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La política como juego de suma positiva

política

Editorial

En la teoría de juegos, un juego suma cero es aquel en el que la ganancia de un participante equivale exactamente a la pérdida del otro. El ajedrez es un ejemplo clásico: el jaque mate de uno supone la derrota inevitable del otro. En el ámbito financiero, las opciones y futuros funcionan bajo la misma lógica, donde lo que gana un inversor es, precisamente, lo que pierde otro.

Sin embargo, la política —que no debería ser un juego, sino el arte de construir consensos para mejorar la vida de las personas— no puede regirse por esta lógica. La historia ha demostrado que las negociaciones políticas exitosas son aquellas que se asemejan más a los juegos de suma positiva, donde todas las partes pueden ganar o perder juntas, pero en proporciones equitativas.

El Tratado de Versalles, impuesto tras la Primera Guerra Mundial, es un ejemplo paradigmático de un juego de suma cero en la política. Alemania sufrió una derrota aplastante que solo sembró resentimiento y fue el preludio de un nuevo conflicto. En cambio, las transiciones democráticas exitosas, como las vividas en Sudáfrica o España, se construyeron sobre acuerdos inclusivos que permitieron que ambas partes ganaran, aunque con concesiones mutuas.

Venezuela, sumida en una crisis profunda, necesita abandonar la mentalidad del juego suma cero que ha marcado su historia reciente. La negociación política debe diseñarse como un proceso donde todos ganen algo: la sociedad, el país y los actores enfrentados. Solo así será posible construir una paz duradera, con reglas claras, justicia y oportunidades para todos.

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