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Opinión

Tanya Miquilena y Werner Corrales Leal

Buenas tardes amigos… Voy a comenzar con un sincero reconocimiento a la Universidad Metropolitana por su compromiso con la libertad y el desarrollo de Venezuela aún en nuestros momentos más oscuros, y expresando mi agradecimiento a sus autoridades el rector Benjamín Scharifker, las Vice Rectoras y la Secretario General profesoras Mari Carmen Lombao, María Elena Cedeño y Mirian Rodríguez, y a los decanos, por el apoyo que ellos han dado por años a las iniciativas que se ven plasmadas en nuestro libro “Venezuela, vértigo y futuro”, así como mi reconocimiento a la Universidad por el Norte académico que ha señalado al hijo de esas iniciativas que vive y se desarrolla en esta casa, el Diplomado en Liderazgo Social y Político de la UNIMET. También mi agradecimiento al profesor Oscar Valles, coordinador y alma principal de las orientaciones del Diplomado, compañero entusiasta y motor de todos los proyectos que hemos emprendido con la Universidad, que no son pocos.

Además, agradezco a todos Ustedes su acompañamiento de hoy, y reitero nuestra deuda de gratitud con quienes fueron parte de la iniciativa de la cual es producto nuestro libro, y con quienes hoy siguen llevando a cabo los proyectos Quiero un País y La Venezuela Que Queremos Todos. El díptico que tienen Uds. en sus manos y el video con el cual se inició este acto, como anunció Adriana, nuestra Maestro de Ceremonias, intentan hacer patente nuestra gratitud a tantas personas a cuyas visiones, esfuerzos y apoyos debemos que la iniciativa esté brindando hoy este fruto.

Y finalmente agradezco en el nombre de Tanya y en el mío propio a Héctor Silva Michelena, nuestro muy querido amigo y profesor, que siendo muy jóvenes nos abrió las perspectivas teóricas del desarrollo económico, a quien siempre vimos como ejemplo a emular de honestidad intelectual y compromiso con la \ verdad, por sus enseñanzas académicas y ciudadanas, y por habernos honrado prologando nuestro libro.1

Hoy es un día muy especial para quienes escribimos “Venezuela, vértigo y futuro”, dos especialistas en desarrollo y no dos profesionales de la política, porque él marca la conclusión de una etapa de nuestras vidas, que tomó casi una década, en la que vivimos las experiencias más enriquecedoras, de interacción con líderes de base, de consultas con los académicos y especialistas más lúcidos de nuestro país, de discusiones con dirigentes que han arriesgado sus vidas por rescatar la democracia, y de contacto con jóvenes que se forman y luchan en un país que pareciera ofrecerles poco pero que ellos se empeñan en relanzar. Aprendimos mucho más sobre nuestros temas del desarrollo en la Venezuela adolorida de los últimos años, abrevando de aquellas fuentes, que en el resto de nuestras vidas estudiando o coordinando políticas públicas en cualquier otro tiempo o lugar.

Hecha esta introducción, quiero compartir con ustedes las principales imágenes que Tanya y yo intentamos transmitir en el libro que hoy presentamos. Sus ideas las hilvanamos en un tejido de tres hebras que constituye nuestra perspectiva política de lo que debería ser el desarrollo futuro de Venezuela.

El primer hilo de la trama trae consigo la idea de que la reconstrucción del país solo será posible si una inmensa mayoría de los venezolanos comparte una misma visión de futuro, que los comprometa en los esfuerzos que serán necesarios para convertirla en realidad.

El segundo hilo corresponde a la concepción del desarrollo como libertad, que lo entiende como un proceso en el cual los miembros de la sociedad participan con autonomía, haciéndose agentes de sus propias vidas.

Y la tercera hebra amarra una lógica según la cual la adopción de los objetivos de desarrollo corresponde a las bases de la sociedad y no a los especialistas o tecnócratas, a quienes sólo nos concierne instrumentar esos acuerdos proponiendo estrategias y políticas para alcanzarlos, y no imponer nuestros propios objetivos.

El video que vimos al inicio de esta reunión refería que hacia finales de la década de 1970 comenzó un retroceso sostenido en lo económico, lo social y lo político-institucional, que se mantuvo hasta el cierre del siglo XX, contribuyendo a que llegase al poder el socialismo del Siglo XXI, bajo cuya égida arribamos al caos, la miseria y la emergencia compleja que hoy vivimos.

Valga destacar, para entender esa declinación, que entre 1978 y 1998, últimos veinte años de nuestra democracia, el salario medio real del trabajador venezolano se redujo en un 65% y que para 2017 la reducción ya era de un 93%; la pobreza creció de un 30 % a más del 60% y a un 87 % en los dos lapsos, y la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes se multiplicó por más de 6. Ya para finales del Siglo XX una de las consecuencias más dramáticas que había tenido esta descomposición había sido la desaparición de la cohesión entre los venezolanos, lo que facilitó el éxito que más tarde tuvieron las estrategias de dominación que puso en marcha la engañosamente denominada “revolución bonita”.

Para fundamentar las propuestas que hacemos para recuperarnos de este cataclismo, me permito comentar algunos resultados de nuestras investigaciones referidos a la dimensión real del derrumbe y a los problemas fundamentales que lo explican.

La magnitud y la extensión del derrumbe económico pueden resumirse diciendo que el retroceso, si queremos verlo así, se inició hace cuarenta años y no con los comienzos del Siglo XXI, y en términos del PIBpc real, nos ha llevado a la posición relativa que teníamos con respecto a los países desarrollados a fi nes del si glo XIX;… Si , un retroceso colosal, cercano a los 120 años!!.2

No es que sea poco el repliegue de 60 años que algunos economistas reconocen al comparar a Venezuela consigo misma a lo largo de su propia historia… es que debemos mirarnos y escudriñarnos en relación a las dinámicas globales, a lo que acontece en el resto del mundo, que mientras nosotros retrocedíamos no ha parado de progresar en nivel de vida, en dominio del conocimiento y en capacidades para competir y generar riqueza; y en particular, evaluarnos en relación a las sociedades cuyos niveles de desarrollo buscamos alcanzar.

