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Ismael Pérez Vigil

Tres líderes y tres artículos

Ismael Pérez Vigil

Tres artículos recorren las redes sociales y grupos de WhatsApp la semana que cerramos hoy. Uno de Mari Montes, otro de Soledad Morillo y el tercero del Padre Luis Ugalde. Los tres fueron publicados en diversos medios, pero yo los tomo de la siempre actualizada, bien documentada y útil página de César Miguel Rondón.

Los tres tratan diversos temas, con estilos bien distintos y niveles de emotividad diferentes; pero los tres tienen un punto en común; una crítica a la situación política que estamos atravesando y al liderazgo de oposición, que es lo que me interesa destacar.

Mari Montes, en Escrito desde el hartazgo, entre sus muchas frases y comentarios, al referirse a los tres líderes opositores − María Corina Machado, Leopoldo López y Henrique Capriles− resaltó esta:

Es increíble que no se den cuenta de que sus actitudes han terminado agotando a mucha gente, y no me refiero a los “Ni-Ni” de otrora o de siempre… Hablo de quienes siempre hemos estado dispuestos a apoyar a los políticos que luchan contra la tiranía, por encima de simpatías, ideas, pareceres, posiciones, por encima de todo…

Y, sin embargo, esa frase, de por si lapidaria, es pálida comparada con las preguntas que les hace a los líderes mencionados:

¿Han calibrado el impacto que tienen sus palabras en todos y cómo han contribuido a que muchos no creamos en ninguno?, ¿se han dado cuenta de la frivolidad con que asumen la política?

Por su parte Soledad Morillo, en Mari Montes y la verdad, emprende una cerrada defensa de la periodista ante los insultos que ésta ha recibido por sus opiniones que no hacen sino confirmar la “frivolidad” que menciona en su artículo, al menos de parte de algunos de los seguidores de los tres líderes. Soledad, más comedida, no deja sin embargo escapar la oportunidad de soltar una frase que también tiene su “piquete”:

… no me extraña en lo absoluto que haya escrito un texto que es un reclamo a la inteligencia. No se trata de caer en el llantén. Se trata sí de apuntarle a los liderazgos eso que quizás, porque el trabajo político es difícil y duro, no han detectado suficientemente: el hartazgo ciudadano”,

Remata más adelante advirtiendo que ambos artículos −y otro, que yo no menciono− son:

…un llamado de alerta a los liderazgos, algunos con nombre y apellido, como hacemos varios otros que estamos sumergidos en un mar de preocupación… Fueron cartas con destino. Cartas directas, francas, escritas con el lenguaje de la sinceridad”.

El tercer artículo que quiero comentar es el del Padre Luis Ugalde, S.J: ¿Hechos o Palabras?. El artículo de Ugalde, como todos los suyos, bien pensado y reflexivo se sale del contexto de la crítica a la oposición, que tiñe el artículo de Mari Montes o de las advertencias que nos hace Soledad Morillo, al defender a su colega y amiga; y, sin embargo, el Padre Ugalde abre el suyo con una frase que igualmente nos debe poner a pensar, pues encierra una crítica sorda y aguda:

Parece que ya nadie cree en nadie, ni en el poder dictatorial ni en la oposición democrática”.

Pasar por alto la parte final de esa frase puede tener consecuencias graves para un liderazgo democrático −representado en los tres que mencionó Mari Montes− y que cada uno a su manera, con matices o por mampuesto han planteado la necesidad de una negociación.

Ugalde expresa claramente lo que considera debe ser el objetivo, claro, prístino, ineludible, de todos los esfuerzos que se están haciendo:

Para reconstruir a Venezuela no hay más camino que lograr acuerdos básicos fundamentales con decidido cambio de modelo y sumar todas las fuerzas posibles (hoy enfrentadas) para que la deseada reconstrucción democrática no sea un estrepitoso fracaso”.

Desde luego, las baterías de Ugalde, como es usual en él, apuntan directamente a su objetivo que no es otro que el régimen de oprobio que gobierna al país y advierte, sin duda alguna al liderazgo opositor, que para esa negociación que estaría en ciernes, hay que evaluar muy bien un “decálogo del mal”, si es que vale esa expresión, con cuyos hechos el régimen, estaría evadiendo una verdadera negociación, sobre la cual, el Padre Ugalde señala, marcando pauta y resumiendo magistralmente, lo que debe ser la tarea de la oposición:

Necesitamos una ciudadanía movilizada para elecciones integrales y más allá, una negociación libre de toda ingenuidad y partidismo y una presión internacional en la que Europa y América se den la mano en ayuda de la vida digna y libre de los venezolanos”.

Los tres artículos referidos nos deben hacer reflexionar; pero, en particular, el último nos define las tareas pendientes, que más de una vez he propuesto: la presión para romper el bloque hegemónico del mal que nos gobierna, debe provenir de una fuerza de tenaza, cuyos dos brazos aprieten al unisonó: la movilización y presión interna, de un país organizado para enfrentar a la dictadura; y la presión internacional, que asfixie al régimen; la aplicación de ambas fuerzas, simultáneamente, serán las que permitirán una salida de este régimen de oprobio.

Politólogo

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Opciones y críticas

Ismael Pérez Vigil

Está claro que el objetivo de los venezolanos es salir cuanto antes de este régimen de oprobio. Pero muchos dicen: Ir a una negociación, ¡No!; dialogar con la dictadura, ¡No!, esas no son opciones; ir a elecciones, mucho menos, porque dictadura no sale por elecciones; tampoco con diálogo o negociación, solo sale por una fuerza igual a mayor de la que él pueda desplegar.

Pero, lo cierto es que carecemos de esa fuerza contundente, para obligar a la dictadura a dejar el poder, enfrentándonos a su FFAA y los grupos armados que lo defienden. Al igual que al Papa Pio XII, de la época de Stalin, si nos preguntaran: ¿Con cuantas divisiones cuenta −en este caso− Juan Guaidó?, tendríamos que responder: con ninguna – salvo la “división” de la oposición, que no es precisamente una fortaleza.

Los países que nos apoyan y reconocen al gobierno de Juan Guaidó, algunos −no todos− están dispuestos a aplicar sanciones personales a los protervos del régimen y sus aliados, pero no están dispuestos a intervenir militarmente en Venezuela. Por lo tanto, esa, la salida de fuerza, que es la única posibilidad −según algunos− para sacar a una tiranía como la que nos gobierna, que no estaría dispuesta a abandonar el poder “por las buenas”, por una votación, por una negociación, es una salida que también debemos descartar

La anterior, la de la fuerza, es una posición solo asumida políticamente por una minoría y ya hoy ni siquiera de manera muy enfática. La oposición democrática ha definido una estrategia de negociación que es la que se está desplegando; y para el proceso electoral fijado para el 21 de noviembre aún no se ha definido una posición definitiva. Faltan seis meses y es mucha el agua que aún puede correr bajo el puente.

Hoy ambas opciones, votar o abstenernos, luce que son igualmente malas pues nos llevan a retroceder en materia política frente a la mayoría opositora del país que, según encuestas, cerca del 50% no está interesada en participar en ningún proceso electoral.

Quizás por eso parece que la decisión del sector mayoritario de la oposición será la de no participar en el venidero proceso. Decisión equivocada. Lo esperable de una dirigencia política opositora es ofrecer a la mayoría del país una alternativa de cambio sobre la cual se debe construir la unidad opositora para derrotar al régimen, que le de esperanza y le sirva para enfrentar las duras condiciones de vida a las que está sometida la mayoría del pueblo venezolano, opositores y no opositores.

Siguen siendo válidas las preguntas, y no me cansaré de hacerlas: ¿Qué plantean los que promueven la abstención como curso de acción para evitar esa mortífera inmovilidad que acompaña a todas las abstenciones? ¿De qué nos sirvieron las abstenciones adoptadas oficialmente y extraoficialmente en 2005, 2017, 2018 y 2020, que ni nos hicieron crecer ni nos condujeron a ninguna parte? Ante la ausencia de respuestas, concluimos que lo de la abstención, más que una respuesta política, parece una respuesta a la frustración y al reconcomio, al resentimiento, que suele ser de dos tipos. Los que están resentidos porque consideran que no se les ha prestado atención a sus consejos, advertencias y propuestas, que no se les ha reconocido en la oposición, el prominente lugar del que se creen merecedores; pero hay otros, que están resentidos por lo que el chavismo ha hecho al país y a ellos en particular, que se han visto privados de trabajo, propiedades, oportunidades e incluso algunos, perseguidos o sintiéndose acosados, han tenido que abandonar el país o no han podido regresar a él.

En materia de críticas se escuchan recriminaciones y acusaciones que no responden a lo que podríamos llamar una reflexión intelectual, de pensamiento serio, sino al viejo paradigma de demoler y destruir al otro; muchos solo ven la oportunidad de desplazar, finalmente, al que teniendo o no más méritos que él, ocupa ese lugar, ese pináculo, que él creé merecer para sí, para su familia, para sus allegados, para sus compañeros de ideas.

