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Opinión

Héctor Antolínez

De las voces críticas al desempeño actual de la oposición venezolana destaca Paulina Gamus, una mujer que con décadas en la política venezolana y en el partido Acción Democrática (AD), tiene la visión para analizar la crisis política que atraviesa el país y principalmente la oposición. Ella resume todo el problema en un solo tema: el ego de los dirigentes.

En una entrevista con Crónica Uno, aseguró que este particular (el ego) es la causa entre los principales actores de la oposición por la que no se ha logrado un cambio concreto de gobierno en el país. “Pareciera que no quieren sacar a Maduro”.

Señaló por nombres a diversos dirigentes como los obstáculos para concertar una plataforma unitaria y de ellos destaca a uno: Henry Ramos Allup, el secretario general de AD, el partido en el que ella militó por varios años y por el que llegó a ocupar diversos cargos de elección popular, como el responsable de haberle dado a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) el golpe de gracia para acabar con la alianza opositora.

¿Cómo interpreta usted la salida de AD de la MUD?

—Creo que es una especie de tiro de gracia a la MUD que ya estaba bastante malherida porque se han ido apartando liderazgos importantes. Se fue Leopoldo López, se fue Maria Corina (Machado), se fue (Antonio) Ledezma, y bueno ahora Henry Ramos acaba de darle lo que se llama “la puntilla”.

Lamento muchísimo que eso ocurra. Es muy difícil que la MUD recupere la confianza o el respeto de la gente, sobre todo la confianza de la masa opositora. Creo que hay que buscar no otra plataforma, lo he dicho muchas veces, no creo que es una plataforma distinta a la MUD, lo que creo que hay que buscar es que los liderazgos que están cada uno por su lado, dispersos, creyendo que cada uno es el providencial, el predestinado para salvar a Venezuela, se unan y se pongan de acuerdo en puntos básicos, cuatro o cinco puntos en economía, salud, presos políticos, para sacar a Venezuela de la crisis. Ninguno por sí solo lo va a poder hacer. Ni Machado, ni Capriles, ni Ledezma, ninguno de ellos, solos, va a poder lograr lo que se espera, que es una salida a la crisis democrática.

¿Usted cree de verdad que se pueda conseguir ese trabajo conjunto entre ellos?

—Yo no sé si se pueda o no conseguir, pero yo creo que todas estas personas deben pensar primero en Venezuela y luego en ellos. Lo que creo es que hay un grupo de egos. Cada uno es un ego: cada uno cree que es el predestinado a resolver esto y que por eso no quieren colaborar. Pareciera que no quisieran que Maduro saliera del poder y que el Gobierno se fuera, porque definitivamente ellos solos no podrán hacerlo nunca, eso tiene que ser una cuestión unitaria.

No es una cuestión de partidos. La MUD fracasó, entre otras cosas, porque eran 17 o 18 organizaciones políticas, una más importante que la otra pero todas tratando de agarrar su pedacito de la torta y todas luchando por su propio interés, lo cual en política es normal, pero ante la crisis profunda que vive Venezuela ya no es posible seguir luchando por pedacitos de la torta. Hay que ponerse de acuerdo sobre el gran conjunto de los problemas que tenemos.

Es decir que para usted los partidos se interesan más en sus cuotas de poder que en resolver la crisis…

—Los partidos no, yo no hablo de los partidos porque los partidos son un conjunto de personas, son los dirigentes y la militancia. Yo no puedo hablar de la militancia porque muchas veces la militancia no quiere lo mismo que la dirigencia.

¿Los dirigentes entonces?

—A cada uno de ellos los sigue gente, María Corina tiene seguidores, Henrique Capriles igual, Henry Ramos Allup los tiene con Acción Democrática. Yo me imagino que si con los seguidores de todas estas figuras los ven sentados a todos en una mesa poniéndose de acuerdo en algunas cosas básicas, se recuperará la confianza en la posición.

Me dijo lo que a su juicio significó la salida de AD para la MUD, pero ¿Qué significa para AD?

—Bueno, yo no sé qué signifique para AD porque tengo 20 años militando sin estar activa en AD, no voy a las reuniones, no me convocan y no pertenezco a ninguna de las instancias del partido.

Yo creo que AD, el grave problema que tiene desde hace 20 años es que tiene una dirección unipersonal. Ahí no hay elecciones internas, no hay consulta a las bases del partido, ni siquiera se reúne el Comité Ejecutivo Nacional. Las decisiones las toma el secretario general que es Henry Ramos, supongo que con algunos otros dirigentes del partido, pero definitivamente son unipersonales. El partido, como partido, no creo que funcione de manera democrática.

¿Cree usted que entonces la decisión de salir de la MUD fue de Henry Ramos solamente?

—Fue de Henry Ramos, yo no creo que él haya consultado a nadie para hacer eso. Es decir, yo entiendo que para cada cosa, para cada paso, nadie puede consultar a toda la base del partido para cada decisión, pero se supone que se debe tomar una decisión así en el Comité Ejecutivo Nacional, que es la máxima instancia del partido y de la dirección del partido, y me consta que no lo hizo así.

¿Cómo le consta?

—Conozco miembros de la dirección nacional que sé que no los convocan a ninguna reunión.

Entonces, para usted ¿cómo ha sido el manejo de Henry Ramos de AD?

—Ya te lo dije, ha sido unipersonal y autoritario. ¿Qué es lo que se le criticaba a Chávez y que se le critica hoy a Maduro? Que son inamovibles, que no se quieren ir nunca. Quieren permanecer eternamente ahí, bueno lo mismo pasa en AD, una dirección nacional que no se ha renovado en 20 años. Además Henry Ramos tiene 20 años como presidente y luego secretario general, más unos 30 años anteriores como secretario ejecutivo, osea que tiene 50 años formando parte de la dirección nacional y tomando decisiones. Bueno, creo que 50 años de militancia es suficiente para una jubilación.

¿Y entonces dónde está la figura de relevo dentro de AD?

Falta porque él le ha cortado la cabeza a todos los que han pretendido sustituirlo, han surgido verdaderamente personas que yo creo que habrían hecho un magnífico papel y están descabezados. No voy a nombrar a nadie porque no quiero cometer el error de omitir a algunos, pero sí conozco personas que han tenido que salirse incluso de AD porque el solo hecho de destacarse o de brillar un poco con luz propia significa que los descabezan.

Entonces con AD por un lado, Primero Justicia y Voluntad Popular por otro, y María Corina por otro, ¿Cree usted que de verdad es posible una transición democrática en este país?

—Si se hace lo que te dije, yo creo que sí. Yo siempre he creído que no hay otra salida que no sea negociada, pero para una salida negociada lo primero que hay que negociar es que sea una salida democrática y que haya unas elecciones transparentes, para eso deben cambiar el CNE, debe haber garantías nacionales e internacionales de que esas elecciones van a ser transparentes.

Ahora bien, vamos a suponer que el Gobierno decida sentarse y decir que va a negociar una salida democrática con la oposición ¿Con quién negocia? Cada uno está por su lado y no hay liderazgo visible. Si se unen y forman un liderazgo preciso y se ponen de acuerdo en eso, en luchar por unas elecciones transparentes, creo que sí habría un interlocutor válido.

¿Le hace falta entonces a la oposición un líder único?

—No. Además nadie va a querer que el otro sea el líder. Puede haber un vocero. Vamos a suponer que se reúnen 6 y vamos a suponer que para que uno no hable sobre los otros, puede haber un vocero extra, una persona que no esté ligado a ninguno y que no tenga una aspiración presidencial.

El problema es que el que esté aspirando a ser presidente de la República, cualquiera de ellos, sin una base firme, sin una coalición, sin una coalición inclusive con gente del chavismo que seguramente debe haber algunos valiosos, pensantes y que no estén contaminados; si no se hace eso, el que llegue a la presidencia dura un mes, porque las medidas que tiene que tomar son tan duras que la gente va a añorar el desastre que estamos viviendo ahorita.

La salida debe ser concertada y si hay un gobierno de transición debe ser también un gobierno de concertación.

¿Cree que para el Gobierno es necesario que exista una oposición reconocida en la vida política venezolana?

—No. El mayor éxito del Gobierno ha sido dividir a la oposición.

¿Y esto no le trae problemas de legitimidad?

