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Opinión

Américo Martín

Consciente de las limitaciones que me imponen la edad y el hábito racionalista, ninguna adversidad me hará desertar de la razón, aunque parezca aburrida para espíritus inflamados cuyas decisiones así como las emociones que las inspiran, pasan de la rotundidez al abatimiento. No dudo de la honestidad que inspira semejante cambio porque emana de espíritus comprometidos con el país. Para mí eso basta para guardarles consideración sin caer en la pésima costumbre de cubrir de epítetos estúpidos a quienes disientan de lo que sostenga.

Al descifrar el enigma de nuestra tragedia conviene restablecer la dignidad de la razón para fundamentar lo que se proponga y la forma hacerlo. Nadie es dueño de la verdad, pero el estilo que se adopte abre o cierra los cauces del fanatismo. De ese firme no me moveré ni un centímetro.

La situación actual es paradójica y también paralógica (ilogica con apariencia de lógica). Las medidas gubernamentales destinadas a revertir la morbosa degradación de la economía, la han intensificado. Ninguna de ellas ha ido al corazón del problema. Los controles, la falta de incentivos para invertir, la contumacia del déficit fiscal de la República y de su infartado corazón Pdvsa, se pagan emitiendo dinero sin respaldo que propagan el fuego de la inflación.

Nuevos controles de precios son inútiles. Se agotan al hacerlo los inventarios y su destino inmediato es el desabastecimiento. El default generalizado multiplica embargos y paraliza la precaria producción que pretenda rehuirlos. La diáspora de inversionistas y productores, tan brutal como la de compatriotas que huyen de la marabunta venezolana confirma los pronósticos más atroces sobre inflación y retroceso del PIB. El mundo no se engaña acerca del estado de la economía, los DDHH, la libertad y democracia de este país. Lo sorprendente es que nadie toma en serio las recetas del poder.

Sin un profundo y hasta hoy inesperado viraje político, el Gobierno seguirá saltando de un círculo dantesco a otro. Y es precisamente lo que una presión internacional cada vez más intensa le está exigiendo al señor Maduro. Elecciones verdaderas, libres, garantizadas e internacionalmente supervisadas.

El mundo no ha tomado a la ligera el caso venezolano. ¿Comprenderá Maduro, en la oscura situación en que se encuentra, cuál es su mejor o menos mala salida? Es de suponer que haya calibrado sus opciones: aceptar un proceso garantizado por la Constitución y la observación internacional o seguir alzado contra todos.

Si hay lógica en el mundo la oposición, sobre reales, artificiales o cómicas diferencias debería contar con una sólida y universal unidad plural, una moral alta –consciente de las posibilidades de cambio- y un lenguaje persuasivo, sin altisonancias retóricas ni desplantes maximalistas. Rechazar las elecciones libres reclamadas por el mundo, alegando que “nunca” habrá un proceso creíble, es asunto del gobierno, no de la oposición.

Esa paradoja: la proximidad de un cambio democrático sin sangre ni venganzas, acompañado de un curioso abatimiento emocional, me hace recordar a Picón Salas en su milagrosa obra: “De la conquista a la Independencia” (Edit FCE 1944).

Pese al optimismo trepidante de la ilustración, apreció don Mariano un estado crepuscular de cansancio negador de la cultura y la política, que idealizaba el ingenuo mundo natural y proclamaba la terapéutica salvacionista.

Una sofisticada manera de suicidarse, agrego ahora con la venia del ilustre merideño.

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Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no es el Chavéz mexicano sino un líder de izquierda-centro, uno de los tantos que hubo antes y que habrá después de Chávez. Pues imaginar una política sin izquierdas es tan absurdo como imaginar una sin derechas. El peligro es otro. El peligro es que en México estamos asistiendo a la implosión de todo un sistema político. Implosión que comenzó a tener lugar antes de la victoria de AMLO.

Ordenando la relación de factores, no fue la victoria de AMLO el hecho que provocó la implosión del sistema político, sino esto último llevó al ascenso de AMLO. Veamos los resultados. Ese 53% (record mexicano) obtenido sobre sus seguidores más inmediatos, el candidato continuista José Antonio Meade y el híbrido conservador Ricardo Amaya (candidato de derecha e izquierda a la vez) fue una victoria frente al vacío. Vacío de programa, vacío de política, vacío de todo. Frente a lo que esas candidaturas llegaron a representar, no solo AMLO, cualquier candidato que hubiera levantado una alternativa en contra de la corrupción, del gangsterismo estatal, de la delincuencia organizada por los partidos, habría podido vencer. Más todavía si ese candidato ha dado pruebas de seriedad (la alcaldía de de Ciudad de México fue administrada con relativa eficiencia por AMLO) virtud muy escasa en la clase política mexicana.

