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Firmando para Revocar en Caracas.

Tiempo de lectura: 14 min.

Uno vuelve siempre/A los viejos sitios/Donde amo la vida…/

Las Simples Cosas, Isella y Tejada

 

La Constitución venezolana prevé en su artículo 72 la revocatoria del mandato de todos los cargos de elección popular; y seguramente la mayoría de los venezolanos sabemos o recordamos que en 2004 se hizo un intento para revocar al Presidente Hugo Chávez Frías. Si buscamos la información, seguramente vamos a encontrar los resultados y detalles de ese referendo. Lo que no todos los venezolanos conocen, son las dificultades y el esfuerzo que eso supuso para los partidos políticos y la sociedad civil que apoyaron esa iniciativa; y mucho menos el ambiente que se vivió durante más de un año en el que se desarrollaron esos acontecimientos. De eso se trata este artículo, de contar, para revivir y recordar, algunos de esos momentos, complejos, delicados, que supusieron grandes esfuerzos de movilización, de dedicación de tiempo, de correr riesgos, que no deben olvidarse; particularmente, el proceso final de recolección de las firmas en el año 2003, para convocar el referendo revocatorio.

El contexto.

Para el proceso que concluyó en la solicitud de revocatoria del mandato del Presidente Chávez Frías en 2004, el Consejo Nacional Electoral (CNE) tras desestimar las firmas recogidas y presentadas por la oposición en agosto de 2003, organizó, convocó y controló un doble proceso, oficial, de recolección de firmas. El primero se realizó entre el 21 y el 24 de noviembre de 2003 y fue para que los partidarios del gobierno solicitaran revocar a diputados opositores de la Asamblea Nacional. Los seguidores del gobierno aseguran haber recogido firmas suficientes para revocar a 38 diputados (Sin embargo, ese referendo revocatorio nunca se llevó a cabo). El segundo proceso, el de la oposición, para revocar al Presidente Chávez Frías, al que me referiré, se realizó entre el viernes 28 de noviembre y el 1 de diciembre. Esa fase final de la recolección de firmas fue una jornada intensa y exitosa, en la cual la oposición democrática, partidos y sociedad civil, realizaron un extraordinario esfuerzo, con muchos factores en contra.

Con ligeras modificaciones de redacción −para aclarar algunos puntos, escritos en cursivas−, traigo el relato de lo que viví y tal como lo escribí hace veintiún años, para recuerdo de los miles de venezolanos involucrados en esa actividad y para que lo conozca esa gran porción de venezolanos, más del 35%, que aún no habían nacido o eran muy jóvenes. Ojalá logre transmitir la vivencia que tuvimos en esos meses, de julio hasta noviembre del 2003. En lo personal, la actividad desarrollada me llevó además a recorrer algunos lugares en donde crecí y viví, de allí el epígrafe al artículo. A continuación, el relato como lo escribí en 2003.

(Texto original del 2 de diciembre de 2003)

Después de una jornada preparatoria de varias semanas, con mucha tensión y trabajo, el cansancio baja de pronto y se siente un vacío en el cual lo que provoca es compartir sensaciones e impresiones, más allá del análisis, más o menos objetivo, más o menos inclinado en una u otra dirección. Durante esa jornada de cuatro días, desde el 28 de noviembre hasta el 1 de diciembre, pasé buena parte del tiempo en el lugar en el que habíamos instalado –la Red de Veedores− nuestros equipos técnicos y humanos; sin embargo, de acuerdo con las circunstancias y necesidades, me tocó recorrer algunos centros, en días diversos y en diversas circunstancias, y eso es lo que ahora quiero compartir.

El Cafetal.

Comencé, el día viernes 28, en un Centro de Recolección de Firmas (CRF) muy cerca de mi casa, que concentraba la población firmante de varios de los centros normales de votación de la zona. A esa hora, 7 am, aún no habían iniciado el proceso por falta del material, pero pude apreciar allí todo el dispositivo que la Coordinadora Democrática −coalición de partidos políticos, asociaciones civiles y ONG venezolanas de oposición que se formó en julio de 2002 y se disolvió en octubre de 2004− y los vecinos habían dispuesto. En un gran toldo dentro de un parque, estaba la mesa con los agentes recolectores, en otro plano del terreno, algo retirado, el toldo de la “verificación del registro electoral” y en algunos casos el espacio destinado para los “asesores legales”, con las computadoras que al final fueron una de las manzanas de la discordia. En otra parte, un espacio destinado para las personas mayores, con toldo, sombra y sillas; y en este caso específico, cruzando la calle, en la cancha deportiva de una escuela, la “zona de seguridad”, con recursos médicos, comida, café, etc. Por todas partes había voluntarios de todo tipo y para todo tipo de tareas. Y por los alrededores, los testigos y partidarios del gobierno, en labores de vigilancia y en algunos casos de “disuasión” a los posibles firmantes. Ese esquema, con mayor o menor éxito, con más o menos recursos, se repitió en todas partes, de la ciudad y con algunas variantes, en el resto del país.

