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Ismael Pérez Vigil

Las Condiciones del Gobierno

Ismael Pérez Vigil

Abrir “negociaciones” con la oposición en varios tableros forma parte de la estrategia del régimen para desmoralizar y dividir a sus “enemigos”, porque el régimen no tiene rivales, adversarios u oponentes, sino enemigos a los que tiene que doblegar y destruir. Desde Hugo Chávez Frías, la política es una “guerra permanente” (Pedro Benítez, Al Navío, 14/05/2021) y el mejor ejemplo de esta estrategia es un video que esta semana recorrió profusamente las redes sociales.

En ese video, en el marco de una reunión para hablar sobre una “ley de zonas especiales”, que nada tienen que ver con el tema, Nicolás Maduro anunció sus “condiciones para negociar”. Pero el mensaje no son solo los anuncios o condiciones que pone el régimen, el escenario y el contexto forman también parte importante del mensaje. Un amplio salón, una gran mesa rectangular, con mesas adicionales detrás, todos los presentes formalmente vestidos, con sus respectivas mascarillas y guardando cierta distancia, el presidente en el extremo de la mesa, en el lugar dominante, sin mascarilla y con toda la soberbia a las que nos tiene acostumbrados, envía en silencio su primer mensaje: “Aquí estoy yo… y vean bien, tengo la sartén por el mango”.

Asentado ese elemento, que es también un mensaje para sus propios seguidores, viene la primera provocación hacia la oposición: “… los obligamos a venir por el camino electoral…” y agrega de manera triunfal, como adorno: “… por el camino electoral y de la negociación y del diálogo… los derrotamos y los obligamos…”; pero el trapo rojo aquí es el del “camino electoral”, pues sabe muy bien el régimen como irrita y como hiere la sensibilidad de una parte importante de la oposición venezolana cualquier alusión o “invitación” que haga el gobierno a un proceso electoral; el rechazo es inmediato y el coro de las redes sociales así lo deja ver. Ese era uno de los objetivos de esa intervención, lanzar una provocación que, a la par de dividir más a la oposición, estimule la abstención, que es en realidad lo que busca, pues eso le garantiza un cómodo triunfo en el próximo proceso electoral.

Luego remata con sus “condiciones”: 1) El levantamiento inmediato de todas las sanciones y medidas coercitivas, unilaterales, contra Venezuela; 2) El reconocimiento pleno de la Asamblea Nacional legitima y de los poderes establecidos; y 3) La devolución de las cuentas bancarias a las instituciones y de los activos a PDVSA, el BCV y otras. Las dice como provocación, porque en realidad no es nada nuevo o inesperado, esos son sin duda sus objetivos de negociación y de alguna forma ya habían sido divulgados por sus seguidores y acólitos.

Pero como dije, hay aquí varios mensajes, dirigidos a públicos diferentes. Hay un mensaje interno, a un sector −radical− de sus seguidores: No cedemos. Hay, desde luego, un mensaje y una provocación a la población opositora, a la que busca desmoralizar, y un mensaje a su dirigencia, pues busca profundizar su división. Aún es prematuro afirmar si el gobierno tiene verdadera intención de negociar o de llegar a algún acuerdo, pero con la reiteración en la mencionada reunión de su “disposición a negociar” −de manera amplia y “generosa”, en una “gran mesa de diálogo nacional” y con “participación del gobierno de Noruega” y que se invite a “diversos sectores internacionales” −, el régimen persigue también enviar un mensaje a la comunidad internacional, tratando de mejorar ante la misma su deteriorada imagen.

Concluida la descripción de ese video con las condiciones del gobierno, es necesario analizar aspectos de esa intervención, que posiblemente escaparon a la intención del régimen. Este mensaje deja también entrever, de manera subliminal, dos grandes debilidades: Una, la principal, es que, al centrar sus objetivos en el levantamiento de las sanciones internacionales y en la devolución de las cuentas bancarias y recursos, deja en claro, sin duda alguna, que las sanciones le están pesando y limitan su margen de acción −interna e internacional−, pues sigue aislado internacionalmente y sin recursos para continuar sus políticas demagógicas y populistas, internamente.

La otra debilidad, que yo quiero destacar, es que los venezolanos, adictos como somos a series televisivas, sabemos bien que los forenses al analizar la “escena” de los sucesos se fijan en lo que está presente y en lo que no lo está. En el sainete montado para lanzar las condiciones de negociación vimos al presidente rodeado de sus acólitos, acompañado de su oposición alacrana y la consabida barra de funcionarios, todos prestos a aplaudir cualquier cosa que se dijera; pero, se “notó” una ausencia de “charreteras” en la reunión; es decir, los amos de este valle de lágrimas, los verdaderos dueños del tinglado, los que lo sostienen por la fuerza de sus armas, no estaban presentes. ¿Tiene esto algún significado? ¿Estarán de alguna forma afectando los acontecimientos fronterizos recientes? O simplemente, no hacen falta que estén. No hago ninguna interpretación, solo dejo esa inquietud y reflexión y regreso a la evaluación de la estrategia.

Teniendo claros que esos son los objetivos del régimen, no podemos no caer en sus provocaciones y estrategia de desmoralizar y dividir. Suponemos que la dirigencia opositora está ya curtida al respecto, pero muchos opositores, abrumados por las dificultades de la cotidianidad y años de frustración, son más sensibles a esos mensajes, para los que todos debemos estar preparados y tenerlos en mente para comprender algunas acciones del gobierno, que de otra forma no se entenderían, en el complicado y múltiple tablero de la negociación que está abierta.

Por ejemplo, lo ocurrido recientemente con allanamiento de El Nacional por la GNB, en ejecución de una confusa sentencia; algunos se preguntan cómo entra eso en este juego, porque es obvio que los atropellos a la libertad de expresión no favorecen mucho la “imagen internacional” que el régimen quiere rescatar. ¿Fue una mera casualidad, es parte de la estrategia negociadora del régimen, o forma parte del pleito interno? Pareciera −al menos es la interpretación con la que yo me quedo− que se trató de una jugada del sector radical chavista para decir “presente” o para trancar la negociación, al sentirse excluidos o saberse los más perjudicados sí se llegara a un acuerdo que abriera el juego y llevara a la larga a la salida de este oprobioso régimen. En todo caso, si formaba parte de la estrategia negociadora o fue una jugada que salió mal, es lícito pensar que lo ocurrido nos refleja también que hay una procesión que va por dentro, que no todo es monolítico en este régimen neo dictatorial.

Aun sin poder asegurar que haya una verdadera intención negociadora por parte del gobierno, algunos hechos que −a lo mejor− escapan de su control o no parecerían “premeditados” o proceder desde la misma fuente, dejan ver debilidades y fisuras; en todo caso, la estrategia del régimen está desplegada. ¿Y la de la oposición? ¿Está cada vez más clara o es más confusa?, aun dispersa en varias opciones, la examinaremos en la próxima entrega.

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La Negociación.

Ismael Pérez Vigil

Nadie se engañe con el título, aunque es en singular, en el país están en curso varias negociaciones, así, en plural, no es una sola, pero se pueden discutir bajo un mismo paraguas; e igualmente en torno al tema se desarrolla en la oposición una tensa polarización, valga decir discusión y diatriba, sobre su significado y sus protagonistas.

Nada de raro tiene que sean varias “negociaciones”, pues desde que el régimen parece haber tomado de nuevo las riendas de la iniciativa en la discusión política, como bien dice el periodista P.P. Peñaloza: “Valiéndose de la dispersión, el chavismo instala tantas mesas como factores de la oposición existen” (Tuit del 16/05/2021). No voy a repetir lo que se dice, en torno al tema en cada variante, solo me referiré a un par de aspectos de la discusión, que me llaman la atención.

Por ejemplo, sería interesante conocer cómo se responden a sí mismas las vestales de la anti negociación, algunas de las interesantes preguntas que ellas formulan para oponerse a la misma: ¿para qué?, ¿con quién?, ¿qué negocian? ¡Negociar, horror!, además ¿sin un plan? ¿Cuál es el plan?

Les confieso que yo no lo sé; no sé si hay o no un “plan”, espero que sí; pero, algo que siempre me ha intrigado es: ¿Cómo saben las vestales que niegan la negociación que no hay un plan? Podría aceptar que en el pasado hubo serias dudas acerca de la existencia de ese plan, o al menos que haya habido una “planificación” de la negociación −que no es exactamente igual−; pero, si fuera así, ¿Eso, de que no hay plan, es ya algo inmanente?, sí alguna vez no lo hubo, ¿significa que ya no lo habrá jamás?, ¿es algo así como una maldición?, ¿no cabe la posibilidad de que esta vez sí haya un plan, aunque antes no lo hubiera y que, obviamente, no se puede estar divulgando?

Descartando a los “alacranes” −de los que siempre diré que no son oposición y que, en todo caso, ya “negociaron” en el peor sentido del término− me extraña la satanización actual que se hace de la “negociación”, porque las tres fuerzas principales de la oposición democrática, hablan de ella y la proponen. Con cierta reticencia aun y temor a la palabra, con diferentes aproximaciones, objetivos, estrategias −o más bien, tácticas−, pero negociación al fin.

