La designación del nuevo CNE ha traído −como se esperaba− polémica, diatribas y reacciones muy adversas, con posiciones que se ven difíciles de conciliar, dado el ambiente polarizado e intransigente que vivimos; pero, hay allí personas cuya trayectoria como opositores no podemos desconocer y más allá de eso, el tema como tal abre la discusión de importantes problemas políticos para la oposición, que no podemos omitir, aun a riesgo de insultos y disgusto de amigos y conocidos.
El resultado.
Con relación al resultado final, quedarse en la “aritmética” del CNE −eso de sí quedaron 4 a 1, 3 a 2, 10 a 5, 5 a 0, 8 a X, etc.− no creo que sea lo importante, pues el régimen siempre conserva el control; en cualquier caso, en otras ocasiones con dos rectores hemos hecho poco, con uno hemos hecho más y a veces, como la última, no logramos nada.
Lo importante −creo− son dos cosas, la primera es que este resultado, que hace un mes nadie sospechaba, es una demostración de que a este régimen es posible forzarlo a negociar y llegar a algunos acuerdos, a pesar de todo su omnímodo poder; ese me parece que es un resultado que no podemos ignorar y que hay que seguir trabajando. La segunda cosa importante es preguntarse, esos rectores, a los que no les faltan conocimientos técnicos ni experiencia política, ¿qué tanto podrán lograr en cuanto a cambios sustantivos del proceso electoral, mejores condiciones electorales o en “rescatar la ruta del voto”, como han dicho, palabras más palabras menos, algunos de ellos? Como dije más arriba, habida cuenta que el gobierno siempre tiene el control mayoritario de ese organismo, personalmente me conformaré con que hagan denuncias con información y conocimiento de causa de lo que pase de ahora en adelante, no de lo que ya pasó, que por lo demás muchas de las cosas que se dicen nunca nadie las ha podido demostrar o probar. Con lo que se pueda hacer de ahora en adelante, eso ya será −para mí− un buen logro.
Fotografía de la oposición.
Pero la reflexión importante es: ¿Cómo quedamos en la oposición, después de este episodio? Y a juzgar por las reacciones y escaramuzas en medios y redes sociales que hemos visto, creo que no muy bien. Veamos cómo está la oposición.
Sin contar los “alacranes”, a quienes no considero oposición, en la democrática nos encontramos con: un sector “radical”, que descarta la vía electoral; un sector más moderado, que apoya la vía electoral e incluso participa en procesos electorales y el sector más numeroso del llamado Frente Amplio, hoy nueva Plataforma Unitaria. A esta oposición democrática hay que añadir ahora otro sector “moderado”, e igualmente pro vía electoral y negociación, apoyado fuertemente y conformado básicamente por organizaciones de la sociedad civil, escisión del Frente Amplio, agrupado en el Foro Cívico, (que presentaron los 15 candidatos a rectores y lograron meter 4 en el CNE).
Sin incluir a los opositores “radicales”, en la oposición democrática hay varios sectores que claramente están por la opción de negociar una salida electoral a la crisis, aunque no necesariamente apoyan todos los procesos electorales y oscilan entre participar o abstenerse. Y todos estos sectores tienen su correlato o espejo en el exterior, para facilidad o complicación de la situación. Es un escenario poco halagüeño, pero es la realidad de la cual hay que partir.
La estrategia del régimen.
¿Qué podrá ocurrir ahora? En primer lugar, consideremos la estrategia del régimen, que está en desarrollo y aparentemente, con éxito:
- Se atribuyen como un logro suyo la designación de los cinco rectores del CNE −con dos importantes figuras de oposición− y tres rectores suplentes incorporados; de los tres suplentes incorporados, uno es opositor, para quedar así en una relación 5 a 3, siempre asegurándose el control del organismo.
- La diatriba interna, especialmente contra los rectores electos, es señal de que el régimen logra su objetivo de dividir más y profundizar y ensanchar la brecha en la oposición democrática;
- Se asegura que la Plataforma Unitaria, al tenor de lo opinado por varios de sus voceros, seguramente lanzará la política de no participación o abstención en el próximo proceso electoral, facilitando así un triunfo holgado al gobierno.
