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Opinión

Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad

Dos personas de escuelas de pensamiento tan distintas, un liberal como Karl Popper y un existencialista que por años militó en el marxismo, Albert Camus, coincidían en una cosa: que, si bien la historia por sí misma no tiene significado, podemos dárselo y que la libertad individual era vital para lograr tal fin. La dignidad de la vida humana se conquista según estos dos autores tan diferentes, a través de la rebeldía, de la oposición a la que nos guía la libertad.

Rebelde, al menos para Camus, es quien no acepta la indignidad, la injusticia, la opresión. Quien dice no y les planta cara a los tiranos de toda condición. Aquel que no se somete, que no calla frente a una realidad que envilece al ser humano. El rebelde no es un revolucionario que sueña con paraísos terrenales u hombres nuevos. No, el rebelde actúa por ese hombre que somos, aquel ser imperfecto y limitado, con el que cuenta toda sociedad humana que existe. Pero en ningún caso se resigna a que no seamos lo que sí podemos y debemos ser: dignos, respetados y especialmente libres.

Para un eterno rebelde no existen autoritarismos buenos y autoritarismo malos. Autoritarismos que se redimen ya sea para imponer la igualdad entre los hombres o garantizar el libre mercado y la democracia a futuro. Un eterno rebelde no justifica los medios en función de los fines, especialmente si el fin es el sacrificio de la vida de personas en masa con base en una ideología concreta. Los revolucionarios en cambio han mostrado a lo largo de la historia que matan con la conciencia tranquila, ya que están absolutamente convencidos de hacerlo en nombre de la razón y el progreso (o perpetuarse en el poder es para ellos la forma de conseguir esa razón y progreso). El ser revolucionario es el método perfecto para convertir a los criminales en jueces.

El hombre rebelde” de Camus deja claro cómo están fuertemente ligados el mesianismo utópico y los derramamientos de sangre con que se caracterizan las utopías que quieren imponer su particular paraíso terrenal en el mundo de los seres humanos. Un gran lector del liberal Popper y del existencialista Camus es el también liberal Mario Vargas Llosa. Vargas Llosa, quien afirma su “rechazo frontal del totalitarismo, definido éste como un sistema social en el que el ser humano viviente deja de ser fin y se convierte en instrumento. La moral de los límites es aquella en la que desaparece todo antagonismo entre medios y fines, en la que son aquellos los que justifican a éstos y no al revés”. Vargas Llosa cita a Camus afirmando que “se trata de servir la dignidad del hombre a través de medios que sean dignos dentro de una historia que no lo es”.

El totalitarismo que la mayoría de los revolucionarios defienden, descansa su esencia en que ciertos conceptos abstractos (como PUEBLO o PATRIA), tienen más valor e importancia que los seres concretos de carne y hueso. El rechazo a esta idea es esencial para el pensamiento liberal, ya que el liberalismo (integral y no mutilado ni menos aún reducido a la mera economía) es, en su esencia, una doctrina de los medios, de la decencia y tolerancia con que nos tratamos, que rechaza la idea de un fin transcendente y que por ello no puede escudarse detrás de esa especie de “futurismo moral” (citando a Popper) propio de las ideologías, ni de una moral utilitarista, que en el fondo no es más que la versión intelectualizada de la famosa máxima “el fin justifica los medios”.

Al final quienes en el fondo defienden la libertad, se hagan llamar liberales u otros adjetivos, llegan a la misma conclusión: “La única moral capaz de hacer el mundo vivible, es aquella que esté dispuesta a sacrificar las ideas todas las veces que ellas entren en colisión con la vida, aunque sea la de una sola persona humana, porque ésta será siempre infinitamente más valiosa que las ideas, en cuyo nombre, ya lo sabemos, se pueden justificar siempre los crímenes, como crímenes de amor” (Varga Llosa, 1978, Gran Sinagoga de Lima con ocasión de la recepción del Premio de Derechos Humanos, otorgado por el Congreso Judío Latinoamericano). Eso es la esencia de ser un eterno rebelde, no un revolucionario.

17 de julio de 2018

Observador de Coyuntura nº 50

Cedice Libertad: Observatorio Derechos de Propiedad observatoriopropiedad.cedice@gmail.com>

 3 min


Daniel Eskibel

En un lejano punto del espacio, la nave USS Enterprise es atacada violentamente por una nave extraterrestre.

— ¡Suban los escudos! — ordena el Capitán Picard desde el puesto de mando.

La nave sube sus escudos y queda blindada frente al ataque.

Jean-Luc Picard sonríe satisfecho mientras su nave continúa su viaje, imperturbable. Los miembros de su tripulación continúan con sus tareas habituales, imperturbables.

Eso mismo: imperturbables.

Así parecen estar frente al cambio político amplios segmentos de ciudadanos.

Es lo que suelen constatar las fuerzas políticas que buscan un cambio.

Cuando la mayoría de las personas está blindada frente al cambio político

¿A qué cambio me refiero?

A todos.

Y más allá del signo ideológico implicado en dicho cambio.

Lo cierto es que son muchos y muy diversos los escenarios donde alguna fuerza política busca cambiar. Por ejemplo:

Un partido de oposición intenta derrotar a un partido en el gobierno

Un candidato busca superar al rival que encabeza las encuestas

Un grupo de dirigentes quiere reemplazar a los conductores actuales de su partido político

Una organización aspira a modificar alguna creencia, prejuicio o idea dominante en la sociedad

Una fuerza política quiere cambiar la percepción pública sobre su marca

Los escenarios de cambio pueden ser muy diversos: campaña electoral, campaña gubernamental, campaña de imagen corporativa, elecciones primarias o internas, plebiscito, referéndum, campaña política, campaña ideológica…

Pero sea cual sea el escenario, los agentes de cambio se topan con una misma dificultad: la mayoría de las personas están blindadas frente al cambio. Sí: la mayoría de las personas (por lo menos en tiempos normales, cuando no median circunstancias críticas excepcionales).