Por supuesto que la crítica a la oposición es necesaria e inevitable pero debe ser fundamentada y lo suficientemente contundente para que conduzca a la reflexión y a la rectificación oportuna, de ser necesario. Los líderes opositores no son de plastilina, para aguantar toda clase de embates e improperios, pero tampoco son frágiles piezas de porcelana que no resisten el mínimo impacto. En la crítica a la oposición, siempre son blanco fácil de ella, los que hacen algo y no los que no hacen nada.

Junto con la acción emprendida por los líderes de los partidos y los diputados de la AN2015 −los que siguen activos− de recorrer el país, de plantear y escuchar propuestas, de alentar a la gente y tratar de organizarla, la vía de la negociación que ya está definida, ayudará a ese liderazgo opositor a mantener el apoyo internacional, como fuerza externa imprescindible para presionar al régimen, y como experiencia para crecer en liderazgo.

Además de lo anterior, hacia la población en general, hacia la sociedad civil, se han iniciado un conjunto de acciones, como los encuentros en el marco de “Las ideas de todos” y algunas actividades como las marchas de los estudiantes: “La ruta por Venezuela”.

Hace falta definir una vía específica hacia los militantes de base de los partidos políticos en las regiones del país y esa puede ser la vía de la participación en las elecciones regionales y locales. Nadie está pensando que con esa participación y recuperando algunas gobernaciones y alcaldías se va a lograr que el régimen abandone el poder; pero, sí permitirá recuperar actividad, beligerancia ante la población golpeada por la crisis humanitaria y la pandemia, y les permitirá recuperar espacios y recursos con los cuales sobrevivir haciendo política.

Lo dicho, faltan aún seis meses y que mucha agua corra por debajo de los puentes, pongámosla a circular.

Politólogo

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Las condiciones de la oposición

Ismael Pérez Vigil

La semana pasada hice una evaluación de la estrategia del gobierno y sus condiciones para el complejo proceso de negociación que está abierto y señalé que la de la oposición está dispersa en varias opciones, lo que para algunos la hace más confusa.

Resumen de la estrategia opositora

Que sea más dispersa y aparentemente menos clara no significa que no existe, todo lo contrario. Como ya vimos hace un par de semanas la propuesta opositora de negociación no solo existe sino que se despliega en tres vertientes, que podemos resumir de esta manera:

– Una vertiente que quiere negociar de manera “integral” y propone como moneda de cambio la eliminación de las sanciones; estrategia un tanto débil, para algunos, si partimos de considerar que el levantamiento de las mismas no es una decisión de la oposición venezolana; para otros, esa es precisamente su fortaleza, pues el levantamiento de las sanciones no es algo que pueda negociar la oposición.

– Otra de las vertientes es más limitada en su aspiración negociadora y propone como moneda de cambio su participación en el proceso electoral regional; para algunos ésta es su debilidad, dado el ambiente abstencionista en el país; para otros es su fortaleza pues aseguran que esa “matriz” de opinión estaría cambiando.

– La tercera vertiente aspira negociar la salida del régimen, de una vez, como condición previa a sentarse a la mesa, a la que solo lo haría para discutir “detalles” al respecto; esta propuesta se ampara en una fuerza interventora externa, sin proponer nada a cambio, quizás una cierta “impunidad” para algunos delitos; pero es una estrategia también débil, toda vez que la llamada “comunidad internacional” con capacidad para “intervenir” como fuerza externa, se ha negado de muy variadas formas a hacerlo.

A estas estrategias, se suma ahora otra variante −propuesta por un grupo opositor, diferente a los tres anteriores, de origen mayoritariamente chavista−, que promueve un referendo revocatorio, que hasta hace poco era una mera idea y que se encuentra con la resistencia de las dos experiencias anteriores, la primera en 2004, cuando la oposición fue derrotada y la del 2016, que ni siquiera se llegó a realizar, bloqueada la posibilidad por las marramuncias legales del régimen.

El ambiente de discusión interno

El ambiente de discusión en el país, al interior de la oposición, se ha enrarecido innecesariamente porque una buena parte de la población opositora se rasga las vestiduras con las condiciones que el gobierno ha puesto para negociar −y que analizamos la semana pasada −, con el consabido: “te lo dije, no hay intención sincera de negociar”, etc.; pero, olvidan que la oposición ha puesto unas condiciones que resultan igualmente “leoninas”, intolerables e irritantes para el régimen: nada menos que la salida del presidente Nicolás Maduro.

Solo a título de ejemplo, para recordar lo que algunos parecen haber olvidado, Juan Guaidó, quien representa el grupo opositor mayoritario y tiene la propuesta más elaborada en cuanto a las condiciones, presentó en su proyecto de acuerdo de Salvación Nacional, un mes antes de las condiciones solicitadas por el gobierno, un conjunto de propuestas bien duras y contundentes, difíciles de tragar por el régimen (Elecciones presidenciales, además de parlamentarias, regionales y locales; garantías democráticas y elecciones libres con observación y respaldo internacional; la entrada masiva de ayuda humanitaria y vacunas contra el covid-19; la liberación de todos los presos políticos y el regreso de los exiliados; la habilitación de políticos y partidos, y otras más).

Parte de la confusión con las propuestas opositoras es que pareciera que, siendo el objetivo salir del régimen y la estrategia, la negociación, el enredo mayor está en que lo que debería ser una mera táctica: el tema electoral. Es el que se convierte en el centro de las agrias disputas al interior de la oposición, pues las tres estrategias de negociación se presentan con dos variantes electorales: participar o abstenerse en las elecciones regionales, más la nueva variante que incluye un referendo revocatorio.

Una dosis de realismo

Mientras en la oposición nos deshacemos en agrias disputas, tal parece que no hemos entendido que aquí habrá un proceso de negociación decidido por el régimen y que lo efectuará a su manera, con quien esté dispuesto a sentársele enfrente.

Querámoslo o no habrá elecciones regionales en noviembre, porque el régimen, que ahora controla todas las instituciones, quiere arrebatar a la oposición algunas de las gobernaciones que perdió en 2017, sin tener que anularlas con el subterfugio de los “protectores” o quitando funciones y presupuesto. Los municipios y alcaldías son además una meta jugosa para el gobierno, pues tienen cierta autonomía financiera y recursos propios que al gobierno se le hace más difícil controlar y lo quiere hacer sin tener que apelar a perseguir y apresar a sus alcaldes o improbarles la gestión para destituirlos, algo que sin duda le da “mala imagen” internacional.

Querámoslo o no, el régimen, por muy ilegitimo que lo consideremos, controla los hilos del poder, controla los recursos del país, que si bien escasos para resolver nuestros problemas, son suficientes para enriquecerse y querer mantenerse en el poder. Por último, querámoslo o no, nos guste o no, aunque nuestros aliados también consideren “ilegitimo” al régimen, empieza a ser para algunos de ellos una referencia y lo es también para muchos organismos internacionales; y hay otros que se excusan en que ellos hablan con quién les “responda el teléfono desde Miraflores”.

Al parecer, por el tono de las discusiones, para algunos el objetivo no es salir de este régimen de oprobio, sino salir de él de la forma en que ellos dicen. Así el “negacionismo”, no al diálogo, no a la negociación, nos está llevando a un juego trancado y lo que nos quedaría es rendirnos, resignarnos o irnos, como ya lo han hecho casi seis millones de venezolanos. Pero esa no es una alternativa, mucho menos tras una resistencia obstinada de la oposición democrática y ciudadana después de 21 años. ¿Hay alternativas?, seguramente muchas, aunque no es el caso detallar aquí ninguna.

La tarea interna

Pero, todas las alternativas tienen que llevar a acorralar a la dictadura y que se vea obligada a negociar una salida. Se trata de una pinza, una tenaza, donde la presión internacional cumple con su función en este juego para quebrar la dictadura. Pero, un solo brazo no hace fuerza. La pinza necesita dos brazos y uno es el interno. Nuestra tarea es lograr que éste crezca y se fortalezca. Lograr que el régimen pierda el poco apoyo popular que le queda; que los sectores que ha enriquecido a base de privilegios, compartir ganancias y corrupción, se le volteen porque entiendan que esa es su mejor salida, para disfrutar sus fortunas mal habidas, antes que todo esto se derrumbe y los arrastre en la caída; que los sectores militares que lo apoyan −que son lo único que lo sostiene en el poder− dejen de hacerlo, lo obliguen a negociar o se mantengan neutrales; en fin, que se rompa ese “bloque hegemónico” −del que hablan los politólogos− en torno al poder dictatorial, en busca de salvar su pellejo, los que no hayan cometido delitos de lesa humanidad o contra los DDHH.

La salida electoral

No nos engañamos con que la vía electoral sea, hoy por hoy la salida inmediata, pues en las condiciones actuales sabemos que la tiranía no dejará el poder porque le ganemos unas elecciones, si es que respeta los resultados o tenemos la fuerza para hacer que los respete; pero, tras una negociación −o que se produzca por algún milagro la renuncia o la hoy imposible salida de fuerza con la que algunos sueñan−, la opción electoral es a la que llegaremos, en última instancia, y para la que tenemos que estar preparados y dispuestos.