Se notaba allí presencia vecinal, eficiencia ciudadana; ese capital social inagotable, incansable e indoblegable que hoy se nota a lo largo y ancho del país, ese voluntariado generoso, políticamente hablando, y que será factor decisivo del acontecer político en los próximos años. El ejercicio de la ciudadanía es un vicio peor que el tabaquismo y el alcohol, porque no atrofia las facultades mentales, sino que las desarrolla a niveles insospechados. Estas dos semanas la “sociedad civil” se volcó a recoger firmas, a apoyar las aspiraciones personales y políticas de algunos, pero que no se engañe nadie y que nadie subestime ese factor de ahora en adelante. Esa fuerza, al no competir por el poder, es anónima, inagotable, pero no va a perdonar errores de ahora en adelante.

Colinas de Bello Monte.

Recorrido el sector de El Cafetal (C.C. El Sol, C.C. Caurimare, etc.) donde los CRF tenían una disposición y organización similar; me fui a Colinas de Bello Monte y directo a la Concha Acústica. En sus estacionamientos jugué fútbol y béisbol cuando niño y en el Colegio Fray Luís Amigó, donde no solo transcurrieron felices e inolvidables mis años de niño, sino que allí me hice ciudadano votando por primera vez −y por muchos años−; un poco más abajo, por la Avenida Caurimara, está la modesta parroquia o iglesia que frecuenté durante mis años de niño y de adolescente y en donde se celebraba, en las tardes, una misa de culto católico Maronita.

Pero no solo la nostalgia me llevaba a ese lugar; no podía dejar de ir, pues había una razón práctica: allí firmaban mis padres y estaba absolutamente seguro de que a esa hora los iba a encontrar. Así fue en efecto; naturalmente entre los primeros, en la fila de las personas mayores, un par de ancianos de más de 80 años, doblados por la edad, pero asturianos recios, y cuando los vi de lejos, los dos de pie en la fila, me acordé de la canción de Pedro Garfias interpretada por Victor Manuel: ¿Quién derribara ese árbol / de Asturias ya un ramaje? / Desnudo, seco, clavado, / con su raíz entrañable… vertical inquebrantable. / Firme sobre roca firme / herida viva su carne…

Cumplido también el deber filial, por ser hijo único (siempre se habla de los “hijos únicos”, pero nadie habla nunca de los “padres únicos” y sus propias necesidades), finalicé mi recorrido en la sede de los Veedores y allí me encerré hasta muy tarde, a recibir llamadas, informes, reportes… y rumores, que nunca faltan en estos casos.

San Bernardino.

Desde la sede de Veedores, me moví algunas veces en días sucesivos a donde las llamadas e informes exigían que nos desplazáramos. De allí salí el sábado, con otro Veedor, hacia San Bernardino, donde el día anterior un oficial del Plan República pretendió retirar a los efectivos militares y dejar los CRF a merced de turbas que deambulaban en camiones y de motorizados que recorrían la zona, haciendo ruido con sus motos, atemorizando y lanzando cohetones −los llamados “Bin Laden” −, y gases lacrimógenos. Vano intento, el del oficial del Plan República y el de los motorizados; ni el oficial pudo retirar las tropas, ni los iracundos pudieron retirar a los firmantes. Asustados, sin duda, pero persistentes, esos centros permanecieron abiertos hasta que se les agotaron las planillas. No estuvimos mucho tiempo allí, mientras conversábamos con una de nuestras Veedoras, recibimos una llamada desde la oficina pidiendo que nos fuéramos a Caricuao, donde informaban que había violencia desde el mediodía.

Caricuao.

Llegamos bajo un fuerte aguacero e intenso tráfico y casi por “instinto” −o costumbre− me fui hacia la UD4; entramos por la Terraza I, dejando a la derecha el Conjunto Canagüa, (en donde viví por tres años, hasta que mi hija casi comenzaba a caminar) y comenzamos a buscar los CRF de la zona. No pude encontrar el CRF de Bravos de Apure, no estaba donde yo pensé que podía estar, y nos fuimos hacia el CRF situado en el estacionamiento cercano a la sede de Acción Democrática (AD). En esa sede de AD se recogieron firmas durante el llamado “firmazo” del mes de febrero y después fue arrasada, destruida e incendiada, por los seguidores de Chávez Frías.