Las personas están blindadas frente al cambio por tres razones básicas:

Escaso interés en la política

Resistencia al cambio

Reducida apertura hacia lo nuevo

El desinterés en la política es una actitud que siempre ha estado presente en alguna medida en las sociedades humanas, pero que en las últimas décadas parece crecer con mayor fuerza aún.

Es obvio señalar que cuanto menor interés en la política tiene una persona, mayor probabilidad tendrá de estar blindada frente al cambio político. Porque el cambio político es por definición y por naturaleza un fenómeno político, y es justamente en ese terreno que esa persona no quiere entrar porque no le interesa.

La resistencia al cambio, por su parte, es un fenómeno psicológico conocido que resulta de la acción combinada de dos emociones: la tristeza y el miedo.

Frente a todo cambio, y no solo el político, las personas sienten algo de tristeza. Y esto ocurre inclusive en los cambios que la propia persona apoya o impulsa. Se trata de una tristeza inevitable que se siente al perder algo, al dejar algo atrás (inclusive al dejar atrás algo que no era bueno).

Podría objetarse lo anterior diciendo que no tiene ninguna lógica sentirse triste por perder algo que se quería perder. Y es cierto que no tiene ninguna lógica. Es que no se trata de lógica sino de psicología. Como sabrás, las emociones constituyen un territorio completamente diferente al del pensamiento lógico. Y funcionan con otras reglas.

En este campo tan diverso de las emociones resulta que sí, que se siente algo de tristeza hasta por perder lo que se quería perder. No tanto por la pérdida de la cosa en sí, sino más bien por otras pérdidas laterales que la acompañan (vinculadas a fenómenos como la identidad y los hábitos).

Además de tristeza, las personas también sienten algo de miedo ante todo cambio. ¿Miedo a qué? Pues a lo nuevo, a lo que vendrá, a lo desconocido. Un miedo difuso ligado a un viejo y terrible refrán popular que dice que “más vale malo conocido que bueno por conocer”.

La apertura a lo nuevo, finalmente, constituye un rasgo de personalidad bien estudiado en la teoría del Big Five. En algunas personas está destacado y constituye parte fundamental de la personalidad, pero en muchas otras predominan otros rasgos.

Alguien que en el inventario del Big Five puntuaría bajo en Apertura a lo nuevo está muy lejos de apoyar un cambio político porque sería ir a contramano de su propia personalidad, de su voz más auténtica, de su naturaleza psicológica.

Son tres entonces los materiales que construyen el blindaje frente al cambio: el escaso interés en la política tan común en nuestro tiempo, la resistencia al cambio como dimensión psicológica universal y el reducido peso que la apertura mental tiene en muchas personalidades.

De esta acción tripartita resulta un segmento de la población blindado frente a todo cambio, inmune, imperturbable. Las fuerzas políticas que impulsan el cambio deberán en cada caso identificar y estudiar este segmento para luego tomar acciones contra el blindaje.

El blindaje resiste intacto al bombardeo publicitario

La solución política tradicional para el problema de las personas blindadas frente al cambio es el bombardeo.

Parece simple: atacar esa resistencia al cambio con mucha y buena comunicación. Colocando en un lugar importante el despliegue publicitario. Una inversión potente en los medios de comunicación, sumada a una alta calidad en la realización de las campañas publicitarias, y se supone que las defensas de las personas van a ceder y el mensaje va a filtrarse en su mente y a convencerlos.

Parece simple, como dije. Parece razonable, también.

Pero en la práctica no funciona.

No se trata solamente de que el bombardeo publicitario no funcione y no sea efectivo, que no lo es. Se trata, además, de que muchas veces ni siquiera es registrado por el público al que va dirigido.

Una visión ingenua del funcionamiento de la mente humana cree que si una persona tiene una idea y luego recibe una idea diferente, pues procede a compararlas y a sacar conclusiones en base al razonamiento.

Pero la investigación psicológica demuestra que cuando una persona tiene determinadas ideas ni las compara con otras ni las razona. Más bien todo lo contrario. Y su actitud cerrada frente a nuevas ideas se explica por dos mecanismos mentales fundamentales:

La persona tiende a construir en torno suyo un mundo donde esas ideas reinen. Sin darse cuenta conscientemente de ello, elige sus relaciones humanas, sus conversaciones, sus lecturas, sus preferencias y sus fuentes de información y opinión de tal modo que coincidan en fortalecer las ideas que ya tiene. Las redes sociales de internet, ya sea Facebook o Twitter o Instagram o cualquier otra, se convierten en cámaras de eco que una y otra vez reproducen esas mismas ideas. Y sus conexiones de mensajería instantánea redondean su propia burbuja personal.

Cuando una idea diferente atraviesa la burbuja produce el fenómeno conocido en ciencias sociales como disonancia cognitiva. La sola enunciación de una idea disruptiva provoca sensaciones de extrañeza, de malestar, de ajenidad. Es vivida en la mente como un cuerpo extraño del que hay que deshacerse, como algo que hay que expulsar para retomar el equilibrio. A lo cual muchas veces se agrega alguna emoción negativa que facilita la expulsión de la idea que amenaza con subvertir el equilibrio interno.

