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Rebelión en la granja Venecia

Opinión
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Tiempo de lectura: 8 min.

Mandamiento Único: «Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros».

G. Orwell (1945). Rebelión en la granja

I

La palabra rebelión que introduce el título de esta entrega, según el Diccionario de la Real Academia Española, es la «acción y efecto de rebelarse… Delito contra el orden público, penado por la ley ordinaria y por la militar, consistente en el levantamiento público y en cierta hostilidad contra los poderes del Estado, con el fin de derrocarlos».Este concepto, también lo vemos inscrito en el título de la fábula «Rebelión en la granja», de George Orwell. Alegoría, donde el autor trató la temática de la corrupción que engendra el poder: factor desencadenante de sociedades totalitarias.

En este orden de ideas, y desde la perspectiva del mensaje universal que trasmite la obra de Orwell (valor hermenéutico); veamos a continuación una alegoría (sólo un intento), sobre una realidad socio-política latinoamericana, surgida de la acción y, el efecto posterior, de dos rebeliones padecidas. II

Hubo una época (los últimos veinticinco años de vida republicana), en la que los propietarios de la granja Venecia (toda su población, sin excepción), vivían en un estado eufórico, entusiasta, distraído y embriagado, debido al espejismo que proporcionaban las “vacas gordas”; producto de una avalancha de petrodólares. Muchos de ellos, pregonaban el “ta´ barato, dame dos”,en su furia consumista como turistas en la ciudad de Mianorte. Unos pocos, con méritos, disfrutaban como becarios de un programa social que les daba dólares barato, para formarse en universidades del mundo. Los de a pie (la inmensa mayoría), seguían arrastrando sus penas todos los días, en dirección hacia las maquinarias burocráticas (públicas y privadas), que le daban el sustento. Y, los que estaban encargados del gobierno, se mantenían en su pacto y estatus político-partidista; manejando la renta petrolera productora de grandes negocios, abonando crisis de todo orden, gestionando el tráfico de influencia de sus cogollos y endeudando la granja, con el derroche de las riquezas de todos.

Unos años más tarde, el futuro luminoso que se había prometido, no fue tal.Y la riqueza que había producido la granja no llegó a todas las capas sociales. Por su parte, la caída de los precios del petróleo había empezado a dar “vacas flacas”. Eso hizo que el festín durara poco. Por otro lado, los factores corruptógenos brotados de casos emblemáticos como el “Sierra Neptuno”, los Destructores Misilísticos, la carretera Chipichipi-Ostra, el “Black Friday” y Chirecadi, terminaron aguando aquella fiesta. Y, sus gobiernos populistas,finalizaron bajos en nivel de popularidad y criticados por haber aumentado la deuda y el costo de la vida.

III

Una mañana, los propietarios de la granja, amanecieron con una economía enferma y con unas instituciones desprestigiadas. Pero gozando, de un nuevo gobierno populista en tiempos difíciles, que había prometido una “democracia social”. Y que llegó a decir, que se pagaría todo lo que se debía en la granja, “…hasta el último centavo”. Sin embargo, su gestión no escapó de sus males, pues, había creado sus propias crisis: la bancaria, la del foco de poder en manos de una secretaria privada, los escándalos del otorgamiento de divisas extranjeras, cuya única noticia visible fue la de un chino de nombre Fu Ching. Todo ello, mientras se hacía un esfuerzo por una reforma constitucional profunda, que requería imperiosamente la granja. La cual, fue postergada paradójicamente, por el mandatario y médico que se tenía de turno. Privó, por medios de paños calientes, la continuidad del apoyo y el voto popular. Aquel decreto elaborado para la granja, de un “Estado moderno, esencialmente democrático y eficiente…”, intencionalmente el Parlamento de turno con el partido Democracia Nacional a la cabeza, lo demoraron porque simplemente era una propuesta que no veían con simpatía.

La línea de tiempo prosiguió, y se llegó al escenario del “Gran Viraje”. El candidato que resultó electo en las elecciones, fue el mismo de la etapa saudita que había vivido la granja. Su nombre evocaba la abundancia de los años setenta. Había llegado con un equipo de “tecnócratas” de altas calificaciones, para aplicar un programa de apertura económica. En una granja, que venía siendo despedazada, y que padecía ya de desequilibrios macroeconómicos inimaginables.

En el año en que se preparaban para aplicar gradualmente las medidas neoliberales –y sucediéndose en Europa el derrumbamiento del bloque socialista–, en la arrasada y olvidada granja Venecia ya estaba lista la mezcla y los ladrillos que empezarían a levantar los cimientos del socialismo. Sus constructores: iban a ser un grupo de propietarios que, actuando como camaleones, aguardaban mimetizados dentro de las instituciones democráticas. Ellos, habían aprendido el oficio ideológico de izquierda, de manos de un señor de nombre Habano Barba que vivía en una isla del mar Carite. Quien los instruyó acerca de cómo establecer una sociedad sin clases (utopía), poseyendo y controlando, los medios de producción.