—Quizás, pero no ha sido solo la oposición, Julio Borges, Antonio Ledezma y los que han estado viajando por el mundo y mostrando lo que pasa en Venezuela, han ayudado a que exista la convicción de que esta es una dictadura y que es un gobierno que está matando de hambre al pueblo y con enfermedades por la falta de atención a la salud. Pero lo que se necesita es un liderazgo visible.

Creo que una de las cosas que lamentan los diferentes organismos internacionales que están pendientes de la situación de Venezuela es precisamente que la oposición esté como dormida y que no haya un liderazgo unificado.

¿Cree que este sea un Gobierno al que se le puede seguir enfrentando por la vía electoral?

—Creo que un éxito indudable de la MUD fueron las elecciones parlamentarias del 2015, que después la MUD no haya podido trascender a otra cosa y se haya quedado en una plataforma electoral solamente y que el Gobierno haya aprendido de esa derrota para crear condiciones que le impidan a la oposición volver a ganar una elección es otra cosa.

Por eso yo creo que la abstención a las elecciones presidenciales y a las que ahora se anuncian para diciembre es legítima porque se tiene que ser coherente. Si la mesa de negociación fracasó en República Dominicana y en el documento de la oposición se decía que uno de los motivos era porque no habian condiciones para unas elecciones democráticas y transparentes ¿Cómo se va a ir a votar? Eso no ha cambiado, yo creo que la salida puede ser electoral solo si hay un cambio de las normas, del organismo y de las condiciones electorales.

¿Quién necesita más conseguir un acuerdo? ¿La oposición o el Gobierno?

—La oposición. El Gobierno va a llegar un momento en que lo va a necesitar porque está muy cercado, sobre todo económicamente, pero hasta ahora no ha dado señales de que quiera hacerlo, niegan que haya hambre, niegan que haya problemas de salud. Niegan todo, el único que ha tenido el cinismo de reconocer que hay una crisis que no puede resolver es Motta Domínguez que le dijo al Zulia ‘aguántense’ porque no se puede resolver el problema de la luz.

En su momento dirán que sí, que tienen que salir de una forma negociada, una forma negociada que signifique que ellos no van a ir presos. Hay un tipo de oposición: los vengadores, que son la mayoría, los que quieren venganza, los del “vamos a vengarnos esos no se pueden ir con todo lo que nos han hecho”, yo también creo que no se deberían ir con todo lo que han hecho, pero tú tienes que, por otro lado, como lo prioritario es salvar a Venezuela y no poner preso a tal o cual chavista o corrupto, vamos a salvar a Venezuela y después vendrá la justicia. Es importante distinguir entre justicia y venganza.

¿Qué debe entonces hacer la dirigencia opositora?

—Los dirigentes deben reunirse y ponerse de acuerdo. Dejar a un lado sus egos y egoísmos, sus visiones privadas de lo que es la política y ponerse de acuerdo en puntos básicos.

La oposición está desanimada, desilusionada, desesperanzada porque no ve que haya una salida aquí. ¿Quién convoca aquí una marcha que le hagan caso? El otro día Andrés Velásquez, al que yo le tengo mucho aprecio, convocó una marcha y no le fue nadie. El Frente Amplio llama a una marcha y no va nadie. Es decir, ya la gente se cansó de esas cosas, no hay liderazgos que tengan poder de convocatoria.

Si toda la oposición ve a todos sus líderes reunidos y no empiezan con el tema de que “el único que sirve es tal” o “el único que sirve es el otro”, si no están con esa soquetada, habrá una oportunidad.

@hectorantolinez

 9 min


Con voz propia

Censura, intimidación, restricciones administrativas, hostigamiento, agresión, son factores contra medios y comunicadores del autoritario régimen castrense. No olvidar que cuando intentaron tomar el Poder por vía golpista asesinaron a 3 en ejercicio de la profesión. Y esto que el liderazgo de esta devenida en neo dictadura debe su proyección a la prensa. Entre sus funestos records está la vulneración del “primero y más estimable bien del hombre en sociedad”, tal define Simón Bolívar al sagrado derecho humano de libertad de expresión, consagrado en la segunda Carta Magna, por él ideada en el Congreso de Angostura de 1819.

Según reporte de Marcos Ruiz, secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (Sntp) que -dicho sea de paso- tuve el honor de dirigir en dos períodos, “es alarmante el número de periodistas que se ha ido del país” al menos 20 promociones de comunicadores (personalizada en 177 colegas) se han visto forzadas a emigrar, por acoso ante condiciones hostiles”.

Conmovedora crisis humanitaria es profundizada por Nicolás Maduro. Ha producido 66 detenciones, 113 agresiones y violaciones a la libre expresión. De la parrilla de programación de las operadoras de cable ordenó el régimen sacar a la cadena CNN y Caracol TV y RCN de Colombia.

Afectados por bloqueo ante la falta de papel que monopoliza el régimen y de otros insumos, figuran 90 medios impresos, comenzando por el decano de la prensa nacional: el diario El Impulso, de Barquisimeto; el decano del centro: El Carabobeño y el de Oriente, Antorcha, de El Tigre, Anzoátegui, definitivamente clausurado. En la mira de confiscación tienen a El Nacional que no han podido provocar con la venta, como El Universal y Cadena Capriles editora de Ultimas Noticias y El Mundo y Globovisión. Los diarios que han resistido al cierre, han reducido circulación y días de edición; algunos pasaron a internet.

Ante el deterioro del país expuesto a la compasión del mundo entero, los periodistas tenemos una gran responsabilidad. Nos preocupa la masificación de las Escuelas de Comunicación Social y en algunas la precariedad en la docencia. Estamos además en una etapa de la globalización en la cual las nuevas tecnologías crean nuevos medios y la participación en la comunicación.

Requerimos un periodista que de acuerdo al profesor Germán Carías “debe ser acucioso, inteligente, con mística, perseverante, con vocación de servicio”.

Ejemplar el resumen estampado en libro 4 Crímenes 4 Poderes, del entonces comisario de la Policía Técnica Judicial, reformada para protección de los impunes ahora 5 poderes.

Digamos que es tan imprescindible como obligatorio el invocado ejercicio del periodismo en esta hegemonía. Con deliberada o sumisa complicidad de los de propiedad privada, convierten el equilibrio informativo en desequilibrio. Se agregan las cadenas y propaganda gratuita.

En análisis de la crisis, Marcelino Bisbal ex director de la Escuelas de Comunicación de UCV y director de post grados en la materia de UCAB, estima que en estos tiempos el periodismo se ha visto en la necesidad de volverse cada vez más acucioso, más indagador.

Autor de acreditados libros, entre ellos Hegemonía y Control Comunicacional, reconocido nacional e internacional como investigador fue premiado en esa mención del nacional de periodismo, cuando ese galardón no era usado, tal lo hace el autoritario régimen para reconocer a sus fieles defensores, considera que debe hacerse una profesión de resistencia.

Un reto es rescatar la conciencia gremial en la cual teníamos ganada fama internacional y abrir las puertas de casas sedes del periodista en gran parte cerradas.

Al MARGEN. Cada día se dan 30 protesta por comida y la corrupción campante con las CLAP que administra el alto mando militar. La venden a la clientela ideológica que aplica la humillación. Compare los precios por sectores, desde Bs 350 hasta 43 mil.

jordanalberto18@yahoo.com

 2 min


I.

Desde que tengo uso de razón futbolística, me ha ocurrido siempre lo mismo después de cada Mundial y desde que me dio por ser un escribidor de artículos lo convierto en relato público, con las variaciones lógicas propias de cada momento, pero manteniendo siempre el desánimo como tono general.

Repito, entonces, como lo he hecho unas cuantas veces, tantas que no las recuerdo bien, que el lunes después de la final del domingo uno amanece igual a cualquier lunes común y corriente. Se levanta y no tiene, como programa único e inevitable el fútbol, escoger dónde ver los partidos y con quienes. Inventar excusas para no ir a reuniones y postergar la entrega de trabajos, sin que importe que todos sospechen en lo que andas. Averiguar qué tal van las apuestas, si las posibles ganancias permitirán disimular por unos días los desacomodos de la vida de un profesor universitario. Mirar, pues, todos los partidos y estar pendiente de Rusia todo el día.

II.