En orden de “magnitud” −verificada en votos y encuestas− la oposición Guaidó/G10 se plantea acordar un plan para la “Salvación Nacional”, que incluya al Gobierno, naturalmente a la oposición y a la comunidad internacional; obviamente a esta última, pues el apoyo de esta negociación −y en realidad, de todas− descansa en la comunidad internacional y sus sanciones. La oposición que encabeza Henrique Capriles, aunque la consultó, excluye la participación directa de la comunidad internacional −al menos la que apoya a Guaidó− y se plantea un plan más modesto: acudir a las elecciones regionales con algunas condiciones y garantías, para ir recuperando espacios y organizando a la oposición. Para fracción que encabeza María Corina Machado no es el punto más importante, pero no la descartan y tiene un objetivo más preciso, solo está dispuesta a dialogar y negociar con base en la salida de Nicolas Maduro y toda su gente, por supuesto apelando a la presión que pueda ejercer la comunidad internacional, bajo alguna forma de intervención directa (?) y con ese sentido de desalojar del poder al régimen actual. De manera que, como vemos, las tres facciones mayoritarias, representativas de la oposición, hablan de “negociar” y todas ellas, de alguna forma, descansan en la presión que pueda ejercer la comunidad internacional; pero, ¿son todas ellas igual de “diabólicas y perversas”? Ese es un punto que no me queda claro cuando escucho o leo a determinados voceros o personajes influyentes de una u otra opción.

En cualquier caso, todas las vestales anti-negociación vienen con la misma cantaleta, ¿Dónde está el plan? Y sin esperar respuesta, añaden a continuación: “¡No hay un plan! Luego, el plan es cohabitar, proteger sus propios intereses y legitimar al régimen”. Eso sí, cuando se les pregunta cuál es el suyo, se molestan, no les gusta que se lo recuerden, se ofenden y alegan que este no es el momento ni el lugar para exponerlo… y de pronto, tienen razón, porque ningún plan para derrocar a una dictadura se publicita, ni se ha publicado en la prensa o en las redes sociales. Lo que no es lógico es criticar a los demás por no dar a conocer algo que ellos tampoco están dispuestos a revelar.

Por su parte los “futurólogos”, que siempre abundan, ya “descubrieron” y advierten que eso de negociar, en el fondo lo que busca es darle “impunidad a los narcotraficantes, violadores de DDHH, de la dictadura”. Y los más “radicales”, haciendo caso omiso de que algunos de sus líderes también hablan de negociación, siguen blandiendo su “yo se los dije” y critican las propuestas negociadoras, indiscriminadamente, porque son la evidente demostración de lo que ellos siempre han dicho, que lo que quieren, Guaidó, el G10, y los otros “farsantes” opositores, es “continuar cohabitando con la dictadura”; y así sigue la polémica en los meandros de Internet, para evidente regocijo del régimen, que cada poco la aviva y estimula, desconociendo a unos, insultando a otros, aupando a terceros o rechazándolos a todos.

Nadie parece preguntarse ¿Por qué un régimen con tanto poder, que controla todas las instituciones, todas las policías y las fuerzas −legitimas e ilegitimas− del estado, especialmente las FFAA (en realidad, su único sostén), cede dos rectores principales en el CNE y accede a sentarse a negociar?; aun cuando dudemos de su buena fe, lo menos sería pensar que “algo” debe de estar pasando.

Pero todos sabemos que una negociación es algo abstracto, por lo lejano, porque puede darse o no, porque puede desarrollarse o fracasar de maneras insospechadas, porque muchos acontecimientos cotidianos la pueden influenciar; así que, apartémonos por un momento del tema de la negociación y ocupémonos de algo que si es concreto y que tenemos al doblar la esquina: las elecciones regionales. En este sentido, el tema de la anti-negociación no viene solo, viene lastimosamente adosado a otro igualmente “perverso”, la abstención; o, mejor dicho, la no participación electoral, porque algunos −los mismos mencionados más arriba− también se molestan si los llaman abstencionistas.

Ese es otro tema, la abstención, que implica otro conjunto de argumentaciones bastante peculiares y extensas, que no repetiré. Me referiré solamente a un aspecto que también me llama la atención. Es el caso de los que dicen que participar en los procesos electorales que se efectuaron contra las dictaduras −por ejemplo, la de Pérez Jiménez o la de Pinochet− estaba “justificado” y era “legítimo”; solamente participar en los procesos electorales de ahora, no está justificado ni es legítimo. Aquellos, al parecer, sí tenían el famoso “plan”; al menos hoy lo sabemos o suponemos −o así nos lo venden, la historia siempre la escriben los vencedores− pues esas dictaduras cayeron al poco tiempo; de lo que no estoy seguro es sí, en su momento, los que fueron a votar, y los que llamaron a hacerlo, sabían también que había un “plan” que daría ese resultado.

Pero ojo, lo anterior no es una crítica. En mi opinión, tan válido fue que se votara como parte de un “plan” para derrocar a esas dictaduras, o que se fuera a votar por mera “inercia” de la resistencia contra ellas durante tantos años, de tantos que ofrecieron sus vidas y su seguridad personal y que de pronto vieron un resquicio, una fisura, en regímenes que lucían imbatibles y se lanzaron a esa “aventura”, por algo tan efímero y abstracto como el deseo de vivir en democracia y libertad. Lo cierto, es que hoy, estando todos de acuerdo en que se debe abrir una vía para la negociación, lucimos más divididos que nunca y son cada vez más ásperos los argumentos y recriminaciones mutuas.

Dividir un conglomerado humano es muy fácil, lo difícil es volverlo a unir, lo que facilita la tarea de los que nos han privado de la libertad a todos y han destruido al país.

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¿Qué pasará si…?

Ismael Pérez Vigil

En Venezuela, en materia política −y en otras áreas también− las posiciones están tomadas; son fijas, inamovibles, encallecidas, mineralizadas, por algo hablamos de polarización. Y la polarización es justamente eso, dos polos que divergen y que −como los de un imán− se repelen y sí es imposible que coincidan, menos aún, unirlos.

Lo grave es que la polarización no solo lo impregna todo, sino que genera conductas agresivas, que omiten argumentos y razones y rápidamente afloran los insultos y las descalificaciones, que incrementan la división opositora y el regocijo del régimen. Por eso hay que cuestionarse si vale la pena discutir y si no será mejor seguir de largo y olvidar la discusión. Total, no vamos a convencer a nadie y nadie nos va a convencer. Sin embargo, hay demasiado en juego como para abandonarla.

Las razones en cuanto a las condiciones ilegitimas y abusivas con las que se eligió al Presidente de la Republica en 2018, la Asamblea Nacional en 2020 y antes de eso, la forma en que se designó al TSJ, al Fiscal General, al CNE anterior y, naturalmente, incluyen al actual y dicen que no es un árbitro y además esta deslegitimado; este es el núcleo del argumento que lleva −a quienes proponen no participar− a la inevitable conclusión, absolutamente de lógica formal, de que no hay condiciones para hacerlo.

Además de esa razón de fondo, quienes platean no acudir al proceso y abstenerse, dan algunas razones adicionales, describiendo de manera detallada y clara lo que va a pasar si participamos en el proceso electoral y que se puede resumir de esta manera:

· Aunque el régimen libere presos políticos, mantendrá algunos y eventualmente llevará a la cárcel a otros políticos o dirigentes opositores −para mantener su “inventario de negociación” − y si accede a habilitar a algunos dirigentes opositores, solo lo hará después de que esté seguro que la oposición democrática no concurrirá a las elecciones.

· El gobierno ganará esas elecciones y para ello se valdrá de todo tipo de trampas para restar votos a la oposición −incluida la intimidación de votantes y testigos− y no dudará en las gobernaciones y alcaldías críticas, en alterar los resultados, como ocurrió en el Estado Bolívar en 2017.

· Aunque haya una mayor participación electoral, debido a la oposición “alacrana” y la falsa oposición que ahora llama a participar, si eventualmente se mantiene el número de cargos que ahora tienen y aunque el régimen les ceda algunos más, de nada servirá pues, como ya hemos visto, el régimen les nombrará “protectores”, les quitará funciones y presupuesto, para anularlos completamente y los concejos municipales chavo/maduristas improbarán las memorias y cuentas de los alcaldes opositores que serán destituidos.

· Por lo tanto, aunque se incremente la participación electoral, solo servirá para que el régimen se legitime, se atornille más en el poder, gane tiempo y alardee sobre su “flexibilidad” ante la comunidad internacional y eso ayudará en su objetivo de levantar las sanciones internacionales y continuar el proceso lento, pero sostenido, de desgaste del apoyo a Juan Guaidó y la Asamblea Nacional de 2015.

