En estos tiempos tan tormentosos, de hambre y de difícil acceso a una adecuada calidad de vida que confrontamos todos los venezolanos y donde una inmensidad de familias carece de alimentos y medicinas, hablar de los Santos y su legado y de las cosas espirituales no es recomendable.
El ser humano entiende las cosas de Dios en la medida que tiene resuelto un mínimo de sus necesidades materiales. Bien lo afirmó el venerado Papa León XIII: “No le hables de Dios al hambriento porque no te va a entender". Sin embargo, deseo escribir algunas líneas sobre Saulo de Tarso que fue ejemplo de apostolado de altísimas dimensiones. Él fue conocido como San Pablo, apóstol del cristianismo que entregó toda su existencia a predicar con la palabra y conducta y difundir el mensaje que Jesús nos dejó en su breve pasantía por la tierra.
Pablo nació en Tarso, lo que hoy es Turquía, de una familia judía fariseo y participó en las primeras persecuciones que se perpetraron contra los cristianos. En su viaje a Damasco luego de la crucifixión y muerte de Jesús, éste se le apareció, le habló y le dijo que él era uno de los escogidos para difundir la buena nueva y así lo hizo. A partir de ese momento dedicó su existencia a propagar las enseñanzas cristianas y su prédica se convirtió en su manera de vivir.
San Pablo para cumplir su misión viajó por distintas partes del mundo: Grecia, Asia, Siria y Palestina y escribió muchísimas cartas para la humanidad. Más de la mitad de los libros del Nuevo Testamento de la Biblia se le atribuyen a San Pablo.
En la época que Pablo predicaba con la palabra y su testimonio el cristianismo era considerado una secta herética del judaísmo y eran perseguidos y torturados sus seguidores. Pablo expresó que su amor a Jesús le había costado torturas orgánicas y espirituales pero que nadie ni nada lo apartaría de su fe y estaba dispuesto a continuar recibiendo maltratos por la verdad.
Pablo era de una sólida formación académica y conocía en profundidad teología, filosofía, hechos jurídicos y lingüística, hablaba a perfección griego, latín, arameo y hebreo lo que le facilitaba la comunicación y el intercambio de ideas con las personas que se encontraba en las partes del mundo que recorrió.
Es bueno destacar que Pablo dijo haber encontrado en Jesús al mismísimo Dios y afirmó que la muerte de Él en la cruz fue por los pecados de los hombres, dijo que no solamente era un predicador sino el enviado de Dios Padre.
San Pablo tuvo muchos inconvenientes en Jerusalén por su prédica, sus ideas no fueron aceptadas por los judíos ortodoxos y además era calificado de traidor, fue detenido, juzgado y enviado a Roma donde posiblemente murió ejecutado por la autoridad imperial, esto último aún no está muy claro.
Hoy se venera a San Pablo en un santuario conocido como la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma.
Impresiona la conversión de Pablo al cristianismo después de ser uno de sus perseguidores, la presencia y voz de Jesús logró el milagro y lo eligió como propagador de sus enseñanzas, responsabilidad que cumplió hasta sus últimos días. Nunca renunció a su fe a sabiendas que ello le podría costar su vida, como efectivamente ocurrió.
En cuanto a su apostolado, férrea voluntad y fe inquebrantable ojalá pudiéramos parecernos a él, aunque sea en algo. Que nos parezcamos también a su trabajo constante y decisión indoblegable luchando contra todo un imperio y desafiando todas las adversidades. En la medida que nos parezcamos en algo a Pablo en esa misma medida conoceremos la tierra prometida.