No, no se trata de una nueva derrota del PRI como cuando llegó a la presidencia Vicente Fox (2000). Se trata más bien de la relación de complicidad compartida entre el PRI y los demás partidos del sistema. De un sistema caracterizado, en lo fundamental, por una suerte de corporativismo político que durante largas décadas representó el PRI y después fuera ampliado hacia otros partidos como el PAN, y el propio PRD. Pues, hablando en términos políticológicos, lo que primaba en México era, en estricto sentido, una partidocracia. Ahora bien, en contra de esa partidocracia, hundida en los más turbios escándalos que es posible imaginar, levantó AMLO su candidatura. De ahí que, objetivamente, y haciendo abstracción de la retórica revolucionaria del nuevo presidente, su futuro gobierno aparece ante los ojos de muchos mexicanos como un factor de normalización y estabilidad. Y AMLO como el hombre en condiciones de salvar la integridad de la política frente a la corrupción institucional y a la anomia social.

No sin cierta razón algunos publicistas han escrito que AMLO y su partido Morena no solo encarnan un momento fundacional sino uno re-fundacional, vale decir, el de la fundación de un nuevo PRI. Pero las apariencias engañan. A pesar de todas las semejanzas que puedan existir entre el viejo PRI y el nuevo Morena, hay dos grandes diferencias. La primera es que El PRI fundado por el militar Plutarco Elías Calle nació con el objetivo de institucionalizar – o cerrar- la revolución nacida en el 1910. Morena en cambio, dicho con las propias palabras de AMLO, nació para comenzar una nueva revolución. Efectivamente, AMLO habla del inicio de una cuarta revolución: la de la Independencia (Hidalgo), la Gran Revolución (Madero) y la de la Reforma (Benito Juárez) son las tres primeras. La cuarta sería la revolución social de AMLO. Las tres primeras están unidas por dos características: en todas, las grandes masas escaparon a la conducción de sus líderes y todas, fueran sangrientas. Esperemos que la de AMLO, si de verdad hace una revolución, sea algo diferente. México es el país latinoamericano que más muertos ha entregado a sus grandes causas.

La segunda diferencia es que Morena es el partido de AMLO, es decir, es propiedad de AMLO, fundado, organizado y liderado por AMLO. El PRI en cambio era una asociación de políticos y si alguna vez tuvo grandes líderes -Lázaro Cárdenas y Miguel Alemán entre otros- estos fueron siempre fieles a la línea de su partido. En cambio Morena es solo fiel a la línea de AMLO. Sin AMLO no hay Morena.

Morena es la prolongación de AMLO. En otras palabras, estamos asistiendo a un nuevo fenómeno: el fin del principio del corporativismo político y el comienzo del principio del caudillismo nacional. Porque, lo quiera o no, AMLO es un caudillo nacional. Más nacional aún si se tiene en cuenta que México, como consecuencia de los insultos racistas de Trump y del oprobioso muro, arrastra el dolor de una profunda herida narcisista.

Gracias o por culpa de AMLO la política de México ha entrado en un proceso de sudamericanización. La “dictadura perfecta” (Vargas Llosa), sin caudillo, ha cedido el paso al caudillaje del líder. Desde ahora en adelante el gobierno de México será personal, personalista y personalizado. Si logra éxitos, el honor será para AMLO. Si fracasa, el fracaso será de AMLO.

El futuro dirá si AMLO utiliza el personalismo caudillista para reformar las instituciones y ampliar la sociedad civil o simplemente se convierte en un nuevo autócrata latinoamericano. Para ambas vías hay condiciones. Pero algunos indicios hablan a favor de la primera: México no es una isla como Cuba y una dictadura vecina a los EE UU no parece ser una posibilidad geopolíticamente realizable.

El mismo AMLO, conocido por su pragmatismo, ha optado, en lo económico, por seguir dentro del Tlcan. Además, el mismo sabe que si ganó ampliamente en los comicios del 2018, no fue por ser el “candidato del sur pobre y empobrecido” como lo fue en anteriores elecciones, sino por haber recibido el apoyo del norte próspero, empresarial e industrial. Por cierto, AMLO siempre será un presidente que aboga por la justicia social. Pero si entiende que no hay mayor justicia social que el mantenimiento y ampliación de las libertades políticas, podría tener ante sí un futuro auspicioso.

Desde una perspectiva latinoamericana sería conveniente pensar las elecciones mexicanas en términos paralelos a las colombianas, las dos últimas que han tenido lugar en la región. Mientras en las colombianas la derecha-centro se impuso alrededor del candidato tecnócrata Duque al candidato de izquierda centro, Petro, en México ocurrió exactamente al revés: los dos candidatos tecnócratas de la centro –derecha fueron derrotados ampliamente y sin apelaciones por el candidato de izquierda-centro. Dos direcciones no solo diferentes sino, además, definitivamente opuestas. Así, mientras el centro fue ocupado en Colombia por la derecha, en México fue ocupado por la izquierda. Sin embargo, ambas elecciones tienen un punto en común. En las dos, más en México que en Colombia, quedó evidenciada la ausencia de un centro democrático y liberal, autónomo e independiente, en condiciones de ejercer hegemonía sobre ambos extremos.