El lunes después del domingo en el que ocurre la final uno cae en la cuenta de que el planeta ya no es más un balón redondo, como parece que dijo Galileo, cuando aún no se había creado la FIFA ni se había inventado la globalización. Se entera que ya a nadie le preocupa la crisis del equipo alemán ni comenta extrañado que ratificaron a su Director Técnico. Ni se pregunta por la debacle argentina, la decepción de Messi o el paradero profesional de Sampaoli. Tampoco importa qué le paso a Brasil y si Neymar necesita varios meses de cháchara con un psiquiatra para llegar a ser el jugador que puede ser. Nadie se impresiona por lo bien que los rusos organizaron el evento. Ni se refiere al hecho de que los pronósticos se equivocaron rotundamente a pesar de la inteligencia artificial y las demás yerbas científicas. Tampoco se discute si Modric pasa ahora a ser el mejor jugador del planeta o si Mbappé entrará a la historia junto a Pelé. Pocos se preocupan si, como dicen algunos expertos, el fútbol dejará de ser el futbol a cuenta de tanta tecnología incorporada en cada una de sus facetas, desde la indumentaria hasta la manera como se chutan los tiros libres, no digamos el arbitraje, y hasta las posibilidades del dopaje genético. Ni si las selecciones nacionales serán cada vez menos nacionales. O, por decir apenas una última cosa, si la Presidenta de Croacia está casada. En fin, ya nada de esto importa a partir del lunes siguiente.

III.

Uno se percata, así pues, de que la vida dejó de ser una cancha universalizada en la pantalla, vista por millones de terrícolas, habitantes de la Aldea Balón. Uno cae en la cuenta de que hay otra realidad, aunque haya prescindido de ella. Que siempre estuvo allí y que mientras uno estaba frente al televisor comiéndose las uñas ante una tanda de penales, iba cambiando sin pedir permiso. Sabrá, pues, que debe sumergirse en ella de nuevo, aunque digan los médicos que su exceso es nocivo para la salud.

Así, la pantalla no mostrará más los estadios repletos. En su lugar estará alguien contándonos la realidad con premeditación y alevosía para que no nos escapemos de ella, como lo hicimos durante las últimas semanas. De nuevo nos encontraremos ante el mundo que, según dijo el Presidente de Uruguay, parece un manicomio dirigido por los propios pacientes.

Por otro lado, a uno le parece que la realidad venezolana ha seguido igual, solo que peor. El desmadre se desliza como por un tobogán. El liderazgo político no da pie con balón, no encuentra como pararse en la cancha, mientras más de la mitad de los venezolanos se pone en modo “ni-ni” y solo tiene tiempo de ocuparse, con desespero, de conseguir alimentos y medicinas. La oposición no para de inventarse diferencias para no coincidir y dividirse, mientras el Gobierno gobierna para mantenerse en el gobierno. Uno ve, entonces, al Presidente Maduro hablando en cadena durante el tiempo equivalente a un partido, incluyendo prorroga y penales, con el propósito de informarnos que Venezuela será una potencia en el año 2050, es decir, dentro de 8 mundiales, ay coño. Y otro día se nos aparece pidiéndole a Dios, durante una Misa, que meta su mano todopoderosa en la recuperación de nuestra industria petrolera, ay coño, otra vez.

IV.

En fin, el lunes después uno amanece con el alma estropeada. Pide al cielo que le devuelva el sentido de la vida. Siente la necesidad de ver un psiquiatra que le cure la depresión, unas pildoritas por el amor de Dios, para sobre llevar la existencia sin el futbol nuestro de cada día. Que le de la fuerza suficiente. fuerza para atravesar un largo desierto de cuatro años, hasta llegar al Mundial de Qatar, no importa el pesimismo que lo arropa respecto a la vinotinto. Que todo vuelva a ser como el mes antes de este Lunes Negro, luego del triunfo del equipo de Griezmann y Pogbá, una selección multi racial que apenas ha logrado disimular por un ratico la xenofobia de la señora Jean Marie Le Penn y de sus no pocos simpatizantes.

El Nacional, miércoles 18 de julio 2018

 4 min


Tayari Jones

Hace algunos años, la escritora Nikki Giovani me dio unos consejos para escribir sobre la vida de figuras públicas; la mayoría de ellos los entendí y anoté en un cuaderno. Sin embargo, uno de ellos me dejó perplejo: “Si recibes una carta de alguien en prisión, asegúrate de responder”. Me sentí confundido pero también algo culpable. Me había llegado algo de correspondencia con la dirección del remitente en alguna penitenciaría y no había respondido. “Hazlo”, me dijo. “No sabes lo mucho que significa una carta para alguien en prisión. No puedes imaginar lo que tienen que hacer para conseguir tan solo la estampilla”.

Desde entonces he seguido ese consejo, pero en ocasiones no es posible responder. Alguna vez en un club de lectura en la prisión de Rikers un hombre me dijo que no quería revelar su apellido o identificación de reo porque no quería sentir la decepción de no recibir una carta. Quienes vivimos libremente en esta era de comunicaciones digitales muy seguido tomamos por sentado el correo no electrónico. Sin embargo, para quienes están encarcelados, es la mejor manera de contactar con una sociedad que los ha excluido.

Nelson Mandela fue, del 7 de noviembre de 1962 al 11 de febrero de 1990, un prisionero político en Sudáfrica; encarcelado por su papel como líder del Congreso Nacional Africano y la lucha de este en contra del régimen del apartheid. Cuatro años después de su salida fue votado presidente. Y hoy, casi cinco años después de su muerte a los 95, su legado como uno de los luchadores por la libertad más distinguidos e influyentes del siglo XX es innegable. Pero seguimos sin conocer mucho al hombre.

Como los prisioneros en todo el mundo, Mandela escribió cartas: cientos de ellas, cada una una autobiografía abreviada. Han sido coleccionadas en un libro de próxima publicación, The Prison Letters of Nelson Mandela, que incluye más de 250 de las misivas, más de la mitad de las cuales nunca han sido publicadas. De cierta manera, esas cartas hacen balancearse el pedestal sobre el cual se ha erigido su figura desde 1990, porque dejan entrever una humanidad complicada. No quiero decir “humanidad” como si dijera “con defectos”. Las cartas desde prisión no revelan fallas en los cimientos de su fe o su compromiso con la justicia; más bien los mensajes a su familia, amigos, compañeros, a funcionarios electos y administradores de la cárcel revelan a Mandela como alguien igual de vulnerable que cualquier otro humano.

Las cartas desde prisión de Mandela, sobre todo las dirigidas a su familia, revelan que incluso la causa más loable no inocula a nadie ante la agonía de la separación.

La cárcel es un ambiente de carencias. Quienes están encarcelados viven sin comida saludable, camas cómodas, cuidado de salud adecuado o la libertad de movimiento que muchos de quienes nunca hemos estado detrás de las rejas damos por sentado. Son sujetos a fuerte violencia, como si su condena invalidara las protecciones legales que deben tener. Esas carencias son duras, pero los escritos de Mandela indican otra fuente de violencia en el aislamiento: a los humanos encarcelados se les quita su familia.

Cuando estaba cautivo, Mandela era como Martin Luther King Jr., Mahatma Gandhi y otros líderes que lucharon contra el racismo y el colonialismo. Sin embargo, solo en su celda, también era como un grupo internacional del que no se habla tanto: opositores de Corea del Norte, mujeres en Arizona que deben dar a luz con las manos y pies esposados y los niños migrantes enjaulados en la frontera sur de Estados Unidos.

Nuestra humanidad surge de las relaciones más íntimas. Las cartas desde prisión de Mandela, sobre todo las dirigidas a su familia, revelan que incluso la causa más loable no inocula a nadie ante la agonía de la separación. A Mandela se le permitían visitas ocasionales. Las de Winnie Mandela, su esposa, eran muy restringidas. Sus hijas no pudieron verlo hasta que cumplieron 16 años. Las visitas, aunque eran preciadas, eran también efímeras, pero esas cartas sí le daban una conexión tangible con sus seres queridos. A lo largo de su periodo de encarcelamiento, sus captores incluso censuraron algunas de las misivas; al notar la fortaleza y consuelo que conseguía de estas hojas de papel hasta sorprende que las autoridades de la prisión le permitieran tener correo, punto.

Aunque hay límites para lo que pueden lograr un papel y una pluma. Cuando el hijo de Mandela, Thembi, murió en un accidente automovilístico, al sudafricano se le prohibió ir al funeral, y la cárcel lo privó de años clave de sus hijas. En una carta escrita a Zenani, una de ellas, poco después de su cumpleaños 12, le recuerda un encuentro breve que tuvieron casi una década antes, cuando él estaba escondido y vivía lejos de su casa. “En una esquina encontraste mi ropa. La recogiste, me la diste y me pediste que fuera a casa. Sostuviste mi mano por mucho tiempo, jalándola de manera casi desesperada mientras me rogabas que regresara”.