Reitero, no es lo que yo pienso, esto es lo que dicen que pasara −quienes están en contra de la participación y en pro de la abstención−, si participamos en el proceso electoral del 21 de noviembre próximo. Creo que está bastante completo el resumen y no hace falta abundar más.

Pero, ¿Qué pasará si no concurrimos al proceso electoral? ¿Qué pasará si nos abstenemos? Eso no nos lo dice nadie y vale la pena reflexionar al respecto; déjenme decirles lo que yo creo que pasará.

Si nos abstenemos, ocurrirá lo mismo que ha ocurrido las otras veces que nos hemos abstenido: nada. Y de todas formas ocurrirán algunas de las cosas que dicen los abstencionistas: En efecto el gobierno ganará, con trampas, claro, y a lo mejor sin fraude electrónico, pues no lo necesitará. No tendrá importancia la cantidad de cargos que obtenga la oposición, pues de obtener algunos seguramente les nombrarán los consabidos “protectores” y les quitarán funciones y presupuesto. Pero no tendrá tampoco ninguna importancia el porcentaje de abstención, ni el número de votos que saque la oposición democrática que concurra −la “alacrana” ni siquiera se tomará en cuenta−, pues hace tiempo el poder del régimen no se sustenta en legitimidad alguna, ni en el número de votos, ni en el apoyo popular, sino en las FFAA, los colectivos armados y los grupos violentos, en la frontera y en las ciudades.

Todo lo anterior puede ocurrir si no acudimos, pero además de lo anterior, tendremos el agravante, de que:

- Habrá una mayor división en la oposición, por las recriminaciones mutuas, el pase de facturas unos a otros, por la derrota sufrida y por no haber salido del régimen

- Habrá una mayor frustración y desmoralización de la gente al darse cuenta que nada ocurre, a pesar de la masiva abstención, y se alejará aún más la posibilidad de una salida de este oprobio, y

- Veremos, cuando cese la pandemia y sea posible desplazarse, un mayor éxodo de venezolanos al exterior

Hoy en día, en la situación en que nos encontramos en la oposición, parece claro que participar o abstenerse no es el problema. ¿Qué hacer? ¿Cuáles son las alternativas?; ese sí es el problema. Y no es un problema jurídico o legal, es un problema político.

En mi opinión, participar, con candidatos únicos, no hará que salgamos del régimen, menos en unas elecciones regionales; pero, al menos nos permite salir del inmovilismo en que nos encontramos, nos permite organizar a la gente de una manera bastante segura, para recorrer el país, pueblo por pueblo, con un mensaje alternativo al marasmo en el que vivimos, nos permitirá ganar en organización y niveles de conciencia acerca de la situación que vivimos. Y si además ganamos algunas gobernaciones, alcaldías, concejos municipales y asambleas legislativas, eso ayudará a los partidos y organizaciones políticas a nivel local y regional en su relación con la gente.

Insisto en lo dicho otras veces, lamento que nadie diga qué hacer en vez de no participar, aparte de abstenerse pasivamente. Nadie espera que se den detalles al respecto −en la prensa o redes sociales−, pero, al menos esperaríamos ver acción en alguna parte, y es lo que no hemos visto y no vemos.

El “qué hacer” es el tema a seguir discutiendo, porque si no lo hacemos, habrá que concluir con la enigmática parte final del título de mi artículo de la semana pasada, en el que comenté acerca de la designación del CNE, estaremos… atrapados sin salida.

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Nuevo CNE y Atrapados sin salida

Ismael Pérez Vigil

La designación del nuevo CNE ha traído −como se esperaba− polémica, diatribas y reacciones muy adversas, con posiciones que se ven difíciles de conciliar, dado el ambiente polarizado e intransigente que vivimos; pero, hay allí personas cuya trayectoria como opositores no podemos desconocer y más allá de eso, el tema como tal abre la discusión de importantes problemas políticos para la oposición, que no podemos omitir, aun a riesgo de insultos y disgusto de amigos y conocidos.

El resultado.

Con relación al resultado final, quedarse en la “aritmética” del CNE −eso de sí quedaron 4 a 1, 3 a 2, 10 a 5, 5 a 0, 8 a X, etc.− no creo que sea lo importante, pues el régimen siempre conserva el control; en cualquier caso, en otras ocasiones con dos rectores hemos hecho poco, con uno hemos hecho más y a veces, como la última, no logramos nada.

Lo importante −creo− son dos cosas, la primera es que este resultado, que hace un mes nadie sospechaba, es una demostración de que a este régimen es posible forzarlo a negociar y llegar a algunos acuerdos, a pesar de todo su omnímodo poder; ese me parece que es un resultado que no podemos ignorar y que hay que seguir trabajando. La segunda cosa importante es preguntarse, esos rectores, a los que no les faltan conocimientos técnicos ni experiencia política, ¿qué tanto podrán lograr en cuanto a cambios sustantivos del proceso electoral, mejores condiciones electorales o en “rescatar la ruta del voto”, como han dicho, palabras más palabras menos, algunos de ellos? Como dije más arriba, habida cuenta que el gobierno siempre tiene el control mayoritario de ese organismo, personalmente me conformaré con que hagan denuncias con información y conocimiento de causa de lo que pase de ahora en adelante, no de lo que ya pasó, que por lo demás muchas de las cosas que se dicen nunca nadie las ha podido demostrar o probar. Con lo que se pueda hacer de ahora en adelante, eso ya será −para mí− un buen logro.

Fotografía de la oposición.

Pero la reflexión importante es: ¿Cómo quedamos en la oposición, después de este episodio? Y a juzgar por las reacciones y escaramuzas en medios y redes sociales que hemos visto, creo que no muy bien. Veamos cómo está la oposición.

Sin contar los “alacranes”, a quienes no considero oposición, en la democrática nos encontramos con: un sector “radical”, que descarta la vía electoral; un sector más moderado, que apoya la vía electoral e incluso participa en procesos electorales y el sector más numeroso del llamado Frente Amplio, hoy nueva Plataforma Unitaria. A esta oposición democrática hay que añadir ahora otro sector “moderado”, e igualmente pro vía electoral y negociación, apoyado fuertemente y conformado básicamente por organizaciones de la sociedad civil, escisión del Frente Amplio, agrupado en el Foro Cívico, (que presentaron los 15 candidatos a rectores y lograron meter 4 en el CNE).

Sin incluir a los opositores “radicales”, en la oposición democrática hay varios sectores que claramente están por la opción de negociar una salida electoral a la crisis, aunque no necesariamente apoyan todos los procesos electorales y oscilan entre participar o abstenerse. Y todos estos sectores tienen su correlato o espejo en el exterior, para facilidad o complicación de la situación. Es un escenario poco halagüeño, pero es la realidad de la cual hay que partir.

La estrategia del régimen.

¿Qué podrá ocurrir ahora? En primer lugar, consideremos la estrategia del régimen, que está en desarrollo y aparentemente, con éxito:

- Se atribuyen como un logro suyo la designación de los cinco rectores del CNE −con dos importantes figuras de oposición− y tres rectores suplentes incorporados; de los tres suplentes incorporados, uno es opositor, para quedar así en una relación 5 a 3, siempre asegurándose el control del organismo.

- La diatriba interna, especialmente contra los rectores electos, es señal de que el régimen logra su objetivo de dividir más y profundizar y ensanchar la brecha en la oposición democrática;

- Se asegura que la Plataforma Unitaria, al tenor de lo opinado por varios de sus voceros, seguramente lanzará la política de no participación o abstención en el próximo proceso electoral, facilitando así un triunfo holgado al gobierno.

- De todas formas, el régimen se tratará de anotar otro punto pues habrá una participación electoral algo mayor, arrastrada por los sectores moderados que apoyan a los rectores del Foro Cívico;

- Aunque seguramente la oposición que participe logrará algunas gobernaciones más, no muchas, esto no cambiará el mapa político del país, ni debilitará al régimen, que conservará todo su poder institucional y de fuerza, a nivel nacional

- Por algunas reacciones que hemos visto, el régimen está también logrando una cierta flexibilización en la posición de rechazo de la llamada comunidad internacional.

- Para reforzar esta “matriz” de opinión, es probable que hasta permita una observación internacional más calificada y diversa, que abundará más en favor de la imagen de “flexibilidad” y “apertura” del régimen.

Reitero, que esta es mi interpretación de la estrategia del régimen, no que sea lo deseable o lo ya totalmente logrado.

Apoyo internacional y participación.

Antes de evaluar la posible estrategia del sector opositor, y dadas las críticas que he visto en estos días, me pregunto: Primero, con respecto al apoyo internacional, ¿Cuál ha sido la eficacia práctica de la resolución de la OEA del 2020? ¿De los comunicados firmados únicamente por el Secretario General? ¿O del apoyo de 50 países, especialmente los de la UE?, que ni siquiera han logrado ponerse de acuerdo para homologar o mantener las mismas sanciones. Y segundo, con respecto a la participación electoral, aunque pueda haber dudas de su eficacia después de estos 22 años, no puedo dejar de resaltar que también nos hemos abstenido, oficialmente en tres oportunidades y extraoficialmente, en algunas más −en 2005, Asamblea Nacional; en 2017, elección de Gobernadores y alcaldes, posición no oficial; en 2018, elección presidencial y en 2020 Asamblea Nacional−; y ¿de qué nos ha servido? La política de abstención solo nos ha llevado a tener desmovilizada a la población, a tener una oposición más fracturada, con enormes fisuras, tras sacarnos los ojos unos a otros en la discusión del tema.