El derrumbe es pues descomunal y no comenzó bajo la égida del Socialismo del Siglo XXI, el cual evidentemente lo agravó.2

Y al explorar las causas de ese enorme hundimiento, nos damos cuenta de que él es expresión de una crisis más amplia que un grave abatimiento de la economía; que tiene manifestaciones sociales muy serias como el crecimiento de la pobreza estructural, la cual pareciera haber pasado de menos del 30% de la población en los años 70 del siglo pasado a un valor sostenido superior al 60% a lo largo de todo lo que vá del siglo XXI; y que muestra expresiones institucionales que también se vienen agravando progresivamente desde los años 70.

Apuntamos en el libro a tres grandes problemas que explican que hayamos extraviado por cuarenta años la senda del desarrollo, tres problemas que se nos han hecho crónicos y que debemos resolver con nuevas estrategias, unas que cambien dramáticamente las orientaciones de política pública que pusimos en marcha desde los años 70 del siglo pasado.

El primer problema tiene que ver con el decaimiento de nuestras aptitudes, habilidades y competencias para generar progreso, como individuos y como sociedad…. Por cuarenta años seguidos hemos mantenido tres tendencias negativas en la creación de capacidades.

En primer lugar hemos vivido una reducción sostenida y en buena medida consciente en la escala de nuestra economía productiva, lo que derivó de haber mantenido por cuarenta años una inestabilidad macroeconómica y un sistema regulatorio que desincentivaban la inversión productiva privada,3 por una parte, y por la otra una estrategia petrolera que maximizaba la renta por barril de crudo exportado pero limitaba el quantum de producción, impidiendo así que se expresase el potencial del conjunto de la economía para crear tejidos productivos entre sectores, redes que diesen soporte a un crecimiento robusto y diversificado de las actividades de transformación no petroleras.4

En segundo lugar, desde los años 80 del siglo pasado viene desmejorando el acceso a la educación de calidad para la mayoría de los niños y jóvenes de nuestro país, los hijos de los hogares populares y cada vez más los hijos de la clase media, en desmedro de la generación de nuevas aptitudes, habilidades y competencias para la productividad, la innovación y el emprendimiento en el conjunto de nuestra fuerza de trabajo, y en menoscabo de la capacidad humana de cada persona para progresar socialmente, labrarse la vida que valora y vivirla en libertad.

Y en tercer lugar, en los últimos veinte años nos hemos rezagado y aún retrocedido en el dominio del conocimiento y su aplicación a la producción, es decir, en nuestra capacidad para conectar al aparato productivo con el sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación, el cual languidece en los últimos años, todo ello como resultado del cerco consciente y sistemático que impuso el Estado al emprendimiento privado y a las instituciones de educación superior, y de la ausencia de iniciativas vigorosas de nosotros mismos los universitarios, los profesores, investigadores y estudiantes, para llevar a cabo una renovación estructural de nuestras universidades, cuya necesidad decimos compartir hace mucho tiempo.

Los capítulos 6, 7 y 8 de “Venezuela, vértigo y futuro” los dedicamos a discutir propuestas para la nueva creación de capacidades y la reversión de los vicios que nos han debilitado.

El segundo gran obstáculo que hemos vivido en las últimas décadas es que nuestras instituciones se han degradado, lo que ha sucedido tanto en la política como en los sistemas regulatorios de la economía; en el sistema de justicia y en la protección de los derechos humanos; en la fuerza armada que ha sido convertida en una fuerza pretoriana; en las instituciones responsables de la seguridad social; en la educación superior; en nuestras relaciones con el resto del mundo; en la necesaria descentralización de lasfunciones del Estado y en la rendición de cuentas del mismo en todos los ámbitos.5

Los capítulos 9 a 12 de “Venezuela, vértigo y futuro” se dedican a la discusión de nuestras propuestas para la reinstitucionalización, que busca poner el Estado al servicio del ciudadano y no al revés.

Y nuestro tercer gran problema, derivado de los dos anteriores y a la vez coadyuvante para que aquellos no se resuelvan, ha sido la pérdida de nuestra cohesión como sociedad, que ha venido asociada a la exclusión social que ha crecido desde la década de 1980, y que ha sido agravada por la siembra sistemática de odios que implantó en los últimos años el régimen socialista. Nuestro tejido social está deshilachado y a menos que hagamos esfuerzos para reconstruirlo, ello impedirá la convivencia y los consensos que son necesarios para el cambio de rumbo que requiere nuestro desarrollo.

Para enfrentar este tercer gran problema, la Estrategia de Reconstrucción del Tejido Social que proponemos en los capítulos 13 y 14 del libro está dirigida a dos fines específicos, la reconciliación con justicia, por una parte, y por la otra la desaparición de los mecanismos que generan y perpetúan la exclusión social en nuestro país, que nos llevó a perder la democracia, los cuales proponemos disipar a través de la implementación de un Pacto de políticas públicas para el progreso de todos y la superación de la pobreza.

Nuestro reto es de largo aliento pero debemos asumirlo de inmediato y tenemos que plantearlo, como antes decía, considerando nuestra inserción en las dinámicas del mundo, ya que los años en que estaremos intentando desplegar nuestro nuevo estilo de desarrollo, estarán signados internacionalmente por dos tendencias de cuyo influjo no podremos excluirnos.

Se trata de la Cuarta Revolución Industrial que se vive en el planeta, la cual ya nos está afectando aunque no lo advirtamos, y de las tensiones globales que están tomando cuerpo como consecuencia de las confrontaciones de bloques de países, del terrorismo internacional y del desarrollo de delitos globales como el tráfico de drogas, entre otros.

Mientras mayor sea el rezago que acumulemos frente a las exigencia s de educación y conocimiento que plantea la Cuarta Revolución Industrial, y mientras más tiempo nos tardemos en comenzar a reconstruir nuestro tejido social y en recuperar la solidez de las instituciones, mayores serán los desajustes sociales y más alto será el riesgo de que los juegos políticos y los delitos globales consoliden las cabezas de playa que ya tienen entre nosotros, usen a nuestro país como tablero y desde aquí busquen irradiar al resto de América Latina.

En fin, con todo esto hago patente que Venezuela requerirá mucho más que un cambio de régimen político para que logre consolidar un nuevo estilo de desarrollo que asegure el progreso, la paz y la libertad para todos.