De la fuerte lluvia, nos guarecimos todos −opositores, testigos partidarios del gobierno, soldados, veedores y firmantes− bajo dos pequeños toldos que era más el agua que dejaban colar que la que lograban detener. Fue apenas una media hora de refugio, en la que percibimos como nunca lo que ya sabemos y se ha dicho, que dejados de nuestra cuenta, los venezolanos, los ciudadanos, nos las arreglamos y somos capaces de resolver cualquier diferencia. Nuestro problema es cuando se presentan los que están más cerca del poder o lo disputan.

Entre las columnas del Metro.

Dado que no cesaba la lluvia, nos fuimos directo al CRF de la UD2, en donde se reportaron dificultades desde el mismo viernes. El CRF está bajo la línea elevada del Metro, entre dos columnas, en una la entrada con las mesas cerca de la otra. En el lugar, debido a la violencia, había tres camiones de comando, varios rústicos y pudimos contar más de 40 soldados. Me resultaba chocante e indignante ver aquel CRF, como muchos otros, delimitados por esas cintas amarillas que ponen alrededor de los lugares en donde hay accidentes, muertos y tragedias. (Hoy, conocidos los resultados, pienso que esa cinta plástica, era una premonición: no había urnas, ni de votación ni de nada, pero los ciudadanos firmaban algo parecido a un “certificado de defunción”)

En la columna que hacía de entrada había un pequeño comité de recepción de los voluntarios de la oposición; una simpática mujer de mediana edad, morena −de esas que seguro entran a todas partes y que nadie le puede cerrar una puerta−, era la encargada de dejarnos pasar o detenernos; no podían haber escogido mejor recepcionista. De inmediato vio la credencial de Veedores y mandó a llamar al oficial a cargo del Plan República, quien nos permitió el acceso. (El CNE no nos acreditó como observadores, pero ni falta que hizo, pudimos entrar a casi todos los centros, durante los dos procesos −el pro gobierno y el de la oposición− y en casi todas partes fuimos bien recibidos). Allí permanecimos por hora y media, hasta que el centro cerró. Entre la columna de entrada y la siguiente, estaban ubicados los seguidores del gobierno, que gritaban consignas contra todos los que firmaban y contra los automóviles que pasaban “corneteando” y gritando a su vez consignas a favor de la oposición.

Los vecinos de Caricuao.

Conversando con el encargado del CRF de manera muy tranquila, como si nada estuviera ocurriendo, nos dijo que eso había sido así desde el inicio del viernes, que ahora estaban tranquilos, desde que habían reforzado el Plan República, pero que al principio de la jornada habían logrado entrar, arremeter contra las mesas e intentaron llevarse las planillas; no lo lograron, los voluntarios de la oposición y los firmantes se les opusieron; además llegaron los medios de comunicación y observadores internacionales y no pudieron acabar con el CRF, ni impedir la recolección de firmas, más de mil el primer día y más de seiscientas ese día, de cuyo conteo fuimos testigos.

Vivir esa experiencia, solo por unas horas, me llevó a concluir que esta jornada sería exitosa, a pesar de todos los intentos por limitarla o impedirla. Simbólicamente me descubro la cabeza y respetuosamente me inclino ante esa gente de Caricuao, que una vez fueron mis vecinos, y en ellos expreso mi admiración a los militantes de partidos, Asambleas de Ciudadanos, Juntas de Vecinos, organizaciones de la Sociedad Civil o simples habitantes de las barriadas populares de Caracas y de toda Venezuela, que aún afectados por la inseguridad, el desempleo, la inflación y la miseria, doy fe de que mientras estuvimos allí, no dejó de entrar gente a firmar, a pesar de la lluvia y, sobre todo, a pesar de los gritos en contra a 20 metros de ellos.

¿Qué estarán pensando hoy, 2 de diciembre, del fraude que dice el Gobierno, los testigos y observadores del MVR, que convivieron con la gente de la oposición de Caricuao durante cuatro días y fueron testigos de la recolección de firmas? Como me hubiera gustado firmar allí, en donde había vivido un par de años, pero no era apropiado después de haber llegado como observador de la Red de Veedores.

Y finalmente… firma en La Pastora.

Después de tres días intensos, visitando diversos lugares y CRF, el lunes me fui a buscar dónde firmar. No podía ser por el este de la ciudad, pues la mayoría de los centros ya no tenían planillas, así que, averiguando, gracias a Venezolana de Televisión, la emisora del Gobierno, y su “imparcialidad” informativa vi de pronto la imagen de una hermosa plaza y su iglesia, la de La Pastora, mientras el locutor resaltaba: “… fíjense que no hay nadie firmando, etc.”; de inmediato me dirigí hacia allá, con la absoluta certeza de encontrar un CRF abierto y con planillas; terminé pues, firmando en La Pastora. Como se trataba de revocar al Presidente de la República, circunscripción nacional, se podía firmar en cualquier parte; bastaba estar inscrito para votar.