Por supuesto no se trata de ir “practicando”, participando en los procesos electorales de cualquier manera. De hecho, ya nos hemos abstenido varias veces. Se trata, sí, de luchar por condiciones electorales aceptables que nos permitan participar y aprovechar esos procesos para organizar a la oposición para restarle fuerza al gobierno, arrebatándole espacios y obligándolo a presentarse ante el país y ante la comunidad internacional, como están de aislados y lo fraudulentos y tramposos que son para aferrarse al poder.

¿Dará eso resultado? Solo podemos decir que ha ayudado en otras partes; pero, en todo caso lo que si sabemos ya, positivamente, es que quedarnos cruzados de brazos, negando cualquier opción por imposible, no nos ha conducido a nada, salvo a la desesperanza popular y mayor división.

Esperamos en los próximos días ir conociendo detalles de las actividades concretas que cada uno de los grupos opositores va a llevar adelante, en apoyo a su propuesta y estrategia de negociación.

Politólogo

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Las Condiciones del Gobierno

Ismael Pérez Vigil

Abrir “negociaciones” con la oposición en varios tableros forma parte de la estrategia del régimen para desmoralizar y dividir a sus “enemigos”, porque el régimen no tiene rivales, adversarios u oponentes, sino enemigos a los que tiene que doblegar y destruir. Desde Hugo Chávez Frías, la política es una “guerra permanente” (Pedro Benítez, Al Navío, 14/05/2021) y el mejor ejemplo de esta estrategia es un video que esta semana recorrió profusamente las redes sociales.

En ese video, en el marco de una reunión para hablar sobre una “ley de zonas especiales”, que nada tienen que ver con el tema, Nicolás Maduro anunció sus “condiciones para negociar”. Pero el mensaje no son solo los anuncios o condiciones que pone el régimen, el escenario y el contexto forman también parte importante del mensaje. Un amplio salón, una gran mesa rectangular, con mesas adicionales detrás, todos los presentes formalmente vestidos, con sus respectivas mascarillas y guardando cierta distancia, el presidente en el extremo de la mesa, en el lugar dominante, sin mascarilla y con toda la soberbia a las que nos tiene acostumbrados, envía en silencio su primer mensaje: “Aquí estoy yo… y vean bien, tengo la sartén por el mango”.

Asentado ese elemento, que es también un mensaje para sus propios seguidores, viene la primera provocación hacia la oposición: “… los obligamos a venir por el camino electoral…” y agrega de manera triunfal, como adorno: “… por el camino electoral y de la negociación y del diálogo… los derrotamos y los obligamos…”; pero el trapo rojo aquí es el del “camino electoral”, pues sabe muy bien el régimen como irrita y como hiere la sensibilidad de una parte importante de la oposición venezolana cualquier alusión o “invitación” que haga el gobierno a un proceso electoral; el rechazo es inmediato y el coro de las redes sociales así lo deja ver. Ese era uno de los objetivos de esa intervención, lanzar una provocación que, a la par de dividir más a la oposición, estimule la abstención, que es en realidad lo que busca, pues eso le garantiza un cómodo triunfo en el próximo proceso electoral.

Luego remata con sus “condiciones”: 1) El levantamiento inmediato de todas las sanciones y medidas coercitivas, unilaterales, contra Venezuela; 2) El reconocimiento pleno de la Asamblea Nacional legitima y de los poderes establecidos; y 3) La devolución de las cuentas bancarias a las instituciones y de los activos a PDVSA, el BCV y otras. Las dice como provocación, porque en realidad no es nada nuevo o inesperado, esos son sin duda sus objetivos de negociación y de alguna forma ya habían sido divulgados por sus seguidores y acólitos.

Pero como dije, hay aquí varios mensajes, dirigidos a públicos diferentes. Hay un mensaje interno, a un sector −radical− de sus seguidores: No cedemos. Hay, desde luego, un mensaje y una provocación a la población opositora, a la que busca desmoralizar, y un mensaje a su dirigencia, pues busca profundizar su división. Aún es prematuro afirmar si el gobierno tiene verdadera intención de negociar o de llegar a algún acuerdo, pero con la reiteración en la mencionada reunión de su “disposición a negociar” −de manera amplia y “generosa”, en una “gran mesa de diálogo nacional” y con “participación del gobierno de Noruega” y que se invite a “diversos sectores internacionales” −, el régimen persigue también enviar un mensaje a la comunidad internacional, tratando de mejorar ante la misma su deteriorada imagen.

Concluida la descripción de ese video con las condiciones del gobierno, es necesario analizar aspectos de esa intervención, que posiblemente escaparon a la intención del régimen. Este mensaje deja también entrever, de manera subliminal, dos grandes debilidades: Una, la principal, es que, al centrar sus objetivos en el levantamiento de las sanciones internacionales y en la devolución de las cuentas bancarias y recursos, deja en claro, sin duda alguna, que las sanciones le están pesando y limitan su margen de acción −interna e internacional−, pues sigue aislado internacionalmente y sin recursos para continuar sus políticas demagógicas y populistas, internamente.

La otra debilidad, que yo quiero destacar, es que los venezolanos, adictos como somos a series televisivas, sabemos bien que los forenses al analizar la “escena” de los sucesos se fijan en lo que está presente y en lo que no lo está. En el sainete montado para lanzar las condiciones de negociación vimos al presidente rodeado de sus acólitos, acompañado de su oposición alacrana y la consabida barra de funcionarios, todos prestos a aplaudir cualquier cosa que se dijera; pero, se “notó” una ausencia de “charreteras” en la reunión; es decir, los amos de este valle de lágrimas, los verdaderos dueños del tinglado, los que lo sostienen por la fuerza de sus armas, no estaban presentes. ¿Tiene esto algún significado? ¿Estarán de alguna forma afectando los acontecimientos fronterizos recientes? O simplemente, no hacen falta que estén. No hago ninguna interpretación, solo dejo esa inquietud y reflexión y regreso a la evaluación de la estrategia.

Teniendo claros que esos son los objetivos del régimen, no podemos no caer en sus provocaciones y estrategia de desmoralizar y dividir. Suponemos que la dirigencia opositora está ya curtida al respecto, pero muchos opositores, abrumados por las dificultades de la cotidianidad y años de frustración, son más sensibles a esos mensajes, para los que todos debemos estar preparados y tenerlos en mente para comprender algunas acciones del gobierno, que de otra forma no se entenderían, en el complicado y múltiple tablero de la negociación que está abierta.

Por ejemplo, lo ocurrido recientemente con allanamiento de El Nacional por la GNB, en ejecución de una confusa sentencia; algunos se preguntan cómo entra eso en este juego, porque es obvio que los atropellos a la libertad de expresión no favorecen mucho la “imagen internacional” que el régimen quiere rescatar. ¿Fue una mera casualidad, es parte de la estrategia negociadora del régimen, o forma parte del pleito interno? Pareciera −al menos es la interpretación con la que yo me quedo− que se trató de una jugada del sector radical chavista para decir “presente” o para trancar la negociación, al sentirse excluidos o saberse los más perjudicados sí se llegara a un acuerdo que abriera el juego y llevara a la larga a la salida de este oprobioso régimen. En todo caso, si formaba parte de la estrategia negociadora o fue una jugada que salió mal, es lícito pensar que lo ocurrido nos refleja también que hay una procesión que va por dentro, que no todo es monolítico en este régimen neo dictatorial.

Aun sin poder asegurar que haya una verdadera intención negociadora por parte del gobierno, algunos hechos que −a lo mejor− escapan de su control o no parecerían “premeditados” o proceder desde la misma fuente, dejan ver debilidades y fisuras; en todo caso, la estrategia del régimen está desplegada. ¿Y la de la oposición? ¿Está cada vez más clara o es más confusa?, aun dispersa en varias opciones, la examinaremos en la próxima entrega.

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La Negociación.

Ismael Pérez Vigil

Nadie se engañe con el título, aunque es en singular, en el país están en curso varias negociaciones, así, en plural, no es una sola, pero se pueden discutir bajo un mismo paraguas; e igualmente en torno al tema se desarrolla en la oposición una tensa polarización, valga decir discusión y diatriba, sobre su significado y sus protagonistas.

Nada de raro tiene que sean varias “negociaciones”, pues desde que el régimen parece haber tomado de nuevo las riendas de la iniciativa en la discusión política, como bien dice el periodista P.P. Peñaloza: “Valiéndose de la dispersión, el chavismo instala tantas mesas como factores de la oposición existen” (Tuit del 16/05/2021). No voy a repetir lo que se dice, en torno al tema en cada variante, solo me referiré a un par de aspectos de la discusión, que me llaman la atención.