Ese recuento deja entrever otra función de las cartas: volver tangibles sus recuerdos. Quería recordarle a su hija de 12 que la amaba, pero también el amor que ella, a sus 2 años, sintió alguna vez por su padre desaparecido. Winnie Mandela también estuvo en prisión por un periodo breve cuando estaba embarazada de Zenani y Mandela le recuerda a su hija también que ella es una de las pocas personas que estuvo detrás de las rejas desde antes de nacer.

Es así que las cartas de Mandela cuentan una historia que va más allá de sus palabras. El libro incluye varias imágenes de las hojas, en las que su letra es cuidadosa pero abarrotada, como si quisiera incluir más palabras de las que puede haber en una hoja de papel. Quizá quería cuidar las raciones de papel y tinta que tenía, aunque también parece que quiere hacer un puente de palabras que lo acerque de la prisión al hogar en el que lo esperaban su esposa e hijos.

Hemos elegido celebrar la capacidad del perdón de Mandela sin meditar mucho qué es lo que tuvo que perdonar. Y estas cartas nos recuerdan el precio de su libertad.

Las palabras se desbordan en las páginas, y aun así hay un sentimiento perturbador de que no expresa todo. Mandela escribía las cartas a sabiendas de que iban a ser censuradas. Muchas veces hace preguntas sobre misivas previas que posiblemente fueron interceptadas o destruidas. El 1 de agosto de 1979 le escribió a Winnie: “¿Puedo suponer que no recibiste mi carta del 1 de julio? ¿Cómo explicar aquel extraño silencio en un momento en que el contacto entre nosotros es tan vital?”.

Probablemente sospechaba que las cartas serían leídas también por personas en todo el mundo. Esa falta de privacidad es una pérdida de la intimidad al centro de las relaciones que nos sostienen. Lamenta que “hay asuntos en la vida en los que terceros, sin importar quiénes sean, no deberían poder ser partícipes”. Aunque sabía cómo dejar ver miles de palabras no pronunciadas. A Winnie le escribió: “Sospecho que con la fotografía esperabas dirigir un mensaje especial que ninguna palabra es capaz de expresar. Quiero que sepas que lo capté”.

El Mandela que muchos veneramos desde su triunfal liberación en 1990 es un político envejecido pero elegante, inteligente y accesible y, sobre todo, valiente y resiliente. Su cabellera gris y su cara sonriente, con el puño en alto como muestra de los problemas pasados, ha suplantado la imagen de un hombre mucho más joven que compareció ante una corte en 1962 en una capa hecha de la piel de chacales; cuando el puño en alto era un mensaje más inmediato de un desafío continuo e insurgencia civil. Su promesa de desmantelar el apartheid no solo le ganó el enojo del gobierno blanco ilegítimo de Sudáfrica, sino de administraciones como la de Ronald Reagan, en Estados Unidos, que lo tildó de terrorista.

De cierto modo, hemos elegido celebrar la capacidad del perdón de Mandela sin meditar mucho qué es lo que tuvo que perdonar. Y estas cartas nos recuerdan el precio de su libertad. Cuando salió, Mandela fue recibido con cenas de Estado y desfiles, y es gozoso ver que un héroe es justamente premiado. Sin embargo, la caída del apartheid e incluso el Premio Nobel de la Paz de 1993 (que compartió con el entonces presidente sudafricano F. W. de Klerk) no podía hacerlo recuperar lo que perdió: décadas de intimidad con una familia joven que creció en su ausencia.

Separar a alguien de sus seres queridos es la expresión más clara del poderío de un Estado sobre su pueblo. No puedo evitar pensar, al leer sobre la hija de Mandela que le rogaba que regresara a casa, en los niños que lloran en la frontera sur estadounidense. Comprendo el querer centrarse en la civilidad y elocuencia de Mandela en momentos tan duros. ¿Cómo —puede pensar uno— es que un hombre forma filosofías tan generosas y brillantes de cara a la crueldad y la injusticia? Mandela era único. ¿Qué tan seguido en una generación camina entre nosotros un gigante con brillantez y valentía que es guiado por un compás moral inmovible?

Pero no sería justo con la memoria de Mandela celebrar lo que lo distingue de otras personas que sufren con un propósito menos trascendental. Para honrar a Mandela, debemos recordarlo como un hombre; una de las millones de personas encarceladas que están separadas de sus familias y a quienes se les niegan derechos básicos.

En una carta a su hijo, Mandela escribió: “Quienes quieren borrar a la pobreza de este planeta deben utilizar otras armas, distintas a la bondad”. Se refiere a luchar con urgencia en contra de la estructura misma de la injusticia social. Tiene razón. Aunque quien lea la colección de sus cartas redescubrirá con ello también el poder de las pequeñas bondades que quedan en un papel y son guardadas en un sobre, algo que, a decir de una misiva de Mandela, tiene el poder de “irrumpir ante portones enormes de hierro y lúgubres muros de piedra para traer a la celda el esplendor y el calor de la primavera”.

Alguien, en alguna celda —en tu misma ciudad, en un centro de detención fronterizo, en un país que no conoces— está en espera de una carta.

New York Times

17 de julio de 2018

https://www.nytimes.com/es/2018/07/17/nelson-mandela-natalicio-carcel/?a...

 8 min


Keith Johnson

En la primavera de 1959, en una reunión secreta en un club náutico en El Cairo, el entonces ministro de minas e hidrocarburos de Venezuela, Juan Pablo Pérez Alfonso, tramó un plan para dar a los grandes países productores de petróleo un mayor control sobre su oro negro, y una mayor parte de la riqueza que prometió crear. Un año más tarde, su esquema sería bautizado formalmente como la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Venezuela, que se encuentra en la cima de lo que podría decirse que es la mayor reserva de petróleo del mundo, fue el único país no perteneciente al Medio Oriente incluido, un testimonio de su importancia para el negocio petrolero mundial.

Venezuela fue considerada rica a principios de la década de 1960: producía más del 10 por ciento del crudo mundial y tenía un PIB per cápita muchas veces mayor que el de sus vecinos Brasil y Colombia, y no muy lejos del de Estados Unidos. En ese momento, Venezuela estaba ansiosa por diversificarse más allá del petróleo y evitar la llamada maldición de los recursos, un fenómeno común en el que el dinero fácil proveniente de materias primas como el petróleo y el oro lleva a los gobiernos a descuidar otras partes productivas de sus economías. Pero en la década de 1970, Venezuela estaba impulsando un aumento en los precios del petróleo a lo que parecía una bonanza económica sin fin. Complementado por años de democracia estable, parecía un país modelo en una región a menudo con problemas.

Tal éxito hace que el lamentable estado de la industria petrolera de Venezuela hoy en día, sin mencionar el país en general, sea aún más sorprendente y trágico. El mismo estado que, hace seis décadas, soñó con la idea de un cártel de exportadores de petróleo ahora debe importar petróleo para satisfacer sus necesidades. La producción de crudo se ha desplomado, alcanzando un mínimo de 28 años el otoño pasado cuando cayó por debajo de los 2 millones de barriles por día. “No creo que hayamos visto un colapso de esa magnitud [en cualquier parte] sin una guerra, sin sanciones”, dijo Francisco Monaldi, un experto de América Latina en el Baker Institute for Public Policy de la Universidad de Rice.

Venezuela, por supuesto, no ha librado una guerra en los últimos años. Pero la combinación de los despliegues de los ingresos petroleros y los años de mala administración gubernamental prácticamente ha matado a la economía del país, lo que ha desencadenado una crisis humanitaria que amenaza con sumergir a la región. Caracas se niega a rastrear la inflación (o al menos publicar sus hallazgos), pero la Asamblea Nacional calcula que la tasa anual será más de 4,000 por ciento, y el Fondo Monetario Internacional predice que podría llegar a 13,000 por ciento este año. Dado cuánto han subido los precios desde enero, el número real podría ser 10 veces mayor.