Ya para concluir, el propósito que Tanya y yo nos planteamos con este libro fue motivar a quienes lo leyesen para que una vez iniciada la transición a la democracia, contribuyan a reorientar el desarrollo de Venezuela, haciendo del progreso de todos y la superación de la pobreza una guía principal de sus esfuerzos.

Habremos alcanzado nuestro objetivo si el libro convence a sus lectores de que con esas orientaciones hay una posibilidad de futuro mejor para ellos y sus hijos, y si logramos persuadir con estas reflexiones a los dirigentes más claros y honestos de hoy, quienes tendrán la responsabilidad de abrir las puertas de la nueva democracia venezolana, y de crear las condiciones para que más nunca se cierren.

Pero, sobre todo, consideraremos exitoso el libro si las ideas de desarrollo como libertad que planteamos en él logran conquistar las mentes y los corazones de los jóvenes que lo lean, para quienes y por quienes habrá de construirse el futuro. Veremos retribuido nuestro esfuerzo, si entre los muchachos persuadidos por estos argumentos se encuentran los jóvenes líderes que hoy se están formando con disciplina para conducir el cambio social y guiar el desarrollo de la nueva Venezuela. A ellos lo destinamos, de todo corazón.

1, Todos los valores de indicadores económicos, sociales, políticos e institucionales que se mencionan son tomados del libro de Miquilena y Corrales “Venezuela, vértigo y futuro”, Ed Dahbar y UNIMET. Caracas, 2018.

2. Se emplea como representación del promedio de los países desarrollados el valor del PIBpc medio de los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), creada en la década de 1960. Hasta mediados de la última década del Siglo XX sus miembros reunían a los EEUU, Canadá, todos los países de Europa Occidental, Nueva Zelanda, Australia, Japón y Corea del Sur. A partir de los años 90 se fueron adhiriendo países de América Latina y países ex socialistas. En el presente son miembros Alemania, Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Chile, Dinamarca, España, Estonia, Finlandia, Francia, Holanda, Hungría, Grecia, Irlanda, Islandia, Israel, Italia, Japón, México, Nueva Zelanda, Polonia, Portugal, República Checa, República Eslovaca, Suecia, Suiza, el Reino Unido y Turquía. La fracción que representa el PIBpc de Venezuela en el PIBpc promedio de los países de la OCDE, ambos medidos en dólares constantes de 2014 ha variado históricamente en la siguiente secuencia: 1870: 35,02%; 1887: 33,10%; 1907: 3 1,94%; 1927: 79,86%; 1937:97,20%; 1957: 171,40%; 1977: 98,89%; 1997: 52,16%; 2012: 46,93%, 2013: 46,47%; 2014:42,89%; 2015: 39,62%; 2016:31,76%; 2017: 27,16%; 2018:21,66%.

3 Ver la Nota al pie No 5.

4 La exportación petrolera expresada en barriles per cápita y por año se había elevado de manera sostenida, de un valor cercano a 40 alrededor de 1940, a 140 a mediados de la década de 1960, para caer desde entonces como expresión de la estrategia OPEP, llegando a estar por debajo de 50 en 1980 y haberse mantenido en una media de 35 desde la última década del Siglo XX hasta 2015. La consecuencia de esa reducción en la escala real de la economía petrolera se refleja con un pequeño desfase temporal en los valores de PIB per cápita de los dos sectores más “modernos”, medidos en Dólares constantes de 2014 por habitante. La manufactura había elevado su PIBpc de un valor de 800 en 1940 hasta llegar a ser 2.400 en 1980, para caer de manera sostenida hasta 1.600 en 2014. Un comportamiento muy parecido muestra el conjunto de finanzas, inmobiliario y servicios a las empresas, cuyo PIBpc pasa de 800 en 1940 a 2.500 para finales de los años 70 y cae a 1.500 en 2014.

5 Algunos indicadores sobre calidad de las instituciones publicados internacional mente, dan cuenta de este deterioro en muchos ámbitos: El Índice de libertad económica colocaba a Venezuela en el percentil 50 de todos los países estudiados en 1950 y nos elevó al percentil 90 en 1980, para reducirnos al percentil 13 en 1995 y llevarnos al percentil 1 en 2015. El índice Polity de Calidad del sistema de gobierno, cuyo valor máximo es de +10, se elevó de -3 en 1950 a +9 desde 1970 hasta 1990, para comenzar a caer desde entonces hasta llegar en 2014 al punto de partida de 1950. El índice de Control de la Corrupción nos colocaba en el año 2000 en el percentil 35 de los países estudiados, para colocarnos en el percentil 6 en 2015. El indicador de Independencia Judicial, que tiene un valor máximo de 10 era de 3 en el año 2000 y se redujo a 1 en 2014. Finalmente el índice de Voz Ciudadana y Rendición de Cuentas del Estado nos colocaba en el percentil 25 en el año 2000 y nos lleva al percentil 2 de todos los países estudiados en el año 2015.

 13 min


Carlos Raúl Hernández

Desde hace años languidece el socialismo del siglo XXI, una monstruosidad apoyada por los venezolanos, significativamente sus élites, cuando ya la utopía había fenecido muchas veces. Desde los inicios del Gran Terror de Robespierre, la primera forma de dictadura ideológica en la modernidad, el drama de los revolucionarios en el poder se repite. Es un ciclo hasta ahora fatal en el que quedaron atrapados los que quisieron corregir las deficiencias de la condición humana, enderezar la madera torcida de la Humanidad por medio del ejercicio severo del poder para crear sociedades justas y armónicas.
Las revoluciones modernas se inspiran en ese afán profiláctico social que solo se observa en movimientos marginales de la Edad Media y la Antigüedad. Al principio del ciclo, se ejercen dosis variables de violencia para someter la reacción, las resistencias de los privilegiados que defienden sus oscuros y mezquinos intereses. Pero fatalmente con el paso del tiempo, encarcelados los disidentes, aplastadas las libertades burguesas y las expresiones de rechazo, el modelo sigue sin funcionar. Las empresas expropiadas quiebran, la escasez de bienes impera y la miseria, rasgo inseparable de las revoluciones, se impone.

