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Ismael Pérez Vigil

Evaluación, previa al 21N

Ismael Pérez Vigil

Lo que vaya a ocurrir mañana, 21N, en el proceso electoral, ya está decidido. Nada de lo que hoy se diga, ningún argumento a favor o en contra, tendrá ningún poder para cambiar la decisión que ya han tomado los votantes; a menos, obviamente, que ocurra hoy un cataclismo político, difícil de prever o especular al respecto. Eso de un movimiento espontáneo que lleve a la gente a las urnas a expresar alguna posición, aun cuando sea votar nulo −cosa que además no es nada fácil con nuestro sistema electoral− solo ocurre en las novelas de Saramago.

Yo me he pronunciado a favor del voto, en contra de la abstención o de dejar de participar y por supuesto, votaré por la tarjeta de la MUD −la de “la manito” – para fortalecer esa opción, que es la oposición que considero válida, genuina, que ofrece una alternativa −viable, realizable− a los venezolanos; y estaré “ligando” que se haya logrado convencer a buena parte de los electores para que vayan a votar. Difícil perspectiva esa.

Siendo realistas, todo apunta a lo contrario: a que la campaña del régimen para motivar la abstención opositora −en lo que lleva años− y que ha sido muy intensa y ha recibido la “ayuda” de buena parte del sector opositor; unos, llamando abiertamente a la abstención o descalificando las elecciones, sin proponer u organizar una abstención activa, para movilizar a la oposición; es decir, no se tomó, por parte de quienes plantean la abstención, ninguna acción que los diferenciara de la mera desesperanza e indiferencia. Y otros, que planteando la participación −y me refiero a la oposición democrática, la que se agrupa en la tarjeta de la MUD− han contribuido a alejar a los votantes por los errores cometidos, las decisiones tardías, la mala selección de candidatos, los retrasos o fallas al hacer cambios de candidatos, la falta de una propuesta que motive a votar, a movilizarse, en donde se vea una esperanza por haberse emprendido un camino para superar este oprobio.

No soy de los que hace predicciones y no me parecen adecuadas algunas que he visto circular, ni sobre el volumen de la abstención, ni sobre el número de gobernadores que obtendrá la oposición; pero, sí me parece importante, comenzar a considerar algunos elementos que nos permitan analizar objetivamente lo que ocurrirá mañana, para reconstruir la oposición democrática a partir del lunes 22 de noviembre. Y es la abstención el factor cuya eficacia quiero analizar, para efectos futuros.

Lo he dicho otras veces, aunque votar o abstenerse es solo una táctica o parte de una estrategia más amplia, me he opuesto a la abstención porque considero que sin conducción o “pasiva”, como ha sido hasta ahora, nos ha perjudicado como fuerza opositora al régimen. La abstención, como he dicho, si no es una política activa, no se diferencia en nada de la mera indiferencia, del apoliticismo. Si hacemos caso a las cifras, cada vez que la abstención se ha incrementado en los procesos electorales, hemos retrocedido en la lucha política, entregado espacios y contribuido a la desmovilización del pueblo y hemos ayudado a que se pierda en los venezolanos el valor del voto, conquista política y social, fundamental de la democracia venezolana.

Pero como ahora se trata de hacer un análisis más objetivo y descarnado, les resumo algunas cifras, que he recogido y presentado en anteriores ocasiones y que en ésta pueden servir para que tengamos mejores elementos para evaluar, para hacer análisis y llegar a conclusiones.

Comencemos por decir que el promedio general de la abstención en Venezuela, en todos los procesos desde 1958 hasta 2020, es del 35,9%. Aquí incluyo 32 procesos electorales de 35 realizados y excluyo de las cifras las elecciones locales, que por sus dimensiones son difíciles de calcular y generalizar; y excluyo también las parlamentarias de 2005, el Referendo Constitucional del 2007 y la elección de la ANC del 2017, para las cuales no hay cifras oficiales publicadas. Por supuesto todas son cifras del CNE, no hay ninguna otra fuente disponible. De manera que solo debemos considerar como “efecto abstención” −cuando es convocada o definida como táctica política− los puntos de porcentaje que estén por encima del porcentaje “histórico” mencionado.

Como mera referencia, en las elecciones presidenciales, la abstención es algo más baja, pero tampoco mucho, con relación a la abstención general, que como hemos dicho es del 35,9%. Separando las elecciones presidenciales en algunos períodos, la abstención es como sigue:

1958 - 1978: 7,2% (Primeros 20 años de democracia)

1983 - 1998: 26,7% (Comienza a ser evidente el desgaste político del sistema democrático)

2000 - 2013: 27,2% (Período “chavo-madurista”)

En la elección presidencial de 2018 la abstención −registrada por el CNE− que fue convocada por la oposición democrática, fue del 53,9%; si se incluye esta cifra, el promedio de la abstención en las elecciones presidenciales de 2000 a 2018, sube al 32,6%.

Veamos ahora únicamente el caso de las elecciones de gobernadores, que es el evento que tenemos por delante. La abstención en elecciones de gobernadores y el número de éstos obtenidos por la oposición, con esos niveles de abstención, es el siguiente:

Año Abstención # Gobernadores

2000 42% 7

2004 48% 2

2008 34% 5

2012 47% 3

2017 42% 4 + 2 (uno robado, en Bolívar; otro no se juramentó, en Zulia)

Promedio de Abstención: 43%

Agrupando las cifras de otra manera, para incluir el periodo democrático, desde 1989 en que se realizó la primera elección de gobernadores, hasta el año 2000, que fue la primera elección bajo la Constitución de 1999, se realizaron cuatro (4) elecciones de gobernadores y la abstención fue del: 46,3%. ¿Sería que el pueblo venezolano no estaba acostumbrado a elegir gobernadores, sino a que estos fueran designados por el Presidente de turno? Puede ser una hipótesis de explicación.

A la oposición democrática siempre le ha ido mal en los procesos electorales regionales; el mejor resultado fue en el año 2000, que obtuvo siete (7) gobernaciones y con una abstención del 42%, seis (6) puntos por encima de la abstención “histórica”. Con base en estas cifras, me hago algunas reflexiones:

1) Si tomamos como base la abstención general del 35,9%, que he llamado “endémica” o “histórica”, esta cifra nos podría servir para medir el éxito de las llamadas abstenciones “espontáneas”, esas que nadie convoca, como la de las elecciones de gobernadores del 2012 y 2017.

2) A partir de la vigencia de la Constitución de 1999, en la que votar es un derecho y no un deber, como era en la de 1961, se podría concluir que cada vez que aumenta la abstención en las elecciones de gobernadores, por la razón que sea, disminuye el número de gobernaciones que obtiene la oposición. Esta regla tiene una excepción importante, la abstención durante la elección de gobernadores de 2017 que no fue convocada y que a pesar de que fue alta, no fue tanto como las del 2004 y el 2012.

3) Estas altas abstenciones, antes de 2017, creo que se explican por los triunfos y decepciones que se producen en la población opositora, tras las victorias o derrotas electorales. En 2004, la oposición venia de ser derrotada en el Referendo Revocatorio, con alegaciones de fraude y demás, la respuesta fue la abstención más alta que hemos tenido para gobernadores: 48%. En 2008 descendió la abstención, quizás debido a que veníamos de triunfar en el Referendo Constitucional de 2007. En 2012 subió nuevamente, tras la derrota de H. Capriles por H. Chávez, en su última elección, poco antes de su fallecimiento. Y en 2017 fue nuevamente alta, pero no tanta como las mencionadas, quizás debido a que en 2017 veníamos de un triunfo muy importante en la última elección, la de la Asamblea Nacional de finales de 2015; probablemente hubiera merecido una abstención más baja esas elecciones de 2017, pero hay que recordar que esa elección de gobernadores se aplazó un año, pues debió realizarse en 2016, pero el gobierno temiendo el impacto de la elección de la AN 2015, retrasó esa elección y metió en el medio la elección de una ilegitima Asamblea Nacional Constituyente, que se celebró tres meses antes de la convocatoria de la elección de gobernadores; tanto el impacto de esa elección, aunado a la fiera represión desatada en el país desde marzo de 2017 −en los que fallecieron 158 venezolanos−, el recrudecimiento de la crisis económica del país y la emigración o diáspora de millones de venezolanos, impactaron el ánimo de la población opositora para participar en procesos electorales. En todo caso, esos números de abstención en las elecciones de gobernadores, nos podrían llevar a decir que la mayor abstención estaría en las filas opositoras, a las que ha perjudicado irreparablemente.

4) Las cifras nos servirían también para medir el éxito de las abstenciones “convocadas”, como las presidenciales de 2018, que fue del 53,9%; es decir, aumentó 18 puntos sobre la cifra general. ¿Podemos considerar que esa es la fuerza real de la abstención? ¿La consideramos una fuerza significativa? (Nicolás Maduro obtuvo el 30% del padrón electoral) ¿A quién representa esa abstención?, ¿A los llamados opositores radicales, a los decepcionados o disidentes del chavismo?, ¿A la decepción o indiferencia de la gente?, ¿A la diáspora, que para 2017 ya era del 10% o 12% del padrón electoral? (Hoy se calcula que es ligeramente inferior al 18%)

5) Espero que estas cifras y reflexiones sirvan para estimular el voto, en contra de la abstención, para erradicarla como política, que ha sido inútil y perniciosa, que no ha traído ningún beneficio. La abstención ha sido una estrategia fracasada a lo largo de la historia política venezolana.

Con dos fenómenos nos podemos encontrar mañana, 21N; uno, que se confirmen los peores pronósticos, que haya calado la campaña de desmoralización del régimen en contra del voto, ayudada por lo errático de una oposición que no supo o no pudo presentar una alternativa coherente, más unitaria, que entusiasmara a los electores. Y otro fenómeno, ojalá sea así, que se profundice la tendencia que se ha visto durante las últimas semanas, que parece indicar que un mayor número de personas estarían dispuestas a votar por la oposición o en contra del régimen.

