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No hay gente para tanto candidato

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“Lo más importante en una elección son los electores”, clama el ex rector del CNE Andrés Caleca. Pero los partidos de oposición se han empeñado en ahuyentarlos justo cuando 80% del país rechaza a Nicolás Maduro y la conducta que llevan a cabo algunos líderes solo ha contribuido al abandono generalizado de sus simpatizantes. Maduro podría ganar con su techo máximo de tres millones de votos porque la abstención inducida desde el poder podría volver a hacer de las suyas en el destino de todo el país.

La oposición sigue mirando su propio ombligo, muy pendientes básicamente en quién va a ser el afortunado que logrará ganar las Primarias de la “unidad”. Hay ya tres candidatos por Primero Justicia y dos por el mini partido Fuerza Vecinal, mientras el resto de las organizaciones promueve el nombre del suyo (hasta María Corina entró en el carril), como si la escogencia fuese un objetivo trascendental.

Y mientras se movilizan y hacen mítines a su favor, ninguno parece escuchar la sensatez de Andrés Caleca, quien hasta dejó de cocinar su famosa pasta dominical a la nieta para recorrer algunos sitios del país explicando que dos más dos son cuatro también en el terreno electoral. Porque mientras los partidos opositores debaten, se pelean y se enfrascan en esas Primarias, Caleca nos lanza una advertencia dramática, a ver si algún caso le hace: “Estas pueden ser nuestras últimas elecciones”, asegura ante la posibilidad de que Nicolás Maduro repita en Miraflores y entonces buscará mantenerse allí como los cubanos en la isla, modificando la Constitución y estableciendo la elección indirecta a la presidencia vía Asamblea Nacional (que ya controla) y etc., etc., etc.

Con números en la mano, el ex rector del Consejo Nacional Electoral (CNE) asegura que 40% de los venezolanos no quiere votar, que los nuevos votantes ascienden a más de 3 millones pero el CNE, donde manda el partido de Gobierno, organismo que se niega a que los venezolanos en el exterior tengan derecho al voto y se hace el loco con el Registro Electoral, que debería estar abierto en todos los sitios de siempre. Pero lo han reducido a su mínima posibilidad porque saben que les conviene que nadie más se inscriba, incluyendo en esta estrategia a los miles de venezolanos que se han ido del Zulia hacia Caracas (por mencionar un caso); y tampoco se podrán inscribir en su nuevo centro de votación. De modo que así, sin hacer mucho esfuerzo, Maduro podría ganar con su techo máximo de tres millones de votos mientras la abstención inducida desde el poder volverá a hacer de las suyas en el destino de todo el país.

A toda esta tragedia hay que añadir que la oposición necesita 240 mil testigos de mesa que deben ser entrenados para defender los votos desde Caracas hasta el más lejano e inexpugnable pueblito del Amazonas. ¿Ya los tienen, ya los están entrenando? Mientras, el Gobierno se lima las uñas y sigue rebanando los derechos electorales de los venezolanos al extremo de que ya no necesitan ni a Tibisay Lucena para armar su consabida trampa.

“Lo más importante en una elección son los electores”, clama Caleca. Pero los partidos de oposición se han empeñado en ahuyentarlos justo cuando 80% del país rechaza a Nicolás Maduro, según asegura, mientras la pésima conducta que llevan a cabo algunos líderes opositores -cada quién por su lado, zancadillas incluidas de unos contra otros-, solo ha contribuido al abandono generalizado de sus simpatizantes, más preocupados en sobrevivir a diario que en exigir inscribirse en el Registro Electoral o luchar porque los millones de venezolanos que ha expulsado la pésima conducción del gobierno de Maduro, puedan votar en el exterior, como se hizo siempre.

En el otro lado de la acera, el Gobierno sí entiende que lo más importante en las elecciones son los electores y se mueve como pez en el agua inventando estrategias para afinar su famoso 1×10, chantajeando, comprando o amenazando a quienes no les sigan. Inventando consultas populares o nombrando Jefes de Calle y de Comunas, armando su estructura electoral a diario, regalando bonos miserables pero necesarios para millares. Clausurando emisoras de radio en todo el país porque saben que ese es un poderoso medio para comunicar la propaganda adversa; y utilizando su ya hegemónica política comunicacional para seguir convenciendo a los suyos de que existe un bloqueo criminal que no deja entrar comida ni medicinas (carros de lujo sí) o que Maduro es un líder que lucha contra la contaminación ambiental, como hemos visto en la zona de explotación minera que concedió a sus amigos y han arruinado hasta el Parque Nacional Canaima.

Y ni hablar del gobierno interino y la conducta errática de Voluntad Popular, cuya historia se parece cada vez más a la de aquellos militares que se alzaron contra Hugo Chávez tomando la Plaza Altamira; donde todo fue ruido y esperanza para los centenares de ciudadanos que consiguieron allí un sitio magnífico para hacer catarsis contra Chávez. El parque temático de la oposición parecía aquello. Hasta que la euforia dio paso al fastidio generalizado y el movimiento se desinfló solito, murió de inanición.

La pesimista que soy me dice que unas Primarias en Julio de 2023 va a desgastar el esfuerzo de dirigentes y partidos, sin obviar la guerra interna que pueda desatar el resultado. Pero el optimismo también habla y asegura que las emociones que podrían desencadenar las Primarias serían una espita para el entusiasmo colectivo y un nuevo ánimo para recuperar la lucha política, que se trasladaría a las elecciones presidenciales. Se vota por amor o por odio, dicen los clásicos del marketing político. Y uno de los dos será el que gane la Presidencia.

15 de noviembre 2022

La Gran Aldea

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