Dicen que es obra del saboteo interno y externo, se requiere apretar la represión y afinar los sistemas de espionaje, ya no contra los opositores políticos sino contra toda la sociedad, globalmente sospechosa. Cualquier ciudadano, imbuido por la pérfida ideología del pasado puede ser terrorista o saboteador, hasta que aparezca por fin el hombre nuevo. Luego al pasar los años viene el desencanto y partes importantes del grupo dirigente entienden que el sistema no sirve, que es un fracaso, que lo que era la ciudadanía en la sociedad anterior, hoy mera población, es cada vez más pobre e infeliz.

Hambruna: solo en socialismo

Pero la “vanguardia” debe mantenerse en el poder a toda costa para eludir la venganza colectiva que pudiera venir sobre sus cabezas. Ya perdió los ideales, por siniestros que fueran su ejercicio y sus consecuencias prácticas, y se convirtió en pragmatismo puro, en afán de conservar la cabeza en su sitio. La gente es una masa violada, hambrienta, temerosa, diezmada por las enfermedades y por la represión, que recibe alimentos escasos y de mala calidad por medio de una tarjeta de racionamiento. Sustituido el mercado por el economato.

En la estremecedora y magna obra Vida y destino de Vasili Grossman, dos militantes del Partido Comunista Soviético, maestro y discípulo que habían luchado juntos, se consiguen después de muchos años en una horrenda cárcel stalinista acusados de trotskismo. El primero, moribundo en la enfermería sobre una colcha manchada de sangre, excrementos y pus, disertaba de allí a su antiguo discípulo, que lo oía con afecto y desinterés, que la culpa del horror no era del comunismo sino de los excesos de Stalin. El comunismo seguía siendo el puro ideal a buscar.

Ya habían transcurrido por la etapa de cristalización plena de la nueva sociedad y vivían las hambrunas, rasgo distintivo, ya que en el siglo XX solamente se han producido en regímenes de la familia socialista. No debe confundirse hambruna con crisis alimentaria, porque mientras la segunda es coyuntural, la primera afecta las variables demográficas de mortalidad y natalidad y se produce cuando hay menos de tres litros de agua potable diaria por persona, con 30% de la población afectada por la desnutrición, y mortalidad de 2 por cada 10 mil personas.

Fidel, langosta y Chablis

Mientras durante la Guerra Civil en la Unión Soviética hubo un millón y medio, durante los primeros quince años de consolidación del régimen se produjeron 30 millones de muertes, gran parte por hambruna. Stalin las provocó con las colectivizaciones forzosas en Ucrania (Holodomor) y otras regiones, sin descuidar que luego de la república de 1936 y la guerra civil subsecuente, también la hubo en España. Luego Mao la engendró en China cuando decidió convertir a los campesinos en obreros metalúrgicos, y más tarde la revolución teorizada por Jean Paul Sarte y Frantz Fanon en Los condenados de la tierra, la generalizó en África poscolonial y antiimperialista.

En Cuba no hubo hambruna gracias a la ayuda del bloque socialista, que suplía la vagancia y la improductividad implantada en la isla con un subsidio directo y durante el periodo especial, a la caída del comunismo soviético, gran parte de la gente se alimentaba con conchas de plátano disfrazadas de carne mechada. En Venezuela durante los 20 años de socialismo, el gobierno consumió una asombrosa riqueza petrolera equivalente a 200 veces el ingreso de los 40 años de democracia puntofijista y el país está pisando la alfombra de la crisis alimentaria con lo que termina el mito de que las revoluciones se asfixian por el embargo imperialista.

Las revoluciones mueren porque ponen en práctica una visión aberrante de la sociedad y practican políticas demostradamente criminales. Todas transitaron por las hambrunas y los déspotas se fotografiaban con los turistas de izquierda devorando langostas y bebiendo Chablis mientras sus pueblos morían de hambre. Ni las hambrunas ni los embargos sirvieron para otra cosa que no fuera aherrojar y remachar la dominación de la nomenclatura en el poder.

@CarlosRaulHer

 4 min


El país empotrado en un verdadero berenjenal. La lucha por el poder ha exacerbado las pasiones y los bandos en conflicto como en la Guerra Civil Española se juegan el todo por el todo. Detrás de ellos las grandes potencias. En las guerras internas de pequeños pueblos siempre estarán grandes potencias. Ha sido así en el correr de la historia humana. Aunque en Venezuela aun no se ha llegado al nivel de guerra armada hay señales que apuntan a la tendencia de armar a la oposición. Se observa entre líneas en algunas de las declaraciones emitidas. ¿Será eso inevitable? En mi entender por ahí van los tiros. Las posiciones se han radicalizado y las posturas últimas de ambos lados así lo indican. El juego está trancado y no hay señales de cambio. Las diferencias son de tal tamaño que no importa el acatamiento a las reglas institucionales y constitucionales vigentes. Como topos de túnel se mueven abriendo paso hacia la toma de la colina. Arrastrando con ello todo vestigio de legalidad, derecho y racionalidad. La doctrina y la estructura normativa constitucional están siendo constreñidas para la justificación de metas y estrategias de cada bando.
Juicio a los designados

Mientras, la oposición se aferra a la instalación de un gobierno paralelo, llegada de ayuda humanitaria y movilización permanente de su gente en la calle, dentro de las líneas de “Cese de la Usurpación”, gobierno de transición y elecciones libres. El Presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó que funge como Presidente Interino de la República, designa Embajadores en varios países del mundo; nombra las Directivas de Pdvsa y Citgo; ordena la entrada de la ayuda humanitaria y oficializa su llegada para el día 23F. El gobierno, por otro lado, amenaza con convocar elecciones para la Asamblea Nacional, someter a juicio al Diputado Juan Guaidó, a través de la Contraloría. Inicia juicio a los designados por usurpación de funciones. Cada uno marcando su territorio, registrando sus límites y lentamente esperando el movimiento del contendor para mover las piezas. El tablero en la mesa y las piezas de ambos tras un jaque… o mejor un jaque mate.

