1- Un país sin Presidente. A partir de enero próximo Venezuela no tendrá un Presidente legítimamente electo. Este hecho se puede convertir en una gran oportunidad para que la mayoría del país y la comunidad internacional democrática diseñen y ejecuten, en conjunto, una estrategia orientada al logro de un objetivo central: realizar una elección libre y justa para escoger al Presidente que liderará un gobierno de reconstrucción nacional.
2- ¿Elección vs fractura? Es innecesario argumentar que la dictadura socialista no querrá hacer esa elección. Obviamente no lo deseará: es una dictadura. Pero precisamente por esa razón la exigencia de esa elección debe ser nuestra bandera política. Alrededor de ella la protesta interna y la presión externa podrán alinearse. Y quizás así se logre desencadenar una crisis política que nos permita alcanzar un objetivo previo al referido objetivo central: fracturar a la dictadura. En otros términos: la dictadura nunca hará una elección democrática en la que, sin duda, perderá el poder pero al negarse a hacerlo puede generarse una crisis – política y, sobre todo, militar – que ocasionará que lo pierda. Hay que superar definitivamente el falso dilema entre exigir elecciones y lograr la caída de la dictadura. Una cosa puede llevar a la otra.
3- El momento de los líderes intermedios. Es necesario aceptar que nuestros líderes nacionales carecen, en la actual coyuntura, de la capacidad para articularse entre sí y que ninguno de ellos, en solitario, puede convocar a la mayoría de los sectores democráticos, nacional e internacionalmente. Es una circunstancia trágica pero no por ello los demócratas tenemos que resignarnos a la nada política. Necesitamos que otros líderes, tal vez poco conocidos a nivel nacional, pasen a jugar un papel trascendental. Nos referimos a líderes que pueden unir y organizar, cada uno de ellos, a pocos miles de personas y que actúan en diversos ámbitos y ciudades. La creación de un grupo conformado por estos líderes intermedios puede tener, por el poder creador de la sinergia, un efecto social y político muy significativo. Un cálculo trivial aclarará este punto. Un líder intermedio puede coordinar, digamos, a unas 2.000 personas. Luego, unos 50 líderes intermedios coordinados entre sí, podrían convocar a unas 100.000 personas. Esta sería, sin duda, una masa crítica capaz de motorizar diversas iniciativas estratégicas.
4- Víctimas del socialismo del siglo XXI. Una de las carencias de la lucha democrática de los años recientes ha sido la desconexión, discursiva y política, entre las terribles penurias que padece hoy la población y la única manera de superarlas: la sustitución de la dictadura socialista por un gobierno democrático. El desafío consiste en hacer comprender a quienes protestan que las causas de sus males son el régimen socialista del siglo XXI y la corrupción que ha nacido dentro de sus entrañas. Debe lograrse que todas las protestas sociales sean percibidas como equivalentes pues todas son expresión del descontento de las víctimas del socialismo del siglo XXI. Al respecto es importante hacer ver que el llamado paquete rojo no está orientado a solucionar los problemas de la hiperinflación, el desempleo o la escasez. Su propósito es otro: promover la emigración, minimizar al sector privado, generar mayor dependencia de la sociedad con respecto al gobierno. El paquete rojo aspira, en otras palabras, a hacer de Venezuela una sociedad más pequeña, más pobre y más sumisa.
5- Consulta ciudadana y dirección política. Una iniciativa estratégica que viene cobrando fuerza es la selección de una dirección política opositora. En las circunstancias actuales esta iniciativa solo podría y debería ser adelantada por ciudadanos organizados. Esta no será, debe aclararse, una jugada en contra ni al margen de los partidos. Así, aprendiendo debidamente de la experiencia del 16J del año pasado, podría organizarse una nueva consulta ciudadana. Ella nos serviría para movilizarnos y organizarnos, dentro y fuera del país. Podría convertirse en una elección modélica: con voto manual, con observación internacional, con auditorías transparentes. Ciudadanos inspirados y organizados, nacional e internacionalmente, podríamos dar, de nuevo, una muestra memorable de vocación democrática.
6- Recrear el centro político. Cada política pública o cada cambio institucional se apoya, inevitablemente, en una interpretación de la realidad, una valoración de prioridades, una escogencia de medios. El ejercicio del poder no es reducible a un asunto de técnicas y de gerencia. El debate entre doctrinas es pues una dimensión inseparable de la política. La política, en un sentido profundo, trata de la representación, difusión y evolución de visiones alternativas de la sociedad. Toda democracia sana cuenta con un sustrato profundo de concordia, reflejo de una actitud moderada en el debate de las ideas y en la disputa por el poder. La recuperación de dicho centro es una tarea pendiente para los venezolanos, una tarea que cobrará especial importancia en los tiempos de la reconstrucción que nos corresponderá asumir. En esa tarea los sectores democráticos pueden inspirarse en la llamada economía social de mercado. Se trata de una doctrina centrista con la capacidad para generar una zona de acuerdos entre quienes se ubican en posiciones aparentemente antagónicas en el espectro doctrinario, como socialdemócratas y liberales.
7- La reacción de la dictadura. Es de esperar que la dictadura socialista, actuando estratégicamente, reaccione tratando de sembrar, otra vez, la discordia, entre quienes la adversan. Un antiguo consejo de Sun Tzu le ha sido útil hasta ahora: «Si las tropas enemigas se hallan bien preparadas tras una reorganización, intenta desordenarlas. Si están unidas, siembra la disensión entre sus filas. Ataca al enemigo cuando no está preparado y aparece cuando no te espera. Estas son las claves de la victoria para el estratega.» Con ese propósito la ilegítima ANC podría, por ejemplo, convocar a un referéndum para aprobar una nueva Constitución. El dilema ante esta situación seguramente polarizará las posiciones dentro de los sectores demócratas. Se trataría de un dilema similar, aunque de mayor significación, al que las próximas elecciones de concejales han planteado. Las tesis de participar o no en estos eventos electorales cuentan con razones de peso y es improbable que alguno de los sectores enfrentados logre convencer al otro. En este sentido el peor escenario es que ese choque de posiciones cree una escalada de mutuas descalificaciones que comprometa las posibilidades para diseñar y ejecutar alguna estrategia conjunta. El mejor camino para sortear los obstáculos que la dictadura colocará parece ser entonces que cada sector defienda su posición pero sin infamar a quienes defiendan la posición contraria. Lo esencial es conseguir que la oposición cuente con una agenda política propia y no se limite a reaccionar, sin estrategia ni acuerdos, a las acciones adoptadas por la dictadura.
8- La batalla de las emociones. La gran arma de la dictadura es nuestra desesperanza. Al perder la confianza en nuestra capacidad para cambiar nuestro presente dejamos de ser ciudadanos para transformarnos, lenta pero inexorablemente, en súbditos de la dictadura socialista o en exiliados voluntarios. Pero el poder es siempre un juicio de valor. Si creemos que la dictadura nos venció de manera definitiva pues ella nos habrá derrotado. No es un asunto de verdades sino de decisiones. Podemos elegir la esperanza y pasar, otra vez, a la ofensiva en esta larga lucha por la libertad y la democracia.
1/ https://www.lapatilla.com/2018/05/16/acusaciones-mutuas-vs-plan-unitario...
2/ https://prodavinci.com/una-vision-de-centro-para-la-reconstruccion/