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Simón García

Una propuesta

Simón García

Después de la reciente reunión entre fuerzas de oposición, ha aumentado la expectativa de que nuevos encuentros permitan desbloquear las posibilidades de un entendimiento mínimo e incorporar al sector liderado por María Corina Machado. Existen diferencias insalvables como la que pone como prerrequisito para cualquier negociación con el gobierno que Maduro esté fuera de él y quienes consideran que el objetivo a corto plazo es lograr un cambio en las políticas económicas, medidas de institucionalización y renovación del CNE. Pero en muchos otros aspectos, el país reclama que la oposición se ponga de acuerdo entre sí.

Una manera de favorecer mayor aproximación entre las fuerzas de cambio y detener su fragmentación puede ser recolocar sus actividades en tres agendas: la del país, la de la crisis social y la de las próximas coyunturas electorales. Son interdependientes, pero tratarlas separadamente y sin que una prele a las otras.

De estas tres agendas, las dos primeras son urgentes. Pueden y deben traducirse en acciones concertadas de la oposición. No admiten demoras. En ellas se concentran importantes coincidencias. Abarcan temas propicios para que la oposición comience a rescatar su pérdida de credibilidad.

Existe una tercera agenda que puede o no ser asumida preventivamente y en el plano del debate necesario para reformular una estrategia eficaz. Se refiere a batallas electorales que el régimen va a imponer y frente a las cuales hay que encontrar la respuesta que mejor contribuya al empoderamiento del cambio. El fortalecimiento de los partidos y de la sociedad civil es indispensable para aumentar la capacidad de presión interna hacia desenlaces democráticos, pacíficos y decididos por venezolanos.

Las tres agendas no tienen hoy el mismo grado de consenso, pero mientras mayores sean los acuerdos en una de las dos urgentes, más fácil resultará superar las diferencias o disminuir la posibilidad de que la agenda menos consensuada, la electoral, obstruya la acción compartida en las otras dos.

Nadie es dueño de certidumbres ni adivino de los giros inesperados que puede dar la historia, pero no debemos reducir la política a una apuesta sobre salidas que no están en nuestras manos. Y menos alentar falsas expectativas que ha sido uno de los errores que han contribuido a que el régimen se atornille.

Ahora, definiendo un recomienzo a partir de las fuerzas y espacios que aún se conservan, la oposición tiene que afincarse en una realidad: el gobierno tiene crecientes averías para gobernar, lo desborda su pérdida de control sobre las situaciones destructivas que crea y sigue recibiendo, incluso en su seno, el rechazo a la bancarrota de todo y de todos. El país quiere una política alternativa y un horizonte de reunificación de los venezolanos que sólo la oposición democrática puede darle, si se acordara sobre el cómo y el para qué de sus estrategias.

Las tres agendas permiten fortalecer la acción conjunta y lograr que el contenido político y social prive sobre las formas de la unidad. Exigen un esfuerzo común de militantes y ciudadanos, miras elevadas; rendición de cuentas y que cada partido retome su misión cívica. Ellas pueden abrir una competencia de aportes y de aciertos entre el mayor número posible de actores democráticos, diversos y coherentes. Y eso es algo.

@garciasim

La ruta interna

Simón García

El régimen logró sembrar la discordia entre los venezolanos, manipular el resentimiento y poner a una parte del país contra la otra. Quebró fundamentos del gentilicio, valores e identidades, llenando de fango ideológico la conciencia social. El escalón unitario superior, el de la reunificación de la nación, exige sanar estas heridas y restablecer una cultura cívica responsable. Para lograrlo, el primer paso, es no seguir dividiendo a la sociedad entre chavismo y antichavismo.