En juego… el poder

Está en juego el poder y quién sabe si la estabilidad democrática. El poder, a decir de Bertrand Russell, conjuntamente con la gloria, continúa siendo la aspiración más alta y la recompensa más grande de la humanidad. Y de acuerdo a Max Weber, sociólogo y científico político alemán, “Poder es la posibilidad de imponer la propia voluntad al comportamiento de otras personas”. Eso es lo que está en juego en esta compleja y crítica situación nacional. La lucha de sectores políticos, militares, económicos y sociales por el control del Estado… sus poderes públicos. Lo que no se podrá negar es el hecho de un clamor general por el cambio de gobierno. Ya son veinte años de desafueros, políticas erradas, arbitrarias y acciones fracasadas. Más de dos años de hiperinflación que metió a la población en un agudo proceso de empobrecimiento, caos de los servicios e inseguridad de bienes y personas. Una situación creada por los propios gobernantes. Fracaso de un modelo socialista que privilegió irresponsablemente la corrupción, la malversación de los recursos de la nación y permitió el ascenso al Poder Ejecutivo de personas incompetentes y carentes de adiestramiento puntual.

Sin embargo, la última palabra no se ha dicho. El momento de implosión no ha sido decretado. Ambos empujan hacia objetivos contrapuestos. Se cruzan las acciones y con aparente indiferencia ellas demarcan estrategias con sentido calculado y propósito anticipado. Todo va bien en la querella entre combatientes. Huele a libreto diseñado allende los mares. Pero del lado del liderazgo opositor comienzan a verse fisuras de descontento y división. Lo reseñan las redes y el ambiente algo tenso que se vive en las manifestaciones. Las rivalidades están allí, se expresan y comunican. Flotan los egos y las ambiciones. Algunos pescando en río revuelto. ¡Todos quieren ser presidente! Pudieran boicotearle el plan a Guaidó. Hasta ahora llevado con aplomo y resolución. No es tanto lo que ha decidido lo que impresiona, es su arrojo y valentía demostrada. Aparenta más madurez de la que tiene. Lacónico y oportuno. Sin ambigüedades ni improvisaciones. Por lo demás lo exigen las circunstancias. Yo no sé en qué va a terminar el fenómeno Guaidó; en esta situación tan compleja. Por ahora, le cambió la cara a la oposición y luce sobresaliente en su papel protagónico dentro del libreto.

fcordero@eluniversal.com

efecepe2010@gmail.com

@efecepe2010

 3 min


Estoy terminando de ver por Netflix la excelente serie de Caracol, “Pablo Escobar, el patrón del mal” que relata en detalle la carrera de este temible capo. De un bandido sagaz y ambicioso que medía fríamente sus pasos en la prosecución de su negocio –el tráfico de drogas a EE.UU.—, se convierte en un monstruo sanguinario embriagado por el enorme poder que acumuló, dispuesto a retar al Estado colombiano con una guerra a base de atentados terroristas. Obnubilado, pierde toda capacidad de discernir sus límites y se embarca en una temeraria y cruel confrontación que provoca muchas muertes y, finalmente, la suya: “el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente” (Lord Acton dixit). La serie revela a un psicópata que no se detiene ante consideraciones morales, políticas o legales para subirle la apuesta al Estado por cada revés sufrido. Lo insólito es que va “justificando” sus crímenes con una curiosa ética que considera legítimo su oficio. Deshonestos, injustos, marrulleros y corruptos son los funcionarios públicos, no él. Culpabiliza a la oligarquía colombiana por arrinconarlo como un antisocial. La organización criminal que forjó, absolutamente obsecuente y vertical, junto a los demás capos socios, le refuerzan su conducta ciega de violencia, empujándolo a la conflagración final.

Escobar quiso capturar al Estado desde afuera, desde su posición de poderoso capo mafioso, uno de los hombres más ricos de Colombia. Tuvo en su nómina a oficiales de policía, funcionarios públicos y por lo menos un senador de la República. Coqueteó incluso con la idea de una candidatura presidencial suya. Más, en definitiva, no pudo poner las instituciones del Estado a su servicio, a pesar de haber intentado arrodillarlas asesinando a un ministro, a altos oficiales de la policía, al procurador y a Luis Carlos Galán, quien se perfilaba como próximo presidente de Colombia.

El paralelo con Maduro y sus cómplices es ineludible, a pesar de que sus negocios se centran más en la depredación de la riqueza social que en el narcotráfico. Pero donde fracasó Escobar, la mafia militar civil venezolana tuvo éxito. Se evitó tener que buscar el control del estado desde afuera porque ya lo había conquistado desde adentro. Habiendo capturado la presidencia en elecciones legítimas, Chávez empezó a desmantelar sus instituciones y a arrinconar las fuerzas de mercado, abriéndole oportunidades a allegados para toda suerte de corruptelas. La acumulación de fortunas pasó a depender cada vez más de la correlación de fuerzas derivadas de la estructura de poder, fomentando complicidades internas que terminaron colonizando al aparato estatal. Central a ello fue corromper la cúpula militar.

Igual que “el patrón del mal”, Maduro, siendo dictador, se fue embriagando con el poder desmedido, perdiendo la perspectiva de sus limitaciones. Cuando los precios del crudo revirtieron desde los niveles extraordinarios alcanzados, prefirió recostarse en la complicidad de militares corruptos que en intentar legitimarse corrigiendo sus políticas. Le declaró así la guerra a la sociedad venezolana, labrando trincheras fraudulentas para ello: una asamblea constituyente y un tribunal supremo desvergonzado. Y como Escobar, desafía abiertamente al mundo y recluta malandros para su defensa. Rota su conexión con la realidad, no se da cuenta que se le acabó la partida, que debe negociar su salida.

El temible capo de Medellín hizo explotar un vuelo de Avianca y a edificios públicos, matando a muchísimos inocentes. La crueldad de Maduro sacrifica millares de vidas igualmente inocentes impidiendo la entrada de ayuda humanitaria. Y, como el capo --quien alegaba ser de izquierda--, se encubre en una retórica justiciera para echarle la culpa a otros de sus crímenes.

Escobar, abandonado por sus antiguos compinches, termina acribillado por la fuerza pública. Se le había cerrado toda otra salida. ¿Qué va a decidir la mafia venezolana una vez termina de resquebrajarse la complicidad militar? Para bien de los venezolanos, se les está ofreciendo salida.