Pero ¿no ha sido y es esa ausencia el gran vacío histórico de la política latinoamericana?

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Sin intención de ser cruel o escabroso, nada entretiene más al ser humano que narrar el infortunio de otro ser humano, sobre todo si lo considera su rival o adversario. Y esta situación retrata perfectamente las pugnas internas que se suscitan en el campo de la política opositora.

Aquello de que “los hermanos sean unidos” o el refrán popular: “el que le pega a su familia se arruina”, sabemos que no se cumple en política, en donde los personajes son más “bíblicos”, y es más fácil que “Caín” mate a “Abel”, una y mil veces, que pensar que éstos dos hijos de Adán se unan para propinarle una paliza a un tercero.

Hoy tenemos además el factor del mundo globalizado, que a través de la “magia comunicacional”, digital, y las redes sociales nos permiten ver con lujo de detalles todo tipo de “fraternales” pero sanguinarias disputas. Por ejemplo, las que se dan, entre candidatos demócratas y republicanos en los EEUU, para alcanzar la nominación de sus propios partidos; o escenas de parlamentos, en todas partes del mundo, en donde se intercambian todo tipo de calificativos e insultos y rápidamente se llega a las manos. Lamentablemente, al mismo tiempo esa “magia comunicacional” también permite al mundo, a nuestra tan apreciada “comunidad internacional”, darse cuenta de que los venezolanos no somos una excepción y que más bien confirmamos con creces esa regla.

Sin embargo, con excepción de nuestra cultura digital, masiva y "en línea" que sin duda los potencia, los pleitos internos de la oposición hoy en día no son para nada diferentes a los que siempre tuvimos; desde la quinta, hasta la primera República ambas incluidas; no en balde aquello del Libertador en su último lecho: “Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión…” Todo lo más, estamos comprobando que no sólo no hemos avanzado un paso, sino que hemos retrocedido cientos de ellos; o en el mejor de los casos, que estamos dando vueltas en círculos rumiando nuestras propias miserias y disputas.

Para considerar y reflexionar, no es nada nuevo lo que hoy nos pasa en el campo opositor y en la acera de enfrente ─entre los que apoyan a la dictadura─, solo que ellos, llenos de culpas y con muchos intereses de poder de por medio son un tanto más discretos, al menos ¡Por ahora!

Haciendo un poco de menudencia histórica, por ejemplo, los trapos más sucios se los han sacado los pre candidatos de Acción Democrática (AD) a sus propios compañeros de partido. Fue Luís Piñerua quien nos ilustró con aquello de que Jaime Lusinchi era un “gurrumino”. Otro ejemplo, los social cristianos son los que peor se han referido a los suyos. Así que lo de Voluntad Popular hace unas semanas no tiene nada de nuevo. Y así pudiéramos hacer un repaso por todos y cada uno de los partidos. Por lo tanto, que las cosas en el campo de toda la oposición se diriman de la forma que estamos viendo, tampoco puede sorprendernos.

Lo cual no quiere decir que eso sea algo que debemos dar por “normal”, algo a lo que debamos acostumbrarnos o de lo que podamos sentirnos orgullosos, sobre todo si lo que tenemos enfrente son 18 años de régimen no democrático, hoy devenido en franca y abierta dictadura. E insisto, la caterva de insultos que nos propinamos entre nosotros, no solo no corrigen ninguno de los defectos o vicios que podamos tener, sino que dificultan cualquier posible comunicación a la que a futuro debemos aspirar.

En todo caso, hasta son aceptables las diferencias de opiniones, las discusiones internas; pero lo que no es aceptable es que haya transcurrido más de un mes desde el 20M y haya una ausencia casi total ─nótese el “casi” ─ frente a la opinión pública de propuestas opositoras con relación a los graves problemas que vive el país y la manera de enfrentarlos. Las discusiones internas solo son aceptables si externamente se ve, de manera clara y notoria, a cada uno de los partidos o grupos políticos trabajando por lo que creen, llevando esas ideas a la discusión pública, denunciando los desmanes de la dictadura y proponiendo alternativas a un pueblo cansado y agotado por tanta penuria.

¿Dónde está el accionar político, masivo, constante, para llevar ante las grandes masas del país lo que se está haciendo para que se produzca el salto de conciencia que permita al venezolano común de nuestro país relacionar sus penurias de la hiperinflación, el hambre, el desabastecimiento y la inseguridad con la ineficiencia del Gobierno dictatorial?

Establecer esa relación depende de la acción política que desplieguen los partidos, los de la MUD y los otros o anti MUD, a partir de proyectos y programa concretos, explícitos, compartidos o no, de modificación y transformación de la sociedad venezolana y de cuya discusión no deben excluir a nadie, incluida buena parte de la población ─afortunadamente cada día menos numerosa─ pero que aún se dice chavista.