Cada persona, entonces, se instala cómodamente en su espacio ideológico de confort. Cada cual en su burbuja. También yo, y tú que me estás leyendo, y todos sin excepción hacemos algo similar. Ya sabes: es más fácil verlo en los demás que en uno mismo…

Instalados en esa zona de confort parece que todos los que conocemos piensan más o menos parecido y que toda la información disponible respalda ese universo de opiniones convergentes. Vivimos en una cámara de eco, como señalé antes. Y para perfeccionar el blindaje rechazamos toda idea diferente, toda intrusión que venga de afuera de la burbuja. Cuando a pesar de todo la idea intrusa penetra en la cámara de eco, pues ahí es de inmediato descalificada y expulsada.

Este tipo de fenómenos explica, por ejemplo, que todos tenemos la sensación de que nuestro candidato va a ganar las elecciones. Y si después resulta que pierde quedamos asombrados y no logramos comprender de dónde vinieron los votos de nuestro adversario.

El bombardeo publicitario se estrella contra esos escudos que blindan la mente contra el cambio. Pero además la publicidad tiene un problema extra que se agrega: interrumpe lo que el público objetivo está haciendo.

Efectivamente: la interrupción está en la esencia misma de la publicidad.

La persona desea mirar un programa de televisión, escuchar una emisión radial, leer las noticias de un periódico, ir de un punto de la ciudad al otro, ver las últimas fotografías de sus amigos en Facebook o Instagram…Ese es su objetivo, ese es su deseo en el momento que irrumpe la publicidad. Pero por diseño la publicidad necesita interrumpirlo, cortar el flujo de sus pensamientos o de sus percepciones para colocar allí su producto.

¿Y sabes qué?

A las personas no les gusta que las interrumpan.

Y menos para venderle algo, ya sea un producto o una idea.

La reacción mental frente a la interrupción publicitaria tiene, en la mayoría de los casos, algo de malestar. El malestar propio de quien deseaba hacer algo y lo estaba haciendo pero se ve momentáneamente alejado de su deseo y de su acción.

Si hay malestar frente a cualquier interrupción publicitaria, entonces frente al bombardeo publicitario ese malestar se multiplica inmensamente.

Es en estas situaciones en la que las personas se bloquean, rechazan la publicidad, no la escuchan, no la ven, la dejan fuera de su campo perceptivo y fuera de su mente.

Hace varias décadas se realizó una investigación muy ilustrativa en Gran Bretaña que luego se ha replicado en diversas partes del mundo. Por entonces los números de aparatos de televisión encendidos en determinado momento mostraban, supuestamente, el gran impacto de algunas campañas publicitarias en programas de gran rating. Pero no todo era como parecía.

Los investigadores colocaron cámaras sobre los televisores de una muestra estadística de hogares. Esas cámaras registraban qué hacían las personas frente al televisor mientras el aparato estaba encendido. Mostraban caras interesadas y ojos atentos mientras se desarrollaba el programa que estaban viendo. Pero cuando llegaba el momento de la publicidad las cámaras mostraban distracción, personas conversando entre sí, somnolencia y asientos vacíos mientras los televidentes aprovechaban la pausa para levantarse, ir al baño, ir a la nevera a buscar comida, salir con el cubo de basura, realizar una tarea pendiente o hacer cualquier cosa menos mirar la publicidad.

¿Te imaginas lo que podemos ver ahora mismo mientras un bombardeo de spots electorales se desata desde la pantalla del televisor?

Asientos vacíos, en primer lugar.

Y ojos concentrados en los teléfonos móviles y las tabletas, en segundo lugar.

O viceversa, habría que verlo…

Peor aún es en internet, donde son cada vez más cantidad de millones las personas que directamente bloquean la publicidad en sus navegadores.

Así es que el blindaje frente al cambio resiste intacto aún al más poderoso bombardeo publicitario. La mente sube sus escudos, como obedeciendo a una silenciosa orden del Capitán Picard. Y la publicidad se estrella y no logra penetrar. Con lo cual cada uno sigue pensando lo mismo que pensaba antes del bombardeo.

El Capitán Picard triunfa.

Aunque tal vez haya una manera de derrotarlo…

La estrategia de contenidos rompe el blindaje

Toda fortaleza tiene su punto de ruptura. Todo Aquiles tiene su talón. Todo Superman se topa con su kryptonita verde. Así como todo blindaje contra el cambio tiene su grieta por donde atacar.

La grieta que debilita la resistencia al cambio es la estrategia de contenidos.

Porque las personas se cierran frente a otras personas que piensan diferente, frente a medios de comunicación con ideas diversas y frente a bombardeos publicitarios. Pero no necesariamente se cierran frente a contenidos.

Por el contrario: las personas buscan contenidos, los consumen, los disfrutan y los comparten con otros. A cada cual sus contenidos: textos, fotografías, artículos, vídeos, infografías, libros, dibujos, historias, audios…

Esos contenidos tienen una peculiaridad: cuánto menos referencias ideológicas o políticas explícitas tengan, mayor poder de persuasión política o ideológico tendrán. Es casi la ley de hierro de la persuasión: somos persuadidos de un modo más rápido y más profundo cuanto menos evidente sea la intención del otro de persuadirnos.

Los buenos contenidos transportan ideas de un modo sutil y de esa manera atraviesan todas las barreras, rompen los blindajes e ingresan en la mente del público objetivo. Vuelan por debajo del radar, silenciosos e invisibles.