Economista, profesor de la UCV.

humgarl@gmail.com

 3 min


Progres y fachos, fachos y progres. No son por cierto categorías de tipo weberiano, provienen más bien del habla pública, de hilos comunicativos formados bajo el calor de la pasión política, allí donde la gente se nosotriza en contra de otros que los cuestionan en sus ideologías, en sus creencias, en sus modos de ser, en sus culturas, en sus identidades. Son palabras destinadas a estigmatizar al otro, a marcar diferencias, a constituir bajo la forma de un simple mote a un enemigo más imaginario que real. Se trata en fin de una relación de negatividad, destinada, como toda negatividad, a construir una afirmación de “un sí mismo”.

Denominaciones radicalmente excluyentes, sin duda. Pues para un facho un progre es todo quien no es facho y para un progre, facho todo quien no es progre. Pero a la vez -paradoja- ni progres ni fachos se consideran a sí mismos como progres o fachos. Nadie dice yo soy progre o yo soy facho con el orgullo con que en el pasado derechistas e izquierdistas proclamaban a los cuatro vientos sus identidades políticas. La razón parece ser la siguiente: progres y fachos son categorías destinadas a ridiculizar al depositario del deseo de agresión gramatical que habita en cada una de nuestras bocas. Fachos y progres son una creación negativa del otro por el otro.

Las palabras progres y fachos tienen, como casi todas las palabras, dos orígenes. Uno etimológico que es el que menos importa y otro histórico, que sí importa demasiado.

De acuerdo a sus orígenes etimológicos, las palabras progres y fachos son derivados de las palabras progresistas y fascistas. Sin embargo, no todos los llamados progres son progresistas ni todos los llamados fachos, fascistas. Muchos progres adhieren a ideologías del pasado, propias a la era del capitalismo industrial –el marxismo- leninismo, por ejemplo - y en ese sentido no solo no son progresistas sino reaccionarios. A la inversa, muchos fachos no son reaccionarios sino progresistas. La mayoría de ellos se declaran amantes del progreso tecnológico y económico y para ello están dispuestos a sacrificar al medio ambiente (Trump) e incluso a comunidades indígenas (Bolsonaro).

Ahora, desde el punto de vista histórico, las denominaciones progres y fachos pueden ser consideradas sucedáneas de las de izquierda y derecha. Y aquí salta la pregunta: ¿por qué el habla popular se ha visto en la necesidad de inventar significantes alternativos a los de izquierda y derecha? La respuesta es obvia: solo se usan nuevos significantes cuando los vigentes ya no están en condiciones de cubrir el significado de lo que intentamos significar. Prueba semiótica de que los términos izquierda y derecha han ido perdiendo su transparencia. Sobre las razones de esa pérdida hay muchos escritos y no insistiremos aquí sobre el tema. Lo importante es que las palabras progre y facho no designan solamente a objetos políticos sino, además, culturales. No a enemigos de clase o a ideologías contrarias, sino a dos modos de concebir y vivir el mundo. De ahí que ambos términos no pueden ser definidos de un modo objetivo sino a partir del mundo subjetivo de los progres y de los fachos. ¿Qué es un progre para un facho y que es un facho para un progre? Esa es la pregunta.

Progre para un facho tiene un significado polisémico. En su sentido originario sirvió para calificar a los que mantienen posiciones de la antigua izquierda y por lo mismo están dispuestos a rendir pleitesía a dictaduras militares como la cubana, la nicaragüense y la venezolana. Pero después el término ha sido extendido hasta llegar a designar a quienes forman parte o simpatizan con movimientos sociales como los feministas, los ambientalistas y los pacifistas. Para los fachos de hoy los progres forman un arco que va desde Kim Jong Un, pasando por Maduro, hasta llegar nada menos que a Merkel, Macron u Obama, estos últimos, representantes del “pensamiento correcto” (así lo llaman progres y fachos). Un facho, en consecuencia, puede ser perfectamente reconocible por la mega-dimensión e indiferenciación de sus antagonismos.

Lo mismo sucede con los progres. En un comienzo el término facho fue usado por ellos solo para calificar a personas que rinden culto a siniestras dictaduras militares a la Pinochet o a la Videla o a aquellos que ven en cada reforma social una amenaza comunista. El término ha cobrado vigencia después del aparecimiento de los macro y micro nacionalismos europeos en los cuales conviven fachos con fascistas de tomo y lomo. No obstante, el término ha sido extendido aún más por los progres y hoy les sirve para calificar a todo aquel que no vea en los EE UU un imperio asesino, a todos quienes no estamos de acuerdo con los excesos del me too, o a todos quienes nos oponemos a cualquier fundamentalismo ideológico o religioso.

Puede pensarse entonces que los progres y los fachos son los dos extremos de la política. Geométricamente podría ser cierto. Sin embargo, al ser designados el uno por el otro y el otro por el uno, es inevitable que entre ambos tengan lugar entrecruces identitarios hasta el punto de que pueden llegar a confundirse en una simbiosis. ¿Qué es un progre sin un facho o un facho sin un progre? La respuesta ha sido dada por los propios progres y fachos. La encontramos en Europa, en la indisoluble alianza contraída por ambos alrededor de la figura del autócrata Putin: el padre de todas las dictaduras del mundo. Pues para nadie es un misterio que Le Pen del FN, Gauland de AfD, Salvini de LN y Orban de FIDESZ, son aliados de Putin. Pero no menos aliados de Putin son Pablo Iglesias de Podemos, Mélenchon de Francia Insumisa y Tsipras de Syriza.

¿Qué ven los fachos en Putin? Sin lugar a dudas, el hombre fuerte y autoritario, el restaurador de costumbres patrióticas y viriles, el defensor de la familia, de la religión y el garante en contra de la odiada UE. ¿Y qué ven a su vez los progres en Putin? El anti-imperio, el hombre que se las planta a EEUU, el restaurador geográfico de la URSS con otro nombre, y (otra vez) el garante en contra de la odiada UE.