Entre la oposición partidista, de naturaleza fundamentalmente política y la oposición social, la que se expresa en las demandas de sobrevivencia de la población, hay un largo desfase. En general, partidos y políticos, tienen una agenda de los discursos, que pocas veces desciende a la tierra arrasada cotidianamente por las crisis. Situarse en el segundo escalón implica que los partidos y los políticos dejen de flotar como burbujas desvinculadas de la sufriente realidad.

La oposición articulada a los partidos no ha podido mantener una integración estable y frecuentemente revela una división con partes tan incongruentes como las de una esfinge. Por qué no logra unirse efectivamente es un enigma que la estrangula. Ante su inexistencia, toda la oposición ( o de casi toda si se considera que hay fundamentalistas que defienden que la oposición se fortalece depurándose) clama a las élites políticas por acuerdos durables entre ellas, como primer escalón para construir confianza y potenciar la eficacia.

Si no recorremos bien esta ruta interna, no podremos abrir junto al país la ruta mayor que conduzca a una transición negociada del autoritarismo a la democracia. Negociada significa progresiva, con participación de actores pertenecientes a los dos proyectos de país enfrentados y con un desenlace nacional, pacífico y electoral.

Esta ruta se configura como solución alternativa más probable a medida que los factores internacionales, aun combinando distintos planes para lograr el restablecimiento de la democracia en Venezuela, pongan énfasis en el entendimiento interno para introducir liberalizaciones económicas, institucionales y políticas. Una vía que no está predeterminada y en la que la oposición tiene que estar unida si quiere influir en una determinada variante.

Aquellos que no ven salida, lo que descartan es que ella pueda producirse a partir de un proceso electoral. Por eso hay que debatir la pertinencia de la participación y la abstención, como tema a futuro, libre de posiciones tomadas y de pases de factura. Parece claro que la oposición no debe limitarse a alternativas que no dependen de ella, ni pedir un golpe que transfiera más poder de decisión a los militares.

Así que es urgente iniciar esa ruta interna y que las partes fragmentadas de la oposición abandonen la idea de la unidad como un medio para alcanzar la hegemonía de un determinado liderazgo.

La unidad tiene sentido sólo como una herramienta estratégica para despejar una ruta mayor para superar la crisis y realizar los cambios en una nueva convivencia entre los actuales rivales sobre la base de la vigencia de la Constitución.

Hay que renovar el concepto de unidad, dejar atrás su proclamación ritual y superar los obstáculos reales que impiden que las tres o cuatro polos de la oposición definan el alcance, el funcionamiento y la estrategia común para enfrentar un régimen que carece de viabilidad económica y social. Esa es una prioridad.

El país a un paso del cambio y… ¿UD?

Simón García

La gente en la calle clama, con rabia y desesperación, ante la crisis de todo, que hace insoportable la vida de cada uno. Fuenteovejuna murmura el nombre de un mismo culpable: Maduro. Los analistas y las diversas encuestas muestran un porcentaje asombroso de personas que, si fueran a votar, propinarían una derrota Guinness al gobierno del hambre.

Buena parte de los opositores se preocupan de las condiciones ventajistas, del repertorio de arbitrariedades y trampas que habrá que doblegar para que la determinante voluntad de cambio no sea escamoteada. Es un catálogo que conocen bien los que han cubierto mesas por la oposición y las organizaciones con experticia, en defensa del voto y observación electoral, que fueron soportes de la victoria unitaria en las elecciones de 2015. Su ayuda es ahora más necesaria que nunca porque las jiribillas vienen en talla extra-larga.

Pocos se ocupan de las condiciones en las cuales tendrá que participar un gobernante acosado por el fracaso, repudiado internamente por el propio chavismo, con una cúpula en guerra por algún botín, aislado internacionalmente y desenmascarado en el club de hinchas que lo veían como un proyecto de justicia social y ahora se espantan ante los primeros vagones de un tren de delincuentes. El 80% de la población valora negativamente la gestión y el 75% está dispuesta a castigarlo electoralmente. Dos condiciones que licúan un triunfo oficialista aún si marca las barajas.