Por ejemplo, sería interesante conocer cómo se responden a sí mismas las vestales de la anti negociación, algunas de las interesantes preguntas que ellas formulan para oponerse a la misma: ¿para qué?, ¿con quién?, ¿qué negocian? ¡Negociar, horror!, además ¿sin un plan? ¿Cuál es el plan?

Les confieso que yo no lo sé; no sé si hay o no un “plan”, espero que sí; pero, algo que siempre me ha intrigado es: ¿Cómo saben las vestales que niegan la negociación que no hay un plan? Podría aceptar que en el pasado hubo serias dudas acerca de la existencia de ese plan, o al menos que haya habido una “planificación” de la negociación −que no es exactamente igual−; pero, si fuera así, ¿Eso, de que no hay plan, es ya algo inmanente?, sí alguna vez no lo hubo, ¿significa que ya no lo habrá jamás?, ¿es algo así como una maldición?, ¿no cabe la posibilidad de que esta vez sí haya un plan, aunque antes no lo hubiera y que, obviamente, no se puede estar divulgando?

Descartando a los “alacranes” −de los que siempre diré que no son oposición y que, en todo caso, ya “negociaron” en el peor sentido del término− me extraña la satanización actual que se hace de la “negociación”, porque las tres fuerzas principales de la oposición democrática, hablan de ella y la proponen. Con cierta reticencia aun y temor a la palabra, con diferentes aproximaciones, objetivos, estrategias −o más bien, tácticas−, pero negociación al fin.

En orden de “magnitud” −verificada en votos y encuestas− la oposición Guaidó/G10 se plantea acordar un plan para la “Salvación Nacional”, que incluya al Gobierno, naturalmente a la oposición y a la comunidad internacional; obviamente a esta última, pues el apoyo de esta negociación −y en realidad, de todas− descansa en la comunidad internacional y sus sanciones. La oposición que encabeza Henrique Capriles, aunque la consultó, excluye la participación directa de la comunidad internacional −al menos la que apoya a Guaidó− y se plantea un plan más modesto: acudir a las elecciones regionales con algunas condiciones y garantías, para ir recuperando espacios y organizando a la oposición. Para fracción que encabeza María Corina Machado no es el punto más importante, pero no la descartan y tiene un objetivo más preciso, solo está dispuesta a dialogar y negociar con base en la salida de Nicolas Maduro y toda su gente, por supuesto apelando a la presión que pueda ejercer la comunidad internacional, bajo alguna forma de intervención directa (?) y con ese sentido de desalojar del poder al régimen actual. De manera que, como vemos, las tres facciones mayoritarias, representativas de la oposición, hablan de “negociar” y todas ellas, de alguna forma, descansan en la presión que pueda ejercer la comunidad internacional; pero, ¿son todas ellas igual de “diabólicas y perversas”? Ese es un punto que no me queda claro cuando escucho o leo a determinados voceros o personajes influyentes de una u otra opción.

En cualquier caso, todas las vestales anti-negociación vienen con la misma cantaleta, ¿Dónde está el plan? Y sin esperar respuesta, añaden a continuación: “¡No hay un plan! Luego, el plan es cohabitar, proteger sus propios intereses y legitimar al régimen”. Eso sí, cuando se les pregunta cuál es el suyo, se molestan, no les gusta que se lo recuerden, se ofenden y alegan que este no es el momento ni el lugar para exponerlo… y de pronto, tienen razón, porque ningún plan para derrocar a una dictadura se publicita, ni se ha publicado en la prensa o en las redes sociales. Lo que no es lógico es criticar a los demás por no dar a conocer algo que ellos tampoco están dispuestos a revelar.

Por su parte los “futurólogos”, que siempre abundan, ya “descubrieron” y advierten que eso de negociar, en el fondo lo que busca es darle “impunidad a los narcotraficantes, violadores de DDHH, de la dictadura”. Y los más “radicales”, haciendo caso omiso de que algunos de sus líderes también hablan de negociación, siguen blandiendo su “yo se los dije” y critican las propuestas negociadoras, indiscriminadamente, porque son la evidente demostración de lo que ellos siempre han dicho, que lo que quieren, Guaidó, el G10, y los otros “farsantes” opositores, es “continuar cohabitando con la dictadura”; y así sigue la polémica en los meandros de Internet, para evidente regocijo del régimen, que cada poco la aviva y estimula, desconociendo a unos, insultando a otros, aupando a terceros o rechazándolos a todos.

Nadie parece preguntarse ¿Por qué un régimen con tanto poder, que controla todas las instituciones, todas las policías y las fuerzas −legitimas e ilegitimas− del estado, especialmente las FFAA (en realidad, su único sostén), cede dos rectores principales en el CNE y accede a sentarse a negociar?; aun cuando dudemos de su buena fe, lo menos sería pensar que “algo” debe de estar pasando.

Pero todos sabemos que una negociación es algo abstracto, por lo lejano, porque puede darse o no, porque puede desarrollarse o fracasar de maneras insospechadas, porque muchos acontecimientos cotidianos la pueden influenciar; así que, apartémonos por un momento del tema de la negociación y ocupémonos de algo que si es concreto y que tenemos al doblar la esquina: las elecciones regionales. En este sentido, el tema de la anti-negociación no viene solo, viene lastimosamente adosado a otro igualmente “perverso”, la abstención; o, mejor dicho, la no participación electoral, porque algunos −los mismos mencionados más arriba− también se molestan si los llaman abstencionistas.

Ese es otro tema, la abstención, que implica otro conjunto de argumentaciones bastante peculiares y extensas, que no repetiré. Me referiré solamente a un aspecto que también me llama la atención. Es el caso de los que dicen que participar en los procesos electorales que se efectuaron contra las dictaduras −por ejemplo, la de Pérez Jiménez o la de Pinochet− estaba “justificado” y era “legítimo”; solamente participar en los procesos electorales de ahora, no está justificado ni es legítimo. Aquellos, al parecer, sí tenían el famoso “plan”; al menos hoy lo sabemos o suponemos −o así nos lo venden, la historia siempre la escriben los vencedores− pues esas dictaduras cayeron al poco tiempo; de lo que no estoy seguro es sí, en su momento, los que fueron a votar, y los que llamaron a hacerlo, sabían también que había un “plan” que daría ese resultado.

Pero ojo, lo anterior no es una crítica. En mi opinión, tan válido fue que se votara como parte de un “plan” para derrocar a esas dictaduras, o que se fuera a votar por mera “inercia” de la resistencia contra ellas durante tantos años, de tantos que ofrecieron sus vidas y su seguridad personal y que de pronto vieron un resquicio, una fisura, en regímenes que lucían imbatibles y se lanzaron a esa “aventura”, por algo tan efímero y abstracto como el deseo de vivir en democracia y libertad. Lo cierto, es que hoy, estando todos de acuerdo en que se debe abrir una vía para la negociación, lucimos más divididos que nunca y son cada vez más ásperos los argumentos y recriminaciones mutuas.

Dividir un conglomerado humano es muy fácil, lo difícil es volverlo a unir, lo que facilita la tarea de los que nos han privado de la libertad a todos y han destruido al país.

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¿Qué pasará si…?

Ismael Pérez Vigil

En Venezuela, en materia política −y en otras áreas también− las posiciones están tomadas; son fijas, inamovibles, encallecidas, mineralizadas, por algo hablamos de polarización. Y la polarización es justamente eso, dos polos que divergen y que −como los de un imán− se repelen y sí es imposible que coincidan, menos aún, unirlos.

Lo grave es que la polarización no solo lo impregna todo, sino que genera conductas agresivas, que omiten argumentos y razones y rápidamente afloran los insultos y las descalificaciones, que incrementan la división opositora y el regocijo del régimen. Por eso hay que cuestionarse si vale la pena discutir y si no será mejor seguir de largo y olvidar la discusión. Total, no vamos a convencer a nadie y nadie nos va a convencer. Sin embargo, hay demasiado en juego como para abandonarla.

Las razones en cuanto a las condiciones ilegitimas y abusivas con las que se eligió al Presidente de la Republica en 2018, la Asamblea Nacional en 2020 y antes de eso, la forma en que se designó al TSJ, al Fiscal General, al CNE anterior y, naturalmente, incluyen al actual y dicen que no es un árbitro y además esta deslegitimado; este es el núcleo del argumento que lleva −a quienes proponen no participar− a la inevitable conclusión, absolutamente de lógica formal, de que no hay condiciones para hacerlo.

Además de esa razón de fondo, quienes platean no acudir al proceso y abstenerse, dan algunas razones adicionales, describiendo de manera detallada y clara lo que va a pasar si participamos en el proceso electoral y que se puede resumir de esta manera:

· Aunque el régimen libere presos políticos, mantendrá algunos y eventualmente llevará a la cárcel a otros políticos o dirigentes opositores −para mantener su “inventario de negociación” − y si accede a habilitar a algunos dirigentes opositores, solo lo hará después de que esté seguro que la oposición democrática no concurrirá a las elecciones.

· El gobierno ganará esas elecciones y para ello se valdrá de todo tipo de trampas para restar votos a la oposición −incluida la intimidación de votantes y testigos− y no dudará en las gobernaciones y alcaldías críticas, en alterar los resultados, como ocurrió en el Estado Bolívar en 2017.