No solo me encontré con el CRF que buscaba, sino también con esta vieja parroquia caraqueña, con la que no tengo ninguna vinculación, excepto algunos amigos que viven allí y las visitas obligadas cuando se quiere acceder al Ávila por el viejo camino de los españoles que comunicaba −y aún lo hace− a Caracas con La Guaira. Fue agradable el reencuentro con sus calles cerradas al tráfico y al ruido citadino, y sus viejas casas de principios de siglo, conservadas y pintadas algunas de ellas de llamativos colores. Esta vez sin credencial de Veedor, ejercí mi inalienable derecho a firmar para pedir la revocatoria del mandato presidencial de Chávez Frías.

En el CRF, para firmar.

Que grato fue firmar allí, entre los amables pastoreños; me puse en manos de una muchacha de unos veintipocos años, y deje que me instruyera acerca de cómo podía firmar: “…a ver ,su cédula… fulana, −le decía a la testigo de la opción pro gobierno− esta vencida, pero es la laminada…” −luego, dirigiéndose nuevamente a mí− “… aquí ponga el número, completo, si le sobra un espacio marque con una equis… aquí su nombre completo, los dos nombres y los dos apellidos… (casi me traiciona la soberbia y le iba a decir que bastaba con el primer nombre y el primer apellido, pero resolví disfrutar ese momento de ciudadanía de manera completa)… ahora la firma… ¡ya va!… −¿Qué habré hecho?, pensé− y sobrepuso un cartoncito para que firmara dentro del espacio que dejaba y no me saliera del límite: “ … es que nos echaron a perder algunas planillas… ahora la huella… la tinta… el dedo aquí… −y corrió el cartoncito− … muy bien, listo… ¿quiere saber el número de la planilla y la línea donde firmó…”, “claro, claro, yo tengo donde anotar” −le dije− “es la A011xxx línea 5x…”.

Unas “travesuras”.

Concluida mi “ceremonia” ciudadana, decidí hacer una travesura y me dirigí a una mujer que estaba detrás de la muchacha y que anotaba algo en una libreta: “¿Y Ud. que anota allí?, −le pregunté− “…Soy la testigo de la opción pro gobierno…”…“Si ya veo, ¿pero que anota… mi número de cédula?, ¿Con qué derecho hace eso, que va a hacer con él?... “no, no, no… yo solo anoto el número de la planilla…” −me respondió algo nerviosa− …“de todas formas no importa, −le dije− … porque van a publicar todos los números en el periódico.”. (Lejos estaba de pensar en ese momento que todos esos nombres y números de C.I. pasarían a ser en poco tiempo la infausta Lista de Tascón) Me quedé un rato más rondando por la plaza, disfrutando la tranquilidad de los lugares sin tráfico, comiendo una empanada que vendía desde la ventana colonial de una de las casas, una joven mujer que, tenía a su lado una cesta con un bebé de mes y medio. “¿Hubo muchos problemas por aquí…” −le pregunté− “…no muchos, ayer algunos y en la noche les rompieron los afiches… pero aquí firmaron bastantes el viernes y el sábado en la mañana, antes de los problemas…” “¿Y tú firmaste?”, −le pregunté−… se sonrió, pero no respondió; pagué la empanada, hablamos de la niña y me fui cuando alguien más vino a comprar papel sellado, que también vendía.

Conclusión.

Me retiré, de regreso a la sede de Veedores a concluir la jornada, después de haber firmado en el mismo sitio en donde la semana pasada lo hizo el Presidente Chávez Frías, para revocar un diputado de la oposición. Pero con una diferencia, mi firma servirá para solicitar su revocatorio y la de él, no servirá para nada, pues supongo que será anulada por haber firmado para revocar un diputado opositor, en una circunscripción que no le correspondía; él está inscrito para votar en Baruta, tenía que haber firmado en alguna parte de Miranda.

Ya en el tiempo presente.

Finalizado el relato de la jornada de la recolección de firmas de 2003, hoy podemos aclarar que el reconocimiento final de esas firmas no fue fácil y se tardó más de seis meses, hasta que el CNE las aceptó, después de un proceso de “reparo” en mayo de 2004 −que relataré en otro momento− y convocó el 8 de junio de 2004 a un referendo revocatorio que se llevó a cabo el 15 de agosto siguiente con el resultado que todos conocemos. En total, más de un año y medio después de iniciado todo el proceso. Espero que esta crónica contribuya, no solo para conocer la experiencia concreta, sino también para que se valore el esfuerzo desplegado por miles de ciudadanos, fuera y dentro de los partidos, durante los últimos veintiséis años, para preservar los valores de la democracia, en la que creen.

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