La tasa de homicidios en Venezuela, mientras tanto, ahora supera a la de Honduras y El Salvador, que anteriormente tenía los niveles más altos del mundo, según el Observatorio Venezolano de Violencia. Los apagones se producen casi a diario y muchas personas viven sin agua corriente. Según los informes de los medios, los escolares y los trabajadores del petróleo han comenzado a perder el apetito y los venezolanos enfermos han buscado en las oficinas veterinarias medicamentos. La malaria, el sarampión y la difteria han vuelto con fuerza, y los millones de venezolanos que huyen del país -más de 4 millones, según el International Crisis Group- están propagando las enfermedades en toda la región, además de agotar los recursos y la buena voluntad.

¿Qué explica el precipitado declive del país de ser uno de los estados más ricos y estables de América Latina? Mark Green, director de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, culpa al presidente Nicolás Maduro -quien en mayo ganó otro período de seis años en elecciones ampliamente denunciadas como fraudulentas- y sus políticas “delirantes”. Pero si bien no hay duda de que Maduro es parcialmente culpable, para comprender plenamente cómo un país bendecido con la mayor dotación de petróleo del mundo podría terminar tan aplastantemente pobre, necesita ir mucho más atrás. El fusible de la bomba que ahora está explotando la industria petrolera venezolana, y el país junto con ella, fue deliberadamente encendido y avivado por el predecesor y mentor de Maduro, el hombre fuerte Hugo Chávez, no mucho después de que llegó al poder a fines de la década de 1990.

El declive y la caída de la industria petrolera venezolana esencialmente comienzan con su nacionalización en 1976, una época de precios del petróleo en auge y nacionalismo de recursos en alza. El presidente Carlos Andrés Pérez buscó un papel mucho mayor para el estado sobre la economía y, especialmente, quería utilizar la riqueza petrolera de rápido crecimiento del país para impulsar el desarrollo. Ese año, para obtener el control nacional completo de los campos petrolíferos, Caracas desterró a las compañías petroleras extranjeras y creó un nuevo monopolio petrolero estatal llamado Petróleos de Venezuela (PDVSA). Las movidas marcaron la culminación del sueño de décadas de Pérez Alfonso de que Venezuela tome el control total de su destino. También fue el resultado lógico de la creencia generalizada de que el petróleo del país, descubierto en 1922 a orillas del lago de Maracaibo, era patrimonio nacional.

Al principio, la compañía petrolera estatal venezolana se destacó de sus pares como Petróleos Mexicanos de muchas maneras. Un gran número de sus ejecutivos, por ejemplo, había trabajado anteriormente para compañías extranjeras en el país e imbuido a la nueva empresa con una perspectiva orientada a los negocios y un alto grado de profesionalismo. PDVSA tenía una fuerza de trabajo eficiente, una estructura de costos eficiente y una perspectiva global: una década después de su creación, la compañía adquirió la mitad de Citgo, el gran refinador estadounidense, y participa en un par de refinerías europeas.

Sin embargo, ninguno de estos activos resultó de gran ayuda cuando un exceso de petróleo global a mediados de la década de 1980 deprimió los precios y golpeó a la economía nacional. Los miembros de la OPEP lucharon por apuntalar los precios reduciendo la producción. A mediados de la década, la producción venezolana había caído por debajo de los 2 millones de barriles por día, o alrededor de un 50 por ciento menos que durante el apogeo justo antes de la nacionalización.

Cuando el petróleo es barato, resulta muy tentador para los países extraer más crudo, incluso si esa producción adicional termina manteniendo los precios bajos. Y así, para corregir la tambaleante economía venezolana a principios de la década de 1990, el gobierno intentó reabrir la industria petrolera a compañías internacionales. Los forasteros serían especialmente útiles para acceder a la veta madre de Venezuela, el cinturón de petróleo pesado del Orinoco, que contiene más de un billón de barriles de betún alquitranado. A diferencia del petróleo crudo liviano regular, que puede bombearse directamente del suelo y venderse como está, el petróleo pesado es más difícil de extraer y luego debe actualizarse a algo parecido al aceite líquido antes de su venta. Hacer todo eso requiere el tipo de efectivo y el conocimiento sofisticado que le faltaba a PDVSA en ese momento.

A mediados de la década de 1990, las empresas internacionales, incluidas Chevron y ConocoPhillips, habían regresado al país y estaban trabajando arduamente para desbloquear los depósitos de petróleo pesado de Venezuela. Pero en 1998, el precio del petróleo colapsó nuevamente, cayendo a 10 dólares el barril. El impacto en Venezuela -que, como muchos países ricos en petróleo, nunca había logrado diversificar su economía a pesar de los intentos de reforma en la década de 1970- fue severo, dado que las exportaciones de petróleo representaban alrededor de un tercio de los ingresos del estado. Luego vino Chávez, un ex teniente coronel del ejército que había cumplido condena en la cárcel por un fallido golpe de Estado en 1992. Ganó las elecciones presidenciales de 1998 con la promesa de remodelar y restaurar la economía de Venezuela.

Entre sus primeros objetivos se encuentran los tecnócratas de PDVSA, especialmente el presidente y consejero delegado de la compañía, Luis Giusti, quien lideró la campaña para reabrir el sector petrolero del país. “Chávez vio a Giusti como un posible rival. De hecho, Chávez usó el eslogan ‘PDVSA es parte de un estado dentro de un estado’ ‘, dijo Juan Fernández, un ex gerente de PDVSA que también se vería afectado por el hombre fuerte. Giusti, alarmado por los planes de Chávez para la compañía petrolera, renunció justo cuando asumió el cargo a principios de 1999; luego fue reemplazado por un elenco giratorio de personas designadas políticamente. La partida de Giusti, que había pasado tres décadas en el negocio petrolero venezolano y había ganado aplausos internacionales por la modernización de la firma estatal desde que asumió en 1994, sería una mala noticia para la fortuna de PDVSA.

El objetivo de Chávez era ejercer control sobre PDVSA y maximizar sus ingresos, que necesitaba para financiar su agenda socialista. Pero lograr esto último requería la cooperación con el resto de la OPEP, que, como en la década de 1980, quería recortar la producción para aumentar los precios. El problema para Chávez era que muchos de los gerentes en ese entonces de PDVSA querían aumentar la producción, al continuar el desarrollo de campos petroleros pesados técnicamente desafiantes en Venezuela. Para hacerlo, necesitaban reinvertir más ganancias de la compañía en lugar de entregarlas al gobierno. Entonces los gerentes tuvieron que irse.

Desafortunadamente para Venezuela, Chávez, como muchas de las personas que designó para dirigir PDVSA, no sabía nada sobre el negocio que era tan importante para la prosperidad del país. “Él ignoraba todo lo relacionado con el petróleo, todo tenía que ver con la geología, la ingeniería y la economía del petróleo”, dijo Pedro Burelli, ex miembro de la junta de PDVSA que abandonó la empresa cuando Chávez asumió el poder. “La suya era una ignorancia completamente enciclopédica”.

Pero Chávez no era del tipo que permitiera que eso lo detuviera. En 2001, el ex paracaidista impulsó una nueva ley energética que aumentó las regalías que las firmas petroleras extranjeras tendrían que pagar al gobierno. También ordenó que PDVSA encabezará toda nueva exploración y producción petrolera; las empresas extranjeras solo pueden tener participaciones minoritarias en las asociaciones que hayan establecido con la empresa nacional.

En 2002, Chávez dio dos pasos más para convertir a la otrora orgullosa PDVSA en su reserva privada. Primero, instaló un nuevo presidente, Gastón Parra Luzardo, un profesor de economía izquierdista que fue un feroz opositor a la apertura de la industria a más inversión privada. Luego, en abril, salió a la televisión en vivo para humillar y despedir a un puñado de gerentes de PDVSA, reemplazándolos con hackers políticos. Juntas, las movidas desencadenaron violentas protestas públicas, que se convirtieron en un intento de golpe de Estado contra Chávez.

El presidente sobrevivió al golpe, pero su popularidad se desplomó, especialmente dentro de PDVSA. A fines de 2002, la oposición a Chávez se había solidificado, y grandes grupos laborales llamaron a un paro nacional con la esperanza de presionarlo para que dejara el cargo. Los trabajadores petroleros respaldaron el esfuerzo, preparando el escenario para lo que se convertiría en el paso crítico en el camino de ruina de PDVSA.

Durante el paro laboral de dos meses, la producción de PDVSA se desplomó cuando los trabajadores de campo dejaron de bombear y las tripulaciones de los buques tanque se negaron a abandonar el puerto. La producción de petróleo de Venezuela cayó de cerca de 3 millones de barriles por día antes de la huelga a niveles tan bajos como 200,000 barriles por día en diciembre de 2002.