Diversas serían las razones para que el segundo fenómeno ocurra; bien porque el pueblo ve una cierta posibilidad de infringir una derrota al régimen en algunos estados o municipios; bien porque se considera necesario pasar una factura al régimen por las pésimas condiciones de vida, el deterioro de los servicios básicos, la pérdida de empleos por la destrucción de la economía, la falta de medidas para combatir los efectos de la pandemia, en síntesis, por el agravamiento de la crisis humanitaria; o bien, porque, al no estar en juego el poder, el régimen podría haber “bajado la guardia” en algunos estados, que abrirían una fisura que se puede aprovechar. En cualquier caso, estamos a pocas horas de conocer los resultados.

Yo no sé si lo que estamos haciendo, votar, aprovechar la elección para organizar y movilizar a la población, es lo que deberíamos hacer; pero, en todo caso sé que, para acabar con este régimen de oprobio, dentro de pocas horas, a partir del 22N, comenzaremos de nuevo y cada quien tendrá que hacer lo que pueda y sepa hacer para la reconstrucción de la oposición y del país, con bases más sólidas.

No importa tanto el color del mapa de Venezuela con que amanezca el 22de noviembre para el futuro del país, importará más cuáles sean los pasos que de la oposición después de esa fecha, con relación a la unidad política opositora y los próximos acontecimientos políticos, como lo es un eventual referendo revocatorio presidencial en 2022, que ya deberíamos estar discutiendo.

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Desventajas Opositoras para el 21N.

Ismael Pérez Vigil

A mitad de campaña electoral para las elecciones del 21N, vale la pena destacar y reflexionar acerca de lo que hemos visto, que refleja viejos vicios y prefiguran tendencias, de las que nos debemos seguir cuidando.

Propenso como soy a ver siempre el vaso medio lleno, sin querer ahora ser “fatalista”, debo recoger y reflejar la idea de que la oposición inició una carrera en desventaja y no parece que le alcanzará el tiempo para recuperarse. Por lo tanto, estas cosas, aparte de explicar un posible y precario resultado para la oposición el 21N, son las que debemos tener en cuenta a partir del 22 de noviembre, fecha tan inexorable como la del 21N.

La “ventaja oficialista” sería la primera desventaja que habría que considerar al examinar algunas de las que confronta la oposición en este momento; esa “ventaja oficialista” la podríamos resumir de esta manera:

1- Cuenta con recursos más abundantes que la oposición y menos escrúpulos para usarlos.

2- Tiene una “clientela electoral” cautiva, no despreciable, que ya no puede mantener con prebendas, pero si con amenazas de privación y represión.

3- No está en juego el poder y eso le da mayor margen de maniobra, grados de libertad, aun cuando pierda algo de poder.

4- Aunque no es lo principal, tampoco es despreciable, que cuenta con una oposición mermada, dividida, acomplejada y una parte de ella, complaciente.

5- Cuenta con el apoyo del sistema de justicia y la mayoría del CNE, para impugnar resultados que no le convengan o le sean muy desfavorables.

6- Cuenta con el respaldo de la FANB y las Milicias, que son los mismos que “cuidarán” el proceso electoral con el Plan Republica.

Esa ventaja del gobierno, como dije, es la primera de las desventajas de la oposición, que son varias, pero haré énfasis en la abstención y la falta de unidad, que son las que más se señalan y que están de boca en boca, en todos los artículos de prensa que sobre el tema circulan y son las que veremos a continuación. Pero primero, una aclaratoria imprescindible. La oposición de la que hablo es la que se encuentra en el “cerco” de la MUD, G4, Frente Amplio, Plataforma Unitaria, la que está en las negociaciones en México, la que ha decidido −finalmente− tomar nuevamente la senda electoral. Excepcionalmente consideraría también oposición a algunos de los sectores o personas −muy pocos− que se agrupan en la llamada “Alianza Democrática” y algunos de los que se agrupan en la disidencia del chavismo.

La abstención es la primera desventaja de la oposición democrática, en buena medida de cosecha propia; una barrera que no se ha logrado remontar y que a menos que se presente un hecho inesperado −pero siempre posible−, en los escasos días que faltan, no se va a poder superar. No puedo imaginar cuál podría ser ese hecho.

(Abro un paréntesis antes de continuar el tema e introduzco una desviación en esto de la abstención, pues no puedo dejar de señalar algo que siempre me llama la atención −presente también en esta campaña− y es que los predicadores de la opción abstencionista parecen ser los más preocupados por: la campaña electoral; por quienes son y cómo se eligieron los candidatos opositores; por sus cualidades “morales” y lo que hacen o dicen −y sobre todo lo que “no dicen”− en la campaña; por los observadores internacionales que vendrán, y los que no; critican a los candidatos de la oposición −por quienes ellos no van a votar−, por ser “los mismos de siempre” y a los partidos por lanzar “unos muertos” que no han hecho nada −dicen− o que han sido acusados de corruptos; y cuando aparecen candidatos nuevos, los critican igualmente porque nadie los conoce y un largo etcétera; en fin, curioso verlos tan preocupados por algo en lo que ellos no creen. Como esos ateos que denigran y tratan de probar que no existe ese dios en el que no creen. Cierro mi paréntesis y regreso al tema de la abstención).

De manera que, los candidatos opositores, los de la MUD y “los otros”, compiten por un mismo −iba a decir “mercado”, pero para no tentar a los puristas− diré, electorado. Es precisamente a ese electorado, al que hay que descontar un 15% de electores “fieles” al régimen, por las razones que sean −que no viene al caso analizar ahora− y un 5%, como máximo, que votarán por otras opciones, distintas a la MUD y al oficialismo.

Queda entonces ese voluminoso y mítico 80% −del que hablan algunas encuestas− que supuestamente rechaza a este régimen de oprobio. Pero ese mítico 80% contiene un 35% que se abstiene históricamente; contiene también una buena parte de los 3,7 millones de votantes −un poco más del 16% de los electores− que se fueron con la diáspora y si votaran, seguramente su voto se distribuiría de manera similar a los que están en Venezuela; contiene también a los disidentes de la oposición democrática, que han dicho que no participarán, aun cuando siguen en la MUD; y contiene un sector, más numeroso que los anteriores, que está cansado, desesperanzado, agobiado por la cotidianidad y que se ha dejado convencer por la prédica de que la salida electoral no es una salida, aun cuando no se le ha presentado otra.

Incapaces como hemos sido de definir una alternativa que entusiasme a “ninis’ y oficialistas decepcionados, nos damos trompadas por el exiguo margen que queda. Difícil es calcular que porcentaje logrará la oposición que se congrega en la tarjeta de la MUD, pero que, siendo optimistas, rondará −ojalá− el 30-35%. ¿Alcanzará este porcentaje para mantener las gobernaciones actuales, cuatro, y reconquistar Zulia y alguna más? Algunos asoman una posible cifra de nueve (9) gobernaciones, sobre lo que no especularé. Hay dudas serias. En materia de alcaldías la cifra que se piensa que obtendrá la oposición democrática oscila en un rango muy amplio, que va de unas treinta (30) actuales, hasta cerca de sesenta (60), que piensan los más optimistas. En cualquier caso, no es difícil suponer que el mapa del país nuevamente amanecerá pintado de rojo el 22 de noviembre, aun cuando la abstención sea muy alta y la diferencia en el número de votos entre el oficialismo y la oposición democrática no sea muy grande. Basta con un voto de diferencia para que el régimen cacaree su triunfo a todo lo largo y ancho del país.

La falta de unidad, se dice, es la segunda desventaja −de cosecha propia− de la oposición democrática; que, sin embargo, sin negarla, sin desconocerla, pues en muchos aspectos es inocultable, hay que matizarla. Para muchos, entre quienes me incluyo, la unidad es una pre condición, una condición indispensable para derrotar a este régimen. Sin embargo, para algunos de sus detractores, la unidad es obviamente un mito, que lo acompañan muy bien con otro mito, el de exacerbar la desunión de la oposición, la supuesta “falta de unidad” y atribuirle a eso la exclusividad de cualquier fracaso que se vaya a tener. Pero, ¿Es real la falta de unidad en la oposición democrática?

Aunque la “alianza oficialista” tampoco presenta candidatos únicos en todas las circunscripciones, de eso nadie habla; y sabemos de algunas divisiones y disidencias que afloraron en su proceso de primarias y de escogencia o imposición de candidatos. En todo caso, lo que nos interesa es la situación de la unidad en la oposición democrática y para “desmitificar” lo de la falta de unidad en ese sector, recurro a un artículo del politólogo Luis Salamanca, ¿La oposición va dividida a las elecciones regionales del 21N?, publicado en El Estímulo, el 15 de octubre de 2021 (https://bit.ly/2YHSuCs), del cual tomaré solamente uno de sus ejemplos.

Señala Salamanca que de las 24 circunscripciones −incluyendo el Distrito Capital− la oposición está unida en 20 de ellas, −que ahora son 21, tras el retiro de Carlos Ocariz en el Estado Miranda, en favor de David Uzcategui−. Solamente no se habría logrado unidad, entre los posibles candidatos opositores, en Distrito Capital, Bolívar y Táchira. Pienso que Salamanca incluyó como opositor en el Distrito Capital al candidato Antonio Ecarri, que tiene una conocida trayectoria opositora; y en Táchira a la actual gobernadora porque va a la reelección, aunque en las tarjetas de la Alianza Democrática y no en la de la MUD, con la que resultó electa en las pasadas elecciones. Aunque la Alianza Democrática presenta candidatos en todas las gobernaciones, Salamanca no los considera una opción opositora, pues les niega la condición de “oposición genuina” −con lo que estoy de acuerdo−, y en todo caso, se estima que no obtendrá una figuración importante.

No tengo datos precisos sobre la situación en alcaldías, asambleas legislativas y concejos municipales, pero debe ser muy similar a la de las gobernaciones y hasta mejor; por lo que creo −al igual que Salamanca− que lo de la supuesta “falta de unidad” es más un efecto mediático, un fenómeno de redes sociales, más que una realidad. Por supuesto estimulado por el gobierno y secundado por algunos sectores opositores que quieren desplazar y sustituir al liderazgo de la MUD.