Hemos afirmado y defendido la idea de que la oposición tiene un programa y metas concretas, ofertas realmente positivas acerca de la Venezuela que queremos, la que se quiere construir. Hay propuestas alternativas en lo político, lo jurídico, lo social, la seguridad personal y pública, la agricultura y la ganadería, el turismo, la educación a todos sus niveles, el desarrollo tecnológico, el desarrollo de determinadas regiones del país, el desarrollo industrial, etc.

¿Por qué no es eso lo que esta sobre el tapete de discusión y solo están las diferencias ─supuestamente estratégicas o tácticas─ en cuanto a la vía para salir de la oprobiosa dictadura?

Solo cuando ese deje de ser el tema de discusión y el primero sean las alternativas, las propuestas, comenzaremos a ver luz al final del túnel.

@Ismael_Perez

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Jorge Lazo Cividane (Entrevista por Crónica.Uno)

El politólogo venezolano Jorge Lazo Cividanes, comparte con Crónica.Uno su visión sobre el rol del Parlamento en el proceso político que debería conducir a Venezuela a un cambio de gobierno y de modelo.

No hay transición sin fractura en el bloque de poder. Algunas instituciones democráticas son instrumentales al mantenimiento del régimen autoritario. Las crisis económicas son oportunidades de cambio, pero el tipo de régimen autoritario y las acciones de quienes se oponen cuentan. Estas son las tres premisas que desarrolló recientemente el politólogo venezolano —actualmente radicado en Canadá— Jorge Lazo Cividanes, en uno de sus más recientes análisis sobre la realidad y perspectivas de la política nacional.

En ese trabajo, Lazo sostiene que la existencia de instituciones democráticas en sistemas de gobierno autoritarios —como se refiere al caso venezolano— puede servir para el sostenimiento del modelo o por el contrario, para contribuir a su socavamiento. Una revisión del trabajo de la AN en el primer semestre del año revela que las prioridades del Poder Legislativo parecen ser otras.

La existencia de estas instituciones no hace más democrático al régimen. Y para la oposición, esto tiene importantes implicaciones y, tal vez, conlleve una advertencia: jugar a la democracia con las reglas de la dictadura no solo puede ser inútil, sino contraproducente. Por tanto, estas instituciones democráticas carecen de valor estratégico para la oposición, salvo que puedan ser utilizadas para fracturar el bloque de poder, concluye el analista.

Sobre la base de ese señalamiento, Crónica.Uno quiso profundizar en la lectura que hace Lazo del rol de la Asamblea Nacional (AN) y los diputados de la oposición en el proceso de transición política que, más tarde o más temprano, atravesará Venezuela. La entrevista se realizó vía telefónica el pasado viernes 22 de junio.

En democracia se espera que un Parlamento trabaje en función de los principales problemas de la gente, que legisle, que controle al poder. Pero bajo el sistema de gobierno que rige en Venezuela actualmente, cada vez más reñido con la democracia ¿cuál debería ser el rol de la Asamblea Nacional?

—La naturaleza de una institución depende del régimen en el que funciona. Una Asamblea Nacional, un parlamento en un sistema democrático, tiene unos objetivos y funciones. En un régimen autoritario como el de Venezuela, el primer objetivo debería ser contribuir a producir una transición. Porque el ejercicio de cualquiera de sus otros roles queda anulado por la dinámica política que impone un régimen autoritario. En interés del país, la mejor contribución de la Asamblea Nacional sería coadyuvar a una transición política ordenada.

¿Y la AN ha cumplido, al menos parcialmente, con ese rol bajo las directivas de 2016, 2017 y 2018?

—No. Las instituciones están compuestas de personas y políticos profesionales, dirigentes. La Asamblea Nacional por sí misma no lleva a cabo el objetivo, depende de lo que hagan sus miembros y la gran debilidad que encuentro en la dirigencia opositora venezolana es la falta de visión estratégica, que parte de la comprensión cabal del enemigo al que se enfrenta. Han cometido errores y dado muchos giros en sus posiciones. Eso evidencia su falta de claridad.

¿A qué atribuye usted esa falta de comprensión del adversario?

—Es una dirigencia que a pesar de tener 20 años enfrentando al modelo chavista parece no haber aprendido. Muchos de estos dirigentes no tienen formación política, parece que desconocieran otros casos de transiciones políticas que se han dado en la región y en el mundo. A veces da la impresión de que no se han preocupado por estudiar esos procesos, y me parece que los asesores con los que cuentan tampoco los nutren.

El Gobierno en cambio sí conoce a su adversario…

La dictadura de Maduro, aun siendo un régimen ineficaz e inepto en política pública, tiene una visión política y estratégica muy clara de lo que debe hacer para mantenerse en el poder y en eso ha sido superior a la dirigencia de oposición. El Gobierno se aprovecha de la falta de la claridad estratégica de la oposición para dividirla y promover ciertos liderazgos que no representan a nadie y que en lugar de contribuir a una transición, la obstruyen.