Ya lo sabía el teórico marxista Antonio Gramsci, quien ponía en lugar destacado la influencia cultural y educativa como herramienta sutil para construir la hegemonía política e ideológica. Una concepción que por cierto pueden llevar a la práctica líderes y partidos de casi cualquier signo político.

Hoy día todo el mundo está blindado frente a discursos políticos que no coincidan con sus ideas. Pero nadie se resiste a historias bien contadas sobre situaciones cotidianas, deportivas, culturales, sentimentales, cinematográficas o televisivas.

Un legislador uruguayo me contaba que publicaba en Facebook opiniones políticas fundamentadas e importantes y que pocas personas las comentaban o indicaban que les gustaba. Y sin embargo publicaba fotos en las que aparecía cenando con sus compañeros de trabajo durante las guardias médicas que todavía hacía y su muro explotaba de comentarios y expresiones de “me gusta”.

Y es así. El discurso político es importante porque les da herramientas a sus partidarios, pero no llega a quienes piensan diferente. Puede llegar después de que otros contenidos atraviesen el blindaje. Y esos otros contenidos son de apariencia más inocua, más casual, más alejada del núcleo duro de la política.

Claro que en ese caso el desafío es contar historias con fotografías o con textos o con audios, historias que no sean directamente políticas pero que transporten ideas y valores. Y además contar también historias políticas y explicar conceptos y argumentar bien, que cada tipo de contenidos tendrá su momento y su valor.

Si caminamos en esta dirección tenemos que modificar la forma misma en que concebimos a los partidos políticos. Generalmente los vemos como maquinarias de movilización y de educación política. Está bien que así sea, pero con eso no alcanza.

Tenemos que convertir a los partidos políticos en centros productores de contenidos. Todo tipo de contenidos y en todos los formatos. Verdaderas fábricas de contenidos. Originales, sutiles, creativos, educativos, informativos y además permanentes. Porque una estrategia de contenidos necesita tiempo para desplegarse y ser efectiva. Y necesita recursos, claro.

Piensa en la estrategia de contenidos que hizo el equipo de Obama en la Casa Blanca: fotografías del Presidente jugando con un perro, trotando por los pasillos del Ala Oeste, enfocado de espaldas en una reunión o comiendo una hamburguesa en un comercio local con un invitado extranjero. No eran solo fotografías, eran historias y estaban cargadas de ideas. Pero ideas alejadas del discurso grandilocuente y encarnadas en contenidos disfrutables y livianos.

El punto de inflexión está en buscar siempre el ángulo para nuevos contenidos, en concebir al partido no como un emisor de discursos sino como un creador de contenidos para múltiples plataformas y para públicos diversos.

Ese ángulo, esa estrategia de contenidos, es el único camino para derrotar al Capitán Picard. Los escudos de la resistencia al cambio no se derriban a golpes de martillo. Si quieres cambiar deberás ser mucho más sutil que eso.

Un partido político, también un gobierno, debe ser ante todo un centro creador y distribuidor de contenidos que informen, eduquen y entretengan.

Y donde dice “entretengan” debe decir exactamente eso. Porque si no entretienes a tu público, entonces tu público se aburre y se va sin prestarte atención. Aún si tuvieras razón en lo que dices.

El cambio político

Si quieres cambiar el statu quo político debes actuar con inteligencia. Lo cual implica por un lado un hacer, una acción, ya que si no haces nada pues nada cambia. Y por otro lado implica inteligencia, ya que si te limitas al bombardeo publicitario solo te estrellarás contra los escudos que blindan a los votantes.

Actuar con inteligencia por el cambio político es sinónimo de estrategia de contenidos.

Es volar por fuera del radar.

Y sorprender al mismísimo Capitán Picard.

Maquiavelo & Freud

https://maquiaveloyfreud.com/cambio-politico-picard/

 12 min


Es cosa de uso común que a los grandes cronistas deportivos -entre los cuales me excluyo- les sea solicitado, habiendo terminado un campeonato mundial, que entreguen una lista con los, a juicio de ellos, mejores jugadores del certamen. Yo, jugando a ser grande, también la haré. Haré, además, algo que no hacen los grandes cronistas: la fundamentaré.

La primera fundamentación es que creo haberme metido en un lío. Para hacer una lista tengo que adaptarme a un sistema de juego, algo muy difícil porque en este mundial parecía haber tantos sistemas de juego como equipos participantes. Los culpables, creo yo, son los directores técnicos. Cuando les es exigido dar a conocer una alineación, la mayoría recurre a los sistemas de juego más conocidos: el 4-2-4, el 4-3-3, el 5- 2-3. Pero hay algunos que te escriben un 3-5-2, un 4- 3- 2-1, un 2-5-2-1, y así sucesivamente. A veces creo que lo hacen para despistar al adversario. Otras veces pienso que lo hacen por narcisismo, para que después se diga que ese DT revolucionó al fútbol mundial. Y no falta el que lo hace simplemente por joder. Y para colmo están los números que se estampan los jugadores en la espalda, cada uno más absurdo. En mis tiempos, el arquero era el 1, los laterales el 2 y el 3, los centrales el 4 y el 5, los mediocampistas el 6 y el 8 y los delanteros el 7, el 8, el 9, el 10 (algo retrasado) y el 11. No había como perderse. Como están las cosas hoy, no va a tardar en aparecer algún jugador con el 007 en la espalda y los periodistas lo bautizarán como el James Bond del fútbol mundial.

Después de largas y profundas cavilaciones, decidí optar por lo que yo veía en el campo de juego. Efectivamente, la mayoría de los entrenadores, con alguna u otra variación, ha optado por el 4-3-3. Lo demás es prosa.