De manera que −aunque concluyo en que la “falta de unidad” puede, perfectamente, ser un mito más de la política venezolana− debo advertir, para curarme en salud, que no podemos negar ni pasar por alto algunos errores y situaciones, como por ejemplo: el haber decidido con mucho retraso la participación electoral; las arbitrariedades que se cometieron al seleccionar los candidatos de la MUD; los conflictos internos, que los hay y algunos son muy visibles; las acusaciones y disputas entre los partidos, que todos hemos visto y los demás signos de problemas internos, algunos graves, que constantemente afloran en el mundo de la oposición. No niego nada de eso, solamente digo que no será por la falta de candidatos unitarios que no se logre una alta votación el 21N.

Además de los puntos señalados, de los visibles signos de problemas internos y la falta de candidatos que estimulen al elector, en la oposición democrática, todavía adolecemos de una propuesta de consenso que le devuelva a la política esa magia que se trasmite en campañas, en las cuales el elector ve más allá de su cotidianidad y deposita su fe en una propuesta que le haga sentido, en una opción en la que se siente representado y que se constituye en una esperanza para salir de los problemas que lo acogotan.

Como dije, tan inexorable es la realización de las elecciones regionales y locales el 21 de noviembre, en apenas ocho (8) días, como inexorable es que llegará el 22 de noviembre y seguiremos, en el país, gobernados por un régimen oprobioso, dictatorial y autoritario. A lo mejor −más bien seguramente− al contemplar el mapa del país teñido de rojo, como ya dije, nos llenaremos de ánimo para reiniciar la tarea de reconstruir la oposición y comenzaremos a discutir más profundamente el tema de un posible referendo revocatorio en 2022, para lo cual los criterios serían meramente políticos y de estrategias, dado que no está envuelta ninguna candidatura.

Solo tendríamos que lamentar y aprender que perdimos una buena ocasión en el proceso que concluye, para movilizar, organizar, entusiasmar, incorporar personas a la tarea de rescatar la democracia, porque, de todas maneras, esa lucha continuará.

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La decisión del Fiscal Khan

Ismael Pérez Vigil

Resulta ineludible comentar la decisión del fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI), Karim Khan, y el impacto que puede tener sobre la situación general, especialmente política, del país. Someramente me referiré a los aspectos jurídicos y formales de la decisión −cuyos detalles considero cubiertos por un grupo importante de especialistas en la materia−, y me concentraré en algunas de sus implicaciones políticas, desde luego advirtiendo que sobre un tema que ya ha suscitado tantas opiniones y comentarios, es difícil aportar uno original o diferente. Comencemos por resumir el aspecto jurídico, con propósitos de contexto

Concluida la −para muchos− controversial visita a Venezuela del fiscal Khan, éste decidió solicitar al Tribunal que se abra una investigación preliminar sobre supuestos crímenes cometidos en Venezuela y que son competencia de ese Tribunal, que como sabemos se trata de crímenes de genocidio, guerra, agresión y lesa humanidad, que no son poca cosa, ni poco graves. También es bueno señalar que éste sería el primer caso contra algún funcionario de un gobierno o ex gobierno latinoamericano.

Por lo pronto, hay un hecho significativo, el fiscal Khan considera que hay en Venezuela, al menos desde el año 2017, crímenes que son competencia de la CPI −repito, por lo significativo: crímenes de genocidio, guerra, agresión y lesa humanidad− y corresponderá ahora al Tribunal hacer la investigación y determinar quiénes son los culpables, pues como sabemos, este Tribunal solo juzga a las personas acusadas de estos crímenes, no enjuicia países, gobiernos ni instituciones; además, por lo que se ha visto hasta el momento, no juzga en ausencia −¿o me equivoco? – y que aun pudiendo hacerlo, según algunos juristas, no ha enjuiciado todavía a ningún alto funcionario en ejercicio. Faltará ver si estaremos ante el primer caso, como sin duda es el deseo de millones de venezolanos. Por lo pronto no es poca cosa lo ocurrido y es algo que debemos resaltar…y matizar.

El primer aporte importante de la decisión del Fiscal Khan es el desmentido que hace a todos los agoreros que esperaban, y aún esperan algunos, que no hubiera decisión o que fuera una en “complicidad” con el régimen para diluir y retrasar el proceso. Denunciaron como pantomima y sainete la visita del Fiscal, por el manejo mediático que se hizo de su invitación para visitar al país, por el manejo que desde las esferas del poder se hizo de su visita y por el hecho de que se reuniera con funcionarios del régimen y que no se “reuniera y escuchara a las víctimas”; aparte de que ese no era su papel, quedó ampliamente demostrado que no era tan necesario, que la fiscalía de la CPI tiene ya los hechos y pruebas suficientes por parte de las victimas para proceder a abrir el caso. Y un elemento muy importante a resaltar, es que el Fiscal en efecto se reunió y escuchó los alegatos del gobierno, todo lo que quisieran decir y argumentar, para que después no puedan alegar que no se les escuchó, que la información con la que se está procediendo está sesgada, parcializada o politizada. Por supuesto, no espero que ninguno de esos agoreros se retracte de lo dicho, no es “costumbre venezolana” reconocer los errores, recoger palabras o pedir disculpas por la desinformación o la simple difamación. Se cuenta con nuestra proverbial falta de memoria; pero, no se cuenta con que algunos si recordamos.

El segundo elemento que tiene consecuencias importantes y que queda bien claro en el memorándum firmado por el Fiscal y Nicolás Maduro, en nombre del gobierno y del estado venezolano −con el perdón de todos los “desligitimistas”− es que la decisión del Fiscal Khan nos pone de bulto frente al hecho de que no hay justicia en Venezuela, que no hay separación de poderes, que el sistema de justicia es un brazo más del régimen y por tanto debe intervenir la CPI. Ese es un punto que no debemos pasar por alto, por el efecto que puede tener −a lo mejor no tanto internamente, donde sufrimos las consecuencias de la falta de justicia− ante la comunidad internacional. No solo por el impacto que tenga el que se constate que en Venezuela el Estado no protege los derechos humanos, sino también porque cualquier acuerdo o compromiso jurídico estará sometido a esa misma carencia de justicia, mientras esté este régimen en el control del poder.

Que impacto pueda tener esta decisión sobre algunos funcionarios “ejecutores” de las políticas del gobierno, de “impartir” su justicia parcializada, de ejecutar las medidas de represión, etc., es difícil saberlo; dependerá en mucho del manejo político e informativo que se haga de la decisión y de las actuaciones del Tribunal de ahora en adelante, pero es un elemento que está allí y no debe ser ignorado por nadie, ni por los funcionarios ni por las fuerzas opositoras al régimen.

Dicho todo lo anterior y consciente que hay muchos otros aspectos que se podrían resaltar, es bueno considerar otras caras de este poliedro que es la situación política del país. Como he dicho en oportunidades anteriores (https://bit.ly/3h40eDT), dado que tenemos la tendencia de “poner en órbita” algunas ilusiones, en nuestro afán y esperanza de que se resuelva de inmediato esta situación de oprobio en la que ya llevamos inmersos 22 largos años, es bueno recordar que, una vez abierto el caso o abierta la investigación, para ser más precisos, estamos apenas en el inicio de un proceso que puede durar mucho tiempo; hablamos de años, antes de llegar a una decisión −si es que se llega− antes de que dicha decisión se pueda ejecutar, que es algo que no está muy claro: cómo se puede llevar a cabo esa ejecución de una sentencia y sobre todo, quién la puede llevar a cabo.

Así como vimos que el Fiscal Khan no vino a resolver los problemas del país −la hiperinflación, el hambre, la pobreza extrema, los sueldos de miseria de los profesores universitarios y las pensiones de mayor miseria de los jubilados, ni la falta de servicios públicos, ni la inseguridad social ni personal, ni el inmenso rosario de problemas que nos acogotan−, tampoco esos problemas los resolverá ningún fallo de la CPI y ni siquiera se ventilarán allí, pues no son de su competencia.

Sin duda puede contribuir una sentencia de los tribunales internacionales y sobre todo que se conozca más a fondo nuestra situación, a que está mejore o se resquebraje el bloque de fuerzas que apoyan al régimen; pero, nada desde afuera resolverá nuestros problemas, si desde adentro no hacemos lo posible por enfrentar las cosas que son de nuestra estricta competencia.

No sé, si como algunos han dicho, se trata de un “hito histórico”; pero desde luego, no podemos dejar de celebrar que esta decisión del Fiscal Khan, de solicitar la investigación de los hechos denunciados en Venezuela, trae viento fresco en los anhelos de justicia y el rechazo a la impunidad que tanto afecta el ánimo de tantos y tantos venezolanos, sometidos al oprobio de este régimen y sus desmanes y arbitrariedades.

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La UCV y el 21 de Noviembre.

Ismael Pérez Vigil

El 21 de noviembre es una fecha importante para Venezuela, pero no porque ese día se realicen elecciones regionales y locales, que también son importantes, sino porque ese es el Día del Estudiante, en el que se conmemora el 21 de noviembre de 1957, fecha en la cual el movimiento estudiantil de la época inició una huelga, que fue un factor en el derrocamiento, meses más tarde, de la penúltima dictadura que hemos sufrido en Venezuela. La última dictadura aun la padecemos.

Los estudiantes siempre han estado presentes en momentos históricos, democráticos, importantes. Estuvieron presentes con la llamada Generación del 28, quizás no de manera inmediatamente exitosa en derrocar la dictadura de Gomez −quien murió en su cama−, pero si a lo largo de la historia posterior en la formación de partidos políticos modernos, sindicatos, asociaciones civiles, en la formación de gobiernos democráticos y muy especialmente en la consolidación de la democracia a partir de 1958, que durante 40 años, hasta que en 1998 comenzó su destrucción por el actual régimen, sirvió de base para la promoción y movilización social de millones de venezolanos.