El país está a un paso de lograr lo que ha deseado durante años, muchas veces prometido y siempre esfumado. Es cierto que hay inconvenientes como la divergencia de los cuatro partidos ejes de la MUD que exigen determinadas condiciones para participar y la posición de Henri Falcón quien, con el apoyo de tres partidos de fuerza modesta, está luchando por cambiar las condiciones a un punto que permita despedir a Maduro y sus políticas económicas en dos meses.

Pero las frustraciones, la pérdida de credibilidad en líderes, el desgaste de la confianza producida por campañas del gobierno para debilitar a la oposición y enfrentarla entre sí, han hecho mella en la certeza del cambio. Buena parte de la oposición se distribuye entre los que dudan en ir a votar y quienes han perdido toda esperanza en el voto.

El obstáculo que bloquea la victoria es la abstención. Un campo minado que puede hacer estallar la realización de un cambio de presidente y de modelo, a menos que se desarme con inteligencia y dedicación. Si no, esa extensa ausencia de política que es la abstención, amputará el ejercicio del voto y sustituirá la posibilidad de cambio por una irresponsable indiferencia.

La situación es compleja, dinámica y acelerada. Una ventaja es que los principales partidos no sean doctrinariamente abstencionistas. Otra, el lugar que va tomando la idea de que se le puede ganar a Maduro, una condición que la dictadura jamás soñó que se llevaría por delante a todas las otras que inventó para sacar a la oposición del campo electoral y una vez separada, disparar a una y otra parte. Pero las balas se le están convirtiendo en un bumerang de votos.

@garciasim

marzo 20, 2018

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Actuar para ganar

Simón García

En Santo Domingo el gobierno hundió la posibilidad de elecciones libres y mantuvo la operación para quedarse en Miraflores por cualquier medio. Ese intento producirá más hambre, muerte, destrucción y ruina. Todos pagaremos con sangre y calamidades el bloqueo de unas elecciones democráticas, a menos que el 22 de abril irrumpa masivamente el país descontento.

Llamar ahora a la abstención es apartarse del sentido que tuvo no avalar las ventajistas condiciones oficialistas. Pero rechazarlas no conduce automáticamente a suponer, contra evidencias, que abstención tumbe dictaduras, ni a ignorar – también contra ellas – que la trampa oculta del gobierno es lograr convertir la mayoritaria oposición social en minoría electoral. No votar ayuda a ese plan.

Algunos sectores opositores argumentan de buena fe que votar es legitimar. Pero ese no es un criterio suficiente. Nuestra abstención no evitó que se eligiera la Asamblea Constituyente ni que funcionara como una realidad. Las dictaduras no se legitiman en el voto, sino en las armas, los tribunales y la minoría que manda autocráticamente.. ¿Incurriremos en esa confusión en las elecciones presidenciales?

No votar, especialmente sin día después, es una entrega voluntaria del país a la dictadura. El imperativo moral de la oposición es crear condiciones y sumar fuerzas para rescatar la democracia y salvar al país del hambre. Votar es una acción de enfrentamiento, de lucha, de rebeldía y deslegitimación. ¿Quedarse en casa que es?

Las encuestas indican que el 70 % de la población quiere votar y en su mayoría rechazará el modelo y la gestión de este gobierno. ¿A nombre de cual objetivo pueden las fuerzas opositoras, en medio de enfermos y sectores populares luchando por vivir, llamarlos a que rindan su derecho al voto, en vez de trabajar por aumentar este porcentaje, elevar su participación activa y preparar al país para derrotar la trampa y ganarle al fraude?

Los hoy abstencionistas son necesarios y hay que oírlos, persuadirlos. Favorecer que expresen sus puntos de vista sin descalificar a quienes consideran que el gobierno no es invencible. Su propia base popular, recibiendo bonos a costa de humillaciones, quiere ejercer el voto castigo y en su rebeldía ofrece un punto de encuentro entre fuerzas que han sido el sostén de los dos polos que se han enfrentado inútilmente estos años.