- De todas formas, el régimen se tratará de anotar otro punto pues habrá una participación electoral algo mayor, arrastrada por los sectores moderados que apoyan a los rectores del Foro Cívico;
- Aunque seguramente la oposición que participe logrará algunas gobernaciones más, no muchas, esto no cambiará el mapa político del país, ni debilitará al régimen, que conservará todo su poder institucional y de fuerza, a nivel nacional
- Por algunas reacciones que hemos visto, el régimen está también logrando una cierta flexibilización en la posición de rechazo de la llamada comunidad internacional.
- Para reforzar esta “matriz” de opinión, es probable que hasta permita una observación internacional más calificada y diversa, que abundará más en favor de la imagen de “flexibilidad” y “apertura” del régimen.
Reitero, que esta es mi interpretación de la estrategia del régimen, no que sea lo deseable o lo ya totalmente logrado.
Apoyo internacional y participación.
Antes de evaluar la posible estrategia del sector opositor, y dadas las críticas que he visto en estos días, me pregunto: Primero, con respecto al apoyo internacional, ¿Cuál ha sido la eficacia práctica de la resolución de la OEA del 2020? ¿De los comunicados firmados únicamente por el Secretario General? ¿O del apoyo de 50 países, especialmente los de la UE?, que ni siquiera han logrado ponerse de acuerdo para homologar o mantener las mismas sanciones. Y segundo, con respecto a la participación electoral, aunque pueda haber dudas de su eficacia después de estos 22 años, no puedo dejar de resaltar que también nos hemos abstenido, oficialmente en tres oportunidades y extraoficialmente, en algunas más −en 2005, Asamblea Nacional; en 2017, elección de Gobernadores y alcaldes, posición no oficial; en 2018, elección presidencial y en 2020 Asamblea Nacional−; y ¿de qué nos ha servido? La política de abstención solo nos ha llevado a tener desmovilizada a la población, a tener una oposición más fracturada, con enormes fisuras, tras sacarnos los ojos unos a otros en la discusión del tema.
Eficacia del apoyo y sanciones internacionales.
Respondiendo descarnadamente a los interrogantes anteriores, comenzando por el apoyo internacional, soy de los que cree que algunas sanciones internacionales −sobre todo las personales− han sido efectivas, han obligado al régimen a negociar, de alguna u otra manera, este CNE es una demostración; pero, hay otras cuya efectividad debe ser revisada. Y lo mismo pienso del apoyo de más de 50 países. Ha obligado al régimen a negociar, a flexibilizarse, pero aunque tengo claro que nada lograremos sin apoyo internacional, el que tenemos no ha sido suficiente o no ha sido eficaz. Cabe preguntarse: ¿Por qué no lo ha sido?
No ha sido eficaz por dos razones; una, porque no es una amenaza creíble, porque no va a pasar de allí −y el régimen lo sabe− contra lo que algunos esperaban y deseaban, que era ver una fuerza física que entrara como una tromba desde Colombia, Brasil y por la costa, enfrentara al régimen y nos liberara; y dos, porque tenemos un país sumido en una crisis económica y social, agravada por la pandemia, sin una opción que seguir, con una población desmovilizada, achantada, consumida por la crisis interna y esperando, no sé qué milagro o una fuerza del exterior que nos libere.
No teniendo una fuerza física equivalente a la del régimen, hay que obligarlo a una negociación y no habrá negociación sin apoyo internacional, pero no habrá apoyo internacional sin un escenario interno de presión adecuada y este escenario no existirá con un país inmovilizado, paralizado políticamente como el que tenemos ahora. Y, ¿Cómo se moviliza a un país diciéndole que todo está perdido, que no hay nada que hacer, que este régimen es invencible, que siempre ganan? y un largo etcétera, que el propio régimen ha estimulado, sembrado y propiciado.
La participación y la eficacia de la abstención.
Y participando electoralmente, muchos preguntan, ¿Qué vamos a ganar? ¿Es que esta gente se va a ir y entregar el gobierno porque le ganemos las elecciones? No, no lo creo, no soy tan ingenuo como para pensar que eso será así de sencillo; pero, es mejor eso que decirle a la gente que se quede en casa viendo para el techo durante los procesos electorales, y viendo cómo la gente, en masa, se va del país. Desde 2017 tenemos al país inmovilizado esperando quién sabe qué, porque: “con este CNE no”, porque “votando no se logra nada”, porque “nos hacen trampa”, porque “si ganamos nos ponen protectores”, etc... Somos víctimas de nuestros propios demonios y de la estrategia de intimidación, desmoralización y división de la oposición por parte del régimen, que por lo que vemos ha funcionado y nos ha llevado al desconocimiento del voto, que ahora hay que estarse preocupando de cómo recuperarlo. Ya he dicho en ocasiones anteriores que, en el peor de los casos, la participación electoral es una manera de mantener a la oposición movilizada, de ganar en niveles organizativos y de conciencia y de educar políticamente a la población.