Mas recientemente, no podemos dejar de lado el papel de los estudiantes, que en el año 2007 fueron factor decisivo en la primera derrota electoral, importante, que se le propinó al régimen chavista, al ser rechazada la pretendida reforma constitucional propuesta en ese año, aunque después, ilegal, subrepticia y alevosamente la han ido “colando” . Por eso cabe la esperanzada inquietud en cuál será la reacción del movimiento estudiantil en este momento en que la universidad esta más seriamente amenazada.

La inquietud por esta arremetida amenazadora la levantan algunos hechos recientes; por ejemplo: en la USB, el régimen nombra autoridades, más allá de su capacidad legal; la UCV es víctima de “visitas nocturnas” de las autoridades nacionales; el nombramiento de la exrectora “insigne” del CNE como máxima autoridad del régimen en materia de Educación Superior; todas esas son señales inequívocas y preocupantes de que se está tramando dar, o intentar dar, un zarpazo definitivo a todas las universidades.

Es asombroso el cinismo que exuda un video en el cual se ven varios altos personajes del régimen hablando en lo que se supone es una aula de la UCV −vaya usted a saber si no se trata de un montaje, no le creo nada a este gobierno−, afirmando que están “recuperando todo…tenían abandonada la universidad, se había destruido totalmente… así la dejaron, la hemos recuperado toda…”, haciendo obvia alusión a las autoridades universitarias actuales, como si fueran ellas las responsables y no el régimen que las ha ahogado económicamente al negarles el presupuesto, al impedirles que renueven sus autoridades, bloqueando con su dócil y adocenado TSJ, las elecciones universitarias, desde hace más de diez años, pues bien saben que nunca han podido controlar, ni sus autoridades rectorales, ni sus cuerpos profesorales, ni sus movimientos estudiantiles. Esas visitas nocturnas, con esbirros y guardaespaldas, son intentos del propio “demonio”, del causante del mal, para auto exorcizarse, en una suerte de exorcismo al revés, de falso sortilegio.

Ahora hablan de rescate y recuperación, e incluso le nombran una “protectora” a la UCV; pero esa “protectora”, especie de “comisario” estalinista −e indignante figura política que el propio presidente Maduro informó que desaparecería−, es la misma que ofreció que en 2014 nos estaríamos bañando en las cristalinas aguas del Guaire; es la misma que “protege” la alcaldía mayor y que entiende por “embellecer” una ciudad pintar de amarillo sus brocales y sembrar costosas palmeras, en vez de otras cosas más urgentes, como iluminar las calles, arreglar parques y jardines o recoger la basura y la suciedad, que tiene ahogados a todos los habitantes de la capital o limpiar las quebradas tapadas de desperdicios, que producen desgracias mortales con las lluvias. Esa es la que va a “proteger” la UCV.

Estoy hablando de la UCV, mi alma mater, pero mis lectores pueden reemplazar sus siglas por cualesquiera de las siglas de la universidades nacionales −UC, UCLA, UDO, ULA, USB, LUZ, etc.− y la situación, salvo matices, no variará mucho. Creo que no necesito describir la destrucción de las universidades del país, mucho mejor de lo que yo lo pudiera hacer lo están haciendo varios profesionales de esas universidades, cuyas opiniones trabajos y datos los pueden ver en: https://nuevauniversalia.wordpress.com/ y que están recogidos en un extraordinario documento denominado: “Ante la destrucción por diseño de la universidad” (https://bit.ly/3Cl9JYA).

Veo difícil que el régimen retroceda en este nuevo avance en su intento de avasallamiento de las universidades, a menos, claro está, que encuentre resistencia. Frente a la situación caben diversas reacciones. Algunos se podrán inhibir de actuar, excusados en el aturdimiento general que todos tenemos por la pandemia y la crisis que padecemos hace años y que impide reaccionar apropiadamente. Otros se escudarán en el humor, que siempre nos salva a los venezolanos de la desesperación. También se puede entender el sentido práctico de otros que dirán que no espantemos a los “rebullones”, que los dejemos que sigan aportando algunos recursos, que sin duda en algo mejoran la situación. Abro paréntesis, al fin y al cabo, esa es también la reacción de muchos venezolanos que aceptan las “dádivas” dispensadas por el régimen en su populismo y demagogia electoral, pero luego de todas formas votan en contra del gobierno o no van a votar, cierro el paréntesis.

No soy quién para dictar pautas en materia de política y acciones universitarias, ni a las autoridades, ni a los profesores, mucho menos al movimiento estudiantil; pero como egresado doliente y afectado y más aún, como simple ciudadano, creo necesario desarrollar la idea de que es lo que considero una respuesta apropiada. Aunque bien pudiera ser protestar, manifestar, etc.; no se trata solo de eso, porque después de todo, no está mal eso de desbrozar jardines y caminerías, pintar aulas y arreglar pupitres; me refiero a algo más contundente al hablar de la “reacción apropiada” o respuesta adecuada ante estas acciones del régimen. Para que el gobierno pague el costo político de haber destruido la educación superior −o tratado de destruir, pues aún hay resistencias−, creo que lo procedente es subir la vara, ponerla más alta.

Subir la vara significa, explicar, aclararle al país la verdadera situación de nuestras universidades y de paso decirle al gobierno que el problema no es solo desbrozar jardines y caminerías, pintar aulas y arreglar pupitres y autobuses, que esas son menudencias, casi que limosnas, burusas, como dicen los zulianos. Que si de verdad se quiere iniciar un “rescate” ¿Por qué más bien no les pagan a los profesores un sueldo decente?, que no es simplemente duplicar o triplicar los 15 dólares actuales –sueldo tope de un profesor universitario a tiempo completo y dedicación exclusiva−, sino multiplicar ese sueldo por cien o al menos igualar los ingresos de los docentes a los de los generales de las FANB. Que financie un seguro médico adecuado para los profesores, estudiantes, empleados y trabajadores; que dote a las facultades de recursos para investigación. Y así podría seguir con una interminable lista de carencias.

En otras palabras, que se les dé a las universidades un presupuesto suficiente para que puedan resolver los problemas de ingresos de profesores y empleados, las carencias de agua y luz, pagar teléfono e internet, hacer un mantenimiento adecuado de todas sus instalaciones, adquirir publicaciones, realizar inversiones, renovar equipos, mantener los comedores de manera apropiada, recursos para becar estudiantes, etc. Todo lo demás, no es más que demagogia y mentira populista, que de todas maneras sabemos que no será sostenible en el tiempo.

En síntesis, lo que hay que pedir al gobierno, mejor dicho, por lo que hay que luchar, es porque se respete la autonomía universitaria, porque las universidades puedan elegir sus autoridades y porque no se siga entorpeciendo de esa manera la evolución hacia nuevas formas de financiamiento, organización y enseñanza que demandan los tiempos que vivimos en la sociedad del conocimiento.

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Significado de la extradición de Saab.

Ismael Pérez Vigil

A la memoria de Emilio “Millito” Nouel,

compañero de la universidad, de la vida,

de la lucha por restituir la democracia …

Descansa en Paz, hermano.

Es difícil sustraerse de comentar sobre el tema de la extradición de Alex Saab, defendido inusitadamente, fuera de todo límite y proporción, por el régimen venezolano, lo que llena de asombrosa sorpresa y levanta todas las suspicacias y sospechas.

Aunque no pienso entrar en disquisiciones jurídicas, la primera lección de este caso, podría ser la manida frase: la justicia tarda, pero llega; pero esa no es la única lección y lo que más me interesa destacar son los aspectos políticos del problema.

Con respecto a la repercusión del caso en términos políticos, que es nuestra preocupación más inmediata, es donde tenía la duda para escribir sobre el tema, pues a pesar de que soy usualmente optimista, no creo que esa repercusión vaya a ser muy alta. Como ya dije en un artículo anterior (https://bit.ly/2XtaUWZ), no creo que Saab −ni ninguno de los reos ya detenidos o en proceso de extradición− vaya a decir cosas que no sepamos y, sobre todo, que no lo sepan los norteamericanos que han ordenado su detención y que le deben tener la pista bien seguida y las cuentas bien sacadas.

Además, aunque Saab era la cabeza de todo un entramado de negocios, varios de ellos para burlar las sanciones internacionales impuestas al régimen, no creo que, para el gobierno venezolano, la “ausencia” de Saab, a estas alturas del partido, sea insustituible o muy crítica; llevaba más de un año preso en Cabo Verde y no creo que los negocios del régimen se hayan detenido por eso; y lo de “muy crítica”, dependerá de que tanto sepa Saab; pero, sobre todo, que tanto esté dispuesto a revelar. Sin embargo, caben todas las especulaciones con respecto a la repercusión de la detención y extradición de Saab, o a lo que el reo pudiera revelar en el desarrollo de su juicio y el impacto que eso pueda tener en los “negocios” del régimen.

Al respecto, surgen interrogantes y dudas que es bueno tener en cuenta para tratar de explicarnos algunas cosas que pueden suceder; por ejemplo, primero, ¿Qué tanto sabe Saab que los norteamericanos no sepan ya?; más importante: ¿Qué tanto de lo que sabe o sabía Saab sigue en pie y cuya revelación pueda representar un peligro para el régimen, después de más de un año que tiene detenido en Cabo Verde?, sin duda lo que representaba algún peligro ya debe haber sido desmantelado; y segundo, lo más especulativo, ¿Qué tanto estará dispuesto a revelar Saab?, sobre todo ahora que ya se comienza a hablar abiertamente de amenazadoras “cartas”, advertencias a familiares, etc. Si esto no es así, ¿Qué sentido tiene que la esposa de Saab tenga que aclarar las condiciones bajo las cuales está en Venezuela? Es fácil sospechar que en todos estos casos podría operar el silencio mafioso, lo que los sicilianos llaman la “omerta”.