¿Cómo se enfrenta a un modelo autoritario de forma pacífica?

—No hay una fórmula. No es una receta. Pero yo diría que lo primero es entender que —con base en otras experiencias y salvo que en Venezuela se produzca una improbable invasión extranjera— la transición tiene una serie de causas endógenas, la principal de ellas es la fractura de la coalición autoritaria que gobierna.

En 2016 la AN intentó propiciar esa transición por la vía constitucional con las reglas de la democracia; en 2017 se volcó a captar el respaldo internacional; y en 2018 se ha insistido en ejercer las atribuciones de la AN con una moderada actuación internacional. Por otro lado, vemos a disidentes como Luisa Ortega impulsando un proyecto de ley de amnistía que ampare a militares y funcionarios que propicien el rescate de la Constitución. ¿Hay más claridad del lado del chavismo disidente sobre lo que hay que hacer para “fracturar al bloque de poder”?

—Lo que debe hacer la Asamblea Nacional es contribuir a producir la fractura. Los factores políticos del país tienen que ejercer acciones para que eso se dé. Pero incluso, la fractura se puede producir por sí misma sin que la oposición intervenga y es un escenario que la oposición tiene que considerar pues la dejaría completamente fuera de la transición.

Y la transición terminaría dándose entre factores del chavismo. Es decir, pasaríamos de un chavismo a otro…

—El chavismo es comparable con el peronismo. Juan Domingo Perón fue un líder populista, con un discurso nacionalista, con políticas que exacerbaron la presencia del Estado sobre la economía. Luego vino Carlos Menem e introdujo el neoliberalismo en Argentina, aún siendo peronista. Lo que quiero decir es que incluso si el poder pasa de un sector de chavismo al otro, habría que esperar un cambio de políticas públicas.

La suerte de la Asamblea ha estado atada a la falta de visión estratégica de sus dirigentes. El Gobierno ha jugado y ha asumido la táctica de dejar que la Asamblea muera, que se anule ella misma. Le crea una ANC paralela que no está claro si va a hacer una Constitución o va a enmendar la que existe o va a cambiar los poderes públicos. La ANC es una Asamblea creada por Maduro que le es instrumental para enfrentar a la Asamblea Nacional legítima, incluso con la colaboración, no ex profesa, de la propia Asamblea. En sus desaciertos la Asamblea se anula, al no tener una estrategia y no comprender bien a su enemigo.

En Crónica.Uno hemos realizado una investigación sobre los temas que aborda la Asamblea Nacional en sus plenarias y comisiones. Vemos que los debates, acuerdos y planteamientos del Parlamento giran en torno a la defensa de los Derechos Humanos, la exposición de los diferentes matices de la crisis humanitaria, la denuncia de la persecución política, la corrupción y el caos de los servicios públicos ¿Cómo puede moverse la AN de manera exitosa en medio de las urgencias cotidianas de la ciudadanía y su obligación de asumir un rol protagónico en la transición?

—La Asamblea Nacional hace mal cuando trata de hacer ver que tiene capacidad de cogobernar. Los problemas cotidianos de los venezolanos, las dificultades que atraviesan para acceder a alimentos, medicinas, servicios, etcétera, son responsabilidad del gobierno de Nicolás Maduro que es el que administra los recursos y el poder. La Asamblea Nacional está anulada parcialmente por ese control que ejerce la dictadura sobre ella a través del TSJ. Entonces su principal tarea debe ser contribuir a producir la fractura en la coalición que gobierna a Venezuela y contribuir a que se produzca la transición. Es ahí donde la AN puede jugar un rol importante y es por ello que la AN debe autopreservarse, porque es el único poder legítimo que hay en Venezuela.

Por sí misma, la AN no puede producir la transición, pero puede legitimarla y encauzarla constitucionalmente. Si se produce una fractura en el gobierno, esta pasará necesariamente por una fractura de la Fuerza Armada. La AN puede jugar un rol fundamental para que ese proceso, que siempre es traumático, pueda tener una ruta legítima.

¿Cómo puede contribuir la AN para lograr avanzar en un proceso de transición?

—En primer lugar, ofrecer una línea política unificada, una imagen de unidad y de comprensión de cuál es la situación a la que se enfrenta el país. Al principio, la AN intentó jugar un juego democrático ante un régimen autoritario eso no fue muy acertado. Si la AN no puede ofrecer la transición, entonces debe ofrecer la imagen de que puede jugar un rol importante en la transición. Si hay sectores descontentos en el chavismo, estos pueden inhibirse de entrar en contacto con la oposición cuando no ven a esa oposición sólida y clara. Eso genera que las fuerzas que pueden unirse y nuclearse para producir la transición terminan trabajando fragmentadas porque no confían. Entonces, para responder a tu pregunta: lo primero, unidad, coherencia. Por otro lado, visión de lo que es la transición. Algo muy importante también, visión de cómo es la Venezuela que viene después. Y claro, ofrecer un piso político a esa transición.