Sin embargo, para Chávez, las compañías petroleras internacionales se negaron a unirse a la protesta. “Las multinacionales siguieron produciendo durante la huelga”, dijo Monaldi de la Universidad de Rice. “Eso es lo que lo salvó”, mitigando el impacto económico de la protesta.

Chávez inmediatamente luchó. Durante la huelga, eliminó a altos ejecutivos, incluido Juan Fernández, uno de los organizadores de la protesta. En los meses que siguieron, las notas rosadas seguían llegando, y cuando el humo finalmente se disipó, Chávez había despedido a más de 18,000 trabajadores. Con ellos pasó la mayor parte de la experiencia gerencial y los conocimientos técnicos que PDVSA había logrado conservar durante las purgas anteriores.

Esta evisceración del capital humano de PDVSA resultaría ser la más dañina de las muchas acciones de Chávez contra la compañía. Incluso su propio gobierno pronto se dio cuenta del daño que había hecho. Los accidentes y los derrames comenzaron a proliferar, y en 2005, un alto funcionario del Ministerio de Energía admitió en privado que tomaría al menos 15 años reconstruir las habilidades técnicas perdidas por los despidos masivos. Otro funcionario del Ministerio de Energía incluso pidió a diplomáticos estadounidenses en Caracas que ayuden a organizar la capacitación en Estados Unidos. Y en los años posteriores, la situación solo ha empeorado. Las condiciones en la empresa (y en la economía) ahora son tan malas que los empleados se llevan a casa una miseria -sólo un puñado de dólares al mes- y enfrentan presión política para apoyar al régimen. Tal tratamiento ha llevado al vuelo a gran escala de trabajadores calificados: más de 25,000 desde el año pasado, los dirigentes sindicales dicen. Según Reuters, el éxodo ha crecido tanto que algunas oficinas de PDVSA han comenzado a negarse a permitir que sus trabajadores renuncien.

“PDVSA fue uno de los mejores. Realmente sabían cómo operar “, dijo un ejecutivo de una compañía petrolera internacional con larga experiencia en Venezuela. “La purga los atornilló masivamente, los sangró de tipos que sabían lo que estaban haciendo en tantos niveles. Y nunca se han recuperado “.

Mientras que algunos de sus subordinados entendieron claramente los estragos que estaba causando, Chávez no sabía o no le importaba; decidido a financiar su revolución socialista en curso y usar exportaciones baratas para comprar amigos en el extranjero, siguió dando vueltas a la industria petrolera. Usando métodos legalmente cuestionables, comenzó a desviar miles de millones de dólares en ingresos de PDVSA para pagar sus programas sociales, que incluyen vivienda, educación, clínicas y almuerzos escolares. Si bien esta estrategia puede haber valido la pena a corto plazo, fue extremadamente peligrosa: cuanto más dinero sacaba el gobierno de PDVSA, menos dinero tenía que invertir la compañía petrolera para mantener la producción o encontrar nuevos recursos. Dado que los campos petrolíferos producen gradualmente menos petróleo a medida que se extraen, los países necesitan constantemente cavar nuevos pozos y rejuvenecer los reservorios contraídos con inyecciones de agua o gas. Gracias a su geología, los campos petrolíferos de Venezuela tienen enormes tasas de declive, lo que significa que el país necesita gastar más que otros petroestados solo para mantener la producción estable. Pero a medida que Chávez canalizaba más ingresos a otras áreas, PDVSA se vio obligada a hipotecar el futuro para pagar el presente político.

En 2005, Chávez volvió a atacar a las empresas extranjeras. Levantó las tasas de regalías una vez más y facturó a las compañías por miles de millones de dólares en falsos impuestos atrasados. Luego comenzó a obligar a las empresas extranjeras a ceder la mayor parte de sus operaciones a PDVSA, un proceso que los funcionarios de la embajada describieron en ese momento como “una incautación progresiva”. Cada año, “Chávez sistemáticamente hizo algo” a las empresas internacionales, ya sea elevando sus impuestos u obligándolos a vender petróleo para la moneda local”, dijo Monaldi. Estas provocaciones exasperaron a los ejecutivos extranjeros; incluso funcionarios de la Corporación Nacional del Petróleo de China se quejaron a los funcionarios estadounidenses sobre la interferencia de Caracas. ExxonMobil y Conoco tiraron la toalla y se fueron. (Esta primavera, Conoco finalmente ganó un laudo de arbitraje de $ 2 mil millones en contra de PDVSA por la expropiación de sus activos.) Sin embargo, muchos otros, como Chevron, encontraron el potencial colosal de Venezuela tan tentador que aceptaron los nuevos términos punitivos.

A pesar de la presencia de estos holdouts, el comportamiento cada vez más errático de Chávez redujo aún más la inversión necesaria para sacar el petróleo pesado de la tierra. También lo hizo el uso del gobierno de los ingresos de PDVSA para financiar programas sociales y pagar las deudas soberanas de Venezuela. “Durante el boom petrolero más alto de la historia, cuando todos los demás países del mundo aumentaron la inversión, Venezuela no lo hizo, y la producción siguió disminuyendo”, dijo Monaldi.

A pesar de todos los abusos y errores de Chávez, la industria petrolera venezolana logró tambalearse durante un tiempo sorprendentemente largo. La producción se mantuvo prácticamente constante desde 2002 (justo antes de la huelga) hasta 2008, cuando los precios mundiales del petróleo alcanzaron un máximo de casi $ 150 por barril. Ese año, Venezuela ganó aproximadamente $ 60 mil millones del petróleo. (Estas cifras de producción provienen de la OPEP, las propias estimaciones del gobierno son más altas y el resto de la industria las ve con escepticismo).

Los precios más altos compensaron con creces el ligero declive de la producción -entre 2002 y 2008, la producción de Venezuela disminuyó de 2.6 millones de barriles por día a 2.5 millones- permitiendo a Chávez seguir gastando y ocultando la necesidad de una mayor revisión de la industria. Pero incluso los altos precios del crudo no pudieron ocultar las profundas disfunciones económicas causadas por los esfuerzos de Chávez para construir lo que él llamó “el socialismo del siglo XXI”. La escasez de bienes de consumo común se volvió endémica. Un país que alguna vez fue un exportador de productos agrícolas tuvo que comenzar a importar lotes de alimentos subsidiados por el gobierno, otra característica común de la maldición de los recursos. “En 2007, ya había escasez intermitente”, dijo Patrick Duddy, que se desempeñó como embajador de Estados Unidos en Caracas de 2007 a 2008 y de nuevo de 2009 a 2010. “Hubo, a veces, sin leche de ningún tipo en las estanterías de las tiendas, no fresca, no en polvo, no condensada, y fue entonces cuando los precios del petróleo se dispararon. Fue sorprendente”.

Cada vez más desesperado, el gobierno pronto encontró otra forma de desmantelar PDVSA: utilizando cualquier experiencia administrativa que hubiera conservado para ejecutar otras partes de la economía que se estaban desmoronando. En 2007, por ejemplo, PDVSA había sido arrastrada a producir y distribuir leche; más tarde, la empresa comenzó a importar otros alimentos básicos, desde aceite de cocina hasta arroz y frijoles. El trabajo de la compañía en estas áreas puede haber proporcionado al país algún alivio a corto plazo, pero distrajo aún más a PDVSA de lo que debería haber sido su actividad principal.

El intento de Caracas de nacionalizar la industria petrolera y afirmar sus derechos soberanos sobre el oro negro del país casi ha asegurado que cada vez menos de esa riqueza quedará para los venezolanos.

La realidad finalmente se derrumbó en el verano de 2014, alrededor de un año después de que Chávez muriera de cáncer y fue sucedido por Maduro. Los precios del petróleo colapsaron desde un máximo de más de $ 100 por barril en el verano a menos de la mitad en enero de 2015. Al final de ese año, el petróleo venezolano se vendía a menos de $ 30 el barril, incluso cuando el presupuesto se basaba en precios de $ 60 por barril. En este punto, Venezuela se había vuelto casi totalmente dependiente de los ingresos petroleros, que representaban alrededor del 95 por ciento de sus ganancias de exportación. El petróleo más barato llevó a la economía a una recesión en 2014 y una crisis en pleno auge en 2015, con un descenso del PIB de casi un 6 por ciento y una explosión de la inflación. Y como Venezuela no había diversificado su economía, el país no tenía opciones.