IV

Aconteció, que el último lunes del segundo mes de ese año, una ira popular encendió la Rebelión I hacia el estadio socialista. La gota que había rebasado el vaso: el anuncio del alza de los precios de la gasolina y el aumento del 30% en el pasaje del transporte público. Las primeras imágenes que empezaron a aparecer, mostraban a una parte de los propietarios de la granja, bajando de las montañas amotinados y descontentos dispuestos a saquear. La violencia se incrementó, sobrepasando la ineficacia de los cuerpos de seguridad. En un reducido radio de acción, los propietarios de la clase “C” y algunos de la “B”, se vieron cargando con colchones, víveres, pedazos de reses que llevaban en los hombros; así como de otros objetos que le eran útil. Otros, con menos suerte, ya habían sido heridos y muertos, cuyos cuerpos eran llevados en motos y a pie, por sus compañeros. Hasta se vio en una calle popular, a un joven descargando la arrechera, saltando encima del techo de un Fiat Spazio color blanco.

Tres años después, los supuestos resultados macroeconómicos favorables, el modesto crecimiento económico, la reducción del déficit fiscal, las privatizaciones de algunas empresas y el llamado “Megaproyecto social”, no expresaron mejoras en el nivel de vida de los propietarios comunes de la granja. Ni lograron, que se calmara las tensiones sociales. El desbalance económico, social y ético era inocultable; eran más los Deberes que los Haberes reportados en la hoja de resultados. Tampoco surtió ningún efecto, el pote de humo del “Consejo Consultivo” nombrado para la reforma constitucional, por ese gobierno.

Entonces, vino la Rebelión II ejecutada en dos etapas, que mostró a los propietarios “camaleones” saliendo furtivamente del seno de la institución armada con tanquetas, aviones y humilde carne de cañón –guardianes de la granja–, para asirse con el poder. Sus intentos fallidos, dejaron no sólo víctimas, heridas y resquemores, sino un terreno abonado para nuevos liderazgo políticos y un fin ulterior: el ideológico marxista-leninista. Meses después de esa oprobiosa escena, a la granja se le propinó un golpe final: el escándalo que sacó a la luz pública unos fulanos 250 millones de bolívares de una partida secreta, cambiados a dólares, que hizo que al presidente de la granja lo destituyeran y lo llevaran a juicio.

V

Otro breve receso, pero en democracia, tuvo la granja Venecia. En ese tiempo, un experimentado político de edad avanzada, que había sido presidente de la granja –y que ejercía como senador–, apareció en una escena en el Capitolio donde se auto popularizó con un discurso que dio. En aquella oportunidad, teniendo una mano muy sutil, se cuidó de no justificar los motivos que llevaron a las rebeliones a infringir la democracia de la granja. Pero expresó: “… que ella tiene, al menos, como pretexto el deterioro de la situación económica y social”. Y más adelante recalcó: “es difícil pedirle al pueblo que se inmole por la libertad y la democracia cuando piensa que la libertad y la democracia no son capaces de darle de comer”. Los frutos, camino para ser nuevamente presidente, los recogió unos meses después, con un chiripero que lo acompañó para poner fin al bipartidismo que había existido en la granja. No obstante, su gobierno no culminó ileso. Pues, tuvo una gran crisis bancaria que contrajo el mercado de bienes y trabajo; generó más inflación y, para colmo, sobreseyó la causa de los propietarios que habían participado en la Rebelión II.

VI

El último año del siglo XX, y con un pasado lúgubre, la granja Venecia vio ascender el Estado Comunal. Su máximo promotor, insólitamente, era uno de los “camaleones” de la Rebelión II que había llegado a la presidencia de la granja. En el Capitolio, tomó juramento delante de Dios, delante de la granja, delante de todos sus propietarios y, ante la Ley Constitucional vigente, a la que llamó“moribunda”. Por cierto, la misma, que paradójicamente, lo llevó al sitial de honor de la presidencia. Todo ello, con el fin de hacer …las transformaciones democráticas necesarias…para que la granja Venecia tuviera una Constitución adecuada a los nuevos tiempos.

Los años pasaron, y las transformaciones no se hicieron. Se empezó a gobernar fuera del marco de la nueva Constitución. Muchos propietarios murieron, otros tantos fueron execrados y obligados a huir. Llegó la época de la toma de posesión de las hectáreas y fábricas privadas, del control sobre las divisas extranjeras y de la transmutación del lenguaje castellano por el neocastellano, que cambió expresiones como: “compañero o amigo” por “camarada”, “programa social” por “misión social”, “señor Presidente” por “mi Comandante”, “asociación de vecinos” por “consejo comunal” y así sucesivamente. Por su parte, nadie recordaba ya, aquellos días anteriores al Estado Comunal. Algunos,los propietarios más viejos, trataban de buscar en su memoria si los días antes de las Rebeliones, habían sido mejores o peores de los que vivían ahora.

Sin embargo, hubo unos años que, la Divina Providencia, hizo que entraran muchos más “petrodólares” que parecían haber enriquecido sin enriquecer a los propietarios mismos; exceptuando a la nueva clase social, que había emergido: la Clase “M”. Por otro lado, el fenómeno de la dilapidación del erario público, se hacía visible a través de la edificación de grandes obras que –al tiempo–, quedaban abandonadas o inconclusas.

Llegó un día, en que una extraña enfermedad, produjo la muerte del padre del Estado Comunal. Y sus sucesores camaradas, ya teniendo garantizado su patrimonio ilícito y sus estómagos llenos, tomaron las riendas de lo que quedaba de la granja Venecia; ya baldía, improductiva –que no dejaba de expulsar propietarios al mundo–, para seguir concretando su deliberado proyecto ideológico en el Estado Comunal, nutrido por el poder totalitario.

MSc. Arichuna Silva Romero.

@asiromantis