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Edgar Benarroch

Existe un inmenso y creciente malestar en el país, casi es unánime, la situación es tan grave que en mucha gente el malestar se ha transformado en odio. Debemos cuidarnos de ello, el odio es un sentimiento que mina y afecta nuestro espíritu y generalmente nos aparta de un comportamiento racional necesario en todo tiempo, más en éstos

Personas que ocuparon en este régimen importantes cargos ministeriales se han pronunciado públicamente y algunos con hechos concretos en las calles, sobre el rumbo equivocado y perjudicial del gobierno. Quienes fueron ministro de Ambiente, Educación Superior, Finanzas, Energia y Minas y presidente de PDVSA y Cordiplan, recientemente lo han hecho. No deseo reivindicar a nadie pero cuando es de adentro donde vienen las críticas nada bueno está pasando.

Rodrigo Cabezas, ex ministro de Finanzas acaba de señalar duras críticas a la política económica del gobierno e indica que si no se rectifica ahora vamos directo a un despeñadero.

Rafael Ramírez, ex ministro de Energía y Minas y ex presidente de PDVSA, no solamente crítica al régimen si no con mucha frecuencia despotrica de él. Acusa al gobierno de ser perseguidor de la disidencia y de destrozar la industria petrolera, ayer extraíamos 3.500.000 barriles de petróleo diariamente y hoy estamos por debajo de 1.400.000.

La señora que fue Ministro del Ambiente la vimos manifestando en Caracas, pancarta en mano, por la carencia de luz y agua.

Jorge Giordani, quien presidió el gabinete económico, ahora se desborda en críticas y avisora que si no hay cambio cuanto antes vamos disparados a un desastre mayor.

El ex ministro de Educación Superior tiene tiempo con fuertes señalamientos a los gobernantes, tildándolos de traidores e ineficaces.

A la opinión nacional se suman organizaciones internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA), Organización de las Naciones Unidas (ONU) y casi la totalidad de los países democráticos del mundo, con preocupación y alarma por lo que ocurre en nuestra nación. La OEA acordó una resolución en la que desconoce la legitimidad de los resultados surgidos del espectáculo montado el 20 de mayo pasado. El Presidente proclamado, para los Estados Americanos no existe, es ilegítimo y como tal usurpador. También la OEA alerta sobre el resquebrajamiento de las normas democráticas en Venezuela y solicita de inmediato su restablecimiento. Igualmente desde África, Asia, Europa y Oceanía nos llegan voces de preocupación por lo que acontece en nuestro país. La Unión Europea con fortaleza, coraje y decisión ha manifestado reiteradamente su posición contraria a todo lo que ocurre en nuestra tierra y pide a gritos volver a ser el país democrático que fue modelo para América y el Mundo.

Si somos sensatos debemos concluir que estamos viviendo un horror político, económico, social, cultural y moral. No es posible que a la casi unanimidad del pueblo venezolano se sumen las naciones del mundo si no fuese cierto que confrontamos uno de los peores momentos de nuestra historia.

La política utilizada para la persecución y las peores patrañas, la economía destrozada, acabaron con nuestra planta industrial, la inflación más alta del mundo, no se cultiva ni se produce nada, nuestras tierras están invadidas y en manos del hampa, acabaron con la pequeña y mediana empresa y las que quedan están al borde del cierre definitivo, han enfermado la sociedad con odios, rencores, amenazas, coacciones que jamás habíamos conocido y como si fuera poco existe un descenso moral y ético de los cuadros oficiales que además de preocupante es absolutamente intolerable e inaceptable.

No sé si se debe agregar algo más a esta situación para entender la urgente necesidad de rectificación y ella pasa por la renuncia del Presidente Maduro, voluntariamente o empujado, como dice el Padre Ugalde. Nuestra Fuerza Armada, sostén fundamental del gobierno debe tener una palabra en esta crisis, que esperamos desde luego esté enmarcada en la civilidad democrática.

Aún estamos a tiempo. Dios quiera que la sensatez toque las puertas del gobierno y la dejen entrar para que entiendan la magnitud de la crisis tan honda que vivimos.

Urge la rectificación, es de vida o muerte, estamos en una zona fangosa que amenaza nuestras vidas y debemos cuanto antes salir de ella.

Ahora bien, sería ingenuo pensar que el régimen a voluntad propia rectifique, mil veces el pueblo lo ha pedido y mil veces el gobierno ha sido indiferente ante el clamor popular. Somos nosotros, la oposición, la que tiene que lograr la rectificación con una estrategia bien estudiada y definida y que conduzca lo más pronto posible al restablecimiento democrático. Para poder rectificar debemos rectificarnos, revisarnos y reinventarnos si es necesario para recomponer la UNDAD, que es el elemento fundamental y prioritario para superar esta dolorosa situación que amenaza lanzar al país a un barranco sin fondo.