Eficacia del apoyo y sanciones internacionales.

Respondiendo descarnadamente a los interrogantes anteriores, comenzando por el apoyo internacional, soy de los que cree que algunas sanciones internacionales −sobre todo las personales− han sido efectivas, han obligado al régimen a negociar, de alguna u otra manera, este CNE es una demostración; pero, hay otras cuya efectividad debe ser revisada. Y lo mismo pienso del apoyo de más de 50 países. Ha obligado al régimen a negociar, a flexibilizarse, pero aunque tengo claro que nada lograremos sin apoyo internacional, el que tenemos no ha sido suficiente o no ha sido eficaz. Cabe preguntarse: ¿Por qué no lo ha sido?

No ha sido eficaz por dos razones; una, porque no es una amenaza creíble, porque no va a pasar de allí −y el régimen lo sabe− contra lo que algunos esperaban y deseaban, que era ver una fuerza física que entrara como una tromba desde Colombia, Brasil y por la costa, enfrentara al régimen y nos liberara; y dos, porque tenemos un país sumido en una crisis económica y social, agravada por la pandemia, sin una opción que seguir, con una población desmovilizada, achantada, consumida por la crisis interna y esperando, no sé qué milagro o una fuerza del exterior que nos libere.

No teniendo una fuerza física equivalente a la del régimen, hay que obligarlo a una negociación y no habrá negociación sin apoyo internacional, pero no habrá apoyo internacional sin un escenario interno de presión adecuada y este escenario no existirá con un país inmovilizado, paralizado políticamente como el que tenemos ahora. Y, ¿Cómo se moviliza a un país diciéndole que todo está perdido, que no hay nada que hacer, que este régimen es invencible, que siempre ganan? y un largo etcétera, que el propio régimen ha estimulado, sembrado y propiciado.

La participación y la eficacia de la abstención.

Y participando electoralmente, muchos preguntan, ¿Qué vamos a ganar? ¿Es que esta gente se va a ir y entregar el gobierno porque le ganemos las elecciones? No, no lo creo, no soy tan ingenuo como para pensar que eso será así de sencillo; pero, es mejor eso que decirle a la gente que se quede en casa viendo para el techo durante los procesos electorales, y viendo cómo la gente, en masa, se va del país. Desde 2017 tenemos al país inmovilizado esperando quién sabe qué, porque: “con este CNE no”, porque “votando no se logra nada”, porque “nos hacen trampa”, porque “si ganamos nos ponen protectores”, etc... Somos víctimas de nuestros propios demonios y de la estrategia de intimidación, desmoralización y división de la oposición por parte del régimen, que por lo que vemos ha funcionado y nos ha llevado al desconocimiento del voto, que ahora hay que estarse preocupando de cómo recuperarlo. Ya he dicho en ocasiones anteriores que, en el peor de los casos, la participación electoral es una manera de mantener a la oposición movilizada, de ganar en niveles organizativos y de conciencia y de educar políticamente a la población.

La estrategia opositora.

En resumen, en cuanto a estrategias, en el campo opositor tendremos que la Plataforma Unitaria, que es la mayor fuerza opositora, seguramente lanzará la política de no participación o abstención en el proceso electoral próximo −que esperemos no se quede en una abstención pasiva, como ha sido en ocasiones anteriores−. Por otra parte, aunque la diatriba interna continuará entre partidarios de la participación y la abstención −y especialmente contra los rectores opositores electos− sin embargo, en el próximo proceso habrá una participación electoral algo mayor, arrastrada por el sector opositor moderado, que ahora apoya el Foro Cívico, y que seguramente lograrán algunas gobernaciones más, no muchas, como para retar la hegemonía del gobierno.

Conclusiones.

La política es dinámica, cambiante, debe ser evaluada constantemente, no hacerlo no es mantener una posición coherente o de principios, es convertir esos principios en una caricatura, en posiciones “principistas”, que es una desfiguración que impide reflexionar y avanzar. Personalmente, lo he dicho otras veces, defenderé y apoyaré con toda fuerza y en todo foro a mi alcance, la opción de participar en el proceso electoral, mientras no se decida una posición unitaria. Valoro la estrategia de la unidad como algo esencial para derrotar una dictadura; pero la unidad no puede ser blandida como un chantaje para impedir que se discuta y mucho menos para descalificar y satanizar posiciones diferentes, sin plantear ninguna otra alternativa coherente o efectiva.

No sé qué tanto lograrán los ahora vilipendiados rectores opositores del CNE, en cuanto a mejorar las condiciones electorales y rescatar el valor del voto; pero, hay que trascender la discusión de aspectos personales y reconocer que por lo pronto nos despertaron del soporífero letargo en el que nos encontramos y está sobre la mesa la necesidad de que la oposición democrática defina con mayor claridad y premura, no solo los objetivos generales de la lucha contra el régimen de oprobio, sino también las formas concretas para lograrlo.

El régimen se ha apropiado de unas consignas como si fueran logros suyos y trata de mejorar su posición internacional con la supuesta “flexibilización” que eso supone (la designación de un CNE con rectores opositores, la mayor participación electoral que seguramente habrá y hasta la observación internacional que a lo mejor se permita); preocupación fundamental de la oposición debe ser cómo contrarrestaremos esa pretensión del régimen.

Aunque muchos en la oposición no crean en la participación electoral, el régimen sí le teme y también a las sanciones y cede a la presión internacional, por eso −con todo a su favor, especialmente la fuerza armada− se sienta a negociar y acepta opositores en el CNE y trata de convencer a la comunidad internacional de que lo hace porque está siendo “flexible”. Antes de pensar en que lo ocurrido es otra estratagema suya, hay que sacarle punta a la posibilidad de que haya sido su fisura interna lo que permitió un CNE con figuras opositoras del relieve de las que fueron designadas.

Como oposición democrática y a pesar de que estamos fraccionados y peleando a cuchilladas, tenemos por delante una doble tarea interna: uno, la de convencer a la gente de que se movilice, que vote, y organizarla para que, de ser posible, defienda ese voto, que siempre será mejor que no hacer nada; y dos, convencer a la comunidad internacional de que aquí hay algo que defender, un pueblo que resiste y no se ha entregado o resignado, para que nos siga apoyando y que sea más pro activa en ese apoyo.

¿Es un camino largo?, sí; ¿Es difícil?, también, pero si alguien tiene una mejor alternativa, realista, −no el delirio de una hipotética intervención externa o la ilusión de que nos salvará una resolución de algún organismo internacional−, es el momento de decirla.

El panorama que se vislumbra no es halagüeño, pero al menos es un escenario político interesante, mejor que la pasividad actual. Hay mucho por hacer para no quedar atrapados y sin salida.

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Un hilo sobre la participación electoral

Ismael Pérez Vigil

A la memoria de Miguel Rodríguez Mendoza (1948-2021) gran venezolano, mejor amigo

La discusión acerca de participar o no en las próximas elecciones de gobernadores es un tema político aún en discusión. Para reflexionar al respecto me voy a valer de un tuit y su respectivo “hilo”, publicado en días pasados por Jesús Seguías, analista político y presidente de Datincorp, empresa de estudios y diagnósticos organizacionales.

Se trata de uno de sus acostumbrados tuits o artículos en el cual analiza algunos de los aspectos políticos del país. No hay nada nuevo o distinto en los planteamientos de este asesor en esta última entrega, en el sentido de que él ha sido siempre uno de los grandes defensores de la vía electoral −o detractores de la abstención, que es lo mismo− y así lo reafirma ahora.

Los tuits y artículos de Seguías, polémicos, son usualmente bien fundamentados, con argumentos, que suelen ser muy buenos y contundentes y con los cuales coincido, excepto cuando denigra y le carga la mano a la oposición, a los políticos y a los partidos; pero, en éste que hoy comento, hay que reconocer que no lo hace. (Quizás es porque quedó escaldado por su discusión reciente con la también periodista y analista Elizabeth Fuentes).

Veamos ahora punto por punto los argumentos de este analista:

· Es cierto, el fraude contra Andrés Velásquez es uno de los fraudes electorales comprobados en Venezuela; en las elecciones de gobernador de 2017, en el Estado Bolívar, se desconoció el resultado de la votación electrónica o de las máquinas y se “inventó” un conteo y actas manuales con las que se le arrebató el triunfo a Velásquez.