El único punto positivo relativo en la industria petrolera de Venezuela en la actualidad es el superávido campo del Orinoco, operado conjuntamente con empresas extranjeras desde la apertura del sector en la década de los noventa. La producción de crudo en el Orinoco en realidad creció durante la primera mitad de esta década, e incluso ahora la disminución de la producción ha sido modesta. Eso es un fuerte contraste con las pronunciadas disminuciones de producción en yacimientos petrolíferos tradicionales operados exclusivamente por PDVSA. Pero incluso los campos superpesados están luchando para mantener los niveles de producción cerca de constante. Antes de que pueda exportar el bitumen pesado, PDVSA necesita mezclarlo con petróleo liviano, y desde al menos el 2010, la producción propia de petróleo liviano de Venezuela ha estado cayendo. Eso obliga a la compañía de energía del estado a gastar efectivo muy necesario importando petróleo liviano. Venezuela también importa gasolina, que regala a los consumidores por apenas 4 centavos el galón. Y pierde dinero cuando los compradores rechazan sus cargas de petróleo crudo por su mala calidad, un problema cada vez más común. En otros casos, ni siquiera se les paga: mientras que el país ahora envía a China 400,000 barriles por día, por ejemplo, Pekín los considera pagos por las deudas de Caracas. Mientras tanto, a pesar del colapso de su industria petrolera, Venezuela continúa comprando petróleo extranjero para enviar, con pérdidas, a los primos ideológicos del régimen en Cuba, un amargo legado del plan de Chávez de usar la riqueza petrolera de Venezuela para comprar amigos en el vecindario.

Todos estos problemas le cuestan a PDVSA, y a Venezuela, grandes cantidades de efectivo. Vender petróleo con un descuento, enviarlo a China (y Rusia) para pagar la deuda nacional, y subsidiar a los conductores venezolanos le cuestan a la compañía, y al país, más de $ 20 mil millones al año, estimó Monaldi. Entre otras cosas, este déficit masivo ha hecho cada vez más difícil para PDVSA pagar a compañías de servicios como Halliburton y Schlumberger, que lo ayudan a perforar en busca de petróleo. El año pasado, las dos compañías cancelaron más de $ 1.5 mil millones en cuentas impagas adeudadas por PDVSA. Y como no les pagan, han disminuido su trabajo en los campos petrolíferos maduros que una vez fueron el medio de vida de Venezuela. Eso significa aún menos aceite ligero, lo que hace aún más difíciles de resolver todos los demás problemas de la industria.

Esa mezcla tóxica colisionó el año pasado, cuando la producción colapsó repentinamente en un 30 por ciento, marcando un declive neto de 2 millones de barriles por día desde que Chávez lanzó su plan para usar la enorme dotación petrolera de Venezuela para construir un paraíso socialista. El Ministerio de Petróleo ahora se prepara para una nueva caída durante el resto de este año, a tan solo 1,2 millones de barriles por día.

La única forma en que Venezuela, que está quebrada y despojada de talento, posiblemente pueda arreglar su industria petrolera hoy, es confiando más en compañías extranjeras. Incluso si se les diera carta blanca, sin embargo, no está claro que las empresas internacionales puedan cambiar las cosas pronto; la falta de inversión en los últimos años no ha ayudado a la salud de los campos petroleros de Venezuela. “Si arruinaste el embalse al sobreproducir o subinvertir, entonces no puedes continuar donde lo dejaste”, dijo el ejecutivo de la compañía petrolera internacional. “Probablemente hayan causado daños a largo plazo a los embalses”.

Pero Caracas parece no estar dispuesta a siquiera probar la proposición y continúa haciendo todo lo posible para alejar a las empresas que tanto necesita. En abril, por ejemplo, agentes del gobierno arrestaron a dos ejecutivos de Chevron que, según los informes, se negaron a cooperar en la sobrefacturación de suministros de petróleo. Los dos fueron retenidos durante meses mientras enfrentaban posibles cargos de traición, que conllevan una sentencia de prisión de hasta 30 años.

Una reforma real requeriría un cambio mayor en la gestión económica del país: controlar la hiperinflación, establecer un tipo de cambio estable y realista, y construir un marco legal exigible que podría ofrecer a los inversores extranjeros cierta apariencia de previsibilidad y protección. Por supuesto, es imposible imaginar a Maduro haciendo ninguna de esas cosas, especialmente después de haber ganado recientemente (o robado) otro término una “elección”. Y su reelección conlleva riesgos adicionales a corto plazo para el tambaleante sector petrolero venezolano. Estados Unidos está considerando sanciones adicionales que podrían limitar las exportaciones de crudo y productos refinados estadounidenses a Venezuela o incluso prohibir la compra de crudo venezolano por refinerías estadounidenses. Cualquiera de los movimientos, o ambos, serían un golpe más para una industria que ya estaba de rodillas. Lo que probablemente no se puede volver a armar es la compañía petrolera estatal. “No hay dinero en el mundo que pueda devolver eso”, dijo Burelli. “Es posible que puedas reconstruir un sector petrolero lleno de jugadores privados, pero no de PDVSA”.

En última instancia, el intento de Caracas de nacionalizar la industria petrolera y afirmar sus derechos soberanos sobre el oro negro del país casi ha asegurado que cada vez menos de esa riqueza quedará para los venezolanos. Sin otro sector económico vibrante, la única forma de financiar al gobierno es aumentando la producción de petróleo, lo que requeriría invertir hasta $ 10 mil millones al año durante una década, sugirió Burelli, y la única forma de atraer ese tipo de inversión es ofreciendo compañías internacionales términos favorables. Eso significa un corte más grande para ellos y un corte más pequeño para el estado.

Como dijo Burelli, “para resucitar el sector petrolero, alguien tendrá que invertir en él en sus términos, no en nuestros términos, y eso no generará ingresos. Entonces, ¿de qué viviremos?

Este artículo apareció originalmente en la edición de julio de 2018 de la revista Foreign Policy.

Keith Johnson es corresponsal de geoeconomía global de Foreign Policy @KFJ_FP

 20 min


El pasado 12 de julio de 2018, en el Municipio Baruta, se concretó una forma de participación ciudadana libre, institucional, responsable, legítima e incluyente, a través de la celebración del cabildo abierto que fue formalmente convocado por el Concejo Municipal de Baruta.

Ese cabildo abierto facilitó el camino para darle vida al artículo 62 de la Constitución, el cual garantiza la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos. En ese cabildo abierto los vecinos de distintos sectores y comunidades tuvieron la oportunidad de opinar sobre la irregular prestación del servicio de agua potable que lesiona severamente la calidad de vida de los baruteños.

Además, la Red de Organizaciones Vecinales de Baruta (RedOrgBaruta) logró en ese espacio institucional presentar y someter a consideración de los vecinos del municipio, y de sus autoridades públicas, un Plan de Gestión de Emergencia del Servicio de Agua para el Municipio Baruta que ha sido elaborado por vecinos con experiencia en gestión integral de agua y como resultado de varios encuentros y debates en el marco del programa que coordina la RedOrgBaruta de Mesas Técnicas de Agua en el municipio.

Por su parte, la convocatoria a ese cabildo abierto concretó la responsabilidad constitucional de las autoridades del municipio de facilitar, promover e incluir a los ciudadanos en los temas de gestión pública local.

La celebración del cabildo abierto en los tiempos difíciles y complejos que vivimos como sociedad representa una forma de reivindicar el orden constitucional y democrático que ha sido interrumpido por el régimen de Nicolás Maduro. No es suficiente, pero representa una forma de concretar el artículo 70 de la Constitución y es claramente una expresión cívica para recordar el valor de la democracia, del debate político y del municipio como unidad política primaria en el marco del diseño federal descentralizado de nuestro Estado.

Pero además, permitió darle sentido práctico a la Ordenanza de Participación Ciudadana del Municipio Baruta, aprobada el 9 de octubre de 2006, pues en ese texto normativo, expresión concreta de la autonomía municipal en materia legislativa, se convocó, organizó y activó el cabildo abierto del 12 de julio de 2018.