Del mismo modo un castrista y un pinochetista ayer, un bolsonarista y un madurista hoy, comparten similares valores políticos. Están dispuestos a transgredir los derechos humanos, son enemigos del debate público -y, luego, del parlamento- rechazan las vías electorales, asumiéndolas solo cuando pueden ganar, y buscan soluciones inmediatas, sin compromisos ni diálogos con “el enemigo”. Todo en nombre de una supremacía moral que nadie les ha otorgado. Solo así se explica por qué los progres son a veces tan fachos y los fachos son a veces tan progres. En verdad, para referirnos a ellos deberíamos inventar otras palabras: fapros o profas, por ejemplo.

No obstante, siempre y cuando no sean mayoría o por cualquier vía alcancen el poder, progres y fachos pueden jugar bajo determinadas condiciones un rol positivo. Ambos, visto así, representan en sus extremos a los enemigos de la por Karl Popper llamada “sociedad abierta”. Por lo mismo, ambos nos alertan que en momentos políticos como los que atravesamos, a quienes no somos ni progres ni fachos no nos está permitido bajar la guardia ni dormir sin mantener un ojo abierto.

La lucha por la democracia está plagada de peligros y hay veces -pienso inevitablemente en la Venezuela de Maduro- en las que los demócratas deben combatir contra dos frentes a la vez: los progres que ven en el dictador y su camarilla un baluarte en contra del imperialismo y los fachos que buscan cualquiera salida bajo la condición de que no sea política.

¡Progres y fachos del mundo, unidos seréis siempre vencidos!

febrero 15, 2019

https://polisfmires.blogspot.com/2019/02/fernando-mires-los-progres-y-lo...

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Jesús Elorza G.

Un grupo de embajadores, representantes de los países que reconocen al Presidente Guaidó, se encontraban reunidos observando y comentando el desarrollo de las multitudinarias concentraciones y marchas que se realizan semanalmente en toda

- Manifestação democrática tremenda, expresaron al unisono los diplomaticos deBrasil y Portugal.

- Borgere hævder Frihed, los ciudadanos reclaman Libertad señaló el embajador de Dinamarca.

- Przypominają mi ruch Solidarności, me hacen recordar al MovimientoSolidaridad de Lech Walesa, dijo el polaco.

- Ich denke, das Regime fällt wie die Berliner Mauer, el regimen se esta cayendo como el Muro de Berlin,expresó el aleman.

- Frezident guaid ó firt di venezuelan mentshn vi mshh geydid aundz, El Presidente Guaidó guia al pueblo venezolano como Moises nos guio a nosotros, expresó muy religiosamente el diplomatico israeli.

- Cese de la usrpacion, gobierno de trancision y elecciones libres fue el planteamiento colectivo de los plenipotenciarios representantes del GrupodeLima (Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay y Perú).

- Awesome. Yo creer que el usurpador tiene los days contados, dijo el norteamericano.

-La liberté, l'égalité et la fraternité sont des droits des citoyens, le totalitarisme est contraire à la démocratie, señaló el embajador frances.

-Degustando unos sushis el embajador japonés expresó que “Hitobito no nīzu o mitasazu, shihai-sha no fuhōna fuyū-ka nomi ni seigen suru taisei wa, kenryoku o nigirubekide wanai.”… No debe permanecer en el poder un régimen que no atienda las necesidades de un pueblo y sólo se limite al enriquecimiento ilegal de los gobernantes.

-El diplomático de Kosovo, expresó muy contundentemente: Politika ovog režima me tera da pomislim na novi model "etničkog čišćenja" koji se manifestuje kada se režim drži kao politika "da svako ko se ne slaže sa revolucijom odbija i mora biti istrebljen." To je neprihvatljivo. Izvan uzurpatora.

Uno de sus secretarios se permitió traducir las palabras del diplomático: Las políticas de este régimen me hacen pensar en un nuevo modelo de “Limpieza Étnica” que se manifiesta cuando el régimen sostiene como política “Que todo aquel que no esté de acuerdo con la revolución es un enemigo y hay que exterminarlo”, Eso es inaceptable. Fuera el usurpador.

Todos los miembros del cuerpo diplomático, presentes en la reunión, fueron sorprendidos al observar en las pantallas de televisión, que los manifestantes que se encontraban en las concentraciones, en un momento determinado, gritaban a todo pulmón “Coño de tu madre” ¿Qué significa esa expresión? Se preguntaban unos a otros los embajadores.

-El español, no encontraba ninguna relación entre una manifestación y la vulva de una mujer.

-Gustavo Tarre, embajador especial, designado por el Presidente Guaidó, ante la Organización de Estados Americanos OEA, tomó la palabra para explicarle a sus colegas diplomáticos el significado de la expresión. Si bien es cierto que literalmente significa “Vagina de tu madre” no menos cierto es que para los venezolanos se usa con el sentido de la interjección que denota contrariedad y sirve para expresar diferentes estados de ánimo, fundamentalmente enojo, extrañeza y también de alegría.

En el caso particular que nos ocupa, llamar “coño de madre” a alguien, es expresar que la persona insultada hace mal en la vida, perjudica a los demás con palabras y acciones, en vez de hacer lo correcto y actuar justamente a favor del prójimo se prefiere actuar en perjuicio de este. La gestión gubernamental en 20 años se ha caracterizado por haber llevado al país y sus habitantes a los más altos niveles de inseguridad, a la criminalización de la protesta social, a la militarización del poder ejecutivo, al secuestro de los organismos de justicia y electorales, al desconocimiento de la Asamblea Nacional, a la creación de organismos legislativos paralelos e ilegales, a la situación caótica de los hospitales, a la falta de medicamentos, a la expropiación y quiebra de las empresas, al cerco presupuestario contra las universidades, a una hiperinflación que pulverizó el salario de los trabajadores, a la compra de apoyos por bolsas de alimentos, a la intención de establecer el “Pensamiento Único” en el sistema educativo, a la represión más sanguinaria en nuestra historia republicana (el promedio anual de asesinatos supera los 26.000 por año), a la represión y muerte de opositores y a la pretensión de mantenerse en la presidencia a través de procesos electorales anticonstitucionales.

Por todo esto, hoy más del 90% de la población repudia a este régimen de oprobio, totalitario y dictatorial. En las calles a todo lo largo y ancho del país los ciudadanos reclaman el cese de la usurpación, un gobierno de transición y elecciones libres. Esa expresión “Coño de tu madre” es un grito de Libertad.