En cualquier caso, debemos prepararnos para un juicio largo, no menos de un año, con muchos fuegos artificiales a su alrededor, probablemente con pocas revelaciones sensacionales o sensacionalistas y con un resultado condenatorio, sobre el que no tengo dudas que se producirá, pero que a lo mejor no cubre las expectativas que muchos puedan tener. Ya vemos que Alejandro Andrade, el extesorero de Venezuela, lo acaban de sentenciar a tres años y medio de prisión en los EEUU, de los cuales ya tiene buena parte cumplidos, por lo que podría salir en libertad muy pronto. Queda por ver, cosa que ignoro, el destino de los bienes que se le incautaron, si es que se le incautaron.

Pero hechas todas estas salvedades, para moderar expectativas, hay aspectos positivos que destacar en todo lo que está ocurriendo y ocurrirá. Lo primero es que hay indudables motivos de celebración, para muchos, y de pesar para otros. Todos hemos visto y leído muestras de verdadera celebración y satisfacción porque en alguna parte funcione la justicia; que un reo acusado de cometer delitos contra el pueblo venezolano, a pesar de los cuantiosos recursos económicos dilapidados para contratar abogados que retrasaran lo que hoy constatamos era inevitable, que a pesar de todas las triquiñuelas desplegadas y las amenazas y jugadas desesperadas del régimen, que a pesar de todo eso, ese reo inexorablemente se enfrentará, desde un calabozo, a un juez y un jurado.

Abro paréntesis; se puede dar por satisfecho Alex Saab, pues sin duda va a tener −frente a ese juez y jurado− muchas más oportunidades de defenderse, si es que tiene defensa, que los miles de presos comunes y cientos de presos políticos que en Venezuela no tienen esa oportunidad. Por lo pronto, será juzgado por lo que haya hecho, no por lo que haya dicho o se interprete que ha dicho, como ocurre aquí. Seguro contará Alex Saab con todas las garantías, como ha tenido hasta ahora, para defenderse; disfrutará de eso que llaman el “debido proceso”, que en otros países existe y que aquí ya no sabemos lo que es; cierro el paréntesis.

El pesar, que mencioné, no lo sentimos los que nos oponemos a este régimen de oprobio; el pesar lo sienten el régimen y sus acólitos. Sin duda tiene un efecto demoledor, interno e internacional, esas imágenes de Saab, con pelo largo, ojos enrojecidos, vestido de naranja y esposado en una celda, imágenes que todos vimos en un humillante vídeo que se hizo viral, como era de esperarse. No creo que sea una imagen que favorezca al régimen y sí debe dar mucho que pensar a algunos de sus acólitos, los que hacen negocios con ellos, o se han enriquecido con el régimen; es una advertencia que puede tener sus efectos y producir fisuras.

Esa es la segunda lección de este caso: El miedo no solo es libre, es también democrático. El miedo es ese frio que se siente correr en los huesos al constatar que −perdonen el lugar común− el brazo de la justicia es largo y puede llegar en cualquier momento: En un aeropuerto, de paso hacia otro destino; en un viaje de vacaciones o de disfrute de bienes mal habidos; en una inocente tarde de compras en algún centro comercial de un país democrático; en una visita a algún hijo o familiar que esté estudiando o viviendo en el exterior; en un viaje de “negocios”; en fin, en cualquier parte.

En lo más inmediato, tras la sacudida inicial y el teatro montado de “dignidad ofendida”, creo que el régimen regresará a la mesa de negociación en México; tiene todo el tiempo por delante, poco que perder allí y mucho que ganar −dadas sus expectativas, creo que infundadas, de liberarse de las sanciones− y sabe que siempre se puede levantar de la mesa, más adelante, con cualquier pretexto, como ya hemos visto en dos ocasiones, con el mismo tema de fondo: la extradición de Saab.

De las fisuras que se logren abrir y ensanchar en el bloque de poder del régimen, que hoy luce sólido y compacto, lo hemos dicho antes, dependerá que se pueda avanzar en una negociación exitosa en México; dependerá de la fuerza interna e internacional que logre articular y congregar la oposición. ¿Qué tanto pueda impactar, ayudar, el caso Saab y el de otros extraditables, en ampliar esas fisuras y debilitar al régimen?, es algo que aún está por verse.

Por lo pronto la única acusación que enfrenta Alex Saab es por lavado de dinero, 350 millones de dólares y conspiración para lavado de dinero, cuya pena máxima son 20 años, pena que se puede reducir si se declara culpable; aunque pudiera ocurrir que durante el proceso se le formulen más cargos pues son muchos más los delitos de los que se pudiera acusar a este personaje, como bien sabemos gracias a los valientes reportajes del periodista Roberto Deniz, perseguido, exilado y acosada su familia por el régimen; al mencionarlo para concluir este comentario vaya para él todo el apoyo y agradecimiento, en nombre de la verdad y de todos los venezolanos.

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Borrell, Observación Electoral y Legitimidad.

Ismael Pérez Vigil

Josep Borrell −el Alto Representante de la Unión Europea (UE), que algunos llaman Canciller− en un desayuno para un medio televisivo español hace unos días, declaró:

"Uno tiene a veces que tomar decisiones sopesando ventajas e inconvenientes, y si toda la oposición se presenta a esas elecciones, e incluso los partidos del señor Guaidó se presentan en las elecciones, creo que tenemos que acompañarles porque es una mayor garantía para ellos que estemos presentes auditando el sistema“ ... ¿Esto legitima al gobierno de Venezuela, legitima a Maduro? No. Lo que legitimará o deslegitimará será el informe de la Misión, lo que diga después de haber ido sobre el terreno y observado lo que pasaba”

Por supuesto la declaración de Josep Borrell ha levantado una gruesa polvareda y varias lamentaciones, tanto entre opositores al régimen −sobre todo los contrarios a la participación electoral− como en los representantes del régimen, incluido el CNE. Tras escuchar sus declaraciones y conocer el informe de la Misión de Expertos que envió a Venezuela para evaluar la posibilidad de una MOE, y que fue dado a conocer estos días, no me cabe la menor duda que esta fue una decisión política. En ese sentido, se puede por tanto, decir muchas cosas acerca de estas declaraciones de Josep Borrell o de la Misión de Observación Electoral (MOE) de la UE y, sobre todo, se puede especular libre e impunemente al respecto.

Por ejemplo, se puede decir, como piensan algunos, que en efecto lo que persigue la MOE de Borrell es “legitimar” a la dictadura. Pero, también se puede pensar que no es más que la conclusión coherente del convenimiento de la UE con los EEUU y otros países occidentales: que la solución para Venezuela es política y más específicamente electoral, por lo tanto, hay que estimular la participación electoral. Siendo más suspicaz o más maquiavélico −injustamente dicho con respecto a Maquiavelo− se podría decir que todo esto de las declaraciones de Borrell y la virulenta respuesta del régimen venezolano no es más que parte de un sainete: ¡Legitímame tu, hablando mal, que luego te legitimo yo, diciendo que todo estuvo bien! La imaginación política es fértil.

Especulaciones y divertimientos aparte, me parece que las declaraciones de Borrell, como ya dije, son las declaraciones de un político, más que las de un diplomático de la UE −quizás ese sea el error− en el contexto de diferenciarse de los EEUU −manía y complejo que siempre tiene la UE− y probablemente para darle una respuesta a los opositores venezolanos que criticaron esta decisión. Entre quienes han criticado las declaraciones de Borrell están algunos conspicuos lideres opositores que dan la impresión que, después de tomada la decisión, les avergüenza que sus partidos decidieran participar en las elecciones y tratan de recoger velas, ante una posible tormenta; o para decirle en criollo, “le tuvieron miedo al cuero, después de matar al tigre”.

Francamente, en todo caso, no veo donde está el error “grave” de las declaraciones de Josep Borrell; no me parecen tan malas o equivocadas, ¿Algo inoportunas?, tal vez; ¿Qué servirán de excusa a quien no quiere votar el 21N?, quien no quiere votar encontrará cualquier excusa; ¿Qué el gobierno le sacará partido para desestabilizar la negociación en México y desmotivar a los opositores para que no voten?, cualquier cosa les sirve para eso.

Pero hablemos claro. La preocupación de muchos sobre esa observación de la UE, es la misma que tienen sobre las elecciones del 21N y las negociaciones en México: la “legitimidad” que eso le puede conferir al régimen. Y lo de la “legitimidad”, tampoco es un tema aislado; lo que en el fondo preocupa es lo que eso pudiera implicar con respecto a la permanencia de este régimen y más precisamente la permanencia de Nicolas Maduro hasta el 2024, cuando supuestamente −y constitucionalmente− se deben realizar unas nuevas elecciones presidenciales.

Al rechazar la perspectiva de permanencia del régimen hasta el 2024, obviamente se asume que hay algún supuesto “final”, inminente, que nadie ha logrado precisar y que tenemos varios años esperando. Y se asume, además, que cualquier contacto con el régimen es una forma de “legitimarlo”, de darle aire, de permitirle respirar.

Lo de la negociación en México parece que ya está más aceptado, pues se ha entendido que hay un “reconocimiento” mutuo; en todos los casos, sentarse a negociar implica reconocer a la otra parte; si no es así, no hay manera de sentarse a negociar ni siquiera para tomar un café. Pero lo de la participación electoral el 21N, es otra historia pues ese −el de conferirle “legitimidad” al régimen− es uno de los argumentos en contra más recurrentes y manidos.

Pero, que los procesos electorales confieran más o menos “legitimidad”, o que un determinado país reconozca y haga negocios con el régimen venezolano, no tiene tampoco nada que ver con su permanencia en el poder. Eso está claro desde la elección presidencial de 2018 y la de AN del 2020, que fueron procesos que no reconocieron la mayoría de los países occidentales importantes, de América y Europa, y sin embargo esa falta de reconocimiento y de “legitimidad” no afectó la permanencia del régimen en el poder. Eso es algo que debió estar claro desde antes, desde el año 2005, cuando la falta de participación en las elecciones de la Asamblea Nacional (AN), la alta abstención y la supuesta “deslegitimación” que eso debió acarrear, no produjo ningún efecto práctico y más bien el régimen aprovechó su dominio absoluto sobre la AN para modificar a su libre arbitrio y sin resistencia alguna, gran parte del ordenamiento jurídico del país, que todavía hoy nos afecta y cada vez más.