Entonces, ¿el mejor arquero? Aquí estoy en otro lío: el que más me impresionó (por no decir el único) fue el arquero danés Schmeichel. Pero le faltó tiempo para seguir mostrando lo que parece ser: un monstruo bajo los palos. De este modo decidí optar por otro gran arquero: el belga Courtois quién atajó balazos realmente increíbles. A Lloris, el francés, también lo tenía como candidato, pero después de la gran K que hizo en la final contra Francia, quedó definitivamente descalificado.

Laterales: ahí no hay ningún problema: Por la derecha el inglés Trippier: corajudo, técnico y con una diestra bien dotada para los tiros libres y penales. Por el lado izquierdo, no tengo ninguna duda: aunque no jugó como otras veces lo he visto, Marcelo sigue siendo el mejor. Cierto es que hubo otros buenos, como el francés Hernández y el uruguayo Cáceres, pero ninguno tiene la calidad ni la técnica de Marcelo.

En la defensa central hay un nombre que se ganó el respeto de la hinchada, de la prensa y el mío. Un jugador a quien jamás sacaría de un primer equipo como hacía en Barcelona el insensato de Luis Henrique. Me refiero al carismático colombiano Jerry Mina. Simplemente grandioso. Para acompañarlo en la defensa hay varios: el belga Kompany, el croata Vida, y los dos franceses Umtiti y Vaerane. Al fin me decidí por este último, es el más regular.

Medio campo: sucede lo mismo que con Mina. Pogda es intocable. El jefe, el rey, el mariscal, el lo que quiera ponerle usted. Presencia y elegancia, fuerza y precisión, personalidad y liderazgo: un fenómeno. ¿Y los otros dos? Si yo fuera DT pondría a su lado a los dos franceses Matudi y Kanté, con quienes Pogda se entiende a ojos cerrados. Sin embargo, aquí debo aclarar tres puntos. Primero, yo no soy DT. Segundo, estoy destacando al mejor en cada puesto y no a la mejor combinación. Tercero: ¿Quién se atrevería a dejar fuera de la lista a dos nombres: el del croata Modric y el del belga Hazard? Yo no.

El problema es que tanto Modric como Hazard son 10 y ambos juegan con ese número sagrado: el de Puzkas, Sívori, Platini, Pelé, Maradona, Zidane, Messi y otras leyendas. ¿A quién de los dos poner? El problema se solucionó cuando me di cuenta de que, a pesar de ser los dos dignos portadores del número 10, son muy distintos entre sí, como distintas son las funciones que cada uno cumple en el campo. En efecto, Hazard es en la práctica un delantero atrasado. Su función no es organizar ni calmar el juego. Todo lo contrario. Juega como si fuera un misil, disparado hacia adelante. De hecho, un cuarto delantero. Modric es otra cosa. Modric es el 10 a la antigua, uno de los pocos que quedan en este mundo. Es el nexo entre mediocampo y ataque, o si se quiere, el ordenador: el encargado de medir los tiempos, el hombre de los pases precisos. Vista así las cosas, me decidí por los dos. Modric de 10 clásico. Hazard de10 post-moderno.

En la delantera parece haber dos nombres indiscutibles: Griezmann y Mbappe. Tuve, tengo todavía un problema. Ese problema se llama Cavani. Ni Griezmann ni Mbappe jugaron un partido tan extraordinario como ese que se mandó Cavani frente a Portugal. Pero a la vez, ¿en lugar de quién Cavani? Sacar a Griezmann o a Mbappe habría sido un sacrilegio, más todavía si se toma en cuenta de que ambos fueron las cartas de gol del campeón mundial. Lástima por Cavani, se lesionó. Si no hubiera sido por eso habría quedado en la lista definitiva. Pero el fútbol es así: se juega en presente, no en subjuntivo.

¿Y el 9? Está en extinción. Al final, nada extraordinarios pero con ansias de gol, solo dos. El inglés Kane y el croata Mandzukik y quizás, mucho más atrás, el belga Lukaku. Por la impresión final, me habría quedado con Mandzukik. Pero por lo que hizo a lo largo de todo el campeonato, el saldo es a favor de Kane. O sea, Kane.

En breve: los mejores en cada puesto según mi opinión fueron:

En el arco: Courtois

Línea de fondo: Trippier, Mina, Vaerane y Marcelo

Línea del medio: Pogda, Modric y Hazard

Delantera: Mbappe, Kane y Griezmann

NOTA: en esta lista no aparecen los mejores jugadores del mundo sino solo los que mejor jugaron durante el mundial. Para nadie es un secreto, por ejemplo, que Ronaldo, Messi y Neymar figuran entre los mejores del mundo, pero en el mundial ninguno logró estar a la altura de lo que son.

PS. Para la confección de esta lista conté con la colaboración del Dr. médico y amigo, Pedro Sierra

Polis

Julio 16, 2018

https://polisfmires.blogspot.com/2018/07/fernando-mires-los-11-mejores-j...(POLIS)

 5 min


Lidis Méndez

Una nación entera está hundida en el fango debido a la incapacidad política y gubernamental para salir de la crisis demagógica que Hugo Chávez inició en 1998. Por estos días todo duele y aunque echar alcohol sobre una herida abierta no la cura ni la cierra, si la desinfecta evitando la gangrena.