Pero no comparto tanto eso de que a Andrés Velásquez “lo dejaron solo en sus reclamos”; no creo que haya sido así y recuerdo el apoyo de varios partidos e incluso algunos dirigentes, que sin creer o haber participado en el proceso electoral, se desplazaron al estado Bolívar para apoyarlo. Más bien creo que Andrés Velásquez no fue lo suficientemente enfático y contundente en su reclamo, que era en su región, en su bastión político, donde él tenía más fuerza. A lo mejor fue por eso que dice Seguías que la diferencia entre los candidatos era menor de 5 puntos y por eso Velásquez desistió. No lo sé. Pero no creo que haya sido por falta de apoyo de la oposición.

· Totalmente de acuerdo con que la no juramentación de Juan Pablo Guanipa en el Zulia ese mismo año fue un error político; Guanipa ganó, como dice Seguías, en el estado “de mayor relevancia estratégica del país” y luego él, Guanipa, con su partido, Primero Justicia (PJ), tomaron una decisión política, para la que tenían sus razones, pero dejaron en la estacada a la gente que había votado por ellos; la gente votó para que Guanipa fuera gobernador, no para que mantuviera posiciones de principios, que para la gente suelen ser abstractas; de ese error, por cierto, a PJ y Guanipa en el Zulia les costará recobrarse.

· Sabemos que no basta ganar en las elecciones, que también es necesario defender el voto y además lograr que el voto sea “eficaz”, es decir que las personas que se elijan ocupen los cargos para los que fueron electos. Comparto lo que dice Seguías que por los momentos es imposible “hacer un buen gobierno” por lo que lo importante “no es tanto el poder que se gana sino el poder que se le arrebata al adversario”. Pero, no creo que eso sea lo que entiende la gente que vota por un candidato; a la gente no le basta con lo de “la recuperación de espacios”, eso es para los políticos; la gente podría estar dispuesta a apoyar y defender el voto, sí le dicen cómo −y si es factible hacerlo− pero, para que el candidato que elija ejerza su cargo y resuelva los problemas que lo afectan. Si eso no va a ser así, hay que explicarlo políticamente, con antelación y durante el proceso electoral, algo que no ocurre. La figura del “protector” es un fraude más, contra el que hay que luchar políticamente.

· También estoy de acuerdo con lo que dice Seguías que “… el CNE ha reconocido todos los resultados donde la oposición ha ganado”; es cierto, pero hay que matizar esa afirmación. El CNE y el gobierno reconocen los resultados electorales, pero ya sabemos que el triunfo se desconoce de muchas maneras: se nombran “protectores”, se le arrebatan funciones, se le niega recursos presupuestarios, y un sinfín más de artimañas del régimen para desconocer el voto popular cuando no los favorece. Y esos son temas que nunca están claramente definidos en la agenda de lucha política; los partidos y las organizaciones de la sociedad civil involucradas en los temas políticos, nos limitamos a lo electoral.

Lo que no comparto en este punto es la afirmación de Seguías con respecto a que a Capriles se le hizo fraude en 2013. En ese proceso se hicieron muchas trampas −fraudes− de varios tipos, pero no creo que se haya alterado el resultado de la votación, aun cuando la diferencia fue muy estrecha; al menos, eso nadie lo ha podido probar. Lo de ese fraude creo que es una fantasía, en la que el propio Capriles al final también cayó y ahora anda diciendo que no reclamó ese resultado como una actitud responsable para evitar un baño de sangre; me parece que eso es alentar un mito: Capriles alentando un mito que lo favorece y otros alientan ese mito porque favorece su posición abstencionista o concuerda con su posición anti partidos y anti líderes opositores.

· En las elecciones de 2017 el CNE hizo también todos los fraudes a los que nos tiene acostumbrados −que no voy a repetir una vez más− pero ciertamente la oposición no perdió por eso; se perdió, como dice Seguías, por los errores cometidos, porque el exceso de confianza hizo que la oposición bajara la guardia y porque la gente se abstuvo masivamente. La abstención creo que fue la causa principal de que perdiéramos una cantidad considerable de gobernaciones que se hubieran podido ganar. ¿Por qué se abstuvo la gente?, ese es otro problema; ¿Fue por los errores? ¿Por la falta de unidad en algunas regiones? ¿Por la decepción de la “fracasada insurrección”, como la denomina Seguías en su tuit? ¿Por la decepción porque no se hiciera nada con los contundentes resultados de la consulta popular del 2017? ¿Por una mezcla de todos esos factores?, esto último es lo más probable; lo cierto es que la abstención fue muy alta.

· Por supuesto comparto la afirmación final de Seguías de que la “imperfecta ruta electoral” es la vía y cualquier otra es “realismo mágico” y abstenerse no es una opción útil, mucho menos si es una abstención pasiva como las que hemos tenido. Tras el fracaso o la abstención en las elecciones regionales de 2017, se llamó a la abstención en las elecciones municipales de diciembre de 2017, en las presidenciales de 2018 y en las de Asamblea Nacional en 2020; y por los vientos que soplan, tras los últimos documentos, el de los 40 partidos y el de la Asamblea Nacional 2015, posiblemente se llamará a la abstención en las regionales de 2021.

Recuperar ahora la confianza en el voto y en la vía electoral resulta una tarea ciclópea, que como dice un amigo: “por ciclópea que sea, habrá que insistir”.

Politólogo

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Más documentos unitarios

Ismael Pérez Vigil

Hace dos semanas me referí al documento en el cual los partidos políticos acordaron reconfigurar la alianza unitaria y la construcción de una coalición más amplia – con otros partidos y con la sociedad civil – para lograr elecciones libres y ayuda humanitaria.

Tras lo que consideré un recibimiento un tanto frio −explicable por la situación política que vivimos en el país bajo una crisis humanitaria compleja, agravada por la pandemia−, debo comentar ahora que han comenzado a aparecer algunas reacciones.

A pesar de que tengamos algunas críticas y lamentemos lo que consideramos un retraso injustificable en definir una estrategia, algunos −entre los que me incluyo− recibimos con agrado el pronunciamiento y lo consideramos un paso importante para ir “enderezando las cargas”, en lo que reanimar y reorganizar a la oposición democrática se refiere.

Hay un sector importante entre los analistas, comentaristas y críticos de la oposición que se caracteriza por la “no reacción”; simplemente no se han dado por enterados acerca del pronunciamiento de los partidos; no lo comentan, ni para bien, ni para mal.

Hay otro grupo, el de los “repartidores”, los que siempre reparten por igual las culpas y las responsabilidades entre el gobierno y la oposición de los males que aquejan al país. Como si la oposición −particularmente el gobierno interino, que no tiene oficinas, ni funcionarios, ni presupuesto− tuviera la misma responsabilidad, frente al desastre de 22 años de políticas ruinosas que han destruido al país. Para este grupo, desde luego, ningún pronunciamiento opositor va a ser diferente o importante.

Hay un sector de los críticos que hablan de “oposiciones” en plural, que obviamente legitiman a la denominada oposición “alacrana” y en consecuencia lamentan cualquier pronunciamiento que no la incluya expresamente.

Hay otros que consideran que la oposición es una especie de “club”, que desde luego debe tener algunas reglas, dicen, pero se lamentan que no se haya esperado a que se ampliara el “club” para ir definiendo las reglas.

En cualquier caso, el pronunciamiento se dio, definió objetivos y prioridades y como ya hemos dicho, dejó pendientes algunas tareas; entre ellas, la de llevarlo a la discusión en todos los niveles, en partidos y organizaciones de la sociedad civil, de donde deben surgir las propuestas de acciones concretas, sobre las cuales se debe reconstruir la oposición.

No es esa, claro está, la única tarea pendiente, ni la única dificultad que encontramos en la tarea de reconstruir a la oposición democrática, como bien nos lo recuerda Ángel Oropeza en un artículo de prensa de hace dos semanas (“La exigencia clave”, El Nacional, 15 de abril de 2021), cuya lectura recomiendo. En dicho artículo Oropeza nos pasea, no solo por las “actitudes y conductas” presentes en el ámbito político que, en su criterio, dificultan esa tarea, sino también nos resume algunas de las actividades que se deben emprender.

Pero el avance más significativo en materia de ir perfilando una estrategia y una ruta de actividades para enfrentar este régimen y salir de la crisis, fue el documento dado a conocer esta semana, el 21 de abril, denominado: Manifiesto “Unión por el futuro, la democracia y el bienestar de nuestra nación” suscrito por 40 partidos y dado a conocer en un acto público por el propio Juan Guaidó, acompañado de representantes de los demás partidos políticos y diputados de la Asamblea Nacional 2015; acto del cual adoleció el anterior pronunciamiento del 6 de abril.

En este “Manifiesto”, que también se denominó “Manifiesto de Plataforma Unitaria”, no solo se amplía la base de partidos que lo apoyan, sino que se ratifica el planteamiento de la “unidad”, de manera enfática y como elemento fundamental y “estratégico insustituible”; se comprometen los partidos firmantes a alcanzar “mecanismos de consenso” en las decisiones; y ratifican la “vía electoral” para lograr “una salida política a la crisis”.