Debemos también nosotros rectificar para una vez restablecida la democracia y por ende haber salido de este régimen, estar en capacidad de enfrentar con éxito el arduo y apasionante trabajo para la reconstrucción nacional que será una tarea en la que deben colaborar las mejores inteligencias y voluntades del país. UNIDAD es la palabra mágica de este tiempo, allí está la palanca para sacar lo que tenemos y reconstruir la nación. Para que Dios nos ayude en esta jornada debemos empezar por ayudarnos, si lo hacemos, estoy seguro EL lo hará.

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Muchos analistas políticos y económicos, frecuentemente refieren que el gobierno revolucionario de Venezuela ha destruido el “aparato productivo”, por supuesto, dentro de ese aparato productivo se encuentra la agricultura.

También es frecuente que al referirnos a la hecatombe de la agricultura venezolana, mencionamos que las políticas agrícolas han sido un fracaso total, y algunos más extremistas, señalamos que no han existido políticas agrícolas en estos veinte años de “revolución” porque tampoco han existido, en los niveles correspondientes, personas capacitadas para hacer esas políticas. Los funcionarios de turno lo que han hecho es decir “vamos a hacer”, “vamos a satisfacer la demanda interna de alimentos y vamos a exportar los excedentes”, “vamos a importar tantas toneladas de insumos para cubrir la demanda de los agricultores”, “vamos a invertir……”, etc, etc. Pero no hacen nada, ni harán porque no saben o porque no quieren, porque eso es parte de una venganza alimentada por odios irracionales y por envidias que corroen la posible felicidad de los gobernantes.

Concretamente, el socialismo del siglo XXI ha acabado con la infraestructura de apoyo a la agricultura, con la seguridad para los agricultores en el campo y con la seguridad jurídica de sus propiedades y otros bienes; ha acabado con la maquinaria y equipos al negar recursos para su renovación y repotenciación. En relación a los recursos suelo y agua, ha contribuido a la destrucción de zonas tan vulnerables como la Guayana, donde destruye los suelos y el paisaje, se roba las riquezas minerales y afectan cuencas hidrográficas tan importantes para la conservación del agua, y consecuentemente, para la generación de hidroelectricidad. Ha acabado con el suministro de insumos al expoliar empresas especializadas en el ramo y utilizar esta actividad como centro de corrupción. Ha acabado con los institutos de educación e investigación agrícolas. No hay extensión agrícola ni asistencia técnica de calidad para los productores. Acabó con PDVSA y ha regalado el Esequibo. Nos ha robado la dignidad al arrodillarse ante los hermanos Castro de Cuba, y dejarlos penetrar instituciones tan delicadas como las Fuerzas Armadas, el sistema de identificación, el manejo de los puertos, registros y notarías y paremos de contar.

Las zonas agrícolas, especialmente aquellas que hacen frontera con Colombia, están totalmente controladas por esos movimientos irregulares, guerrilleros, de las FARC y ELN, extranjeros que mandan en nuestro territorio. No les avergüenza izar la bandera cubana en cualquier pedazo de territorio venezolano o institución pública, como cuando los conquistadores dominan al adversario y en compensación adquieren los derechos sobre las áreas y bienes conquistados. Es decir, nos han robado hasta la soberanía de nuestro territorio, que nos fuera entregado para su disfrute y desarrollo por nuestros libertadores del siglo XIX, quienes expusieron sus vidas ante los ejércitos del Imperio Español y regaron con sangre nuestras tierras.

Algunas veces pienso, con todo este saqueo que han hecho de nuestras riquezas, de nuestra dignidad, con esta destrucción de nuestra agricultura, solo falta que se roben también el nitrógeno del aire para que los microorganismos simbióticos, asociados y de vida libre, no puedan fijarlo al suelo y para que nuestra industria petroquímica no pueda producir fertilizantes nitrogenados. De esa manera, sin nitrógeno, las plantas no crecerán y será la ruina de los valientes agricultores que aún insisten en colaborar con la alimentación del pueblo. También, con esa habilidad que tiene el socialismo del siglo XXI para robar y acabar con todo, pudiera destruir el sol para que las plantas no puedan realizar la fotosíntesis, no haya producción primaria y podamos morir de hambre más rápidamente que en los actuales momentos. Adelante revolucionarios, con su capacidad para robar y destruir, vayan a robarse el nitrógeno del aire y a destruir el sol, que es lo único que les falta para que lleguemos a la hecatombe total de la agricultura venezolana.

Recordemos que: SIN FERTILIZANTES es imposible producir la cantidad de alimentos que necesitamos para satisfacer los requerimientos de la población.