Quien no es afecto al oficialismo y piensa con lineamiento propio dentro del bando contrario puede comenzar una cruzada heroica para tirar algunas impurezas politiqueras dentro del retrete oficialnoico instalado en Miraflores, ya que muchas de estas son difundidas como noticia por los medios de comunicación sin el debido análisis crítico.

Recientemente un constituyentista señaló que el gobierno venezolano es capaz de “dividir a Colombia en dos” con los aviones Sukhoi si Estados Unidos incursiona en Venezuela, lo cual es bastante risible por la incapacidad de respuesta militar que tenemos frente a la OTAN y de la cual Colombia forma parte. Tanta irresponsabilidad solo denota el acostumbramiento a mentir públicamente para ofrecerle circo al pueblo cuando no hay pan. Sinceramente, el retrete oficialnoico usa más fuerza para atascarse que para gobernar ¿Puede el lector preguntarse por qué? Cuestionando cada declaración absurda que emiten, la respuesta la dan ellos mismos. La impureza N° 1, en la cual se gastó un cuarto de rollo de la intelectualidad venezolana fue la inclinación ideológica de Chávez.

En 1998 el candidato declaró públicamente en una entrevista vía satélite con Jaime Bayly que: “habría que bajar unos impuestos y subir otros…estoy de acuerdo con mantener una tasa de flotación cambiaria…Estamos de acuerdo en que muchas empresas…sean privatizadas o entregadas al capital privado nacional o internacional…Petróleos de Venezuela debe estar en manos del Estado, lo cual no quita…que haya inversiones internacionales de capitales norteamericanos, ingleses en áreas aguas debajo de refinerías y petroquímicas…Estamos de acuerdo en que la banca esté en manos privadas…hay que entenderse con todo el mundo…Yo no soy socialista…La América Latina que viene requiere un salto adelante…Yo creo en un proyecto humanista…Yo me reúno permanentemente con Fedeagro y Fedeindustria…Yo me llevo muy bien con los empresarios venezolanos, están muy interesados en el proyecto…Desde el poder, desde el gobierno vamos a fomentar la industria nacional, la empresa privada, la pequeña empresa…la incorporación al mundo globalizado de hoy…Estoy comprometido a no ser autoritario, no queremos más autoritarismo…Lo primero que aquí hay que hacer…es llamar a un proceso constituyente, es llamar a una consulta popular, a un referéndum popular para que este pueblo recupere su dignidad y trace su propio destino; esa es la primera medida para moralizar el país, sobre este nuevo piso edificaremos la Venezuela del próximo siglo”[1]

Hoy día los venezolanos somos víctimas del capitalismo más salvaje de América Latina y estamos excluidos del cualquier beneficio de la globalización. En momentos de crisis la revisión histórica es importante, hace 20 años la situación del país no era tan grave como la de ahora porque existía estado de derecho. Otras impurezas son: la guerra económica, las FANB, la potencia petrolera, el poder del pueblo y el humanismo. En este artículo no caben todas, pero los invito a gastar un poco de papel higiénico mental y lanzarlo al retrete ofialnoico para ver si revienta la cloaca de una vez por todas.

1 https://www.youtube.com/watch?v=Voh_B0FGdzE

Secretaria de Organización de

Unidad Visión Venezuela-Mérida

www.unidadvisionvenezuela.com.ve

vivzla@gmail.com

@lidismendezm

 2 min


Buscar al culpable es un ejercicio que practican aficionados a jugar a Sherlock Holmes, sin profundizar en los hechos, ni en las circunstancias que los rodean. Por ejemplo, pontifican que el 18 de octubre de 1945 Acción Democrática le abrió el camino al dictador Pérez Jiménez, que la destitución de Carlos Andrés dio paso al dictador Chávez y que solo los errores de la oposición mantienen el totalitarismo de Maduro. Probablemente la realidad es otra. Corresponde a los historiadores profundizar en los hechos mencionados. Sin embargo, para quienes hemos vivido con mayor o menor cercanía algunos sucesos es tentador imitar al personaje de Conan Doyle.

La revolución del 18 de octubre de 1945 se hubiese producido con o sin la participación de Acción Democrática. La intervención, indebida, de los militares el 24 de noviembre de 1948 fue consecuencia de los errores de los adecos. Los militares destituyeron a Pérez Jiménez hartos de sus atropellos y ante la presión de ia sociedad civil. La tesis de que la destitución de Carlos Andrés dio paso a Chávez es muy débil. El período democrático tuvo inicialmente logros, pero también muchas carencias. El país estaba cansado de los últimos gobiernos de AD y Copei. Por ello surgió Caldera ll con su chiripero, que tampoco cambió el rumbo. Un Chávez era difícil de evitar.

Ahora se achaca la permanencia de Maduro a supuestos errores cometidos por la oposición. Según algunos, los sucesos de abril del 2002, la huelga de diciembre de ese año, la abstención del 2005, el que Capriles no haya llamado a la calle cuando aparentemente le ganó a Maduro, el intento de convocar un referendo revocatorio presidencial, las protestas de jóvenes y no tan jóvenes en el 2014 y 2016 son responsables de que todavía tengamos a Maduro. Es decir que lo procedente era permanecer de brazos cruzados contemplando las violaciones a la Constitución.

En abril del 2002 se logró que Chávez renunciara. Los militares lo regresaron porque el nuevo gobierno no tuvo apoyo político debido a que muchos no estuvieron de acuerdo en que se rompiera un hilo constitucional que ya el teniente coronel había roto y, desde luego, porque el chavismo contó con el apoyo de los comandantes de batallón. La huelga fracasó porque no contó con el apoyo de muchos sectores. En el caso de los petroleros no tiene sentido decir que prolongaron el paro hasta febrero, ya que desde diciembre se iniciaron los despidos y cuando alguien está despedido ya no está en huelga.