El documento amplió los objetivos marcados el 6 de abril −unidad, ampliación a otros partidos, elecciones libres y ayuda humanitaria− al señalar también como objetivos la “tan necesaria reconciliación nacional” y “lograr mayor apoyo internacional”, que creo que fue el logro más importante de la gestión del gobierno interino de Juan Guaidó, que es mezquino no reconocer.

Ese mismo día el Frente Amplio Venezuela Libre (FAVL) emitió un documento en apoyo al “Manifiesto”, destacando algunos aspectos del mismo. Pero lo más significativo de este documento del Frente Amplio es el anuncio de la disposición de las organizaciones políticas que lo integran de iniciar un “ciclo de encuentros” a nivel regional −estadal y municipal−, con partidos y organizaciones de la sociedad civil, para difundir y compartir con todos los sectores sociales, “miembros y no del FAVL, su visión estratégica de lucha”, para “identificar los consensos mínimos estratégicos” que unen a todos los partidos y organizaciones de la sociedad civil.

Sobre el tema de las actividades a emprender está claro que no es éste el medio para detallarlas, pero es importante el pronunciamiento del FAVL y es una tarea para la sociedad civil, para sus organizaciones y para los ciudadanos, presionar para que esto se cumpla, pues como ya hemos señalado, la oposición se encuentra en una especie de reflujo, de adormecimiento general, en un largo y oscuro túnel del cual aún no se ve salida.

Agobiados como están millones de venezolanos en tareas de sobrevivencia ante la aguda crisis que vivimos en el país, ha ido creciendo el sentimiento de que ni el régimen, ni la oposición, responden a las demandas de gran parte de la población. Una de las metas de la oposición democrática es revertir ese sentimiento y convertirlo en la fuerza necesaria para lograr el fin de este oprobioso régimen.

Politólogo

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Nueva arremetida contra la sociedad civil

Ismael Pérez Vigil

La semana pasada celebramos, comentamos y criticamos el pronunciamiento en el cual los partidos políticos de la oposición democrática ratificaron su compromiso de lograr una alianza unitaria y su propósito de construir o ampliar su coalición a un mayor número de partidos e incorporar a la sociedad civil para lograr unas elecciones libres y la ayuda humanitaria que demanda el país.

Debo reconocer que me ha decepcionado algo el “frio” recibimiento que ha tenido el documento. Esperaba mayores reacciones, más numerosas y fuertes, a favor o en contra, que las que he visto “circular” en redes sociales o en los artículos de opinión de los hoy llamados “influencers”. Quizás lo debamos atribuir a esa situación de la cual habla el Padre Ugalde en su más reciente artículo (“La hora de José Gregorio”, El Nacional, 15 de abril de 2021) y que lo lleva a invocar al Santo para implorarle el milagro que necesitamos para sacudirnos de esa “parálisis que nos mata”.

Concluí mi artículo de la semana pasada señalando que nos queda ahora una tarea pendiente: llevar la discusión a todos los niveles, en partidos y organizaciones de la sociedad civil, de donde surgirán las propuestas de acciones concretas, sobre las cuales reconstruir la oposición. No es esa, claro está, la única tarea pendiente, ni la única dificultad que encontramos en la tarea de reconstruir a la oposición democrática; pero, llegado a este punto debo abandonar el tema y dejarlo aún “pendiente” para una próxima ocasión, pues ahora se ha presentado otro, cuya urgencia merece nuestra atención.

Ya he dicho en otras ocasiones que, la de arremeter en contra de los ciudadanos y sus organizaciones, siempre ha sido una de las estrategias del régimen. Se ha valido para ello del TSJ, que a través de varias sentencias ha venido moldeando, “rebanando” y restringiendo, considerablemente, el concepto de sociedad civil e “interpretando” a su “estilo” la constitución y las leyes, han venido disminuyendo, confiscando o menoscabando diversos derechos ciudadanos, especialmente −pero no solo, como ya dije− derechos electorales.

A principios de este año comentamos, y buena parte del país reaccionó, frente a la agresión de los cuerpos represivos del estado en contra de los comedores de Caracas Mi Convive −Alimenta la Solidaridad− en Miranda y Azul Positivo, en el Zulia, entre otras.

No se puede decir que se ha “conjurado” ese peligro −pues con este régimen nunca se “conjuran” sus desmanes−, pero al menos pasada esa emergencia, nos enfrentamos ahora a otra; esta vez revestida de Providencia Administrativa que pretende, o mejor dicho, establece la creación de un Registro Unificado de Sujetos Obligados ante la Oficina Nacional Contra la Delincuencia Organizada y Financiamiento al Terrorismo, todo ese largo nombre para indicar el organismo ante el cual deben registrarse las organizaciones de la sociedad civil sin fines de lucro y consignar una serie de recaudos y documentos como: acta constitutiva, estatutos, un listado de las organizaciones, nacionales o extranjeras de las cuales reciban aportes o donaciones, además de identificar a los beneficiarios de la acción de las actividades de la organización y varios más.

Desde luego que lo establecido en esta norma, de carácter sub legal, como lo es una “providencia administrativa”, es completamente inconstitucional, pero demuestra una vez más y perfectamente, cual es la verdadera posición del régimen con relación a la sociedad civil.

No sabemos que alcances pueda tener este nuevo dislate gubernamental, pero, se nos ocurren dos hipótesis. Una es que, a lo mejor, está “Providencia”, que nada tiene de providencial, es desechada y su autor o autores −que pretendieron ganarse el cielo con esa locura− corren la misma suerte del alcalde de Yaracuy, aquel que marcó las casas de los contagiados de covid, como si se tratara de familias listas para ser conducidas a un campo de concentración; bajo la filosofía de “atajen a sus locos” los autores de esta pudieran enfrentar −al igual que el alcalde nazi− alguna acusación, de mentiritas, por supuesto, por parte de la Fiscalía ilegítimamente designada por la ANC.

La segunda hipótesis es que, como este régimen “no da puntada sin dedal” y acostumbra lanzar “globos de ensayo”, si no se producen reacciones, seguirá adelante con esta idea, que encaja perfectamente con su mentalidad de “control y represión”, de sembrar miedo con este nuevo intento de institucionalizar el “sapeo”, bien conocido por los venezolanos y al cual es muy aficionado este régimen.

Como quiera que no sabemos cuál de las hipótesis −sino ambas− resultará cierta, lo mejor es que no nos quedemos inertes frente a la situación y procedamos de inmediato, contra esta disposición. Se me ocurren tres vías:

– dar a conocer, difundir, nacional e internacionalmente esta nueva locura e intento de control y represión por parte del régimen, para que nadie quede desprevenido frente a esta posible o real amenaza;

– aunque la experiencia nos indique que acudir al TSJ del régimen a demandar y pedir justicia es inútil, creo que podría causar impacto que una buena cantidad de organizaciones de la sociedad civil, algunas de las cuales tienen buenas conexiones internacionales, acudan a esa instancia judicial a demandar por inconstitucional, por ilegal, la nulidad de esa Providencia Administrativa.

– de igual manera, la mayor cantidad posible de organizaciones de la sociedad civil debemos dirigirnos a la Oficina de las Naciones Unidas que encabeza Michelle Bachelet, y a otras organizaciones internacionales que velan por los derechos humanos, para denunciar esta nueva violación de los derechos de los ciudadanos.

Aunque las apelaciones a esas instancias, me refiero al TSJ y algunos organismos internacionales, no surten mucho efecto, al menos contribuiremos al esfuerzo por recopilar, sistematizar y relatar, todo lo que se ha escrito y dicho, que ha sido mucho, acerca de cómo el llamado socialismo del siglo XXI ha ido destruyendo al país. Muchos se quejan que de la democracia iniciada en 1959, no quedó una buena historia escrita, una narrativa completa; no podemos permitir que lo mismo ocurra con las tropelías del régimen iniciado en 1999, que ha destruido el país.

De todo este desastre debe quedar una historia, una narrativa, una crónica, un buen relato de lo ocurrido.

Politólogo

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El pronunciamiento unitario

Ismael Pérez Vigil

La unidad es un tema mítico en la política venezolana. Nadie se atreve a hablar en contra de la unidad. El concepto se matiza, se relativiza. Se dice que no es un dogma, que es una estrategia más. Que unidad no es unanimidad y no implica renunciar a principios propios, filosofías, ideologías o cuerpos de ideas; que se dará solo con los que sea posible, y un sin número más de cosas.

Pero la unidad no se niega y quien lo haga, políticamente, estará muerto. Porque hay una convicción política en el venezolano que ha entendido, intuitivamente y en la práctica, que no es posible luchar solo contra un régimen autoritario o una dictadura, como se le quiera llamar.

Además, ha sido gracias a la unidad, en la lucha política y en la arena electoral, el terreno en que la oposición democrática ha logrado derrotar al régimen, aunque sea de manera parcial y, sobre todo, contener su desarrollo. La unidad ha demostrado ser una estrategia eficaz; si la unidad está definida y lograda, todo lo demás pasa a ser táctica: vía electoral, insurrección popular, intervención interna o internacional, etc.

