. De 2011 a 2015, más de mil competidores rusos en diversos deportes, incluidos deportes de verano, invierno y paralímpicos, se beneficiaron de un encubrimiento del cual era partícipe el gobierno ruso.
El vasto y sistemático plan del gobierno ruso para el dopaje de los atletas se descubrió meses después de celebrarse los Juegos de Invierno de Sochi, en 2014, donde los éxitos de sus deportistas quedaron manchados por las consecuencias de un fraude gigantesco. La trama fue revelada al milímetro por Grigory Rodchenkov, jefe del laboratorio antidopaje de Moscú, hasta entonces honrado con condecoraciones y ahora sometido en su país a una incesante campaña de descrédito.
Rodchenkov, detalló la enorme magnitud de una trama que afectaba a miles de deportistas y que alcanzó su apoteosis en los Juegos de Sochi. Desde un laboratorio secreto, situado junto al laboratorio oficial antidopaje, a través de un túnel, se cambiaban las muestras de orina de los medallistas rusos por recipientes con fluidos limpios.
A la exclusión de los Juegos de Río 2016 se añadió el cierre en Moscú del laboratorio de la Agencia Rusa Antidopaje (RUSADA) y la exigencia a las autoridades de garantías de limpieza en el control de sus deportistas. No sin polémica, la AMA accedió a la reincorporación del laboratorio de Moscú al sistema global de lucha contra el dopaje. A cambio, los rusos se comprometieron a entregar todos los datos de los controles que hasta entonces habían permanecido ocultos.
Los investigadores adscritos a la AMA acudieron a Moscú y recibieron la información solicitada. Sin embargo, cuando comenzaron a analizarlos, comprobaron la existencia de groseras manipulaciones informáticas para intentar borrar datos, cambiar fechas e introducir pruebas falsas entre los gigas y gigas de datos almacenados. “Alguien ha eliminado de la base de datos los documentos elaborados y brutos, y PDF correspondientes, de cientos de presuntos casos positivos”, anuncia la AMA en su informe. La información era falsa. El big data ruso estaba manipulado. Los expertos antidopaje descubrieron que se habían alterado, y posiblemente perdido para siempre, datos de miles de deportistas, certeza que ha desembocado en la decisión que vuelve a excluir oficialmente a Rusia de los principales acontecimientos deportivos.
Como era de esperarse, al quedar al descubierto el Plan de Dopaje organizado y dirigido por el gobierno, el presidente ruso Vladímir Putin dijo que Rusia "nunca apoyó ninguna violación en el deporte, nunca la hemos apoyado a nivel estatal, y nunca lo apoyaremos y que las acusaciones eran parte de una "política contra Rusia" por parte de Occidente, pero los hechos dejan al descubierto el "Modus Putin Operandi"para el dopaje de los atletas rusos.