La abstención del 2005 se debió a que los partidos estaban reducidos a su mínima expresión y no hubiesen obtenido más de una docena de diputados. Recordemos que en la elección del 2000 tuvieron que postular al golpista de Arias Cárdenas. Capriles no llamó a la calle en el 2012 porque no tenía las actas que demostraran el fraude. Además, ante las lacrimógenas, perdigones y balas hubiésemos retrocedido, como en otras ocasiones.

Solicitar el referendo revocatorio presidencial en el 2016 era un derecho. No se podía dejar de lado ese mecanismo por pensar que el gobierno lo iba a negar. Quienes critican esa herramienta electoral son los mismos que predican que con elecciones sí sale el dictador. Las protestas de calle son un derecho. Condenarlas con el argumento de que no pueden enfrentarse balas contra piedras es absurdo. La responsabilidad de los asesinados recae exclusivamente en los chacales de la guardia nacional, policía nacional y paramilitares del régimen. La valentía y sacrificio de los caídos fue el detonante para la condena internacional al régimen.

Nuestra dirigencia cometió errores. El primero fue aceptar la Constituyente, la disolución del Congreso y la demora en reconocer que cuando un gobierno viola la Constitución se convierte en dictadura. Optaron por el apaciguamiento y el régimen se atornilló. Otro error fue no apoyar desde un principio a los presos políticos, exiliados y a los firmantes de la solicitud del revocatorio que fueron despedidos y acosados. El tercero fue la incompetencia en lograr una unidad de propósito y de proponer un candidato único, aunque no se acuda a elecciones. Pareciera que algunos no entienden que Chávez y su gente llegaron para establecer una dictadura totalitaria. Es decir para no entregar por las buenas.

Nunca es tarde. La unidad es lo que exige el país. Este es un requisito necesario, pero a estas alturas quizá no sea suficiente para el cambio, como tampoco lo es solo la presión internacional, ni las protestas de calle. Aunque no es lo que deseamos, ni lo justo, probablemente habrá que llegar a acuerdos de transición en los cuales el castigo para los culpables de las violaciones pase a un segundo plano. Es preferible un Maduro y sus compinches paseando libremente a que los ciudadanos sigan pasando necesidades y que compatriotas estén presos, torturados o huyendo del país. Alegar que si no se hace justicia volveremos a las andadas son buenos deseos. La pena de muerte y de cadena perpetua no han acabado con los delincuentes. La manera de que no vuelva otra dictadura es formando buenos ciudadanos y fortaleciendo las instituciones. Los culpables de lado y lado son muchos, pero lo prioritario es salir del régimen.

Como (había) en botica:

Nuestro agradecimiento al cardenal Urosa, quien después de una gran labor y lucha por la democracia se acogió a una merecida jubilación.

La ciudadanía debe apoyar las justas protestas de los petroleros activos y jubilados, quienes en su gran mayoría no son responsables del desastre de Pdvsa.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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Hace unos días, a propósito del partido entre Croacia e Inglaterra, escribí sobre el tema “psicología del fútbol”. Hoy -15.07.2018- día de la final, estuve a punto de escribir otro sobre “teología del fútbol”.

Afortunadamente me contuve a tiempo. A pesar de lo que piense (¿piensa?) Maradona, a pesar de que muchos futbolistas se persignan, y a pesar de que el entrenador croata mira los partidos con un rosario en sus manos, creo yo que, si Dios existe, no interviene directamente en los partidos de fútbol. Creo que el fútbol, los deportes en general, así como la política y el arte y otras disciplinas de la vida humana, son espacios en los cuales Dios nos deja en paz para que hagamos ejercicio del más grande de los dones que Él nos concedió: el de la libertad. Es decir, arrojados en la cancha los jugadores son libres, libres de jugar bien o mal, libres de cometer agravios y ser expulsados, libres para golear y ser goleados. El fútbol es un juego -remunerado o no, no tiene importancia- y con Dios no se juega.

La idea de meterme con la teología me vino por simple asociación analógica. La final de un campeonato es efectivamente un juicio final. A través de su resultado un cuadro será declarado vencedor y el otro perdedor. Los buenos para la pelota, los justos, serán compensados y los demás serán relegados. No al infierno por supuesto. En los campeonatos mundiales no existe infierno. Tampoco hay un limbo desde que el Papa Francisco -lamentablemente- lo abolió. En los campeonatos nacionales sí existe algo parecido al infierno. Los más malos (para el fútbol) descienden y los más buenos (para el fútbol) ascienden. En ese sentido en el fútbol impera cierta justicia, superior en todo caso a la que reina en otros campos de la vida.

El comentarista de la tele lo dijo de modo textual: Francia se coronó campeón mundial con justicia. ¿Qué justicia? me pregunté. Desde luego, no la judicial. ¿Justicia divina? Menos. Lo que el comentarista quería decir es que Francia hizo méritos para coronarse campeón, es decir, que Francia jugó mejor que los demás. Y por lo mismo, Francia fue justamente compensado. ¿Pero jugó efectivamente Francia mejor que los demás? Aquí afortunadamente debemos abandonar toda teología para hablar de materias puramente futbolísticas.