Ese concepto de unidad es el tema central del reciente pronunciamiento de los partidos políticos democráticos que se dio a conocer el martes 6 de abril. De manera definitiva pues desde hace algunos días venían circulando diferentes versiones. Algunos dicen que la salida de ese pronunciamiento tuvo que ver con las declaraciones de la semana pasada de James Story, el embajador de los Estados Unidos en Venezuela. Si eso es cierto, después de todo, alguna virtud tuvo ese indiscreto pronunciamiento.

En efecto, después de varios meses de expectante y hasta angustiosa espera por una definición sobre la ruta a seguir por parte de la oposición, finalmente “habló la efigie” y los partidos integrantes del Frente Amplio o del Gobierno Interino, del G4, G7 o G27, como se le quiera llamar, se pronunciaron.

Tal pronunciamiento se recoge en un documento cuyo largo nombre de una vez expresa las ideas fundamentales y es una síntesis de todo el documento. El documento en cuestión se denomina: “Partidos políticos acuerdan reconfiguración de la alianza unitaria y construcción de una coalición más amplia con la sociedad civil para lograr elecciones libres y ayuda humanitaria”.

Las ideas fundamentales y, a la vez, lo que serían los objetivos de la oposición democrática, plasmados en el documento son:

- La idea de unidad para derrotar a la dictadura; preservando los “diversos criterios, visiones, aspiraciones e ideologías”; incluso algunos voceros opositores han comenzado a hablar de “Volver a la MUD” reconocida como la experiencia organizativa más exitosa de la oposición en los últimos 22 años.

- Ampliar a otros partidos y a la sociedad civil los esfuerzos para lograr una mayor unidad; que no es algo nuevo, recordemos la experiencia de la Coordinadora Democrática, entre 2002 y 2004, que no fue tan exitosa en esa materia de coordinación entre partidos y sociedad civil, pero asumimos que hay lecciones aprendidas

- Elecciones libres, y toda su coletilla −justas, verificables, con observación internacional− ampliándola a elecciones presidenciales, parlamentarias, regionales y locales.

- Ayuda humanitaria, como concepto, como objetivo y problema principal a atender por parte de la acción opositora.

Creo que es un documento importante, como cualquier documento de la oposición; pero algunos lo considerarán poco atractivo, que a lo mejor no llenará las aspiraciones de muchos, en el sentido de que esperaban un mensaje más contundente y con más garra, sobre todo después de varios meses de silencio.

Se nota que el documento recoge un “compromiso” −no podía ser de otra manera en un documento político− para complacer e integrar a todos; sobre todo a los líderes más “fuertes”, con mayor arrastre popular; de allí la mención a elecciones parlamentarias y presidenciales; pero también a los demás líderes −de los estados y municipios− y de allí entonces la mención a elecciones regionales y locales. El documento también busca −y esto es también muy importante− tender puentes hacia sectores cercanos de la sociedad civil, involucrados en la actividad política, que reclamaban, con razón, que la oposición debe ocuparse de la crisis humanitaria y el grave problema de la pandemia.

El documento es sin duda un primer intento −buen primer intento, vale decir−, si se le ve como un documento base para la discusión, que es como debe ser considerado. Para mi gusto, sin embargo, adolece de algunos elementos, por ejemplo, para solo mencionar uno, no resuelve aún el tema álgido: la posición frente a las elecciones regionales.

Sobre esto hay muchas ideas románticas y posiciones de principios; desde los que afirman que no se le puede “hacer el juego” al régimen avalando unas elecciones que no son libres ni democráticas, hasta los más prácticos que afirman que no se deben abandonar “espacios”. Pero muchos olvidan que, en la práctica, para partidos y dirigentes, las alcaldías, los concejos municipales, las asambleas legislativas y las gobernaciones, no son solo una fuente de liderazgo local, de acercamiento a la población, sino también una fuente de recursos, de trabajo, de ingresos, de supervivencia, para activistas y militantes políticos.

Suponemos que la solución de este dilema será el próximo capítulo para el que todavía no se ha logrado un consenso suficiente. Creo que es un punto que no se resolverá fácilmente porque, por el momento, es una pelea que está perdida a nivel de la opinión pública y del pueblo en general, que no tiene ningún interés en el tema y que es un campo minado, horadado, ablandado por las políticas de abstención pasiva y sobre todo por el morbo de la “antipolítica”, que parecía haberse mitigado en los últimos años, pero que vuelve a surgir con fuerza.

En cualquier caso, del pronunciamiento público no se podía esperar un recetario de medidas o un listado de acciones; menos de un cuerpo tan heterogéneo y disímil como lo son los diez partidos que lo integran; tenía que ser, lo que es: un pronunciamiento general, con los principios u objetivos que orientarán la acción. La tarea ahora es llevarlo a la discusión en todos los niveles, en partidos y organizaciones de la sociedad civil, de donde surgirán las propuestas de acciones concretas, sobre las cuales se debe reconstruir la oposición. Esa es la tarea pendiente.

Politólogo

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Declara un Embajador

Ismael Pérez Vigil

En días pasados circuló por redes sociales e internet −por donde ahora circula la información pues los “grandes medios” o ya no existen o en ellos no circula información que no le interese al gobierno− una información atribuida a un dirigente político, que no mencionare, sobre unas declaraciones de James Story, quien ostenta el curioso cargo de embajador de los EEUU en Venezuela, en el exilio.

Cuando digo que no mencionaré al dirigente político es porque he intentado, inútilmente, encontrar la fuente original de la información y no lo he logrado; solo dispongo de una fuente “secundaria” que diseminó la información y con base en ella, reconociendo que es una limitación, decido escribir está nota.

Debo admitir que pensé que las declaraciones de Story levantarían un revuelo mayor del que en realidad levantaron, lo cual me decepciona algo, pues trasluce parte de ese ambiente de indiferencia y hartazgo que hay en la oposición. Pero veamos primero las declaraciones. Según la fuente secundaria que he mencionado, debo decir, fuente sesgada, Story se refirió a la estrategia que está siendo evaluada y desarrollada por la oposición de la siguiente manera:

– “Estados Unidos y el Gobierno legítimo” van a crear una nueva plataforma política al interior de Venezuela que se denominará Nueva Alianza para Elecciones Libres (NELA).

– Se trata de “una plataforma conformada por la sociedad civil, sector privado y partidos políticos que trabajarán unidos para luchar contra el régimen”.

– NELA sustituirá a la actual denominación de Frente Amplio, y estará constituida por los partidos agrupados en el G-4, varias ONG de oposición y un sector del empresariado.

La nota, que incluye frases resaltadas en negritas, como la siguiente: “Story será el nuevo manager oficial de la oposición venezolana”, concluye señalando que tras el “anuncio” de Story, habría en Caracas una rueda de prensa para comunicar el plan político diseñado en la reciente reunión celebrada por la oposición en Bogotá.

Además de decir que nos quedamos esperando esa rueda de prensa y los anuncios que, según la sesgada fuente, el embajador Story habría adelantado con sus declaraciones, hay que agregar, que Story en ningún momento se refirió a esta reunión en Bogotá; esa mezcolanza de una estrategia opositora y la reunión en Bogotá, es únicamente una manipulación de la mencionada nota y de algunos críticos, supuestamente opositores, que se hicieron eco de ella.

Como dije, las declaraciones levantaron algún revuelo, sobre todo en algunos sectores opositores para quienes todo cuanto se diga en contra de la oposición “oficial”, el G-4 y en contra de Guaidó es inmediatamente bien recibido y debidamente difundido, comentado y criticado.

Lo primero que hay que decir es que las declaraciones de Story ciertamente ocurrieron. Pero, si se escucha la entrevista original que le hiciera la periodista Gaby Perozo en Perspectivas-VPITV, las mismas no tienen el carácter dramático, escandaloso y sesgado que le atribuye la nota que circuló profusamente y −ahora hay que decirlo− mal intencionadamente.

Story habló de muchas cosas, varias de ellas muy interesantes, pero con relación a los puntos resumidos más arriba, aunque mencionó la palabra “plataforma”, y habló de una nueva alianza para lograr elecciones libres −en la cual entrarían los partidos, la sociedad civil, sectores privados, etc. – en ningún momento la “bautizó” de ninguna manera −mucho menos como NELA− nombre que no se desprende de ningún juego de palabras mencionadas por él, en inglés o en español. Story insistió varias veces en sus conversaciones con Guaidó, la Asamblea Nacional, otras fuerzas democráticas y las conversaciones en la comunidad internacional para buscar una salida a la crisis venezolana, con base en una negociación que lleve a unas elecciones libres y creo que ese fue el resumen de su intervención, sobre la cual −como ya dije abarcó muchos e importantes temas− no pienso elaborar más, dejo esta tarea a los especialistas en esta materia.