· Aunque haya una mayor participación electoral, debido a la oposición “alacrana” y la falsa oposición que ahora llama a participar, si eventualmente se mantiene el número de cargos que ahora tienen y aunque el régimen les ceda algunos más, de nada servirá pues, como ya hemos visto, el régimen les nombrará “protectores”, les quitará funciones y presupuesto, para anularlos completamente y los concejos municipales chavo/maduristas improbarán las memorias y cuentas de los alcaldes opositores que serán destituidos.

· Por lo tanto, aunque se incremente la participación electoral, solo servirá para que el régimen se legitime, se atornille más en el poder, gane tiempo y alardee sobre su “flexibilidad” ante la comunidad internacional y eso ayudará en su objetivo de levantar las sanciones internacionales y continuar el proceso lento, pero sostenido, de desgaste del apoyo a Juan Guaidó y la Asamblea Nacional de 2015.

Reitero, no es lo que yo pienso, esto es lo que dicen que pasara −quienes están en contra de la participación y en pro de la abstención−, si participamos en el proceso electoral del 21 de noviembre próximo. Creo que está bastante completo el resumen y no hace falta abundar más.

Pero, ¿Qué pasará si no concurrimos al proceso electoral? ¿Qué pasará si nos abstenemos? Eso no nos lo dice nadie y vale la pena reflexionar al respecto; déjenme decirles lo que yo creo que pasará.

Si nos abstenemos, ocurrirá lo mismo que ha ocurrido las otras veces que nos hemos abstenido: nada. Y de todas formas ocurrirán algunas de las cosas que dicen los abstencionistas: En efecto el gobierno ganará, con trampas, claro, y a lo mejor sin fraude electrónico, pues no lo necesitará. No tendrá importancia la cantidad de cargos que obtenga la oposición, pues de obtener algunos seguramente les nombrarán los consabidos “protectores” y les quitarán funciones y presupuesto. Pero no tendrá tampoco ninguna importancia el porcentaje de abstención, ni el número de votos que saque la oposición democrática que concurra −la “alacrana” ni siquiera se tomará en cuenta−, pues hace tiempo el poder del régimen no se sustenta en legitimidad alguna, ni en el número de votos, ni en el apoyo popular, sino en las FFAA, los colectivos armados y los grupos violentos, en la frontera y en las ciudades.

Todo lo anterior puede ocurrir si no acudimos, pero además de lo anterior, tendremos el agravante, de que:

- Habrá una mayor división en la oposición, por las recriminaciones mutuas, el pase de facturas unos a otros, por la derrota sufrida y por no haber salido del régimen

- Habrá una mayor frustración y desmoralización de la gente al darse cuenta que nada ocurre, a pesar de la masiva abstención, y se alejará aún más la posibilidad de una salida de este oprobio, y

- Veremos, cuando cese la pandemia y sea posible desplazarse, un mayor éxodo de venezolanos al exterior

Hoy en día, en la situación en que nos encontramos en la oposición, parece claro que participar o abstenerse no es el problema. ¿Qué hacer? ¿Cuáles son las alternativas?; ese sí es el problema. Y no es un problema jurídico o legal, es un problema político.

En mi opinión, participar, con candidatos únicos, no hará que salgamos del régimen, menos en unas elecciones regionales; pero, al menos nos permite salir del inmovilismo en que nos encontramos, nos permite organizar a la gente de una manera bastante segura, para recorrer el país, pueblo por pueblo, con un mensaje alternativo al marasmo en el que vivimos, nos permitirá ganar en organización y niveles de conciencia acerca de la situación que vivimos. Y si además ganamos algunas gobernaciones, alcaldías, concejos municipales y asambleas legislativas, eso ayudará a los partidos y organizaciones políticas a nivel local y regional en su relación con la gente.

Insisto en lo dicho otras veces, lamento que nadie diga qué hacer en vez de no participar, aparte de abstenerse pasivamente. Nadie espera que se den detalles al respecto −en la prensa o redes sociales−, pero, al menos esperaríamos ver acción en alguna parte, y es lo que no hemos visto y no vemos.

El “qué hacer” es el tema a seguir discutiendo, porque si no lo hacemos, habrá que concluir con la enigmática parte final del título de mi artículo de la semana pasada, en el que comenté acerca de la designación del CNE, estaremos… atrapados sin salida.

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Nuevo CNE y Atrapados sin salida

Ismael Pérez Vigil

La designación del nuevo CNE ha traído −como se esperaba− polémica, diatribas y reacciones muy adversas, con posiciones que se ven difíciles de conciliar, dado el ambiente polarizado e intransigente que vivimos; pero, hay allí personas cuya trayectoria como opositores no podemos desconocer y más allá de eso, el tema como tal abre la discusión de importantes problemas políticos para la oposición, que no podemos omitir, aun a riesgo de insultos y disgusto de amigos y conocidos.

El resultado.

Con relación al resultado final, quedarse en la “aritmética” del CNE −eso de sí quedaron 4 a 1, 3 a 2, 10 a 5, 5 a 0, 8 a X, etc.− no creo que sea lo importante, pues el régimen siempre conserva el control; en cualquier caso, en otras ocasiones con dos rectores hemos hecho poco, con uno hemos hecho más y a veces, como la última, no logramos nada.

Lo importante −creo− son dos cosas, la primera es que este resultado, que hace un mes nadie sospechaba, es una demostración de que a este régimen es posible forzarlo a negociar y llegar a algunos acuerdos, a pesar de todo su omnímodo poder; ese me parece que es un resultado que no podemos ignorar y que hay que seguir trabajando. La segunda cosa importante es preguntarse, esos rectores, a los que no les faltan conocimientos técnicos ni experiencia política, ¿qué tanto podrán lograr en cuanto a cambios sustantivos del proceso electoral, mejores condiciones electorales o en “rescatar la ruta del voto”, como han dicho, palabras más palabras menos, algunos de ellos? Como dije más arriba, habida cuenta que el gobierno siempre tiene el control mayoritario de ese organismo, personalmente me conformaré con que hagan denuncias con información y conocimiento de causa de lo que pase de ahora en adelante, no de lo que ya pasó, que por lo demás muchas de las cosas que se dicen nunca nadie las ha podido demostrar o probar. Con lo que se pueda hacer de ahora en adelante, eso ya será −para mí− un buen logro.

Fotografía de la oposición.

Pero la reflexión importante es: ¿Cómo quedamos en la oposición, después de este episodio? Y a juzgar por las reacciones y escaramuzas en medios y redes sociales que hemos visto, creo que no muy bien. Veamos cómo está la oposición.

Sin contar los “alacranes”, a quienes no considero oposición, en la democrática nos encontramos con: un sector “radical”, que descarta la vía electoral; un sector más moderado, que apoya la vía electoral e incluso participa en procesos electorales y el sector más numeroso del llamado Frente Amplio, hoy nueva Plataforma Unitaria. A esta oposición democrática hay que añadir ahora otro sector “moderado”, e igualmente pro vía electoral y negociación, apoyado fuertemente y conformado básicamente por organizaciones de la sociedad civil, escisión del Frente Amplio, agrupado en el Foro Cívico, (que presentaron los 15 candidatos a rectores y lograron meter 4 en el CNE).

Sin incluir a los opositores “radicales”, en la oposición democrática hay varios sectores que claramente están por la opción de negociar una salida electoral a la crisis, aunque no necesariamente apoyan todos los procesos electorales y oscilan entre participar o abstenerse. Y todos estos sectores tienen su correlato o espejo en el exterior, para facilidad o complicación de la situación. Es un escenario poco halagüeño, pero es la realidad de la cual hay que partir.

La estrategia del régimen.

¿Qué podrá ocurrir ahora? En primer lugar, consideremos la estrategia del régimen, que está en desarrollo y aparentemente, con éxito:

- Se atribuyen como un logro suyo la designación de los cinco rectores del CNE −con dos importantes figuras de oposición− y tres rectores suplentes incorporados; de los tres suplentes incorporados, uno es opositor, para quedar así en una relación 5 a 3, siempre asegurándose el control del organismo.

- La diatriba interna, especialmente contra los rectores electos, es señal de que el régimen logra su objetivo de dividir más y profundizar y ensanchar la brecha en la oposición democrática;

- Se asegura que la Plataforma Unitaria, al tenor de lo opinado por varios de sus voceros, seguramente lanzará la política de no participación o abstención en el próximo proceso electoral, facilitando así un triunfo holgado al gobierno.

- De todas formas, el régimen se tratará de anotar otro punto pues habrá una participación electoral algo mayor, arrastrada por los sectores moderados que apoyan a los rectores del Foro Cívico;

- Aunque seguramente la oposición que participe logrará algunas gobernaciones más, no muchas, esto no cambiará el mapa político del país, ni debilitará al régimen, que conservará todo su poder institucional y de fuerza, a nivel nacional

- Por algunas reacciones que hemos visto, el régimen está también logrando una cierta flexibilización en la posición de rechazo de la llamada comunidad internacional.