En su totalidad, luego de escuchar el prontuario de acusaciones contra el régimen, el cuerpo diplomático, ratificó su apoyo a los ciudadanos venezolanos y al Presidente Juan Guaidó y el embajador de Francia interpretando el sentir de sus colegas gritó “La chatte de votre mère.

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Mientras esperamos el desenlace de la entrada de la ayuda humanitaria en Las Tienditas, algunos se recrean desenterrando “hachas de guerra”. Me refiero a las amenazas de “guerra” que, según algunos, revolotean sobre Venezuela y con las que tendría que lidiar Juan Guaidó. Estas son: un nuevo escenario de guerra fría, entre EEUU y Rusia, con sus respectivos aliados, que tendría a Venezuela como uno de sus epicentros; y una supuesta guerra civil, como la española, por ejemplo. Me referiré en esta oportunidad a la supuesta “guerra fría”, cuyo escenario veo más inmediato.

No me cabe duda sobre lo que algunos analistas, demasiados como para nombrarlos a todos, han señalado. Primero, es obvio que la Rusia del ex-KGB, Putin, anhela fervientemente restaurar el viejo poderío y preponderancia en el mundo de la antigua Unión Soviética. Segundo, tampoco me cabe ninguna duda acerca del intolerable involucramiento de la Rusia de Putin en Venezuela, en la búsqueda de petróleo, oro y otros minerales y tercero, su probable interés, de paso, establecer una cabeza de puente en América Latina, considerado el patio trasero de los EEUU; y eso pudiera estar influyendo en la toma de acciones más decisivas en Venezuela, por parte de los EEUU; aunque las ya tomadas son bastante decisivas.

Pero, en primer término, no creo que la Rusia actual sea lo mismo que la Unión Soviética de antaño. La información militar que yo manejo, me lleva a pensar que no hay detrás de Rusia la “potencia militar” que algunos quieren ver; es decir, que la Rusia de Putin no es ni mucho menos la potencia militar que era la Unión Soviética, por más que así lo aspire Putin y algunos analistas políticos lo piensen y quieran ver en lo que está ocurriendo en el mundo y en Venezuela. No creo que Rusia tenga la capacidad de instalar bases militares en América Latina, como lo intentó a principios de los años sesenta del siglo pasado en Cuba. Sobre el poderío ruso, ya lo señaló hace algunos años el presidente Obama de los EEUU cuando afirmó, palabras más, palabras menos, que Rusia era solo un poder local, con capacidad de amenaza militar únicamente para algunos vecinos y que esa era su gran debilidad, no superable, por los momentos o en un tiempo cercano. Por más que Putin, Rusia y la dictadura pudieran tener la aspiración de “instalar” alguna base en Venezuela, creo que el interés ruso en nosotros es más económico, que otra cosa, aunque no dejen de hacer ver alguna arista “geopolítica”, como para perturbar a los EEUU.

Con respecto al involucramiento de Rusia en Venezuela, es notorio que entre préstamos e inversiones, según algunos, la cifra ronda los 17 mil millones de dólares, que en estos momentos es un monto considerable para Rusia, como para perderlo. Sea por esta “deuda”, sea por el temor del régimen a las represalias por parte de los EEUU, y aunque el monto de lo adeudado o invertido no fuera de una magnitud importante, la dictadura así nos lo quiere hacer ver, a nosotros y a los EEUU, para sentirse “apoyada” y “protegida” por quien no estaría dispuesto a perder ese dinero.

Además, no deja de ser un atractivo importante para los planes rusos, aun cuando no pueda ir muy lejos, ejercer influencia sobre el país que posee las reservas de petróleo más importantes del planeta, ingentes cantidades de otras riquezas en minerales, que está sumido y debilitado por una profunda crisis económica y humanitaria y situado tan cerca de los EEUU.

La dictadura venezolana ha dado pasos firmes en dirección a Rusia y esos pasos van más allá de los rumores sobre traslados de oro y otros minerales; o los paseos a Rusia en búsqueda de financiamiento; o los paseos “inocentes” de aviones de guerra rusos; o supuestas movilizaciones de barcos de ese país hacia el Caribe, y sobre eso si hay que llamar la atención del mundo.

Venezuela ha cedido importantes yacimientos petrolíferos a Rusia, le ha cedido un 49% de las acciones de CITGO, empresa ubicada en los EEUU; la empresa rusa Rosneft ha incrementado su producción petrolera en Venezuela, a pesar de las sanciones de los EEUU, para aliviar al régimen venezolano; y recientemente PDVSA ha abiertos cuentas en el Gazprombank AO, banco ruso, donde aspira que las empresas petroleras que extraen petróleo de Venezuela, depositen el monto de la factura petrolera, en un intento por evadir las sanciones impuestas por el Departamento de Tesoro de los EEUU. De ocurrir o continuar esto –lo de la apertura de las cuentas ya ocurrió– Rusia estaría siendo cómplice de la expoliación de recursos al pueblo venezolano y eso debe ser tomado en cuenta de manera apropiada por la comunidad internacional.

Por lo tanto, creo que el gobierno interino de Venezuela, que preside Juan Guaidó –y esta es mi propuesta– debe situarse en un escenario pre bélico, de “guerra fría”, denunciar estas maniobras rusas con la dictadura venezolana y advertir también a algunos gobiernos –China, Italia, Turquía, Irán– pero sobre todo a Rusia, lo que ya la Asamblea Nacional (AN) advirtió en 2018: que todo tratado que se firme entre gobiernos o contrato entre empresas, que afecten los intereses del país, no es válido y no será reconocido ni honrado, si no es aprobado por la AN.

De esta manera, esos países, que además no han reconocido la magnitud del problema que vive Venezuela, ni al gobierno de Juan Guaidó, verían que están en riesgo la recuperación de préstamos ilegales y cuantiosas inversiones.

Este sería un paso importante para el gobierno interino, que haría que algunos gobiernos pusieran sus barbas o bardas en remojo. Y sería, si no un paso de “guerra fría”, al menos un paso muy fríamente calculado que debería dar el presidente Juan Guaidó.

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