Pero no aprendimos esa lección entonces. Y no la aprendimos en el 2017, que al abstenernos masivamente solo ganamos 6 gobernaciones, nos robaron una y regalamos otra, Zulia, y al final nos quedamos con cuatro y avergonzados al respecto; ni en el 2018, cuando le obsequiamos la presidencia a Maduro −aunque es de reconocer que ese gesto al menos nos sirvió un año más tarde para que varios países importantes reconocieran al Gobierno Interino de Juan Guaidó−; ni en el 2020, cuando nos abstuvimos de participar en la elección de AN, dejándoles el campo libre nuevamente al régimen, para legislar a su absoluta conveniencia.

De manera que, si la falta de reconocimiento y la falta de “legitimidad” no afecta la permanencia del régimen en el poder, mucho menos la afecta el que la UE venga a observar unas elecciones, o el Centro Carter, o la ONU, o cualquier otro; al menos servirán de compensación a los que él régimen va a traer para que “observen”.

En otras palabras, y para decirlo claramente, la permanencia de Nicolás Maduro hasta el 2024, no tiene nada que ver con que la UE venga a observar, ni con la “legitimidad”, ni con el reconocimiento de la UE o de cualquier país hacia el régimen imperante en Venezuela. La permanencia de este régimen en el poder, hoy en día, tiene que ver, estrictamente, con su capacidad para ejercer la fuerza y someter a la población y al país.

La permanencia del régimen en el poder y la de Maduro en la presidencia, tienen más que ver con que la oposición democrática −y la no democrática− no tiene fuerza real para impedir que eso ocurra; y si la tienen o la han tenido, no tienen manera de expresarla, para evitarlo; ni tampoco hay ningún país, ni fuerza externa dispuesta a impedir que esto ocurra o emprender acciones más allá de unas sanciones, que no todos los países aplican, ni cumplen. Eso es lo que no queremos admitir.

Pero, además, ahora hay un hecho indiscutible, si la observación de la UE confiere “legitimidad” al régimen, también confiere “legitimidad" a la oposición y pone más difícil cualquier maniobra posterior que intente el régimen para desconocer los resultados que obtenga la oposición. (Consté que dije “más difícil”, no que no lo va a hacer o intentar)

Para concluir, si para la “leyenda negra” opositora y algunos conspicuos representantes de la oposición democrática, la misión de observación de la UE “legitima al régimen” y para el régimen la misión de observación es una “injerencia en los asuntos internos”, ¿Qué se puede decir al final de todo esto?, pues lo que se diría en un español castizo: ¡Va Ud. bien, Sr. Borrell, va Ud. bien! No se supone que una MOE complazca a tirios o troyanos… o a troyanos y tirios.

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Angustia opositora.

Ismael Pérez Vigil

Ante el ambiente que vivimos con acusaciones de corrupción en la oposición, la incertidumbre por los resultados de la jornada electoral del 21 de noviembre y las negociaciones en México −eventos que se entrecruzan e impactan mutuamente− y otros temas, según pasan los días es imposible no contagiarse de esa angustia, de esa redonda sombra, que se va apoderando de todos los que nos oponemos a este régimen de oprobio y se hace preciso evaluar como impactan a la oposición democrática.

Concentrándome en el caso de Monómeros, el más delicado y agudo de todos, no voy a hacer un juicio de valor, ni desconocer la importancia y la gravedad de las denuncias ocurridas en las dos últimas semanas, con el documento de Primero Justicia (PJ), la respuesta del Gobierno Interino y las entrevistas a algunos de los voceros de la oposición, en torno al tema del documento de PJ y el caso de Monómeros. Tampoco lo voy a magnificar, más allá de tratarlo aquí.

Tenemos −como dice un amigo− varios “autogoles” en la cancha, imposibles de ocultar, de desconocer o de ignorar, que no es el caso, por supuesto. De lo que sí se trata es también de comprenderlos, ponerlos en su exacta dimensión, sin menospreciarlos, pero sin magnificarlos, para sacar alguna enseñanza, moraleja o lección de lo ocurrido.

Tras leer la catajarria de documentos y artículos con opiniones, a cuál más radical o dura −también varias excesivamente complacientes− y escuchar, varias veces, entrevistas recientes y pasadas sobre el tema, me pregunto: ¿Qué hemos sacado en claro de todo este buen embrollo?

Al menos yo −confieso− todavía no sé cuál es la exacta situación de la empresa Monómeros; sí está o no está quebrada, cuál es el alcance de la intervención del gobierno colombiano −al parecer la importancia estratégica de Monómeros allá es muy superior a la que aparentemente tiene para nosotros aquí−; pero todavía no sé cuáles son las irregularidades que se cometieron, si hay o no algún delito; y sobre todo ¿Quiénes son los delincuentes?, ¿Cuánto dinero se perdió?, ¿Quién se lo apropió?, si es el caso, o ¿En qué consisten las irregularidades que allí se cometieron, los malos manejos, los abusos?, ¿Quiénes se beneficiaron con lo ocurrido?, etc.

Destaca también que los únicos nombres que han aparecido son los que ha mencionado el ex embajador en Colombia, Dr. Calderón Berti, que son los mismos que dijo hace ya más de un año, los que mencionó en diciembre de 2019 cuando el episodio de su “destitución”, pues él siempre negó que fuera una renuncia.

Esos nombres que hoy aparecen −los mismos que aparecieron en esa oportunidad− son: Manuel Rosales, hoy candidato a gobernador de la MUD en el Estado Zulia; Tomás Guanipa, que ya no está en Colombia (no sé sí sigue como negociador en México), candidato a alcalde en el Municipio Libertador, también por la MUD; Julio Borges, exilado en Colombia, aun Canciller del Gobierno Interino y a quien se menciona, pero no conectado con el caso de Monómeros; algunos diputados cuyos nombres se me escapan, o no los recuerdo, pero que en todo caso cualquiera los puede escuchar en alguna de las múltiples entrevistas que le han hecho al ex embajador, en aquel momento y ahora.

Pero, aparte de reunirse, alguna vez, una vez, o varias veces, con la junta directiva de la empresa −que no es algo que debió ocurrir, indudablemente, pues no tiene ningún sentido gerencial, administrativo o comercial−, ¿Cómo están implicados esos personajes en todo esto? ¿De qué manera influyeron en alguna decisión equivocada? ¿De qué se les está acusando? Y si no es así, ¿Por qué mencionarlos?

En todo lo ocurrido, también se ha mencionado −conjuntamente con el caso de Monómeros y los activos venezolanos en el exterior− el manejo de la ayuda humanitaria, durante el evento aquel en Cúcuta, en febrero de 2019, que al parecer en su momento se denunció ante autoridades colombianas y que por lo visto fue desechado por la fiscalía de ese país; también se ha hablado de lo ocurrido en el frustrado evento o golpe de La Carlota del 30 de abril de 2019, y de varias cosas más. En todo eso, según denunció el Dr. Calderón Berti, el responsable sería Leopoldo López, en su opinión, porque tampoco es que se hayan aportado muchos datos o pruebas al respecto.

Entonces, vuelvo a mi pregunta inicial, realmente, ¿Qué hemos sacado en claro de todo este asunto?, porque quien sí le ha sacado provecho a la situación es, evidentemente, el régimen. Ya Nicolás Maduro está diciendo que Monómeros cuando estaba en manos de su gobierno producía y ahora está quebrada, ¡Nada menos!

Por supuesto, a toda esta diatriba opositora también le sacan provecho los eternos defensores de “la leyenda negra” de la oposición. Pero de todo este embrollo, siempre es posible aprender; por ejemplo, quién antepone su ambición de poder y sus intereses personales a los de todo el país; y para quién es más importante que hacer propuestas factibles, magnificar los errores de la oposición democrática, tratando de diferenciarse y pescar en rio revuelto. A lo mejor llegó la hora de dar discusiones más francas y de deslindarse abiertamente, ¿será?

Mi padre, usualmente callado y muy sabio, de quien aprendí la filosofía −para él extrema− de que el vaso siempre está medio lleno, al observar lo que ocurre, diría que sí, que éste es el mejor momento y “… que estamos bien, porque peor no podemos estar”.

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Rómulo Resiste

Ismael Pérez Vigil

Hablemos de cine. Pero, no se trata de una pausa en la política, todo lo contario, pues me voy a referir al último filme de Carlos Oteyza: Rómulo Resiste, que nos lleva al centro mismo de la política y que se estrenará el 11 de octubre, en función a beneficio de Fe y Alegría.

Se trata de un largometraje documental, obviamente sobre Rómulo Betancourt, cuyo aniversario de 40 años de fallecimiento se conmemoro hace pocos días, el 28 de septiembre. No teman a que les vaya a arruinar la expectativa, contando algo sobre la película, pues no he tenido el privilegio de verla. Lo que sí he tenido es el privilegio de entrevistar a su realizador y director, Carlos Oteyza, para el programa radial de Venezolanos Siempre.

Las preguntas que le formulé a Oteyza, son las mismas que les narro en este escrito, pero tampoco diré nada acerca de sus interesantes respuestas, para que escuchen el programa, que se transmitirá el próximo martes por www.radiocomunidad.com a las 12 del mediodía y a las 12 de la noche; después también lo podrán escuchar, en cualquier momento, en la página: https://venezolanossiempre.org/.

Según la promoción de la película, esta se centra en el llamado segundo gobierno de Rómulo Betancourt −el primero fue entre 1945 y 1947−; el gobierno entre 1959 y 1964 es probablemente uno de los más interesantes e importantes periodos políticos de la historia republicana de Venezuela; y me atrevería a decir que lo es también de la historia democrática de América Latina.