- Para reforzar esta “matriz” de opinión, es probable que hasta permita una observación internacional más calificada y diversa, que abundará más en favor de la imagen de “flexibilidad” y “apertura” del régimen.

Reitero, que esta es mi interpretación de la estrategia del régimen, no que sea lo deseable o lo ya totalmente logrado.

Apoyo internacional y participación.

Antes de evaluar la posible estrategia del sector opositor, y dadas las críticas que he visto en estos días, me pregunto: Primero, con respecto al apoyo internacional, ¿Cuál ha sido la eficacia práctica de la resolución de la OEA del 2020? ¿De los comunicados firmados únicamente por el Secretario General? ¿O del apoyo de 50 países, especialmente los de la UE?, que ni siquiera han logrado ponerse de acuerdo para homologar o mantener las mismas sanciones. Y segundo, con respecto a la participación electoral, aunque pueda haber dudas de su eficacia después de estos 22 años, no puedo dejar de resaltar que también nos hemos abstenido, oficialmente en tres oportunidades y extraoficialmente, en algunas más −en 2005, Asamblea Nacional; en 2017, elección de Gobernadores y alcaldes, posición no oficial; en 2018, elección presidencial y en 2020 Asamblea Nacional−; y ¿de qué nos ha servido? La política de abstención solo nos ha llevado a tener desmovilizada a la población, a tener una oposición más fracturada, con enormes fisuras, tras sacarnos los ojos unos a otros en la discusión del tema.

Eficacia del apoyo y sanciones internacionales.

Respondiendo descarnadamente a los interrogantes anteriores, comenzando por el apoyo internacional, soy de los que cree que algunas sanciones internacionales −sobre todo las personales− han sido efectivas, han obligado al régimen a negociar, de alguna u otra manera, este CNE es una demostración; pero, hay otras cuya efectividad debe ser revisada. Y lo mismo pienso del apoyo de más de 50 países. Ha obligado al régimen a negociar, a flexibilizarse, pero aunque tengo claro que nada lograremos sin apoyo internacional, el que tenemos no ha sido suficiente o no ha sido eficaz. Cabe preguntarse: ¿Por qué no lo ha sido?

No ha sido eficaz por dos razones; una, porque no es una amenaza creíble, porque no va a pasar de allí −y el régimen lo sabe− contra lo que algunos esperaban y deseaban, que era ver una fuerza física que entrara como una tromba desde Colombia, Brasil y por la costa, enfrentara al régimen y nos liberara; y dos, porque tenemos un país sumido en una crisis económica y social, agravada por la pandemia, sin una opción que seguir, con una población desmovilizada, achantada, consumida por la crisis interna y esperando, no sé qué milagro o una fuerza del exterior que nos libere.

No teniendo una fuerza física equivalente a la del régimen, hay que obligarlo a una negociación y no habrá negociación sin apoyo internacional, pero no habrá apoyo internacional sin un escenario interno de presión adecuada y este escenario no existirá con un país inmovilizado, paralizado políticamente como el que tenemos ahora. Y, ¿Cómo se moviliza a un país diciéndole que todo está perdido, que no hay nada que hacer, que este régimen es invencible, que siempre ganan? y un largo etcétera, que el propio régimen ha estimulado, sembrado y propiciado.

La participación y la eficacia de la abstención.

Y participando electoralmente, muchos preguntan, ¿Qué vamos a ganar? ¿Es que esta gente se va a ir y entregar el gobierno porque le ganemos las elecciones? No, no lo creo, no soy tan ingenuo como para pensar que eso será así de sencillo; pero, es mejor eso que decirle a la gente que se quede en casa viendo para el techo durante los procesos electorales, y viendo cómo la gente, en masa, se va del país. Desde 2017 tenemos al país inmovilizado esperando quién sabe qué, porque: “con este CNE no”, porque “votando no se logra nada”, porque “nos hacen trampa”, porque “si ganamos nos ponen protectores”, etc... Somos víctimas de nuestros propios demonios y de la estrategia de intimidación, desmoralización y división de la oposición por parte del régimen, que por lo que vemos ha funcionado y nos ha llevado al desconocimiento del voto, que ahora hay que estarse preocupando de cómo recuperarlo. Ya he dicho en ocasiones anteriores que, en el peor de los casos, la participación electoral es una manera de mantener a la oposición movilizada, de ganar en niveles organizativos y de conciencia y de educar políticamente a la población.

La estrategia opositora.

En resumen, en cuanto a estrategias, en el campo opositor tendremos que la Plataforma Unitaria, que es la mayor fuerza opositora, seguramente lanzará la política de no participación o abstención en el proceso electoral próximo −que esperemos no se quede en una abstención pasiva, como ha sido en ocasiones anteriores−. Por otra parte, aunque la diatriba interna continuará entre partidarios de la participación y la abstención −y especialmente contra los rectores opositores electos− sin embargo, en el próximo proceso habrá una participación electoral algo mayor, arrastrada por el sector opositor moderado, que ahora apoya el Foro Cívico, y que seguramente lograrán algunas gobernaciones más, no muchas, como para retar la hegemonía del gobierno.

Conclusiones.

La política es dinámica, cambiante, debe ser evaluada constantemente, no hacerlo no es mantener una posición coherente o de principios, es convertir esos principios en una caricatura, en posiciones “principistas”, que es una desfiguración que impide reflexionar y avanzar. Personalmente, lo he dicho otras veces, defenderé y apoyaré con toda fuerza y en todo foro a mi alcance, la opción de participar en el proceso electoral, mientras no se decida una posición unitaria. Valoro la estrategia de la unidad como algo esencial para derrotar una dictadura; pero la unidad no puede ser blandida como un chantaje para impedir que se discuta y mucho menos para descalificar y satanizar posiciones diferentes, sin plantear ninguna otra alternativa coherente o efectiva.

No sé qué tanto lograrán los ahora vilipendiados rectores opositores del CNE, en cuanto a mejorar las condiciones electorales y rescatar el valor del voto; pero, hay que trascender la discusión de aspectos personales y reconocer que por lo pronto nos despertaron del soporífero letargo en el que nos encontramos y está sobre la mesa la necesidad de que la oposición democrática defina con mayor claridad y premura, no solo los objetivos generales de la lucha contra el régimen de oprobio, sino también las formas concretas para lograrlo.

El régimen se ha apropiado de unas consignas como si fueran logros suyos y trata de mejorar su posición internacional con la supuesta “flexibilización” que eso supone (la designación de un CNE con rectores opositores, la mayor participación electoral que seguramente habrá y hasta la observación internacional que a lo mejor se permita); preocupación fundamental de la oposición debe ser cómo contrarrestaremos esa pretensión del régimen.

Aunque muchos en la oposición no crean en la participación electoral, el régimen sí le teme y también a las sanciones y cede a la presión internacional, por eso −con todo a su favor, especialmente la fuerza armada− se sienta a negociar y acepta opositores en el CNE y trata de convencer a la comunidad internacional de que lo hace porque está siendo “flexible”. Antes de pensar en que lo ocurrido es otra estratagema suya, hay que sacarle punta a la posibilidad de que haya sido su fisura interna lo que permitió un CNE con figuras opositoras del relieve de las que fueron designadas.

Como oposición democrática y a pesar de que estamos fraccionados y peleando a cuchilladas, tenemos por delante una doble tarea interna: uno, la de convencer a la gente de que se movilice, que vote, y organizarla para que, de ser posible, defienda ese voto, que siempre será mejor que no hacer nada; y dos, convencer a la comunidad internacional de que aquí hay algo que defender, un pueblo que resiste y no se ha entregado o resignado, para que nos siga apoyando y que sea más pro activa en ese apoyo.

¿Es un camino largo?, sí; ¿Es difícil?, también, pero si alguien tiene una mejor alternativa, realista, −no el delirio de una hipotética intervención externa o la ilusión de que nos salvará una resolución de algún organismo internacional−, es el momento de decirla.

El panorama que se vislumbra no es halagüeño, pero al menos es un escenario político interesante, mejor que la pasividad actual. Hay mucho por hacer para no quedar atrapados y sin salida.

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Un hilo sobre la participación electoral

Ismael Pérez Vigil

A la memoria de Miguel Rodríguez Mendoza (1948-2021) gran venezolano, mejor amigo

La discusión acerca de participar o no en las próximas elecciones de gobernadores es un tema político aún en discusión. Para reflexionar al respecto me voy a valer de un tuit y su respectivo “hilo”, publicado en días pasados por Jesús Seguías, analista político y presidente de Datincorp, empresa de estudios y diagnósticos organizacionales.

Se trata de uno de sus acostumbrados tuits o artículos en el cual analiza algunos de los aspectos políticos del país. No hay nada nuevo o distinto en los planteamientos de este asesor en esta última entrega, en el sentido de que él ha sido siempre uno de los grandes defensores de la vía electoral −o detractores de la abstención, que es lo mismo− y así lo reafirma ahora.