La estrategia opositora.
En resumen, en cuanto a estrategias, en el campo opositor tendremos que la Plataforma Unitaria, que es la mayor fuerza opositora, seguramente lanzará la política de no participación o abstención en el proceso electoral próximo −que esperemos no se quede en una abstención pasiva, como ha sido en ocasiones anteriores−. Por otra parte, aunque la diatriba interna continuará entre partidarios de la participación y la abstención −y especialmente contra los rectores opositores electos− sin embargo, en el próximo proceso habrá una participación electoral algo mayor, arrastrada por el sector opositor moderado, que ahora apoya el Foro Cívico, y que seguramente lograrán algunas gobernaciones más, no muchas, como para retar la hegemonía del gobierno.
Conclusiones.
La política es dinámica, cambiante, debe ser evaluada constantemente, no hacerlo no es mantener una posición coherente o de principios, es convertir esos principios en una caricatura, en posiciones “principistas”, que es una desfiguración que impide reflexionar y avanzar. Personalmente, lo he dicho otras veces, defenderé y apoyaré con toda fuerza y en todo foro a mi alcance, la opción de participar en el proceso electoral, mientras no se decida una posición unitaria. Valoro la estrategia de la unidad como algo esencial para derrotar una dictadura; pero la unidad no puede ser blandida como un chantaje para impedir que se discuta y mucho menos para descalificar y satanizar posiciones diferentes, sin plantear ninguna otra alternativa coherente o efectiva.
No sé qué tanto lograrán los ahora vilipendiados rectores opositores del CNE, en cuanto a mejorar las condiciones electorales y rescatar el valor del voto; pero, hay que trascender la discusión de aspectos personales y reconocer que por lo pronto nos despertaron del soporífero letargo en el que nos encontramos y está sobre la mesa la necesidad de que la oposición democrática defina con mayor claridad y premura, no solo los objetivos generales de la lucha contra el régimen de oprobio, sino también las formas concretas para lograrlo.
El régimen se ha apropiado de unas consignas como si fueran logros suyos y trata de mejorar su posición internacional con la supuesta “flexibilización” que eso supone (la designación de un CNE con rectores opositores, la mayor participación electoral que seguramente habrá y hasta la observación internacional que a lo mejor se permita); preocupación fundamental de la oposición debe ser cómo contrarrestaremos esa pretensión del régimen.
Aunque muchos en la oposición no crean en la participación electoral, el régimen sí le teme y también a las sanciones y cede a la presión internacional, por eso −con todo a su favor, especialmente la fuerza armada− se sienta a negociar y acepta opositores en el CNE y trata de convencer a la comunidad internacional de que lo hace porque está siendo “flexible”. Antes de pensar en que lo ocurrido es otra estratagema suya, hay que sacarle punta a la posibilidad de que haya sido su fisura interna lo que permitió un CNE con figuras opositoras del relieve de las que fueron designadas.
Como oposición democrática y a pesar de que estamos fraccionados y peleando a cuchilladas, tenemos por delante una doble tarea interna: uno, la de convencer a la gente de que se movilice, que vote, y organizarla para que, de ser posible, defienda ese voto, que siempre será mejor que no hacer nada; y dos, convencer a la comunidad internacional de que aquí hay algo que defender, un pueblo que resiste y no se ha entregado o resignado, para que nos siga apoyando y que sea más pro activa en ese apoyo.
¿Es un camino largo?, sí; ¿Es difícil?, también, pero si alguien tiene una mejor alternativa, realista, −no el delirio de una hipotética intervención externa o la ilusión de que nos salvará una resolución de algún organismo internacional−, es el momento de decirla.
El panorama que se vislumbra no es halagüeño, pero al menos es un escenario político interesante, mejor que la pasividad actual. Hay mucho por hacer para no quedar atrapados y sin salida.
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