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¿Está ya todo predeterminado?

Periódicos

Editorial

Vivimos tiempos complejos, y en ocasiones recurrimos al pasado de nuestra agitada historia republicana como referencia. Un ejemplo frecuente es comparar la situación actual con los eventos de 1958, particularmente el 23 de enero. Sin embargo, esa comparación no solo no resiste el paso del tiempo, sino que las circunstancias actuales son radicalmente distintas a las de aquella época. La caída de Pérez Jiménez no fue producto de una revuelta popular, aunque existió una resistencia política organizada. Fue, en realidad, un golpe militar, posible gracias a un cambio en el contexto internacional, donde la influencia de los hermanos Dulles en los Estados Unidos ya no tenía el mismo peso.

Hoy, no hemos presenciado un golpe de estado formal. Lo que ha ocurrido es el desconocimiento del resultado de unas elecciones donde una vasta mayoría, anteriormente alineada con la revolución, decidió expresarse en las urnas. Al hacerlo, enviaron un mensaje claro: ‘Ya basta. Queremos un cambio que nos devuelva la libertad perdida’.

Esta vez no fueron las élites las que decidieron el rumbo del país, sino un pueblo que encontró en alguien la voz genuina de su deseo de transformación. Aunque esa población hoy se ve intimidada por la represión, no debemos confundir ese miedo natural con resignación. Mucho menos debemos actuar como si nada hubiera ocurrido. Las nuevas élites políticas pueden estar intentando imponer fórmulas para apaciguar la situación, pero es difícil que el pueblo olvide lo que ocurrió el 22 de octubre de 2023 y el 28 de julio de este año, cuando ellos, por primera vez en mucho tiempo, determinaron el resultado y no fueron simples herramientas de alguna ambición de poder.

Es crucial comprender esta realidad si se aspira a paz y gobernabilidad. Ignorar al pueblo en cualquier solución que se proponga sería, en el mejor de los casos, una victoria pírrica.

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