Se que es una osadía escribir sobre una película que no he visto, pero de la conversación con su director pude deducir que la película no se adentra en la biografía de Betancourt; en sus inicios en la política con la llamada “Generación del 28”, ni a sus años de exilio y periodo de formación política. Apenas menciona su participación en el golpe de estado contra Medina Angarita del 18 octubre de 1945 y su participación como Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, que asumió el poder tras ese golpe de estado y que se conoce como el Trienio Adeco, 1945 a 1948, en la historia política de Venezuela.

De todo ese periodo solo destaca su papel en la formación del Pacto de Punto Fijo, que fue el gran frente democrático que se consolidó tras la caída de la dictadura perezjimenista, que enorme falta nos está haciendo para enfrentar la actual.

Con todos esos antecedentes de vida y actividad política, la película, como dije, se centra entonces en el periodo de gobierno que discurre entre 1959 y 1964. Y al entrevistar a Carlos Oteyza tuvimos que confesarle que nos maravillábamos acerca de cómo había hecho para reunir en un filme de unas dos horas, toda la riqueza política y de acontecimientos que se sucedieron en el país en esos cinco años.

Ya he mencionado el Pacto de Punto Fijo, que fue la base del gobierno de coalición presidido por Betancourt, integrado por AD, Copei y URD, este último, hasta 1962; también hay que mencionar como evento político de ese periodo la aprobación y promulgación, por el Congreso Nacional instalado en 1959, de la Constitución de 1961, que es la constitución que más ha durado en Venezuela de todas las que hemos tenido desde la primera, aprobada en 1811. Los antecedentes de esa constitución habría que buscarlos en la Asamblea Constituyente de 1945 −presidida por Andrés Eloy Blanco, otro gran líder político venezolano− que promulgó una Constitución en 1947, fundamento, como dije, de la de 1961.

En el periodo reseñado en la película, una de las dificultades políticas que enfrentó a Betancourt con sus socios del Pacto de Punto Fijo fue la salida de URD del gobierno en 1962; que se produjo como consecuencia de las diferencias por la posición en materia de política exterior de URD con el gobierno de Betancourt, especialmente por la llamada Doctrina Betancourt y la posición de expulsión de Cuba de la OEA. La llamada Doctrina Betancourt, guio la política exterior de Venezuela durante muchos años y llevó al gobierno de Betancourt a romper relaciones con gobiernos dictatoriales, no surgidos de elecciones libres o que no respetaban la vía democrática, entre ellos: España, Cuba, Republica Dominicana, Argentina, Perú, Ecuador, Guatemala, Honduras y Haití.

Pero esas no fueron las únicas dificultades políticas que tuvo Betancourt en esos tumultuosos años. Enfrentó igualmente divisiones en Acción Democrática −la que dio origen al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR y la del llamado Grupo-ARS, que originó AD-Oposición para las elecciones de 1963 y luego se constituiría en el Partido Revolucionario de Integración Nacional, PRIN−; igualmente enfrentó la ilegalización del MIR y del Partido Comunista, por su vinculación con las llamadas Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, FALN, que condujeron la lucha armada y la sublevación guerrillera en su contra durante varios años. De igual manera, confrontó tres intentos de golpe de estado −El Carupanazo, El Porteñazo y el Barcelonazo− y un intento de magnicidio, planificado, según las denuncias, por uno de sus enemigos políticos caribeños, el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo.

Pero no solo fueron sinsabores políticos los que le tocaron durante su gobierno, pues también recibió la primera visita a Venezuela de un presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, quien, con su esposa, visitó el país a mediados de diciembre de 1961, firmó con Betancourt un acuerdo en el marco de la denominada Alianza para el Progreso y lo acompañó en actos políticos, como la entrega de créditos del Banco Interamericano de Desarrollo a campesinos venezolanos, en el proceso de Reforma Agraria iniciada por el gobierno.

En materia económica son muchos las cosas y los logros que se pueden mencionar en este periodo de gobierno de Rómulo Betancourt. Ya he dicho lo del inicio de la Reforma Agraria; otro de los hechos significativos fue la participación de Venezuela en la fundación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP; a lo que hay que agregar el impulso a la política de sustitución de importaciones, la creación de la Corporación Venezolana de Guayana, CVG, la creación de la Corporación Venezolana del Petróleo, CVP, el inicio de la construcción de la Represa del Guri, la conclusión del Puente Rafael Urdaneta, sobre el Lago de Maracaibo y el inicio de la construcción del primer puente sobre el Orinoco. Además, durante su gobierno se construyeron más de 4 mil 500 Km de carreteras, se construyeron también más de 3 mil escuelas y más 200 liceos, por todo el país, que duplicaron la matrícula escolar al pasar de 800 mil a más de 1 millón 600 mil estudiantes. Al finalizar su periodo había en Venezuela más población escolar que los votos que saco Betancourt en su elección en 1958 (1.284.092, el 49% del registro electoral).

Y a pesar de que tuvo que enfrentar decisiones económicas complicadas y duras, como establecer un control de cambios, devaluar el bolívar y enfrentar una disminución del 10% de los sueldos a los empleados públicos, el crecimiento de la economía se situó entre el 4 y el 5% durante su periodo de gobierno.

Muchas de estas cosas estarán presentes en la película: Rómulo Resiste, otras apenas se mencionarán, precisamente esa fue una de las preguntas que hicimos a Carlos Oteyza, ¿Cuál fue su criterio para desechar algunos hechos e incluir otros?; pero, dejo a todos la incógnita y la tarea de descubrirla viendo la película y escuchando la entrevista a Carlos Oteyza el próximo martes, 5 de octubre, en el programa radial de Venezolanos Siempre, ya mencionado.

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Listas y Neolenguas

Ismael Pérez Vigil

En los regímenes como el que padecemos, permítanme obviar las definiciones complicadas, no es fácil determinar qué cosas son peores que otras −es decir, todo es peor−; pero, sin duda, una de las peores cosas es su afán por cambiar lo que somos. No solo nuestras instituciones, nuestros símbolos y nuestra democracia, sino ese intento descarado de transformar nuestra historia, nuestra cultura y nuestro “habla”.

Es un vasto tema, el que podemos definir como “cultural”, pero lo acotaré, refiriéndome solo al tema del lenguaje −más precisamente la “neolengua” del régimen− y esa manía de clasificar y encasillarnos a todos.

El término “neolengua”, lo tomamos en el sentido en que lo hacía Orwell en su novela: “1984”; lo que él llamaba el “viejo lenguaje” (Oldspeak) y lo transformaba por uno nuevo, mucho más simplificado, con la finalidad de dominar el pensamiento de los habitantes, de la población, de los hombres del partido, para hacerlos pensar de una manera determinada. Vaciaba de contenido algunos conceptos −por ejemplo, libertad y otros− y les daba el contenido que el sistema quería. Eso es ni más ni menos lo que empezó a hacer Hugo Chávez desde su campaña electoral y desde luego lo intensificó cuando fue presidente y dirigía aquellos largos programas dominicales y pronunciaba en cadena de medios aquellos largos discursos, en donde contaba sus anécdotas, escatológicas, absurdas, inventaba términos, insultaba, reinterpretaba la historia, denigrando de unos próceres y ensalzando a otros, como a Zamora, por ejemplo, figura de por sí polémica y no muy bien considerado por muchos cronistas e historiadores.

De ahí viene también todo ese lenguaje, esa neolengua, del desdoblamiento innecesario de “venezolanos y venezolanas, “ciudadanos y ciudadanas”, etc. que plaga −nunca esta palabra pudo ser mejor empleada− nuestra Constitución, leyes, documentos oficiales, discursos y hasta los malos chistes de los dirigentes del gobierno. Ese lenguaje ha ido pasando a la población y hoy muchos opositores lo imitan y lo utilizan con la misma carga de veneno y odio que Hugo Chávez le imprimió. Por ejemplo, ese reemplazar la lucha política por “guerra”, el rival político, el contendor político, por el “enemigo” al que hay que acabar, aniquilar.

Todas esas expresiones como: guerra, enemigo, milicia, unidades de combate, batalla, rodilla en tierra, guerra de tercera generación, guerra híbrida, etc.; algunos las han ido adoptando, sin darse cuenta o conscientemente, y utilizan esa neolengua, esa jerga militarista, para el análisis político, para el análisis de la realidad, sin percatarse que resultan en una simplificación del lenguaje y una sobre simplificación de la realidad que se pretende analizar.

Y así está también esa manía de “clasificar” en bueno, regular y malo, teniendo por bueno, por supuesto, lo que está de acuerdo con lo que yo pienso y la estrategia que yo defino; regular, aquellas ideas “imperfectas” y “equivocadas”, solo medianamente toleradas por ser conceptos ingenuos; y malo, por supuesto, las que se contraponen a las mías.

Esa manía no es nueva, hay que decirlo, se remonta a la “prehistoria” del chavismo, cuando teníamos aquellos frondosos y enjundiosos comunicados firmados por intelectuales, periodistas, políticos, artistas, etc. para llamar la atención sobre un determinado tema o para fijar posición pública sobre determinados acontecimientos que afectaban al país. Eso derivó, en épocas más cercanas al surgimiento del “chavismo”, en aquellos “notables”, para algunos de ingrata recordación, que asocian con el origen del desmadre que nos condujo a esta ignominia; pero eso es otra historia.

A esa manía de “clasificación” obviamente le sigue la elaboración de “listas”, que han alcanzado su perfección en este régimen, siendo la más famosa aquella llamada “Lista de Tascón”, que deriva su nombre de un diputado homónimo, elaborada con el listado de los que firmamos solicitando un referendo revocatorio a Hugo Chávez en 2002 y 2003, que vino a realizarse, como todos sabemos, en 2004, después de todos los intentos por suprimirlo, por parte del impugnado. Esa “Lista de Tascón” fue utilizada por tres o cuatro años por el régimen, hasta que el propio Hugo Chávez tuvo que intervenir, sin mucho ánimo, por cierto, para que fuera eliminada, después de que empezó a utilizarse para tomar todo tipo de decisiones en la administración pública, en la industria petrolera, en las empresas del Estado y hasta en las empresas privadas que contrataban con el Estado. El régimen perfeccionó esa lista original y la convirtió en “listas”: de los que reciben dólares preferenciales, contratos del Estado sin licitación, los que reciben cajas CLAP, “bonos” de cualquier tipo, votantes a los que hay que acarrear para votar, listas para “echar” gasolina o diésel, y un sinfín más, de todo tipo de cosas, pues en esta materia la imaginación de los capitostes del régimen es muy prolífica.