Según la ordenanza mencionada, en lo que respecta al Municipio Baruta, el cabildo abierto es reconocido como una “sesión abierta de la Cámara Municipal, organizada de manera especial con el propósito de buscar soluciones a los problemas que afectan a una comunidad determinada, con inclusión participativa de los ciudadanos y ciudadanas representantes de dicha comunidad, ya sea en forma individual o en representación colectiva”.

El desarrollo del cabildo abierto permitió validar de manera efectiva que se trató de una convocatoria especial, en una sesión abierta del Concejo Municipal de Baruta, pues en la dinámica de la sesión lograron participar con voz y con voto otros actores sociales que junto a las autoridades, atendieron libremente al llamado institucional a los fines de intentar buscar soluciones al problema de la prestación irregular del servicio de agua potable en el municipio.

Una manera de valorar ese ejercicio cívico realizado con el encuentro entre autoridades locales y vecinos de Baruta para buscar soluciones a problemas concretos, que podría identificarse como un ejercicio de gobernanza, debe ser evaluado atendiendo a tres de los fines para los cuales un cabildo abierto debe ser convocado en Baruta, a saber:

Permitir a los ciudadanos del municipio Baruta tener una mayor relación con las autoridades locales y viceversa.

Establecer espacios formales e institucionales para que la comunidad pueda plantear sus problemas ante las autoridades correspondientes y tomar decisiones conjuntas.

Garantizar a los ciudadanos del Municipio Baruta la intervención oportuna en los problemas comunitarios que revisten carácter prioritario, a los fines de darle solución.

Resulta importante destacar que cumpliendo con la ordenanza, el cabildo abierto fue organizado y coordinado por una comisión mixta que fue integrada por vecinos, concejales y la Secretaría del Concejo Municipal.

Con esos tres fines la naturaleza de sesión abierta y especial, unida a la participación de autoridades locales y vecinos, hicieron posible concretar y aprobar el Plan de Gestión de Emergencia del Servicio de Agua para el Municipio Baruta, el cual se traduce en unos lineamientos generales que vienen a ser vinculantes a las autoridades locales, atendiendo al artículo 70 de la Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela.

En este sentido, resulta oportuno destacar que el Plan de Gestión de Emergencia del Servicio de Agua para el Municipio Baruta, se desarrolla en cuatro dimensiones:

Social

Institucional

Técnico

Financiero

La dimensión social se enmarca dentro del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 6, que plantea, entre sus retos, la incorporación de la sociedad civil en los desafíos del agua.

En este caso la propuesta propone formalizar tal inclusión a través de una Comisión de Vecinos, prevista en el artículo 268 de la Ley Orgánica del Poder Público Municipal, para que además de hacer seguimiento a los servicios públicos y a este plan, sea una especie de asesora permanente y promotora de una campaña de información adecuada y oportuna para la dimensión de la crisis que experimenta el municipio.

La dimensión institucional trae consigo la propuesta de crear una unidad administrativa en la Alcaldía de Baruta para que asuma la gestión de este plan. Asimismo, que el Concejo Municipal se aboque a aprobar la ordenanza sobre camiones cisternas, que está en discusión, y que también fue iniciativa de la Red Organizaciones Vecinales de Baruta.

Pero además, propone que se impulse la elaboración de una ordenanza de gestión integral del agua, que por cierto, es un mandato legal que está pendiente desde que se aprobó la Ley de Prestación del Servicio de Agua Potable y Saneamiento. Por último, incluye la necesidad de presentar un Plan de Contingencia ante la crisis.

La dimensión técnica desarrolló una serie de líneas generales que tiene que ver con identificación de fuentes alternas de suministros de agua, el tema de los pozos de agua, la adecuación del llenadero y evaluación de otros llenaderos para Baruta.

La dimensión financiera, tiene que ver con los recursos para acometer proyectos que puedan recibir fondos para la inversión en materia de prestación del servicio de agua potable, lo cual está respaldado por la Ley Orgánica de Prestación del Servicio de Agua Potable y Saneamiento.

¿Se cumplirá o no se cumplirá con esos compromisos? ¿Se hará suficiente monitoreo y presión para que los mismos no queden en un ejercicio cívico más simbólico que concreto?

Precisamente en la respuesta a esas inquietudes planteadas, reposa la clave para que una democracia se fortalezca, y en nuestro caso, se reivindique, o bien para reiterar que el orden democrático y jurídico, lejos de ordenar a la sociedad, estorba y no resulta útil.

Si se logra algunos o todos esos acuerdos, la sociedad de Baruta habrá sido parte actora de una extraordinaria actividad pedagógica de darle sentido a la democracia, a la participación y a la ciudadanía, con mucho sentido común y en tiempos de dictadura.

@carome31

POLITIKA UCAB

17 de julio de 2018

https://politikaucab.net/2018/07/17/el-ejercicio-civico-del-cabildo-abie...

 5 min


Pedro Vicente Castro Guillen

Estos tres elementos definen la coyuntura económica, social y política de Venezuela. Los venezolanos enfrentamos una situación de indescriptibles calamidades derivadas de la relación que delimitan este triángulo semántico.

La lucha por aumentos salariales que libran diversos sectores gremiales, sindicales y sociales es una lucha que no podrá tener éxito en virtud de que sólo se puede hablar de salario si podemos correlacionar la cantidad de dinero recibido como compensación por el trabajo con un poder de compra efectivo, es decir, como lo planteo el propio Marx, si este estipendio es capaz de garantizar las condiciones sociales de subsistencia de quien lo recibe. Cosa que no existe en Venezuela, porque el proceso hiperinflacionario evapora antes de ser recibido el salario y los aumentos del ingreso nominal de los trabajadores. Y de manera simultánea ocurren un doble fenómeno el salario deja de existir en tanto no hay real y efectivo poder de compra porque no hay dinero, porque, eso es lo que hace la hiperinflación derrite el dinero. No puede haber salario si no hay dinero. Lo que desde luego hace de la economía un espacio altamente distorsionado o inexiste en términos de una sociedad moderna. Con lo que es difícil saber que se puede llamar economía en Venezuela cuando: la economía formal esta reducida a su mínima expresión como resultado de la abrumadora y obscena cantidad de controles que la desregulan, la economía monetaria es prácticamente inexistente cuando no existe una monedad nacional con real y verdadero poder de compra y se opera con una divisa clandestina, pero tampoco estamos en una economía de trueque porque no hay bienes que intercambiar.

Todo lo anterior es lo que viene determinando la conflictividad social. Una conflictividad social que no se sujeta sólo al problema salarial, sino que se expande a otras cuestiones fundamentales para sostener una vida digna, como lo es el transporte, el agua, la electricidad. Ahora bien, todos estos problemas tienen una matriz común la liquidación de la economía por el proceso hiperinflacionario que es el resultado que resumen el más grande y oscuro entramado de operaciones y manejos que desde el poder terminaron liquidando una economía petrolera como la de Venezuela.

El problema del salario es un problema más complejo, porque, como lo planteo valiente y claramente la Presidenta del Colegio de enfermeras de la Gran Caracas, no se puede solucionar el problema del salario sin solucionar el problema de las condiciones de trabajo, aquellas que garantizan que la labor realizada, como es el caso de estas trabajadoras de la salud, pueda salvar vidas. Argumentos económicos y éticos se extienden a otros gremios y sindicatos, como los Médicos, maestros, profesores universitarios. El salario sin condiciones de trabajo es fraudulento. Pero, además, desvaloriza el trabajo, roba las capacidades efectivas de realizar una función eficiente en el puesto ocupado. Destruye todo sentido del trabajo y destruye al trabajador en el sentido ético del trabajo y de su valoración social.

Es por ello que la lucha debe plantearse por el cambio de régimen, por recuperar las condiciones efectivas de operación de una sociedad y economía moderna regulada por el acervo de conocimientos acumulados por las Ciencias Económicas, Sociales y las Humanidades. Hay que volver a la República y la democracia. Es una ilusión, por decir lo menos, de parte de aquellos que lo predican, que se puede abatir la hiperinflación negociando con la banda en el poder. A éstos lo único que les interesa es conservar el poder sine die, si lograr su objetivo pasará por ahí, ellos mismos lo hubiesen planteado. El problema es entender que este entramado ominoso construido por el castro-chavo-madurismo como “economía” es lo que permite el control de los dólares, que es el verdadero quid del problema. No hay ni habrá voluntad de cambio de quien sólo quiere conservar el poder. Es por ello que la lucha social debe escalar por el cambio político, económico, social y ético.

@pedrovcastrog

 3 min