El madurismo es la forma inhumana, ilegal y violenta de ejercer el poder. Maduro no expresa a todo el chavismo y al borde del precipicio, pretende arrastrar tras de si a toda la sociedad. Maduro, debilitado internamente y aislado internacionalmente se agarrará de la abstención para manotear duro a los opositores, aumentar la desmoralización y perpetrar su fraude con menores costos.

Participar en estas elecciones será un desafío complicado para la MUD y las fuerzas democráticas fuera de ella. Si alcanza el primer milagro, seleccionar un candidato unitario, debe rodearlo del mayor respaldo de partidos, instituciones y organizaciones de la sociedad civil. Y mostrar mucha amplitud, más conexión popular y más ganas de actuar para ganar.

@garciasim

Más solo que Maduro

Simón García

Del hecho al dicho

El poeta Jaime Sabines dice que puesto que la realidad es superior a los sueños, frente a ella no habría que pedir "déjame soñar, sino decir déjame mirar". Pero el proceder político extremista, que todo lo piensa al revés, acostumbra sustituir lo que es por sus más exaltados deseos.

Ellos no admiten que exista una contradicción prácticamente insuperable entre chavistas y maduristas, entre vigencia de la Constitución y golpe de Estado, entre democracia y dictadura.

Esa distinción fundamental, que está mutando de astillamiento a fractura, es otro resultado de la casi unánime resistencia de la sociedad a las pretensiones dictatoriales de Maduro. Se está cumpliendo la predicción que pocos creían: el giro del proceso hacia su fase totalitaria, su abandono de la Constitución y el intento de sustituirla por una constitución para alargarle la vida a Maduro y su pequeña cúpula de saqueadores de la renta está recibiendo el rechazo de sus propios partidarios, poniendo fin a la hegemonía de Maduro y acabando con el monolitismo del PSUV. La astilla, desconcertante y dolorosa, proviene del mismo palo oficialista.

Aquellos que prefieren sustituir la realidad por sus deseos le reprochan a la Fiscal y al creciente chavismo crítico que defiendan lo que ellos consideran el legado del fundador del movimiento. No permiten que un venezolano pueda ser chavista y defender el Estado de Derecho y menos aún que se produzca una alianza entre ellos y las fuerzas que han estado durante años en la oposición. No le otorgan su valor simbólico y su validez, para abrir pacíficamente los cambios, a la valiente y ejemplar actitud adoptada por la Fiscal General de la República.

Las mentes patas arriba traen facturas, arrojan sombras sobre su intención, piden definiciones improcedentes y chillan porque la Fiscal no brincó la talanquera. Paradójicamente y sin proponérselo, ese tipo de visiones lleva agua al molino de Maduro.

La experiencia histórica indica que para que ocurra exitosamente una transición es necesario que se produzca un acuerdo entre los sectores moderados de los campos en pugna.

También nos enseña que la fractura en el bloque de poder tiende a ocurrir primero en el ámbito civil y luego se traslada al militar.

Los agentes de la transición, venciendo los prejuicios adquiridos en su larga confrontación, tienen que dialogar y definir los acuerdos mínimos para formar y sostener un gobierno centrado en la recuperación productiva del país, en la solidaridad social no populista, en el relanzamiento de la democracia y en la afirmación de una nueva cultura cívica. Son objetivos para volver a vivir con dignidad, en convivencia y aliando la igualdad de oportunidades básicas con la libertad y el avance progresista de la sociedad.

El golpe de Estado está hundiéndose en el fracaso. Los acontecimientos prueban que en el seno del chavismo y del gobierno quedan personas con decencia y conciencia. Donde están faltando estos tres atributos anteriores es en el madurismo.

Por eso Maduro está más solo y repudiado que el diablo.

@garciasim