Los tuits y artículos de Seguías, polémicos, son usualmente bien fundamentados, con argumentos, que suelen ser muy buenos y contundentes y con los cuales coincido, excepto cuando denigra y le carga la mano a la oposición, a los políticos y a los partidos; pero, en éste que hoy comento, hay que reconocer que no lo hace. (Quizás es porque quedó escaldado por su discusión reciente con la también periodista y analista Elizabeth Fuentes).

Veamos ahora punto por punto los argumentos de este analista:

· Es cierto, el fraude contra Andrés Velásquez es uno de los fraudes electorales comprobados en Venezuela; en las elecciones de gobernador de 2017, en el Estado Bolívar, se desconoció el resultado de la votación electrónica o de las máquinas y se “inventó” un conteo y actas manuales con las que se le arrebató el triunfo a Velásquez.

Pero no comparto tanto eso de que a Andrés Velásquez “lo dejaron solo en sus reclamos”; no creo que haya sido así y recuerdo el apoyo de varios partidos e incluso algunos dirigentes, que sin creer o haber participado en el proceso electoral, se desplazaron al estado Bolívar para apoyarlo. Más bien creo que Andrés Velásquez no fue lo suficientemente enfático y contundente en su reclamo, que era en su región, en su bastión político, donde él tenía más fuerza. A lo mejor fue por eso que dice Seguías que la diferencia entre los candidatos era menor de 5 puntos y por eso Velásquez desistió. No lo sé. Pero no creo que haya sido por falta de apoyo de la oposición.

· Totalmente de acuerdo con que la no juramentación de Juan Pablo Guanipa en el Zulia ese mismo año fue un error político; Guanipa ganó, como dice Seguías, en el estado “de mayor relevancia estratégica del país” y luego él, Guanipa, con su partido, Primero Justicia (PJ), tomaron una decisión política, para la que tenían sus razones, pero dejaron en la estacada a la gente que había votado por ellos; la gente votó para que Guanipa fuera gobernador, no para que mantuviera posiciones de principios, que para la gente suelen ser abstractas; de ese error, por cierto, a PJ y Guanipa en el Zulia les costará recobrarse.

· Sabemos que no basta ganar en las elecciones, que también es necesario defender el voto y además lograr que el voto sea “eficaz”, es decir que las personas que se elijan ocupen los cargos para los que fueron electos. Comparto lo que dice Seguías que por los momentos es imposible “hacer un buen gobierno” por lo que lo importante “no es tanto el poder que se gana sino el poder que se le arrebata al adversario”. Pero, no creo que eso sea lo que entiende la gente que vota por un candidato; a la gente no le basta con lo de “la recuperación de espacios”, eso es para los políticos; la gente podría estar dispuesta a apoyar y defender el voto, sí le dicen cómo −y si es factible hacerlo− pero, para que el candidato que elija ejerza su cargo y resuelva los problemas que lo afectan. Si eso no va a ser así, hay que explicarlo políticamente, con antelación y durante el proceso electoral, algo que no ocurre. La figura del “protector” es un fraude más, contra el que hay que luchar políticamente.

· También estoy de acuerdo con lo que dice Seguías que “… el CNE ha reconocido todos los resultados donde la oposición ha ganado”; es cierto, pero hay que matizar esa afirmación. El CNE y el gobierno reconocen los resultados electorales, pero ya sabemos que el triunfo se desconoce de muchas maneras: se nombran “protectores”, se le arrebatan funciones, se le niega recursos presupuestarios, y un sinfín más de artimañas del régimen para desconocer el voto popular cuando no los favorece. Y esos son temas que nunca están claramente definidos en la agenda de lucha política; los partidos y las organizaciones de la sociedad civil involucradas en los temas políticos, nos limitamos a lo electoral.

Lo que no comparto en este punto es la afirmación de Seguías con respecto a que a Capriles se le hizo fraude en 2013. En ese proceso se hicieron muchas trampas −fraudes− de varios tipos, pero no creo que se haya alterado el resultado de la votación, aun cuando la diferencia fue muy estrecha; al menos, eso nadie lo ha podido probar. Lo de ese fraude creo que es una fantasía, en la que el propio Capriles al final también cayó y ahora anda diciendo que no reclamó ese resultado como una actitud responsable para evitar un baño de sangre; me parece que eso es alentar un mito: Capriles alentando un mito que lo favorece y otros alientan ese mito porque favorece su posición abstencionista o concuerda con su posición anti partidos y anti líderes opositores.

· En las elecciones de 2017 el CNE hizo también todos los fraudes a los que nos tiene acostumbrados −que no voy a repetir una vez más− pero ciertamente la oposición no perdió por eso; se perdió, como dice Seguías, por los errores cometidos, porque el exceso de confianza hizo que la oposición bajara la guardia y porque la gente se abstuvo masivamente. La abstención creo que fue la causa principal de que perdiéramos una cantidad considerable de gobernaciones que se hubieran podido ganar. ¿Por qué se abstuvo la gente?, ese es otro problema; ¿Fue por los errores? ¿Por la falta de unidad en algunas regiones? ¿Por la decepción de la “fracasada insurrección”, como la denomina Seguías en su tuit? ¿Por la decepción porque no se hiciera nada con los contundentes resultados de la consulta popular del 2017? ¿Por una mezcla de todos esos factores?, esto último es lo más probable; lo cierto es que la abstención fue muy alta.

· Por supuesto comparto la afirmación final de Seguías de que la “imperfecta ruta electoral” es la vía y cualquier otra es “realismo mágico” y abstenerse no es una opción útil, mucho menos si es una abstención pasiva como las que hemos tenido. Tras el fracaso o la abstención en las elecciones regionales de 2017, se llamó a la abstención en las elecciones municipales de diciembre de 2017, en las presidenciales de 2018 y en las de Asamblea Nacional en 2020; y por los vientos que soplan, tras los últimos documentos, el de los 40 partidos y el de la Asamblea Nacional 2015, posiblemente se llamará a la abstención en las regionales de 2021.

Recuperar ahora la confianza en el voto y en la vía electoral resulta una tarea ciclópea, que como dice un amigo: “por ciclópea que sea, habrá que insistir”.

Politólogo

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Más documentos unitarios

Ismael Pérez Vigil

Hace dos semanas me referí al documento en el cual los partidos políticos acordaron reconfigurar la alianza unitaria y la construcción de una coalición más amplia – con otros partidos y con la sociedad civil – para lograr elecciones libres y ayuda humanitaria.

Tras lo que consideré un recibimiento un tanto frio −explicable por la situación política que vivimos en el país bajo una crisis humanitaria compleja, agravada por la pandemia−, debo comentar ahora que han comenzado a aparecer algunas reacciones.

A pesar de que tengamos algunas críticas y lamentemos lo que consideramos un retraso injustificable en definir una estrategia, algunos −entre los que me incluyo− recibimos con agrado el pronunciamiento y lo consideramos un paso importante para ir “enderezando las cargas”, en lo que reanimar y reorganizar a la oposición democrática se refiere.

Hay un sector importante entre los analistas, comentaristas y críticos de la oposición que se caracteriza por la “no reacción”; simplemente no se han dado por enterados acerca del pronunciamiento de los partidos; no lo comentan, ni para bien, ni para mal.

Hay otro grupo, el de los “repartidores”, los que siempre reparten por igual las culpas y las responsabilidades entre el gobierno y la oposición de los males que aquejan al país. Como si la oposición −particularmente el gobierno interino, que no tiene oficinas, ni funcionarios, ni presupuesto− tuviera la misma responsabilidad, frente al desastre de 22 años de políticas ruinosas que han destruido al país. Para este grupo, desde luego, ningún pronunciamiento opositor va a ser diferente o importante.

Hay un sector de los críticos que hablan de “oposiciones” en plural, que obviamente legitiman a la denominada oposición “alacrana” y en consecuencia lamentan cualquier pronunciamiento que no la incluya expresamente.

Hay otros que consideran que la oposición es una especie de “club”, que desde luego debe tener algunas reglas, dicen, pero se lamentan que no se haya esperado a que se ampliara el “club” para ir definiendo las reglas.

En cualquier caso, el pronunciamiento se dio, definió objetivos y prioridades y como ya hemos dicho, dejó pendientes algunas tareas; entre ellas, la de llevarlo a la discusión en todos los niveles, en partidos y organizaciones de la sociedad civil, de donde deben surgir las propuestas de acciones concretas, sobre las cuales se debe reconstruir la oposición.

No es esa, claro está, la única tarea pendiente, ni la única dificultad que encontramos en la tarea de reconstruir a la oposición democrática, como bien nos lo recuerda Ángel Oropeza en un artículo de prensa de hace dos semanas (“La exigencia clave”, El Nacional, 15 de abril de 2021), cuya lectura recomiendo. En dicho artículo Oropeza nos pasea, no solo por las “actitudes y conductas” presentes en el ámbito político que, en su criterio, dificultan esa tarea, sino también nos resume algunas de las actividades que se deben emprender.