Pero, como ciertamente las declaraciones de Story pueden tener varias “lecturas’ −como ahora se dice− o interpretaciones, yo tengo la mía. Creo que sus declaraciones hay que entenderlas en el siguiente contexto:

– Primero, son las declaraciones de un alto funcionario nombrado por un presidente de un gobierno republicano que está ahora bajo una administración demócrata.

– Segundo, creo que Story no ha sido cambiado, porque es evidente que la situación de Venezuela no es una de las prioridades de la política exterior de Biden, que aunque no ha hecho cambios significativos en la política de Washington hacia Venezuela, más bien la ha reafirmado, no ha definido aún una política propia, ni ha avanzado mucho en como la dejó Trump. Por tanto, Story pudiera ser un “pin” suelto o que estaría buscando que lo reafirmen como embajador −algo dudable, pero posible− mostrando que está informado, enterado y en contacto con la oposición venezolana; y

– Tercero, aunque pienso que sus declaraciones son bastante desafortunadas e indiscretas, como ha sido costumbre de muchos embajadores norteamericanos − recordemos a Charles Shapiro−, sin embargo, no dijo nada que no sea cierto

En efecto, la oposición está en el proceso de definición de una nueva política o estrategia para enfrentar al régimen; y eso ha sido comentado y declarado por varios líderes opositores −que omito nombrar para no dejar por fuera a ninguno− por lo tanto, Story no está “descubriendo” nada y si se oye la entrevista que le hizo la periodista ya mencionada, sin sacarla con pinzas del contexto −como hacen: la nota mencionada, un audio que circuló por allí y algunos “críticos” opositores−, sus declaraciones tampoco fueron tan “graves”, ni fuera de lugar lo que dijo. Lo único que se pudiera cuestionar es sí a él le corresponde o no hacer ese tipo de declaraciones o sí esas declaraciones ayudan a orientar o facilitar la discusión o más bien la entorpecen.

Pero, de allí a decir que Story es el “vocero” de la oposición ya es una afirmación mal intencionada, que es justamente la política divisionista del régimen, lo que le interesa al régimen que se piense y diga: “el imperio es el que dicta las políticas de la oposición…”, como lo vociferan algunos “opositores” y los “alacranes” que le hacen el juego al régimen, pues es también su política, dividir y demoler a la oposición.

Pero hay que extraer una crítica válida de lo ocurrido; y es algo que ya he dicho en ocasiones anteriores: En la medida que pasa el tiempo y no hay una posición “oficial” con respecto al tema de la estrategia opositora y la posición frente al tema electoral, la discusión se hace más y más amarga y disolvente, florece el “dibujo libre” y aparecen las iniciativas personales y grupales.

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Negociación y sanciones

Ismael Pérez Vigil

En el interior y en la superficie de la oposición democrática, los temas de discusión se suceden y van cayendo como en cascada. El de la negociación está en el aire. Se siente, se huele, se masculla sobre él con cierta vergüenza todavía; nadie se atreve a asumirlo frontalmente, a proponerlo en voz alta de manera directa; excepto quienes se le oponen. La mayoría se limita a satanizarlo sin mayores argumentos. Pero el tema está allí.

Y no puede ser de otra manera. Si no tenemos la fuerza para acorralar al régimen y obligarlo a renunciar; o si no tenemos el apoyo de la fuerza armada o el respaldo de una fuerza internacional para deponerlo, ¿Qué alternativas nos quedan? En este momento solo tres; una es no “jugar”, no participar en nada y sentarse a esperar mejores tiempos.

Dos, aceptar participar con las reglas del juego que imponga la tiranía y tratar de sacar algún provecho de la situación. O tres, construir una fuerza tal que se oponga al régimen, ponga a dudar a quienes ahora lo apoyan, e ir resquebrajando eso que los especialistas llaman el “bloque hegemónico de poder” y se logre obligarlo a sentarse en la mesa de negociación para buscar una salida. Esa salida a la larga concluirá obviamente en un proceso electoral −con el perdón de la palabra− en el que se pueda participar en igualdad de condiciones.

Son pocas las personas en el país que hoy no concuerdan con que de este régimen de oprobio la única manera de salir es obligarlo a una negociación. El problema es cómo se logra eso.

Pero esta no es la “negociación” que está planteada en este momento, la que el régimen está propiciando y en la que ha accedido a participar. Por lo tanto, la oposición democrática, en esta etapa de reflujo en la que se encuentra, está transitando la ruta larga, pesada, de discutir internamente si debe abstenerse o participar en el próximo proceso electoral.

En realidad, se discute en torno a un mito. ¿Cómo llegar a unas supuestas elecciones “libres”, “competitivas”, negociadas con el gobierno, a cambio de levantar sanciones? Hay un cuestionamiento muy real de muchos analistas y consultores que se preguntan: ¿Por qué vamos a suponer que el régimen, todopoderoso, está dispuesto a negociar y conceder condiciones electorales favorables? ¿A cambio del levantamiento de las sanciones? Les parece contradictorio, un contrasentido y no les falta razón. Veamos.

Si en las circunstancias actuales, de acuerdo con todas las encuestas y la opinión de todos los consultores y analistas el régimen perdería de calle, como se dice coloquialmente, cualquier elección que se organice que sea más o menos libre, ¿Por qué negociaría la posibilidad de perder el poder a cambio del levantamiento de sanciones? ¿De qué le serviría el levantamiento de las sanciones si pierde el poder? La respuesta para algunos es que para el régimen es un buen negocio, eventualmente “cedería” algunas gobernaciones −que en realidad no le restan mucho poder y que siempre las puede controlar con los consabidos “protectores” − a cambio de que le levanten unas sanciones que sí lo perturban. Sobre todo, claro está, si le levantan las sanciones “personales”, las que recaen sobre los personajes del régimen, que varios las tienen y que los afectan y los afectarán, estando o no en el poder, para continuar sus «negocios» y disfrutar sus fortunas mal habidas en cualquier parte del mundo. Esa sería la razón y no el que consideren que su poder esté amenazado, que es lo que no parece muy claro en este momento.

Y no faltan razones para pensar que no vean su poder amenazado, a juzgar por la conducta política, impune, del régimen, para controlar el país. No vale la pena repetir de nuevo todos los abusos, ilegalidades y artimañas de que se vale para lograrlo, las doy por bien conocidas, y son una clara muestra del omnímodo poder del régimen, aunque solo esté sostenido por la fuerza armada nacional y sus colectivos violentos.

Sin embargo, en un mundo globalizado nada es gratis y el régimen ha pagado un precio por todas sus ilegalidades, abusos de poder y violación de derechos humanos, que lo han ido aislando internacionalmente, al menos del mundo occidental democrático. Sería absurdo negarlo. Han contribuido esas sanciones impuestas por algunos países como los EEUU y la UE, de las que el régimen ha tratado, hasta ahora infructuosamente, de librarse.

Siempre he compartido que las sanciones contra un país son inconvenientes pues no solo no logran su propósito de debilitar al régimen contra el cual se aplican y sí debilitan y empeoran las condiciones generales de la población del país. Pero tampoco tengo ninguna duda que las sanciones contra las personas, contra los factótums del régimen, sí tienen eficacia. Y la mejor prueba de esto es la insistencia del nuestro en intentar librarse de ellas y poner como condición su eliminación cuando se les plantea cualquier tipo de negociación.

El objetivo del régimen es utilizar su poder de negociación para librarse de unas sanciones que afectan en lo personal a algunos de sus componentes; ni por un momento podemos pensar que un supuesto daño de las sanciones a la población o una desmejora de su condición de vida sea algo que al régimen le preocupe y quiera resolverlo. Pero si una cosa debemos tener clara es que esa es una señal de que las sanciones personales sí le pesan y debemos tener claro también que el gobierno accedió a negociar en oportunidades anteriores por el peso que ejercen esas sanciones.

Por otra parte, y para finalizar el tema de las sanciones, no debemos cometer la ingenuidad en la que incurren algunos desprevenidos opositores, que favorecen las opciones del régimen, al aducir un cierto daño o empeoramiento de las condiciones económicas y sociales en Venezuela, producto de esas sanciones, sin percatarse de dos cosas; una, que el régimen lo que intenta es escudarse y tapar con el supuesto efecto de las sanciones la desastrosa gestión de casi 23 años en el poder; y dos, que a pesar de lo que dicen algunos voceros opositores contra ellas, varios estudios especializados, de universidades y connotados grupos de pensamiento comprueban que nuestro mísero estado de vida y el deterioro de las condiciones económicas y sociales son el producto de erradas y desastrosas medidas económicas que vienen de mucho antes del año 2017, que es cuando se empezaron a aplicar las mencionadas sanciones.

Como he dicho, no está muy claro que el régimen se sienta amenazado hasta el punto de flexibilizar sus posiciones y hacer concesiones a una oposición que considera, y está, debilitada. Pero lo que he descrito es el marco, el contexto, en el que se desenvuelve la negociación para encontrar una salida a la crisis política y la discusión acerca de si participar o no en el próximo proceso electoral, o en cualquier proceso electoral de ahora en adelante.

Politólogo

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