¿Qué significa jugar mejor? En fútbol hay dos respuestas: una estética, y otra táctica. Eso supone que hay equipos que juegan lindo, pero suelen perder (México, Brasil) Hay otros que son muy tácticos pero los jugadores carecen de la menor elegancia (equipos árabes) Quien por lo tanto juega mejor es aquel equipo que logra un equilibrio estable entre la estética y la táctica. Y el que mejor logró ese equilibrio fue Francia. Quizás se lo deba a su entrenador, el muy conservador Didier Dechamps.

Por de pronto Francia alineó casi todo el campeonato -una u otra variación- con los mismos hombres. Eso quiere decir que Dechamps no padece de ningún complejo de genialidad y no se juega previamente los partidos con la almohada como pareció ocurrir a algunos de sus colegas, entre ellos al argentino Sampaoli y al alemán Löw quienes en cada partido intentaron impresionar al mundo con alineaciones surrealistas. Dechamps en cambio nunca modificó su esquema: absolutamente simple, enteramente tradicional: un 4-3-3 clarísimo.

Atrás: Pavard, Verane, Umtiti y Hernández, construyeron una muralla casi horizontal, con leves licencias a los centrales para ir a cabecear al arco contrario. En el medio, y bien en el medio, el trío de mediocampistas: Kante, Matudi y Pogda donde los tres cumplen, alternadamente, cuatro funciones: cerrar la media cancha, marcar, organizar, atacar. Frente a ese trío, tanto Modrik como Rakitik, puntales del cuadro croata, terminaron por hundirse en la nada. Desde ese centro francés nacía el juego que nace del juego, precisamente el que necesitaban los dos delanteros geniales (del tercero, Giroud, es mejor olvidarse) los que desde las puntas corren en diagonal hacia el arco a la velocidad de la luz: Griezmann y Mbappe, este último sin duda, la revelación del campeonato. Un nuevo Pelé dicen los superlativistas. No es para tanto, aunque, de verdad, a veces tiene movimientos que hacen recordar al niño que se destapó en Suecia.

Frente a un equipo tradicional y estandarizado poco pudieron hacer los croatas con su 4-5-1. Y no por fallas en el esquema, que lo cumplieron bien, sino simplemente porque Francia tenía definitivamente los mejores jugadores del mundo. He ahí el pequeño detalle. He ahí la gran diferencia.

Los croatas forman un equipo ordenado, pero su estrategia pasa por crear desorden, aglomeraciones frente al arco adversario donde arremeten con fuerza y coraje, hasta que el balón encuentra una pelota huérfana y una pierna o cabeza oportuna. Los franceses, en cambio, intentan hilvanar, y para eso tienen un gran hilvanador, el nunca bien ponderado Pogda. De combinaciones estandarizadas nacieron dos goles standard: a los 18 un tiro libre realizado por Griezmann el que rebotó en Mandzukik, a los 33 el mismo Griezmann convirtió un penal digital, luego a los 59 un disparo de fina puntería de Pogba y a los 65 una pequeña joya de precisión a media distancia, obsequiada por Mbappe. Los goles de los croatas fueron típicamente croatas. A los 28 un disparo de Persic nacido de una situación muy confusa y a los 68, una increíble torpeza de Lloris, quien emulando a su colega argentino, Caballero, puso la pelota en los pies a Mandzukik.

15. 07. 2018 día del juicio final del mundial de Rusia, ganaron los mejores. Vive la France.

Julio 16, 2018

Polis

https://polisfmires.blogspot.com/2018/07/fernando-mires-francia-4-croaci...(POLIS)

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Isaías A. Márquez Díaz

Hace hoy 82 años de la publicación del doctor Arturo Uslar Pietri “Sembrar el Petróleo”, muy emblemática y relevante ya que nos insta a reflexionar sobre el país y su futuro.

Quizá una frase pintoresca y de naturaleza muy personal que todo gobierno de turno intenta interpretar, ajustar, diseñar y adaptar a su momento histórico.

El 14/7/1936 en un editorial del diario caraqueño “AHORA” el doctor Uslar Pietri indica, concienzudamente, que Venezuela debe “sembrar el petróleo”; plantea la necesidad imperativa de redireccionar los recursos provenientes de la renta petrolera hacia el impulso del sector no petrolero de la economía nacional, al desarrollo integral del país.

Tal inquietud se plasma en el siguiente párrafo de su escrito:

Urge aprovechar la riqueza transitoria de la actual economía destructiva para crear las bases sanas, amplias y coordinadas de esa futura economía progresiva que será nuestra verdadera acta de independencia. Es menester sacar la mayor renta de las minas para invertirla en ayudas, facilidades y estímulos a la agricultura, la cría y las industrias nacionales. Que en lugar de ser el petróleo una maldición que haya de convertirnos en un pueblo parásito e inútil sea la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución productora del pueblo venezolano en condiciones excepcionales”.

No obstante, pese a sus inquietudes tan acertadas, hoy nos hallamos ante una economía agrícola que nisiquiera nos garantiza el maíz para la elaboración de las tradicionales arepas y hallacas, porque no podemos deslastrarnos del facilismo petrolero para alimentarnos en términos de autosuficiencia productiva. Y, hoy día, sobrevivimos a través de una economía de subsistencia y/o portuaria.

El “excremento del diablo” es una frase que el doctor Juan Pablo Pérez Alfonso emplea para referirse al petróleo y al efecto tan pernicioso que este recurso tiene sobre el manejo de las economías de naciones acreedoras de este recurso energético como Venezuela.

Ínterin, aún el ingreso petrolero permite otorgar prebendas improductivas y parásitas como los bonos e incrementos salariales, sin perspectiva de retorno alguno, que solo alientan la carestía y laxitud laboral en perjuicio del bienestar común.

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