Pero el avance más significativo en materia de ir perfilando una estrategia y una ruta de actividades para enfrentar este régimen y salir de la crisis, fue el documento dado a conocer esta semana, el 21 de abril, denominado: Manifiesto “Unión por el futuro, la democracia y el bienestar de nuestra nación” suscrito por 40 partidos y dado a conocer en un acto público por el propio Juan Guaidó, acompañado de representantes de los demás partidos políticos y diputados de la Asamblea Nacional 2015; acto del cual adoleció el anterior pronunciamiento del 6 de abril.

En este “Manifiesto”, que también se denominó “Manifiesto de Plataforma Unitaria”, no solo se amplía la base de partidos que lo apoyan, sino que se ratifica el planteamiento de la “unidad”, de manera enfática y como elemento fundamental y “estratégico insustituible”; se comprometen los partidos firmantes a alcanzar “mecanismos de consenso” en las decisiones; y ratifican la “vía electoral” para lograr “una salida política a la crisis”.

El documento amplió los objetivos marcados el 6 de abril −unidad, ampliación a otros partidos, elecciones libres y ayuda humanitaria− al señalar también como objetivos la “tan necesaria reconciliación nacional” y “lograr mayor apoyo internacional”, que creo que fue el logro más importante de la gestión del gobierno interino de Juan Guaidó, que es mezquino no reconocer.

Ese mismo día el Frente Amplio Venezuela Libre (FAVL) emitió un documento en apoyo al “Manifiesto”, destacando algunos aspectos del mismo. Pero lo más significativo de este documento del Frente Amplio es el anuncio de la disposición de las organizaciones políticas que lo integran de iniciar un “ciclo de encuentros” a nivel regional −estadal y municipal−, con partidos y organizaciones de la sociedad civil, para difundir y compartir con todos los sectores sociales, “miembros y no del FAVL, su visión estratégica de lucha”, para “identificar los consensos mínimos estratégicos” que unen a todos los partidos y organizaciones de la sociedad civil.

Sobre el tema de las actividades a emprender está claro que no es éste el medio para detallarlas, pero es importante el pronunciamiento del FAVL y es una tarea para la sociedad civil, para sus organizaciones y para los ciudadanos, presionar para que esto se cumpla, pues como ya hemos señalado, la oposición se encuentra en una especie de reflujo, de adormecimiento general, en un largo y oscuro túnel del cual aún no se ve salida.

Agobiados como están millones de venezolanos en tareas de sobrevivencia ante la aguda crisis que vivimos en el país, ha ido creciendo el sentimiento de que ni el régimen, ni la oposición, responden a las demandas de gran parte de la población. Una de las metas de la oposición democrática es revertir ese sentimiento y convertirlo en la fuerza necesaria para lograr el fin de este oprobioso régimen.

Politólogo

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Nueva arremetida contra la sociedad civil

Ismael Pérez Vigil

La semana pasada celebramos, comentamos y criticamos el pronunciamiento en el cual los partidos políticos de la oposición democrática ratificaron su compromiso de lograr una alianza unitaria y su propósito de construir o ampliar su coalición a un mayor número de partidos e incorporar a la sociedad civil para lograr unas elecciones libres y la ayuda humanitaria que demanda el país.

Debo reconocer que me ha decepcionado algo el “frio” recibimiento que ha tenido el documento. Esperaba mayores reacciones, más numerosas y fuertes, a favor o en contra, que las que he visto “circular” en redes sociales o en los artículos de opinión de los hoy llamados “influencers”. Quizás lo debamos atribuir a esa situación de la cual habla el Padre Ugalde en su más reciente artículo (“La hora de José Gregorio”, El Nacional, 15 de abril de 2021) y que lo lleva a invocar al Santo para implorarle el milagro que necesitamos para sacudirnos de esa “parálisis que nos mata”.

Concluí mi artículo de la semana pasada señalando que nos queda ahora una tarea pendiente: llevar la discusión a todos los niveles, en partidos y organizaciones de la sociedad civil, de donde surgirán las propuestas de acciones concretas, sobre las cuales reconstruir la oposición. No es esa, claro está, la única tarea pendiente, ni la única dificultad que encontramos en la tarea de reconstruir a la oposición democrática; pero, llegado a este punto debo abandonar el tema y dejarlo aún “pendiente” para una próxima ocasión, pues ahora se ha presentado otro, cuya urgencia merece nuestra atención.

Ya he dicho en otras ocasiones que, la de arremeter en contra de los ciudadanos y sus organizaciones, siempre ha sido una de las estrategias del régimen. Se ha valido para ello del TSJ, que a través de varias sentencias ha venido moldeando, “rebanando” y restringiendo, considerablemente, el concepto de sociedad civil e “interpretando” a su “estilo” la constitución y las leyes, han venido disminuyendo, confiscando o menoscabando diversos derechos ciudadanos, especialmente −pero no solo, como ya dije− derechos electorales.

A principios de este año comentamos, y buena parte del país reaccionó, frente a la agresión de los cuerpos represivos del estado en contra de los comedores de Caracas Mi Convive −Alimenta la Solidaridad− en Miranda y Azul Positivo, en el Zulia, entre otras.

No se puede decir que se ha “conjurado” ese peligro −pues con este régimen nunca se “conjuran” sus desmanes−, pero al menos pasada esa emergencia, nos enfrentamos ahora a otra; esta vez revestida de Providencia Administrativa que pretende, o mejor dicho, establece la creación de un Registro Unificado de Sujetos Obligados ante la Oficina Nacional Contra la Delincuencia Organizada y Financiamiento al Terrorismo, todo ese largo nombre para indicar el organismo ante el cual deben registrarse las organizaciones de la sociedad civil sin fines de lucro y consignar una serie de recaudos y documentos como: acta constitutiva, estatutos, un listado de las organizaciones, nacionales o extranjeras de las cuales reciban aportes o donaciones, además de identificar a los beneficiarios de la acción de las actividades de la organización y varios más.

Desde luego que lo establecido en esta norma, de carácter sub legal, como lo es una “providencia administrativa”, es completamente inconstitucional, pero demuestra una vez más y perfectamente, cual es la verdadera posición del régimen con relación a la sociedad civil.

No sabemos que alcances pueda tener este nuevo dislate gubernamental, pero, se nos ocurren dos hipótesis. Una es que, a lo mejor, está “Providencia”, que nada tiene de providencial, es desechada y su autor o autores −que pretendieron ganarse el cielo con esa locura− corren la misma suerte del alcalde de Yaracuy, aquel que marcó las casas de los contagiados de covid, como si se tratara de familias listas para ser conducidas a un campo de concentración; bajo la filosofía de “atajen a sus locos” los autores de esta pudieran enfrentar −al igual que el alcalde nazi− alguna acusación, de mentiritas, por supuesto, por parte de la Fiscalía ilegítimamente designada por la ANC.

La segunda hipótesis es que, como este régimen “no da puntada sin dedal” y acostumbra lanzar “globos de ensayo”, si no se producen reacciones, seguirá adelante con esta idea, que encaja perfectamente con su mentalidad de “control y represión”, de sembrar miedo con este nuevo intento de institucionalizar el “sapeo”, bien conocido por los venezolanos y al cual es muy aficionado este régimen.

Como quiera que no sabemos cuál de las hipótesis −sino ambas− resultará cierta, lo mejor es que no nos quedemos inertes frente a la situación y procedamos de inmediato, contra esta disposición. Se me ocurren tres vías:

– dar a conocer, difundir, nacional e internacionalmente esta nueva locura e intento de control y represión por parte del régimen, para que nadie quede desprevenido frente a esta posible o real amenaza;

– aunque la experiencia nos indique que acudir al TSJ del régimen a demandar y pedir justicia es inútil, creo que podría causar impacto que una buena cantidad de organizaciones de la sociedad civil, algunas de las cuales tienen buenas conexiones internacionales, acudan a esa instancia judicial a demandar por inconstitucional, por ilegal, la nulidad de esa Providencia Administrativa.

– de igual manera, la mayor cantidad posible de organizaciones de la sociedad civil debemos dirigirnos a la Oficina de las Naciones Unidas que encabeza Michelle Bachelet, y a otras organizaciones internacionales que velan por los derechos humanos, para denunciar esta nueva violación de los derechos de los ciudadanos.

Aunque las apelaciones a esas instancias, me refiero al TSJ y algunos organismos internacionales, no surten mucho efecto, al menos contribuiremos al esfuerzo por recopilar, sistematizar y relatar, todo lo que se ha escrito y dicho, que ha sido mucho, acerca de cómo el llamado socialismo del siglo XXI ha ido destruyendo al país. Muchos se quejan que de la democracia iniciada en 1959, no quedó una buena historia escrita, una narrativa completa; no podemos permitir que lo mismo ocurra con las tropelías del régimen iniciado en 1999, que ha destruido el país.

De todo este desastre debe quedar una historia, una narrativa, una crónica, un buen relato de lo ocurrido.

Politólogo

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