En Amazon está a la venta el libro del autor: “Fertilidad de suelos y su manejo en la agricultura venezolana”. Tiene información muy útil para mejorar la práctica de fertilización de los cultivos, con miras a una mayor productividad y a un mejor trato a los suelos y al ambiente en general, https:/www.amazon.com/dp/1973818078/

pedroraulsolorzano@yahoo.com

www.pedroraulsolorzanoperaza.blogspot.com

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El golpe de Estado como operación militar en contra de un gobierno, solo es posible como una acción encubierta, sigilosa que requiere de confidencialidad y hasta el secreto, lo cual es imposible en el cuerpo armado que hoy existe en Venezuela, ya que no hay estamento debido a que desde el año 2002 en lo que se conoce como -Momento Político Militar Revolucionario la organización militar fue penetrada por comisarios políticos, delatores y caporales-. Estos tres grupos de individuos con conductas perversas e inmorales serían los responsables de recomendarle al gobierno, a quienes deberían ascender, a quienes delataría y a quienes se les pagaría para cooptar su adhesión al proyecto político Castrochavista.

Los comisarios políticos, delatores y caporales destruyen así la posibilidad de la operatividad militar, con lo cual se minimiza la subordinación, eficiencia y capacidad de respuesta de las diferentes estructuras del elemento armado. Al destruirse el funcionamiento de la estructura solo van a existir bolsones o grupos de hombres armados que atienden a las diferentes facciones que hoy se conocen dentro del chavismo y postchavismo con lo cual queda claro que lo que mayormente pudiera existir en ese cuerpo adireccionado, son grupos de interés que responden a las múltiples facciones de tipo político administrativa que hoy caracterizan a un Partido Político en Armas.

Los comisarios políticos, delatores y caporales representan al Estado Cuartel, esa vergüenza que se muestra en las múltiples y diversas tareas que se han asignados a supuestas estructuras y organizaciones militares que no lo son y que responden a funciones administrativas de lo cual poco saben y lo que si potencian es la delación , el chisme y el espionaje. Nada conocen pero practican el sin sentido de la militaridad que instrumentan por la vía absurda de la estrategia por la verticalidad y por mandatos donde se reconocen después de 20 años de régimen autocrático militarista una regresión que muestra dos grupos armados: militarismo golpista y ladronismo organizado.

Los comisarios políticos, delatores y caporales, bloquean cualquier acción que no se corresponda a los intereses del régimen, constituyen la expresión grotesca que se observa en el análisis del Entorno Interno Militar ya que su presencia, acción y actuación en el desarrollo de las actividades del cuerpo armado , muestran cuando se pasa de la intranquilidad o irritabilidad a la tensión 1, tensión 2 o tensión 3. Es entonces cuando se reconoce la situación de la Revuelta no obstante la acción mayor o menor de los caporales, delatores y los comisarios políticos. Esas tres denigrantes, inmorales y desgraciadas expresiones a lo interno del cuerpo armado, son las razones para que se pueda afirmar con propiedad que dentro de la grave crisis que azota hoy al país, el compromiso del cuerpo armado no es con el Estado-Nación sino con el proyecto Castrochavista.

El régimen Castrochavista en su expresión de chavismo y del postchavismo mantienen un inestable equilibrio con el empleo cada quien en su espacio de los caporales, comisarios políticos y delatores, con lo cual hacen crecer la perversión del Estado Cuartel. Ese Estado Cuartel se expresa como un proceso de regresión política del Estado- Nación en el cual la polemología es mayor que la ciencia política y por lo tanto, la violencia y la guerra constriñen a la política como ciencia de la conciliación, del acuerdo y del crecimiento de la sociedad venezolana debido a la acción de los comisarios políticos, delatores y caporales

Es el Estado Cuartel amparado o reforzado por los comisarios políticos, delatores o caporales quienes accionan, para lograr mediante el “socialismo a juro” el control del cuerpo social venezolano -pero antes que eso, una vigilancia permanente a la estructura armada- para bloquear o contener cualquier acción posible en contra del régimen por parte de las raíces sanas a lo interno de la organización. El Estado Cuartel se nutre de la estructura inmoral de comisarios políticos, delatores y caporales como perversión organizacional e intentan dar seguridad a un régimen rechazado por importante núcleos como lo demuestra la Revuelta.

El régimen creó, alimenta y fortalece a los comisarios políticos, delatores y caporales que representan al patriota cooperante, es decir, al espía, al chismoso, al soplón, al confidente, al inmoral, al entregado al socialismo a juro con el fin de poder tener un pírrico control a lo interno de una organización que ha revirado al militarismo golpista y al ladronismo organizado, que ya hoy no tiene excusa y está cercado desde el 20M. Cercado por una sociedad civil que respondió con la resistencia civil, que ampara el Contrato Original y una reacción continental y mundial contra la revolución socialista, inhumana , incapaz pero sobretodo… corrupta e inmoral que tienes sus días contados, no obstante los comisarios políticos, delatores y caporales

Es original,

Director de CEPPRO

@JMachillandaP

Caracas, 29 de junio de 2018

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