Como no podía faltar, de nuestro lado de la acera, también tenemos “listas”, empíricas, de opositores: la lista de los buenos, la de los regulares y la de los malos. En la de los “buenos” están todos los que piensan exactamente igual que él que elabora, o los que elaboran, las “listas”. A los “regulares” se los señala, eventualmente humilla y presiona, para que rectifiquen, renieguen de sus ideas y se pasen a la lista de los “buenos”; de no hacerlo y persistir en sus defectos e imperfecciones, serán considerados como parte de los “malos”. En la de los “malos”, por supuesto, están esos que hay que “derrotar”, exterminar sin apelación, con los que no se dialoga, ni negocia, pues son hampones, narcotraficantes y malvados.

Pero las clasificaciones tienen un problema, sobre todo cuando se sobre simplifica la realidad o cuando de pronto las conductas o lo que hace la gente no se ajusta al concepto que se define como bueno, regular o malo. Y las “listas”, en consecuencia, tienen también su dificultad; siendo la primera la de los nombres que aparecen allí, que suelen ser −como todas ellas− imperfectas e incompletas y en algunos casos, pocos en verdad, sin haber estado de acuerdo con que su nombre apareciera allí, en esa “lista”; pero, obviamente, la dificultad más importante son los que no aparecen en ninguna. ¿Qué pasa con los que no aparecen? ¿Forman un grupo aparte? ¿Se les excluye del juego? ¿Se les rechaza?, esos detalles no entran en la mentalidad de los clasificadores y los neo lingüistas.

Y así llegamos a otro punto medular. ¿Quién o quiénes deciden quiénes son los buenos, quiénes los regulares y quiénes los malos? ¿Quiénes elaboran las “listas”? ¿Quiénes son los sacrosantos jueces, esos soberbios semidioses, savonarolas de nuevo cuño, que definen qué es “bueno”, qué es “regular” y qué es “malo” y en consecuencia: quiénes son los buenos, quiénes los regulares y quiénes los malos? Lo dejo hasta aquí, pues abundar más sería caer en la tentación de dar nombres, de hacer “listas”, que no es el caso.

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¿Qué Saab’e el Pollo?

Ismael Pérez Vigil

Me sorprende −no sé cómo llamarlo− el nivel de ingenuidad, credulidad y en algunos casos, oportunismo político, cuando leo comentarios y mensajes acerca de la noticia de que el régimen estaría solicitando la incorporación de Alex Saab a la mesa de negociación en México. Creo que vale la pena poner todos estos temas −el preso de Cabo Verde, el prófugo de Madrid y las negociaciones de México− en perspectiva. Vayamos por partes, de lo más simple e inmediato a los más complejo y escabroso.

Primero, con este señor retenido en cárcel de lujo en Cabo Verde, mientras se decide su extradición a los EEUU, sus abogados han utilizado todo tipo de trucos y de subterfugios legales para retrasar lo que luce inevitable; pero, ¿De verdad alguien puede creer que este señor tiene la más mínima posibilidad de ser incorporado a la mesa de negociación en México? ¿Qué el tribunal de Cabo Verde, que le ha dado largas y que tiene al gobierno de los EEUU respirándole en la nuca y mirando por sobre el hombro de los magistrados, va a ordenar que monten a este señor en un avión y lo envíen a México? El primero que rechazaría semejante barbaridad es él mismo preso de Cabo Verde, que no estaría dispuesto a salir de su cómodo resort y ser capturado de manera aparatosa en cualquier aeropuerto.

Segundo, con respecto al Sr. Pollo; podemos dar por seguro que va a ocurrir, si no algo igual, algo muy parecido a lo que pasó con el preso de Cabo Verde. Van a tratar de alargar el proceso, retrasarlo, darle largas, el señor va a amenazar con “descubrir” cualquier cosa, con denunciar a medio mundo --como ya lo está haciendo-- con revelar lo que sabe, etc. El Sr. Pollo y sus abogados, emplearán todo tipo de argucias y artimañas para retrasar algo que lo afecta, sobre todo personalmente, y hemos de suponer que cuenta con los medios económicos para ello.

Tercero, si extraditan finalmente a ambos a los EEUU, ¿Que creen Uds. que va a pasar? Yo voy a disentir de muchos colegas, periodistas y analistas, pero: ¿Ustedes creen que estos señores pueden tener alguna información útil, de procesos que ya se deben haber desmantelado hace tiempo? ¿O que tienen alguna información que el gobierno norteamericano ya no conozca, de sobra y con suficientes datos y pruebas? ¿Alguien puede pensar que lo que estos señores conozcan −y revelen, si es que lo hacen− va a representar alguna diferencia frente a los casos que ya los EEUU deben tener suficientemente documentados? Más aún ¿Alguien cree que de verdad estos señores van a decir algo diferente a lo que han dicho ya todos los que están por allá −el señor aquel de la maleta con los dólares para Argentina, el tuerto de los caballos y granjas; el “petrolero” escondido en la Ciudad Eterna; la fiscal prófuga por el país vecino; y varios más que ya están exilados o en cárceles de los EEUU y que supuestamente ya cantaron? O sea, ¿Realmente alguien cree que estos señores van a aportar algo diferente o van a decir algo que de verdad ponga al régimen venezolano en “peligro”, o tan siquiera en un “aprieto” mayor que el que ya tiene y que por lo visto no le afecta mucho? Dejo como reflexión esas preguntas.

Cuarto, es evidente que el régimen venezolano tiene que demostrar que protege a los suyos; a todos los testaferros que todavía tiene por el mundo y a todos los que hacen “negocios” con ellos. No les puede enviar el mensaje de que los va a dejar desamparados ante cualquier “dificultad”; por el contrario, les tiene que decir −y demostrar con hechos− que los van a defender, hasta la última instancia que puedan. Y ese es el mensaje que está enviando con todas esas movidas que le estamos viendo y que confunden a algunos.

Quinto, si bien el mensaje es para su propia gente, para evitar desbandadas inconvenientes, hacia nosotros −viniendo de quien viene, especialista en manipulación y provocación− el mensaje es para irritarnos, para desbalancearnos, para que nos peleemos entre nosotros, dados como somos de crédulos de todo lo que ellos dicen, sobre todo de lo que puede afectar o desacreditar a la oposición democrática, al G4 o al gobierno interino, porque saben bien que esas estupideces sacan a algunos de sus casillas, los desmoralizan y a otros les dan una excusa para golpear más a la Plataforma Unitaria, para debilitar nuestra posición negociadora y estimular e inducir más la abstención, cómo si eso hiciera falta. También sirve de pretexto para que unos supuestos “radicales”, de esos que nunca van a la raíz, sino que siempre se quedan en la superficie de la difamación, aprovechen para denigrar de la oposición democrática, del G4, del gobierno interino, de los partidos y líderes que han logrado sobrevivir.

Sexto, ¿Y la negociación?, se preguntarán algunos. A medida que transcurren las semanas, desde el inicio del proceso de negociación en México y dados los precedentes conocidos, está cada vez más claro que un interés del gobierno de Nicolas Maduro siempre fue ganar “respetabilidad”, “reconocimiento” o “legitimidad” ante la comunidad internacional y, por supuesto, lograr que le quitaran algunas o todas las sanciones internacionales, aun cuando, en mi opinión, ya ha aprendido a manejarse con ellas. Sin las sanciones y algo más de recursos, no cabe duda, que el régimen pudiera continuar el populismo hacía sus seguidores a nivel popular −y que algo “percole”, al resto de la población− y puede, sobre todo, continuar con el “Festín de Baltasar”, con sus socios internacionales e internos; porque con sus “enemigos”, que somos todos los venezolanos que nos le oponemos, con la represión y el control policial y militar es más que suficiente. Una vez que ocurra algo de eso −mayor reconocimiento, levantamiento de sanciones− o que no ocurra, como pareciera que va a ser la situación, el régimen pateará la mesa y se levantará de ella sin contemplaciones, que pareciera ser el escenario que está preparando a toda velocidad, toda vez que ha entendido que no se eliminaran las sanciones y que la “legitimidad” internacional no es un objetivo tan apremiante. Para levantarse de la mesa se servirá de cualquier excusa, el preso de lujo de Cabo Verde, el prófugo de Madrid, o lo que sea.

Séptimo, y sí esto ocurre, ¿Para nosotros, entonces, qué significado tuvieron la negociación en México y el 21N?, pues para nosotros, si no se logran los objetivos planteados en la negociación y en el Memorándum de Entendimiento, esta negociación, lo que quiera que dure, habrá servido para ganar tiempo −que somos quienes realmente lo necesitamos−, para unificar y solidificar más nuestras estrategias, para calibrar mejor nuestros partidos y líderes, para mantener el apoyo internacional, y −junto con la participación electoral del 21N− para ganar en organización y disminuir el caos interno que nos carcome. Si esto es así, todo lo ocurrido habrá sido ganancia, siempre y cuando se cumpla una condición fundamental: que no nos montemos falsas expectativas, que siempre es el error que cometemos.

Cada vez es más claro que el fin de este régimen de oprobio depende de la fuerza de tenaza, de la presión interna e internacional, que logre romper el caparazón de la logia en el poder, de ese bloque hegemónico sostenido por la fuerza militar, que es lo único −y no es poca cosa− que mantiene al régimen. Para ello nos toca fortalecer la presión interna, tarea con la que estamos en deuda. Resistir y sobrevivir es importante, pero no es suficiente.

Por lo pronto, de verdad me sorprende el nivel de ingenuidad de algunos análisis viniendo de personas −periodistas algunos− que uno pudiera suponer que están algo mejor informados. Seamos serios, la gravedad de lo que vivimos en el país lo amerita.

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